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Al curso de Derechos Reales con el Dr. Avendaño había llegado por una cuestión de casualidad. Como no alcanzábamos vacante y, además, se cruzaba con la clase de Procesal con Priori, la mayoría de la promoción se había matriculado en los horarios de Martín Mejorada o de Francisco Avendaño. Yo me había ido de viaje en los días de la matrícula y de algún modo me incluyeron en unas vacantes extra que se abrieron para ese horario. Fue una muy feliz casualidad, ya que ese curso no solo fue mi preferido durante ese ciclo, sino que marcó lo que hice en el resto de mis estudios y muy probablemente lo que en estos momentos estoy haciendo en la maestría. Seguramente mi interés en el tema se notaba en las clases y en las notas, por lo que en el verano siguiente a terminar el ciclo, salió la posibilidad de empezar a trabajar como asistente en el curso. Nori Hasegawa, la profesora adjunta, me dijo que el Dr. Avendaño se quería reunir conmigo en su oficina. A la hora indicada y estrenando un terno que había comprado para las entrevistas, estuve en el Estudio Avendaño, que aquella vez todavía estaba en esa calle de Miraflores que da al Malecón de la Reserva. Para mi sorpresa, lo que tuvimos fue más una conversación que una entrevista de trabajo (había sido vecino de escaño de la tía Chelita en el Congreso, cómo son las cosas). La única pregunta que en cierto momento me hizo de improviso fue la de “…y a ver dime, ¿tú eres el primer puesto de tu clase?“. La verdad es que no lo sabía, solo se me pasaron por la cabeza los chicos de mi clase y mis notas, pero inmediatamente respondí “claro que sí, Doctor Jorge“. Si no era una verdad, sería una promesa que cumpliría. Y así es que comenzó todo. Exactamente así de inesperada se sentiría 4 años más tarde esa última pregunta que me hizo en el examen de grado “…y a ver dime, ¿sabes bajo qué derecho real se permite el tráfico aeronáutico alrededor de los aeropuertos?“.