Archivo del Autor: Carlos Arturo Caballero Medina (Charlie)

Acerca de Carlos Arturo Caballero Medina (Charlie)

Magíster en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Aspirante al Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad Nacional de Córdoba Integrante del equipo de investigación "Cartografías literarias del Cono Sur" y del Centro de Investigaciones de la Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba

Conversatorio sobre Mariátegui en el Dominó

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Arturo Caballero Medina

El sábado último, tuvimos la oportunidad de reencontrarnos después de mucho tiempo, algunos colegas de Literatura de Arequipa, Lima y Puno que desde hace algún tiempo radican en Lima donde ejercen la docencia universitaria. El encuentro ocurrió a propósito de una mesa de debate entre un grupo de profesores y alumnos de la Escuela de Literatura de San Marcos, convocados por Dorian Espezúa. El tema de la reunión fueron los Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana de José Carlos Mariátegui. En el café Dominó de la Plaza San Martín estuvimos reunidos, además, Giuliano Terrones (UNFV), Henry Rivas (UPC), Mauro Mamani (UNMSM) y Nécker Salazar (UNFV).

Algunos aspectos de la obra más emblemática del Amauta fueron tratados a lo largo del conversatorio. Respecto a la originalidad de Mariátegui, los presentes coincidimos en que su prosa ensayística sentó un precedente respecto a la estética literaria del ensayo. Si bien Facundo de Sarmiento o Ariel de Rodó transitan entre la novela y el ensayo, en los Siete Ensayos queda muy claro que se trata de una prosa de no ficción, pero que no deja de lado el aspecto estético de la prosa ensayística, es decir, en lo referente a la persuasión, la claridad y el abordaje directo y sin digresiones excesivas que caracterizan los ensayos de Mariátegui. Otro aspecto original de esta obra tiene que ver con su visión de la cultura. Los Siete Ensayos han sido considerados por la crítica contemporánea latinoamericana como un antecedente de los estudios culturales. El Amauta hizo lo que en los años 60 y 70 los marxistas ingleses disidentes de la militancia ortodoxa, entre ellos Raymond Williams, hicieron con el marxismo: aplicarlo como método para la explicación de fenómenos culturales, lo cual trasciende el ámbito tradicional de la economía y la sociedad. Los Siete Ensayos son precisamente eso, una aplicación del marxismo como método de interpretación de la cultura peruana. Sin embargo, la impronta de la determinación económica atraviesa todos los ensayos, aunque en el último, “El proceso de la literatura”, es más evidente el sesgo culturalista que el económico.

En relación con lo anterior, tenemos que en su análisis sobre la literatura peruana, Mariátegui es conciente de que su filiación marxista está presente; sin embargo, ello no es obstáculo para que elabore una lectura desprejuiciada de la obra de autores como Eguren o Martín Adán, cuyos textos no encajaban en lo que se consideraba como literatura revolucionaria o progresista y que, además, fuera catalogada por algunos críticos marxistas locales como no comprometida, esteticista o burguesa. Por el contrario, a Mariátegui, el marxismo no le impidió desarrollar un juicio estético de la literatura.

Uno de los puntos finales con el que cerramos el conversatorio estaba relacionado con la vigencia de su pensamiento. En lo referente a la cultura, podemos afirmar que Mariátegui tuvo una visión dualista de la realidad cultural peruana. Al inicio de “El proceso de la literatura” puso especial énfasis en que la literatura y la cultura peruana estaba dividida entre los hispánico y lo quechua y que, en consecuencia, subsistía una jerarquía en la que lo quechua era marginal. Esta apreciación dualista de la cultura deja de lado todas aquellas manifestaciones no hispánicas y no quechuas que también luchan por obtener reconocimiento. Hoy en día, esa postura es insostenible si tenemos en cuenta la realidad multicultural del Perú. También hubo espacio para comentar las afirmaciones del Amauta sobre las razas. Su valoración del aporte de la raza negra es peyorativa: para Mariátegui el elemento negro aportó su sensualidad y fue casi inocua su participación como enriquecimiento de lo local; sobre los coolíes chinos que llegaron a cultivar los campos de arroz en la costa aportaron solamente su fuerza de trabajo pero fueron reticentes a integrarse a la cultura local. En contraposición, pareciera lamentar que los conquistadores españoles carecieran del espíritu aventurero y verdaderamente colonizador del pioner norteamericano. Flota la idea de que Mariátegui hubiera preferido que los ingleses hubieran conquistado estos territorios.

Respecto a la política y a la sociedad, el proyecto de la modernidad fue vital para el autor de los Siete Ensayos. La modernidad fue un anhelo para el liberalismo y el socialismo solo que diferían en la manera cómo llegarían a ella, o sea, en quien concentraría el control de los medios y los modos de producción. El liberalismo no se desarrolló a plenitud en la naciente República porque el espíritu feudal persistía en el inconsciente de nuestra burguesía, a la cual Mariátegui critica por no ser emprendedora como la chilena, sino más bien, acomodaticia, depredadora y corrupta. Censura a la burguesía peruana por no contribuir al desarrollo de un proyecto nacional y por coludirse con los intereses comerciales de corporaciones extranjeras. No obstante, se desliza la idea de que a Mariátegui el liberalismo no le es tan nefasto, es decir, el liberalismo político que apunta a la igualdad de todos individuos frente a la ley y que rechaza la sociedad estamental o de castas y que propone una sociedad constituida por ciudadanos. Al respecto, Mariátegui reflexionó extensamente sobre el rol protagónico del indio en la sociedad peruana. Siguiendo la línea de González Prada, quien consideradaba al indio como el elemento más representativo del verdadero Perú, al Amauta le preocupó mucho la integración del indio al aparato económico. No podría existir una real modernización de la sociedad (tanto económica como sociocultural) si es que persistía aquella actitud característica de nuestra naciente burguesía: liberales en la sala, pero feudales en la cocina. Como señaló en su ensayo sobre el problema del indio, este era de carácter eminentemente económico. Mariátegui concibe que mientras el indio no sea “ciudadano” poco o nada se podrá hacer para consolidar una República moderna en el Perú, porque subsistirá el espíritu feudal-oligárquico en la clase dirigente.

Muchas otras ideas quedaron pendientes de discusión, pero el conversatorio estuvo muy animado, sobre todo por la participación de los alumnos quienes no tuvieron reparos en exponer sus propios puntos de vista acerca de la obra de Mariátegui y sobre la bibliografía crítica de los Siete Ensayos. Mi conclusión particular es que si la crítica renuncia a la toma de postura, a la aventura de lanzar una interpretación propia, pierde originalidad, no porque siempre debamos tener el imperativo de decir algo totalmente nuevo, sino porque si la crítica y la teoría se limitan a repetir sin procesar, nos convertiríamos en simples divulgadores cuando de lo que se trata es de dialogar con los discursos, apropiarnos de ellos, hacerlos nuestros en el mejor de los sentidos, imprimiéndoles nuestro sello personal. Esto fue, a mi parecer, la mayor lección que nos dejó José Carlos Mariátegui: “ni calco ni copia”. El marximo no puede ser dogmático.

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Guitar heroes: Lead guitars

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Este fin de semana les propongo mi lista personal de solistas de guitarra rock en orden de preferencia. Ahí les va. Los acompaño con videos. Mis criterios han sido virtuosismo, trascendencia musical y gusto por sus tema o por la banda donde tocaron. No es casual que todos sean de los 70’s y 80’s fue parte de una generación brillante. Como referencia incluyo el tema, video, álbum y nombre de la banda cuando es el caso.
Uds. propongan otros también.

1. Steve Ray Vaughan: “Pride and Joy”.Texas Flood (1983). Esta es una versión acústica en MTV cuando este canal era realmente de música y no el bodrio adolescéntico que es ahora. Para SRV era suficiente un bajo y una batería, base rítmica elemental, y él en la guitarra: formaron la banda Double Trouble (más conocida como Stevie Ray Vaughan & Double-Trouble), . Con ellos popularizó temas como Pride and Joy, Leave my girl alone y Cold shot entre otros. Eventualmente, se les unía un tecladista. La mayor parte de lead guitars no se caracterizan por tener un gran registro vocal, tampoco lo necesitan para destacar, pero la ruda voz de SRV es el complemento perfecto para sus densos riffs bluseros. Me gusta la alternancia de acompañamiento de rasgueos graves con intermitencia de breves solos entre los silencios de voz. Es un guitarrista condunte que equilibra sus solos con la densidad de sus rasgueos:furioso, crudo y explosivo. Falleció en 1990 cuando el helicóptero que lo transportaba se estrelló poco después de despegar.

2. Joe Satriani:”Surfing with de alien”. Surfing with the alien (1987). Entre lo mejor que escuché de él hace como 10 o 12 años estaban los álbumes Flying in a blue dream (1989) y Surfing with the alien (1987) y el CD doble Time Machine (1993). Es un guitarrista virtuoso posee una gran técnica de digitación la cual demuestra a través de solos prolongados y muy sugerentes. La mayoría de sus discos son instrumentales. Por ello, sus temas estaban diseñados para que la guitarra brille por sí sola y no para que acompañara a una voz: la voz misma es el solo. Satriani no se dio a conocer como primera guitarra de alguna legendaria banda de rock, sino que siempre fue una estrella solitaria. Algunas veces colaboró en giras con bandas como Deep Purple en la que reemplazó a Ritchie Blackmore. Pongan atención al solo de “Surfing with de alien”. De hecho que lo han escuchado en varios comerciales.

3. Mark Knopfler: “Sultans of swing”. Leeds (1978) Dire Straits (tema que más identifica a esta banda inglesa además de Money for nothing. Para aquellos que superan la base 3 a 4 seguramente recordarán es Money for nothing era la cortina musical del programa La máquina del de rock de América TV conducido por Speedy González). Siempre admiré la habilidad de Knopfler para combinar el canto con solos entre estrofa y estrofas de inmediato. Si bien no posee un gran registro vocal, lo cual es común en la gran mayoría de primeras guitarras que cantan, y a pesar de su voz carvernosa, los solo spequeños solos desplegados sobre una misma base rítmica son los que le dan la esencia a este tema. No perdamos de vista a la guitarra rítmica que es la que marca el inicio de la canción y sostiene el solo. También me llamó la atención que no use púa para los solos, sino que con el pulgar y los dedos los digitaba directamente.)

4. Eddie Van Halen: Es curiosa la historia musical de los hermanos Van Halen. Eddie quería ser guitarrista pero fue obligado a recibir clases de piano. Su hermano, viceversa, recibía lecciones de guitarra, pero deliraba por la batería. Invirtieron los papeles y formaron la banda Van Halen. Sin embargo, Eddie toca el teclado en la célebre Jump cuando los acompañaba el espectacular cantante David Lee Roth. Sammy Haggart tomaría después el lugar de Roth, aunque para la fanaticada nada como las acrobacias del primero. Aquí veremos a Eddie Van Halen con su típica guitarra naranja con rayas entrecruzadas. Innovó con su particular técnica del “tapping” que consiste en digitar las cuerdas sobre el mástil de la guitarra con las dos manos a la vez. En “Eruption” hace gala de esta técnica. Al principio, el joven Van Halen tocaba partes de sus solos de espaldas al público para evitar que imitadores copien su técnica. Los álbumes que más me gustan de esta banda son 1984 (1983), 5150 (1986) y OU812 (1988)

5. Ritchie Blackmore: “Highway star”. Machine head. Deep Purple He preferido colocar la versión e estudio para que se aprecien mejor los detalles de la canción. Junto con “Smoke in the water” son los temas emblemáticos de Deep Purple, banda que tuvo diversos integrantes entre vocalistas, guitarristas y tecladistas que la integraron en distintos momentos de su trayectoria. Me gustan los dos solos: el primero de teclado y el segundo de guitarra. Cuentan que John Lord, el tecladista, hizo la prueba de conectar su teclado a un amplificador de guitarra para obtener un sonido más denso y pesado desde el teclado. Y así fue: para cualquier oyente, el solo de teclado puede parecer como de guitarra. El efecto del amplificador le da un cuerpo más grueso a su sonido.

6. Jimmy Page: “Stairway to heaven”. Led Zeppelin Jimmy Page y Robert Plant forman parte de esas célebres parejas rockeras cuyo encuentro oportuno dio como resultado una banda con dos columnas vertebrales entrelazadas: voz y primera guitarra. “Stairway to heaven” es uno de los temas más emblemáticos de esta banda inglesa. La atmósfera que va creando la música poco a poco se transforma a medida que la instrumentación va añadiendo más acompañamientos. El solo principal de Page aparece en el momento de mayor tensión y funciona como un catalizador de emociones contenidas. A veces la dupla Page-Plant ha realizado giras en las que tocan los tema de la banda. Ojalá que se anoten a esta lista de megagrupos que llegan a Lima, aunque mucho después de su etapa dorada. Lo último que escuché con detenimiento de Page y Plant fue No Quarter (1994) donde grabaron en vivo una excelente versión de “Battle for evermore”.

7. Steve Vai (el estilo de Vai es muy similar al de Satriani: solos espectaculares, muy rápidos y prolongados, lo que no es casual ya que recibió clases de Satriani cuando este tenía 16 años y Vai 12. Este guitarrista actuó en la película Encrucijada, protagonizada por Ralph Macchio (el chico karate kid) un joven guitarrista quien buscaba la canción perdida de Robert Johnson, el legendario músico de blues que, según cuenta la leyenda, recibió una oferta del diablo en un cruce de caminos. De ahí el nombre de la cinta. Vai protagonizó al guitarrista con el que Macchio tuvo un duelo para liberar la deuda de un amigo cuya alma estaba empeñada al diablo. Steve Vai escribió la pauta del duelo. Realmente, el duelo enfrentó a Vai con el guitarrista Ry Cooder especialista en guitar slide (bottleneck, cuello de botella). Aquí les dejo la escena del duelo en Crossroads (1986)

8. Eric Clapton. “Layla”. Layla and Other Assorted Love Songs (1970).Derek and the Dominos. La canción de amor que Clapton escribió inspirada en Pattie Boyd, que era por aquel entonces la esposa del beatle, George Harrison (con el que se había casado en 1966). En 1977, Pattie Boyd se divorció de Harrison y dos años después se caso con Clapton, matrimonio que duró hasta 1989. La versión de MTV Unplugged me gusta más que la original de estudio porque en aquella se aprecia mejor la melodía por la cadencia del ritmo. Otros temas que hicieron popular a Clapton, al punto que en las paredes de las calles de Londres aparecían pintas con “Clapton is God”, fueron “Cocaine”, “Sunshine your love” y “Tears in heaven”. Aquí los dejo con Layla (versión acústica con Mark Knopfler) y Cocaine (en vivo).

9. Jimmy Hendrix: “Voodoo Child”. Kiss the Sky

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Neoliberalismo educativo a la peruana. Cuando la educación es (solo) un negocio rentable

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Este es un fragmento de un artículo publicado en la revista Letras Vivas. Es un poco largo, pero claro y directo (creo) uds. dirán.

Carlos Arturo Caballero

II

Al neoliberalismo le disgustan las humanidades

El neoliberalismo educativo provocó la desaparición progresiva de las humanidades en los planes curriculares de los niveles secundario y superior por razones estratégicas. Analicemos esto. Las humanidades socializan al individuo y permiten que establezca lazos solidarios con sus semejantes a través de la transmisión de vivencias interpersonales que —aunque no siempre es así— no poseen los llamados cursos de “ciencias”. A este respecto, tengo la convicción de que no hay curso aburrido sino profesores desmotivados; sin embargo, la transmisión e identificación de valores y vivencias indispensables para la socialización del individuo son constitutivos de los cursos de humanidades y, por ello, estos ofrecen una ventaja cualitativa frente a los de ciencias formales. A ello se añade que la relación maestro-alumno en los cursos de letras es más estrecha que en los de ciencias (no obstante, la habilidad del maestro en la transmisión de conocimientos es una variable fundamental muy aparte del curso en sí mismo) ya que ofrece una gama de contenidos que forman parte de la vida cotidiana de los seres humanos. Literatura, Arte, Música, Filosofía, Historia, Psicología entre otras disciplinas, en manos de un maestro plenamente identificado con su labor, —y reconocido con una remuneración decorosa— pueden desencadenar en el aula una serie de experiencias muy satisfactorias.

Más allá de la simple adquisición de datos y de la evaluación periódica, los maestros deberían preocuparse, parafraseando a Jorge Luis Borges, de que sus alumnos se “enamoren” de su curso. Un poema, una novela o un cuento pueden sensibilizar a una persona al grado de abstraerla de una realidad adversa o inmunizarla contra la indiferencia y el conformismo (Demian, Bajo la rueda y Sidarta, de Hermann Hesse, despertarán en un adolescente la inquietud por reconocer el derecho a pensar por ellos mismos; por supuesto que esto no ocurrirá si el curso de Literatura se convierte en una insípida acumulación de biografías). La revisión crítica de nuestra historia contribuirá a disipar los malentendidos que tras generaciones se han ido retransmitiendo: un pasado glorioso, pero un presente vergonzante; o el bálsamo consolador del “mendigo sentado en una banca de oro”. La Psicología y la Filosofía no son conocimientos exclusivos de iniciados en la materia, sino pretextos para llevar al alumno hacia la reflexión sobre su mundo interior y exterior; ambos están presentes en su diario vivir y, por ello, el maestro que sabe aprovecharlo, no requiere de un discurso complejo para motivar a sus alumnos en estas disciplinas: el autoconocimiento y la reflexión son demandas de una vida plena.

Pero volviendo a lo que nos congrega ¿Qué actitud asume el neoliberalismo en este panorama? Alienta el individualismo extremo que prescinde del otro, puesto que en la medida que exalta la libertad negativa (la no interferencia del otro en mi autonomía) anula la participación ciudadana, subestima la importancia de los movimientos sociales y la deliberación de la sociedad civil en la política nacional, y, en consecuencia, dificulta la solidaridad. El neoliberalismo considera al individuo-propietario como el motor exclusivo del desarrollo social. Restringe la definición de ciudadanía al rechazar las demandas organizadas de la población y el reclamo colectivo de derechos ciudadanos por considerarlos una amenaza a los ciudadanos individuales, en particular si son propietarios (Lynch 2005:88). (No es un azar que en las universidades empresa no exista representación estudiantil ante la asamblea universitaria ni tercio estudiantil ni centros federados). Por esto, no basta solo con una concepción “negativa” de la libertad “sino también ‘positiva’ (como posibilidad para el desarrollo personal, el ejercicio de deberes con la comunidad y el logro de condiciones para que la libertad sea factible)”. La libertad negativa al ser complementada en un sentido positivo “lleva al conjunto a preocuparse por la libertad de cada individuo y viceversa” (98). El neoliberalismo tiende a confundir individualismo y autonomía: ser autónomo significa tener la capacidad de actuar sin ninguna coacción exterior, pero no implica desentendimiento del otro; en cambio, el individualismo neoliberal aparta al sujeto y lo induce a la satisfacción egoísta al sumergirlo bajo el imperativo del consumo y del mercado. Por otro lado, si bien la individualidad tiene un valor inherente al de la dignidad humana, aquella es inseparable tanto del individuo como de la comunidad.

¿Qué otro motivo tiene el neoliberalismo —además de atomizar la sociedad y así impedir la participación colectiva— para desaparecer a las humanidades? ¿Por qué le son tan írritas? Por una simple razón: las humanidades son un campo fértil para el cuestionamiento, la crítica y la subversión de lo establecido. En contraste, el neoliberalismo privilegia lo utilitario, lo práctico y los resultados inmediatos (utilidades y productividad a corto, mediano y largo plazo; la lógica del costo-beneficio) a la vez que considera imprácticas, por no decir improductivas, a las humanidades, porque, supuestamente, no poseen una aplicación explícita. (Nociones como esta, ignoran el hecho que las civilizaciones más encumbradas de la historia universal alcanzaron un notable equilibrio en ciencias, artes y humanidades y no solo en una rama del saber). Esta forma de pragmatismo suele guiar la elección de una carrera profesional prestigiosa, en oposición a las no tan aclamadas humanidades. Estudiar una carrera que “dé buena plata” es el imperativo que guía a la gran mayoría de estudiantes en la actualidad. La estrategia ideológica consiste aquí en inhibir el espíritu crítico: un sujeto práctico no cuestiona lo establecido porque no busca explicaciones, sino que solo ejecuta instrucciones. La única cuestión que formulará, será el no encontrarle fines a los medios, lo que se evidencia en preguntas del tipo ¿para qué sirve la ética?, ¿para qué le sirve la antropología a un abogado? o ¿por qué un economista debe llevar dos años de estudios generales?

La disminución en la exigencia académica a los postulantes —de parte de las universidades empresariales— posee una finalidad práctica: aprovechar la demanda que no es absorbida por las universidades tradicionales. Progresivamente, los exámenes de admisión a las universidades nacionales y privadas más importantes de nuestro país se han flexibilizado con el objetivo de acoger a una mayor población de estudiantes que, cada vez más, las ven como una opción lejana y que demanda mucho esfuerzo en comparación a la inmediatez —en el ingreso y el egreso— que les ofrecen una amplia gama de institutos y universidades de cuestionable nivel académico: ingreso y titulación inmediatos previo pago de derechos en caja. ¿Y la investigación? ¿el trabajo intelectual? ¿la tesis? Para los mercadófilos de la educación serán meros obstáculos imprácticos que pueden superarse con la experiencia en el campo.

La consideración neoliberal acerca de la inutilidad de ciertos conocimientos que carecen de aplicación explica la nula o escasa presencia de las humanidades y de las ciencias sociales en los planes de estudios escolares y universitarios y la potenciación de las ciencias formales solo con un objetivo utilitarista. La consecuencia más inmediata y notoria de esto es la ausencia absoluta de espíritu crítico en los estudiantes frente al conocimiento recibido y la total indiferencia ante la realidad social circundante.

¿Por qué un joven —en un país donde el ingreso a la universidad es casi un ritual social a la altura de la confirmación o el matrimonio—se expondría a un exhaustivo examen de admisión en la PUCP, San Marcos o la Antonio Ruiz de Montoya corriendo el riesgo de no aprobarlo si con solo llenar un formulario y una carta de recomendación de su “miss” o “profe” del colegio bastaría para ingresar? Ubicarse dentro del tercio superior en la secundaria no representa una valla imposible de superar si tenemos en cuenta que los PRONOE y muchos colegios privados preuniversitarios tienen como consigna aprobar, a como dé lugar, a sus alumnos. Por lo tanto, debemos sospechar de la validez de sus tercios superiores.

Este tipo de filosofía educativa neoliberal evalúa el éxito en términos de resultados: más que el capital intelectual del alumno importa su eficiencia en la aplicación de los conocimientos obtenidos. El “¿para qué me sirve esto?” estará a flor de boca en los estudiantes universitarios cuya capacidad para cuestionar lo establecido se halle bloqueada por el pragmatismo. De seguro que si el secretariado trilingüe español-inglés-chino mandarín se pone de moda, implementarán la facultad “ad hoc” que transforme esa necesidad en la carrera del futuro.

Actualmente, las currículas de las facultades más solicitadas están condicionadas por las exigencias del mercado: las humanidades no son prácticas para la vida y, por ello, no se les necesita. Esta nefasta tendencia que alcanza su cúspide en la educación superior tiene sus raíces en los colegios preuniversitarios que asumen la educación primero como un negocio (o solo como eso) y luego, después o nunca como la formación integral del educando. Preparar para la vida significa para ellos transmitir información durante once años para afrontar un examen de admisión de tres horas: ¡qué objetivo tan mezquino!

La doctrina de “el fin justifica los medios” ha arraigado tanto en la educación peruana que las instituciones educativas empresariales no dudan en disminuir su nivel de exigencia (calidad de contenidos y de personal docente) con la finalidad de elevar el nivel de aprobación. El efecto de medidas como esta es inmediatamente tangible: mayor alumnado, mayores ingresos para la “empresa” y mejor infraestructura, pero no siempre más ingresos para el maestro y sí, vastas legiones de estudiantes conformistas frente al establishment.

Educación y cultura son, para el neoliberalismo, recursos útiles en tanto generen ingresos sostenibles, es decir, mercancías. De ninguna manera me opongo a que una institución educativa se fije metas económicas, ya que el mantenimiento de diversos proyectos, salarios e infraestructura requieren de un soporte económico seguro. Pero tampoco puedo avalar la idea de que los resultados estén por encima de los principios. La cantidad no siempre es un criterio confiable para tomar decisiones: los datos, cifras, y estadísticas son inútiles si es que no se las interpreta cualitativamente.

Los voceros del gobierno nos dicen hasta la saciedad que en la actualidad atravesamos un crecimiento económico inusitado; sin embargo, ello no se traduce en la vida cotidiana de los ciudadanos ni en donde se necesita una inversión agresiva, tanto o mucho más importante que ofertar tierras para la inversión privada. Me refiero a la educación. En el Perú, las universidades más prestigiosas no disponen de becas integrales de estudios de pregrado o postgrado. El préstamo ha reemplazado a la beca, lo cual motiva que el beneficiario, si bien accede a estudiar una carrera que en su momento no podría costear, simplemente postergue el compromiso de pago a futuro con los intereses de ley. Concytec financia, sobre todo, proyectos relacionados a la tecnología, pero no contempla a todas las ciencias humanas; tampoco el Estado peruano dispone de becas para la investigación en humanidades. Son las ONG’s, agencias extranjeras o los programas de estudios solventados por otros estados los que cubren ese espacio, pero no se evidencia una intención por fomentarlo desde aquí. En Ecuador —cuya economía en el panorama latinoamericano está rezagada respecto a la nuestra y cuya inestabilidad social no ha permitido aplicar una reforma económica profunda— la Universidad Andina Simón Bolívar ofrece exoneraciones, becas y una módica subvención para los estudiantes ecuatorianos y extranjeros que provengan de países del Pacto Andino. Entre las facilidades que ofrece está la residencia universitaria, alimentación y la posibilidad real de formar parte de la plana docente si se trata de estudiantes de postgrado. ¿Acaso esto es inviable en un país como el nuestro que acaba de ser catalogado como el primero en América Latina en desempeño económico , el segundo en competitividad y eficiencia de gobierno, y el más atractivo a nivel regional para la inversión privada?
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Tercer Coloquio de estudiantes de Maestría en Literatura Hispanoamericana

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Tercer Coloquio de estudiantes de Maestría en Literatura Hispanoamericana

PROGRAMA
28 y 29 de mayo 2009

ESCUELA DE
POSGRADO
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
CATÓLICA DEL PERÚ

Jueves 28 de mayo

3:00 p.m.: Inauguración
• Dr. Marcial Blondet, Decano de la Escuela de Posgrado
• Dra. Carmela Zanelli, Coordinadora de la Maestría en Literatura Hispanoamericana
• Sr. Percy Ramírez, Miembro de la Comisión Organizadora

3:30 p.m. Mesa 1: Literatura colonial peruana
Moderador: Dr. Eduardo Hopkins
Participantes:
• Pamela Cueto Paz-Vergara: «La representación literaria de la religión en el Manuscrito de Huarochirí»
• Marine Bruinaud: « El ciclo teatral de la muerte de Atahualpa: estado de la cuestión»
• Javier Sánchez Ayte: «Duplicidad de representaciones del indígena en la poesía y el teatro de Francisco del Castillo»
4:50 p.m. Receso
5:00 p.m.
• Giuliano Terrones Torres: «Discursos y textos festivos: delimitación del género burlesco en dos poemas de Fray Francisco del Castillo, El Ciego de la Merced»
• Mauricio Véliz Cartagena: «Las máscaras de insatisfacción: el caso de Lorenzo de las Llamosas y La ofrenda política»

6:00 p.m. Receso
6:10 p.m. Mesa 2: Narrativa peruana de vanguardia
Moderadora: Dra. Celia Rubina
Participantes:
• Pilar García Ramírez: «La novela y la vida: Siegfried y el profesor Canella, de José Carlos Mariátegui»
• Emma Aguilar Ponce: «El problema de género en La casa de cartón, de Martín Adán»
• Miluska Benavides Bendezú: «La prosa cinética en Hollywood, de Xavier Abril»

7:20 p.m. Receso

7:30 p.m. Mesa 3: Literatura peruana del siglo XIX
Moderador: Mg. Marcel Velásquez
Participantes:
• Jorge Yangali Vargas: «El proyecto peruano-godo imaginado por Felipe Pardo y Aliaga en Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho»
• Carlos Capellino Fuentes: « Proyecto de nación e identidad en los inicios de El Mercurio Peruano»
• Emmanuel Velayos Larrabure: «Un criollo mercantil: ambivalencia y cinismo en textos de Ramón Rojas y Cañas»

Viernes 29 de mayo

3:00 p.m. Mesa 4: Poesía peruana contemporánea
Moderador: Dr. Pedro Granados
Participantes:
• Alexander Anchante Arias: «Configuración de mundo retórico en La mano desasida de Martín Adán»
• Percy Ramírez Chacpi: «Mutatis Mutandis de Eielson: operaciones entre la eternidad y la nada»
• Magaly García Fernández: «El sentido lúdico en Los cuadernos de Luis Hernández».
• Ana María Flores Núñez: «El sentido de la antipoesía en El perfil de la materia, de Edgar Guzmán».

4:30 p.m. Receso

4:40 p.m. Mesa 5: Literatura peruana contemporánea
Moderadora: Dra. Cecilia Esparza
Participantes:
• Arturo Caballero Medina: «Una mirada crítica a las nociones de libertad y cultura en Desafíos a la libertad de Mario Vargas Llosa».
• Paula Ramos Pizá: «La intertextualidad y la reflexión sobre la cultura en Cuentos de extremo occidente de Rodolfo Hinostroza».
• Richard Solano Mollehuara: «País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez y el inicio de una nueva narrativa».
• Gino Testino Araneta: «La hora azul: Bildungsroman sin héroe».
6:50 p.m. Receso
7:00 p.m. Conversatorio con los poetas Carlos Germán Belli, Marco Martos y Jorge Wiesse
Moderador: Elio Vélez Marquina

Cóctel

Lugar:
Sala de Grados de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Perú

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

INFORMES: 626-2000. Anexo: 5143 y 4462

Comisión organizadora:
Miluska Benavides Bendezú
Ana María Flores Núñez
Percy Ramírez Chacpi

Profesor-asesor: Carmela Zanelli

Organiza:
Escuela de Posgrado
Maestría de Literatura Hispanoamericana

Agradecimientos:
Facultad de Letras y Ciencias Humanas
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Evocación de Miguel de Cervantes

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“Nuestras almas, como tú bien sabes y como aquí me han enseñado, siempre están en continuo movimiento y no pueden parar sino en Dios, como en su centro. En esta vida los deseos son infinitos y unos se encadenan de otros y se eslabonan y van formando una cadena que tal vez llega al cielo y tal se sume en el infierno”.

Los trabajos de Persiles y Sigismunda

Miguel de Cervantes Saavedra

EL ODISEO DE LAS LETRAS ESPAÑOLAS

Henry César Rivas Sucari
revistanaufrago@yahoo.es

El pasado 23 de abril, se celebró en Hispanoamérica el Día del Idioma y también un año más de la muerte del ilustre escritor y poeta Miguel de Cervantes Saavedra. Su muerte acaeció un 22 de abril, pero el 23 se celebra el día de su entierro como si esta fecha fuese la de su muerte.

Cervantes es considerado la voz narrativa más importante de todos los tiempos gracias a su novela El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, publicada la primera parte en 1605 y la segunda en 1615. Sabemos que a la publicación de esta gran novela le siguió en Europa un éxito inmediato. Ojo que por esas épocas el “éxito” no significaba, como ahora, la inmediata fama y fortuna, gracias a un mercado numeroso. A menudo, estas dos categorías han ido disociadas en la peregrinación de los artistas en busca del éxito. Al contrario de lo que podría pensarse, la buena acogida que tuvo esta novela no significó, en absoluto, un cambio significativo en la vida del escritor español.

Para hablar sobre Cervantes hay admirarse por la vida intensa, heroica y trágica que vivió. Los personajes que atravesaron su vida, más parecen sacados de la ficción que de la realidad misma. La parte trágica de escritor es novelesca, pues, a pesar de poseer, según sus historiadores, parentescos reales por parte de madre, ya desde niño supo lo que era rozar la clase del vulgo y sus desventuras. Su padre, Don Rodrigo Cervantes, tuvo que huir con la familia a Valladolid, tras una estadía en la cárcel y perseguido por las deudas. Así, el autor de Riconete y Cortadillo, si bien no gozó de una educación principesca como la de su contemporáneo Lope de Vega, sí fue un voraz aprendiz de las artes y la cultura que pudo observar y conocer a lo largo de su deslumbrante vida.

Sus viajes a Italia al servicio de Giulio Acquaviva le animaron para, posteriormente, ocupar la plaza de soldado. Así, embarcado en la galera Marquesa, el 7 de octubre de 1571, participó en la que sería la batalla que inmortalizó su apelativo: La batalla de Lepanto. Cervantes muy mal herido— dos arcabuzazos en el pecho y una mano (la izquierda) inutilizada cuando un trozo de plomo que le estropeó un nervio— fue reconocido por su valor. Pero lejos de colgar el arcabuz y dedicarse a una vida sedentaria, Cervantes continuó su carrera militar tomando parte activa en las expediciones de Navarino(1572), Corfú, Bizerta y Túnez(1573).

El 26 de setiembre de 1575 Cervantes fue hecho prisionero por una flotilla turca. Esta vez el viaje debía llevarlo de Nápoles a España. La galera en que se trasportaba, Sol, fue asaltada con facilidad por Arnaut Mamí, le acompañaba su hermano Rodrigo. Ambos pasaron las penurias de ser esclavos y sufrir la tortuosa pena de esperar el rescate desde su patria.

El caso de Miguel de Cervantes se complicó gracias a la posesión de unas cartas de recomendación de don Juan de Austria y del Duque de Sessa. Los captores pidieron quinientos escudos por su libertad.

Cervantes estuvo cinco años preso, lejos de su patria y su familia, pero a pesar de vivir en desgracia, lejos de hundirse en la pesadumbre, jamás renunció a la fatalidad, pues intentó escaparse en cuatro ocasiones, hasta que por fin, luego de una odisea de vaivenes, su familia pudo rescatarlo con la ayuda de algunos religiosos. Miguel de Cervantes volvió a su patria el 24 de octubre. Pero aquí no terminó su peripecia, pues tuvo que pasar por la cárcel y por el oprobio social al trabajar como cobrador de impuestos y verse involucrado en la pérdida de unos dineros. Además, su familia no gozaba de buena reputación, siendo esto, para él, muy doloroso debido al valor que le daban al honor en aquella época.

El misterio del Quijote

Muchas veces se ha mitificado a escritores que no poseyendo una preparación académica, terminan; sin embargo, por componer obras monumentales. Se ha querido hasta la saciedad comprobar, por ejemplo, que Shakespeare era un mero recopilador de argumentos. Un caso parecido hace sombra a la obra de Cervantes. Él mismo refiere en el caso del Quijote su posición de “no autor”, sino traductor de Cide Hamete Benengeli, dando a entender que las aventuras de Alonso Quijano (del capítulo IX en adelante) serían verídicas y escritas anteriormente en lengua árabe. Pero esta metaficción planteada por el propio Cervantes sería un recurso muy utilizado en la literatura de la época. La construcción de un narrador que demuestre verosimilitud debe acogerse de todos los recursos posibles.
Los investigadores han trabajado sobre el origen de este nombre buscando sus raíces egipcias, árabes, etc. Al final, pareciese que la afinidad de Cervantes por lo árabe provendría de su encierro en Argel.

El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha

La primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha salió a la luz pública en Madrid en 1605 a pesar de que ya en 1604 habría aparecido una edición con erratas. Sabemos que el éxito de la novela supuso su enemistad con Lope de Vega. Muchos identificaron en el Quijote una analogía con la figura del autor de Fuente ovejuna, en especial por el gusto de ambos personajes—el real y el ficticio—en abandonar a su mujer por un ideal. Mientras el Quijote se marcha en busca de aventuras, Lope lo hará para unirse a la Armada Invencible.
Este hecho trajo consigo una respuesta extraordinaria: la creación de otro Quijote. En 1614 salió la segunda parte del Quijote bajo el rótulo de otro autor, un tal Alonso Fernández de Avellaneda. En el prólogo se tilda a Cervantes de envidioso, con referencia, claro está, al asunto de Lope de Vega.

De este autor no se ha podido saber su identidad. Existen varias conjeturas, la principal dirigida al propio Lope de Vega, pero un estudioso de la obra de Cervantes, Martín de Riquer, apunta a Jerónimo de Pasamonte, un ex compañero de Cervantes, ridiculizado en la primera parte de la novela como el galeote Ginés de Pasamonte. Este hecho, por esas benditas casualidades del destino, llegó a enriquecer la segunda parte apurada por el propio Cervantes, pues el Quijote se entera de la existencia de un suplantador que anda por los caminos tomando su nombre y malogrando su reputación.

La segunda parte de El Ingenioso Hidalgo, que salió a la luz en los últimos meses de 1615, se presta al juego de la polémica, introduciendo el tema del Quijote suplantador y una defensa del propio Quijote contra las calumnias de Alonso Fernández de Avellaneda.

En suma, El Quijote es una novela desbordante y maravillosa. Las aventuras de aquel viejo loco y su escudero vulgar presentan todos los matices sobre la ficción, los deseos y la ilusión de la fantasía sobre la realidad, ordinaria y también humana. El genio cervantino consiste en la fijación de un tema más que temporal, el existencial. Fácilmente se podría condensar al Quijote con las tribulaciones del otro loco: Hamlet, y su “Ser o no ser”. Sueños y realidad, fantasía y locura, deseos y frustración, todo se entremezcla al ritmo de un castellano culto y vulgar a la vez, trágico y cómico, como la compleja afinidad con que se puede describir la historia de la humanidad y su fin.
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Adiós a Mario Benedetti

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Mario Benedetti. Poeta del amor y retratista de la vida cotidiana

Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.

“Te quiero”

Carlos Arturo Caballero

Leí a Benedetti durante los años universitarios cuando el acceso a Internet resultaba una novedad para aquellos que lo frecuentábamos con la finalidad de obtener información de nuestro interés. Se trataba de una monografía sobre escritores que se hayan caracterizado por destacar tanto en la narrativa como en la poesía. Personalmente, creo que son pocos los casos en los que un escritor destaca por igual en ambos géneros, y aunque ello ocurriera, la impresión que uno u otro género dejan en el lector se convierte, al final, en el veredicto que consagra al escritor de su predilección. Prefiero quedarme con el poeta Benedetti, con el retratista de momentos cotidianos, simples, sencillos, pero seductores y cautivantes no por la contundencia una frase lingüísticamente exquisita, sino por aquellas imágenes que en simples trazos dibujaron en nuestra imaginación una gran variedad de sensaciones que demuestran que en la poesía lo que no suma, resta.

El primer poema que leí del poeta uruguayo fue “Táctica y estrategia”. De inmediato, leí bajé e imprimí todos los poemas que contenía aquella célebre página de literatura y cultura, El poder de la palabra, y los leí por completo. Hasta ese momento mis referentes eran los poetas simbolistas y surrealistas franceses y poetas anglosajones como Ezra Pound, T.S Eliot y William Carlos Williams. Tal vez, por estos últimos, es que sintonicé de inmediato con la poesía de Benedetti, pues, de manera similar a la de Eliot, aunque muy original por cierto, el poeta uruguayo me impactó por la transparencia de sus versos que recogían de lo cotidiano anécdotas dignas de poetizarse. Como quien pinta de color un lienzo de la manera que le plazca, Benedetti imprimió en sus versos una marca muy personal: pequeñas escenas de la vida cotidiana.

Asimismo, el abordaje que hizo del amor y de las relaciones humanas merece destacarse. Lo trillado, lo cursi o los lugares comunes no aparecen o tal vez están presentes pero de forma que el lector no los reconoce a primera vista:

Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

(“Táctica y estrategia”)

Me deslumbró la naturalidad de su poesía al tratar el tema del amor de pareja y el de la mujer. Si bien en gran parte de su poesía Benedetti insistió en los mismos recursos que lo consagraron, ello no significó un estancamiento: simplemente, se dedicó a hacer bien lo que mejor conocía. Al respecto, el lado afectivo de las relaciones humanas siempre estuvo presente en su poesía: la vejez, el desamor, la nostalgia, la familia, la esposa abnegada, el hombre solitario y tanto más.

Te propongo construir
un nuevo canal
sin exclusas
ni excusas
que comunique por fin
tu mirada
atlántica
con mi natural pacífico.

(“Nuevo canal interoceánico”)

Alguna vez comentando mis impresiones sobre la poesía de Benedetti, un condiscípulo lo sentenció como una especie Corín Tellado de la poesía, un creador de melodramas poéticos que bien podría escribir pensamientos para tarjetas del día de los enamorados, de la madre, navidad o para cualquier ocasión que lo ameritara. Nada más inexacto para apreciar su poesía. Un escritor auténtico escribe de lo que más sabe y lo expresa de la manera que mejor lo siente. Esto es un acto de honestidad creadora: un escritor se debe, en primer término, a sí mismo y eso fue lo que Benedetti hizo durante su vida, una vida que el este último domingo de mayo llegó a su fin.

Si en su poesía se mantuvo alejado de la política, ello no ocurre en su narrativa en la cual no disimuló su compromiso político con los movimientos de izquierda sin llegar a convertir sus novelas en panfletos ideologizados. Benedetti demostró que un escritor de izquierda no tiene que empeñar la visión estética de su arte a ninguna ideología por más nobles que sean los propósitos que a esta la animan. Por el contrario, es un signo de integridad saber ubicar ambos aspectos en espacios que son diferentes, pero complementarios y que no se eliminan el uno al otro: el arte y la política.

Sus convicciones políticas lo obligaron a abandonar Uruguay luego del golpe militar para exiliarse en la Argentina, Perú (donde laboró como periodista durante un año hasta que lo deportaron nuevamente a la Argentina) y Cuba entre otros países. Sin embargo, se mantuvo firme en su posición de no claudicar ante los poderes que hacen del autoritarismo un instrumento para dominar a quienes discrepan de ellos y también supo confrontar opiniones adversas aun provinientes de escritores de la talla de Mario Vargas Llosa. En enero de 1984, tuvo lugar una polémica frente al novelista peruano acerca de una entrevista que este concediera en Holanda. en tal oportunidad, Vargas Llosa calificó de corruptos y contentos a los intelectuales de izquierda latinoamericanos entre los cuales sindicó a Benedetti, lo cual provocó una inmediata reacción del poeta uruguayo quien luego de dar por terminada la discusión, en buenos términos, ratificó su rechazo a las declaraciones de Vargas Llosa:

“Nuestra mayor e irremediable diferencia está en que Vargas Llosa entiende (y no pongo en duda su sinceridad) que cualquier escritor latinoamericano que hoy apoye revoluciones como la cubana o la nicaragüense no lo hace libremente y por convicción, sino por «un desconcertante conformismo en el dominio ideológico», Personalmente, tengo mejor opinión de mis colegas, y sin perjuicio de que pueda existir (¿por qué no?) algún sectario u obsecuente, creo (y espero que mi tocayo tampoco ponga en duda mi sinceridad) que la gran mayoría de escritores latinoamericanos que han apoyado y apoyan esas revoluciones lo hacen por propia decisión y no por corrupción, ni por cinismo, ni por oportunismo”.

Y más adelante agregó: “Concuerdo con mi tocayo en que a ambos nos gustan las novelas largas, pero, en cambio, no estoy tan seguro de que nos pongamos de acuerdo sobre las razones y el color de la injusticia”. (“Ni cínicos ni oportunistas”) Así fue Mario Benedetti.

En 1985, regresó a Uruguay después que la Junta Militar dejara el poder. Debido a problemas de salud, padecía de asma, su residencia la alternaba entre Madrid y Montevideo, pero luego del fallecimiento de su esposa el 2006, víctima de Alzheimer, fijó su permanencia en la capital uruguaya. Los últimos años de su vida estuvieron signados por eventuales publicaciones y reconocimientos literarios entre los que destacan el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999) y el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2005). El mes pasado, Pilar del Río, esposa de José Saramago, inició una “Cadena mundial del poesía” para apoyar a Benedetti en su recuperación luego de ser internado en una clínica en Montevideo.

El domingo 17 a las 6 de la tarde, conocimos la noticia que ya dio la vuelta al mundo: Mario Benedetti ha muerto. Sin embargo, a pesar de su ausencia, quedarán sus versos y relatos como testimonio de integridad y pasión por la literatura y la política combativa. Por ello, que el más íntimo y sentido homenaje como admirador de la obra de Benedetti sea volver a los versos que nos llenaron convencieron que la poesía es un arte de lo cotidiano (Inventario uno e Inventario dos) o iniciarse en su lectura a través de El amor, las mujeres y la vida. Es lo más sencillo y grandioso, a la vez, que podemos hacer por este gran escritor que se nos fue.

TE QUIERO – MARIO BENEDETTI

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Precisiones necesarias (e impostergables)

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Carlos Arturo Caballero

El formato del comentario en un blog no brinda el espacio suficiente para delinear una respuesta completa a las interrogantes planteadas por los comentaristas. Se presta, sobre todo, a esbozos o pinceladas que ganan más en impacto inmediato que en profundidad. Por ello, es que decidí exponer mis ideas sobre un comentario vertido en este blog acerca del reciente artículo de Mauricio Aguirre -“El poder de la escritura”- que discute directamente con la editorial que Aldo Mariátegui publicó hace unas semanas bajo el título “Supa no supo”.

La primera cuestión no tiene relación directa con la refutación de las ideas de Aldo Mariátegui acerca de las lenguas, pero tiene que ver con parte de la argumentación de Mauricio Aguirre en relación al convencimiento de la superioridad cultural que amparó la Conquista de América. Respecto a la periodización del Siglo de Oro, Alan Martínez menciona que “Los españoles del siglo XVI no estaban orgullosos de su Siglo de Oro, porque, en primer lugar, ese rótulo se aplica al siglo XVII. Luego, como bien señaló Bartolomé Benassar, no existía una conciencia de que se vivía una edad dorada por parte de los hombres de dicha época: por el contrario, la literatura aurisecular está marcada por el desengaño”.

Al respecto, es necesaria una precisión: a pesar de las diferencias entre las periodizaciones sobre el Siglo de Oro, la mayoría de investigadores coincide en ubicarlo desde el siglo XVI al XVII (del Renacimiento al Barroco) cuyos límites son difíciles de definir incluso para los más entendidos en el tema, ya que el dilema consiste en determinar si se trató de continuidad y/o ruptura en ambas tendencias.

No obstante, es cierto que la conciencia sobre la grandeza del Siglo de Oro no fue paralela a su esplendor, sino en la etapa tardía (aprox. mediados del XVII cuando inicia su decadencia). Lo que el autor del artículo “El poder de la escritura” debió precisar fue esto. Sin embargo, el argumento de fuerza no se debilita porque se afirma que la conquista española se amparó en la creencia de una superioridad cultural basada en la posesión de una religión verdadera en oposición al paganismo y la idolatría; de una lengua escrita frente a las lenguas orales; y de todo un bagaje cultural (ciencias, humanidades, letras, artes, etc.) a las cuales se consideraba superiores. Encontraremos mayores alcances en La voz y su huella de Martin Liendhart (quien indaga en los mecanismos que posibilitaron la conquista entre los cuales destaca a la escritura, pero también analiza cómo, desde el margen, Guamán Poma de Ayala logró subvertir la jerarquía dominante).

En la segunda parte de su comentario manifiesta que le “parece aventurada la idea de que los españoles tenían prejuicios hacia las lenguas indígenas”. Una segunda precisión es urgente aquí. En Historia General de las Indias (1555), Francisco López de Gómara manifiesta al Rey Carlos I de España

Mas no tienen letras, ni moneda, ni bestias de carga; cosas principalísimas para la policía y vivienda del hombre […] Y como no conocen al verdadero Dios y Señor, están en grandísimos pecados de idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, habla con el diablo, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así. Aunque todos los indios que son vuestros subjectos son ya cristianos por la misericordia y bondad de Dios, y por la vuestra merced y de vuestros padres y abuelos, que habéis procurado su conversión y cristiandad”

Este texto contiene, como la gran mayoría de textos producidos por las mentes letradas desde el Nuevo Mundo, una cosmovisión etnocentrista -muy particular de la época a propósito- y además abiertamente prejuiciosa que buscaba justificar la empresa conquistadora amparándose en razones de fe.

Yendo a lo estrictamente lingüístico, tenemos que Antonio de Nebrija en el prólogo a su Gramática de la Lengua Castellana (1492) (atención a esta fecha y al convencimiento se superioridad cultural detrás de la posesión de la lengua castellana) expresa que

“que despues que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos barbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con ellas nuestra lengua; entonces por esta mi Arte podrian venir enel conocimiento della, como agora nos otros deprendemos el arte de la gramatica latina para deprender el latin.

I cierto assi es que no sola mente los enemigos de nuestra fe, que tienen ia necessidad de saber el lenguaje castellano, mas los vizcainos, navarros, franceses, italianos, y todos los otros que tienen algun trato y conversacion en Espana y necessidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños ala deprender por uso, podran la mas aina saber por esta mi obra”

En atención a esto, considerar que “el debate sobre la superioridad de las lenguas se ubica en el XIX, no el XVI ni el XVII” no es una afirmación del todo exacta: tal creencia de superioridad, atravesó los siglos y subsiste en el presente. Prueba de ello es el pensamiento tras la editorial de Aldo Mariátegui y la no insignificante cantidad de adherentes que lo avalan.

Asimismo, es necesario aclarar de quiénes hablamos cuando hablamos de los españoles. Aquí las precisiones son muy necesarias para no caer en generalizaciones, en verdad, aventuradas: la conquista fue una empresa político-eclesiástica. No en vano ambos poderes (arzobispo/virrey; la cruz y la espada) luchaban por el control. De esto se sigue que no siempre coincidían en sus intereses.

A parte de ello, al interior de la Iglesia tampoco existía tal comunidad de intereses. Prueba de ello es que algunas órdenes como los jesuitas efectivamente buscaron humanizar la evangelización mediante la búsqueda de equivalencias culturales entre ambas culturas.(Los primeros estudios antropológicos -muy aparte de lo acertados o no- en el Nuevo Mundo provinieron de misioneros, quienes se basaron en la observación directa de la vida cotidiana de los nativos ganados para la fe católica).

No obstante, la pregunta es ¿fue esta la actitud predominante durante la conquista y la colonia o se trató más bien de una tendencia disidente? Vale recordar lo que sucedió con las reducciones en el Paraguay y el motivo por el cual fueron despojados los jesuitas del control de las mismas. Eminentes jesuitas como Francisco Suárez (1548-1617) y Juan de Mariana (1536-1624), a poco de haberse fundado la Compañía de Jesús, habían desarrollado las teorías del origen del poder en el pueblo; del tiranicidio para quien se apartara de la misión de atender al bien común; y respecto del contenido impositivo de esta última, diseñaron la teoría de la ley tributaria injusta, con caracteres indelebles de innegable actualidad. Por razones obvias, Carlos III decidió su expulsión. Para mayores indagaciones, sugiero revisar “La expulsión de los jesuitas y la política fiscal en la América Hispánica” de Juan Eduardo Leonetti.

La relaciones entre la espada (la monarquía) y la cruz (el papado) eran por momentos ambivalentes; sin embargo eran socios de la conquista. Dependían mutuamente para consolidar la dominación del Nuevo Mundo. Mientras la espada garantizaba la superioridad tecnológica y militar de los europeos, es decir, la dominación física de los nativos; la cruz procuraba convertir esa subyugación temporal en una de carácter permanente al destruir cualquier vestigio o antecedente cultural (generalmente religioso) de los conquistados. Así, el sometimiento militar inicial dio paso a uno de tipo cultural en el que los viejos ídolos y dioses fueron reemplazados por las nuevas manifestaciones cristianas. La conversión o evangelización no sólo tenía propósitos espirituales (salvar las almas de los indios), sino políticos, pues pretendía convertirlos en siervos de la corona española o portuguesa. De esa forma la “fe” y el “hierro” colaboraron entre sí para convertirse en uno de los aparatos de dominación más efectivos de la historia de la humanidad. Por todo esto, pecaríamos de ingenuos al pensar que el espíritu que animó el accionar del padre Bartolomé de las Casas o del padre Antonio Ruiz de Montoya fuera la marca distintiva de la Iglesia en su conjunto. (Reservamoral.org aborda extensamente el rol de la evangelización en tiempos de conquista. Recomiento su lectura a propósito de unas declaraciones de Benedicto XVI en Brasil).

Finalmente, Alan Martínez afirma que “el comentario de Aldo, a pesar de su desenfado, aporta mucho más que el de Henry, quien solo aprovecha la oportunidad para adular a su jefe, al igual que el dueño de este blog”. Hasta antes de esta afirmación, las discrepancias se desenvolvían en el campo de las ideas, pero luego pasaron a la calificación facilista y gratuita. Pese a ello, vayamos por partes. ¿Cuál es el aporte que ofrece Aldo en su comentario sobre “El poder de la escritura”?

Qué cosa!!! Tanta huachafada socialistoide!!! Esta bien, respetemos a los quechua, aymaras y en fin a todos los amazonicos hablantes, pero, por favor, de que sirven esas lenguas en el mundo de hoy. Ellos deben adaptarse al medio, no al reves. Sus idiomas son inferiores en el mundo de hoy, pero no porque sea de brutos o etc sino porque no conseguiran ser competitivos. Se que muchos chicos del Cusco estan aprendiendo directamente del español el ingles, el frances, el chino. Idiomas que tienen relevancia, que los hacer productivos.

Su noción sobre el respeto cultural es sorprendente. Es más contemplación pintoresca o decoración folklórica. El respeto mutuo como actitud cultural permite la integración a pesar de las diferencias. Significa que acepto la posibilidad de aprender algo del otro y del otro también respecto a uno. En su comentario, Aldo afirma que hay un conjunto de lenguas que no sirven porque no son competitivas hoy como si la existencia de una lengua tuviera que justificarse por la oferta/demanda del momento. Es decir, como lo manifestó Virginia Zavala en relación a la polémica Sumire-Hildebrandt: “lenguas sí, pero hablantes no”. ¿Qué tipo de doble moral es ésa? Es del mismo tipo de aquella propia de algunos de nuestros pseudoliberales para quienes las libertades económicas y las libertades políticas corren por cuerdas separadas, es decir, bien vale olvidarse de la ética y los principios si hay dinero en el bolsillo: la lógica de la razón cínica. Insisto en saber cuál es, para Alan Martínez, el aporte de Aldo al debate.

De otra parte, ¿en qué radica la certeza del comentarista respecto a las motivaciones que guían mi postura sobre los contenidos de los artículos y/o comentarios en este blog? Debe saber el comentarista que cuando he discrepado de alguien, lo he emplazado directamente y sin ambages. Y cuando, por algún motivo, he cruzado la línea del debate e invadido otro espacio, he rectificado mis afirmaciones en el acto porque prefiero mantenerme en el terreno de las ideas. Coincidir no es adular, suscribir una postura ajena no es claudicar. El adulador y el oportunista se autoanulan, se alienan en pro de una causa en la cual no creen y de la que desean obtener provecho. En mi caso, procuro que las ideas sean aquellas protagonistas que interpretan mis convicciones.

Este ha sido, finalmente, el ánimo que ha guiado este y todos los artículos que he publicado hasta hoy.

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El poder de la escritura

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Por Mauricio Aguirre

La mirada europea

Cuando llegaron los españoles, llegó con ellos una manera de ver el mundo; está claro, una mirada europea. A la palta la llamaron “pera”; a la llama, “carnero”; al puma, “león”; al ayllu, “familia”. En 1492, luego de la reconquista de la península, la mentalidad española estaba dominada, fundamentalmente, por la supremacía de la religión cristiana frente a la musulmana, por la seguridad otorgada por el poderío de sus armas, pero, también, por el prestigio literario de su “Siglo de Oro”. Con esta mentalidad, las culturas americanas encontradas, o conquistadas, tenían que ser consideradas como civilizaciones inferiores, puesto que tenían dioses paganos, sus armas eran rudimentarias y, sobre todo, no tenían escritura.

El poder sobre las culturas americanas estuvo fundamentado, entonces, en estos tres mecanismos: la religión, las armas y la escritura. Pero estos tres mecanismos no hubieran funcionado automáticamente si los españoles no hubieran estado convencidos de su superioridad y no se hubieran tomado el trabajo de convencer a los indios de ello. Hoy en día, seguimos absolutamente convencidos de ello.

El poder de la escritura

500 años después de la Conquista española, desde las escuelas se nos sigue enseñando que unos fueron superiores a otros y que, por esa misma condición, los inferiores fueron conquistados. Se nos sigue enseñando que, a pesar de que la cultura inca fue “superior” a todas las culturas de la región, era “inferior” a la española. Con estas ideas, nuestros escolares infieren, fácilmente, que, aún en la actualidad, cualquier persona que profese una religión diferente a la “oficial” pertenece a una secta; que cualquier persona que no sabe leer ni escribir es una persona ignorante y sin cultura, y sin ninguna posibilidad de ser un profesional de éxito. Además, estas ideas no quedan en el pensamiento, sino que, comúnmente, se llevan a la acción con lo cual se pasa directamente a la discriminación.

En efecto, en el mundo actual y en nuestro país, a pesar de que aún existen culturas ágrafas que muestran sofisticadas relaciones sociales y, como producto de ellas, diversidad productiva, creencias secularmente establecidas que brindan noción de unidad, costumbres arraigadas en su relación con el mundo que los rodea y maneras distintas de hacer justicia, se mantiene la idea de que los que saben escribir son seres superiores a los que no lo saben.

Es imposible no reconocer la importancia de la escritura en el curso histórico de las ciencias y de la civilización, pero tampoco se puede desconocer que no es el único medio de transmisión de conocimientos. La oralidad es el medio fundamental de las culturas ágrafas para transmitir sus conocimientos y es tan efectivo como la escritura. Sin embargo, a través de la historia, se ha privilegiado a una y subordinado a la otra. Se tratan solo de formas de comunicar el conocimiento, de herramientas. El conocimiento lo produce el pensamiento y cualquier persona o cultura que pueda pensar, independientemente de las herramientas que utilice, puede desarrollar conocimiento. La naturaleza de estas herramientas impide, desde unos criterios lógicos, una comparación y, menos aún, una jerarquización que deviene útil, únicamente, justamente para ejercer poder y dominio de los letrados sobre los iletrados.

El quechua y el castellano

El aprendizaje de una segunda lengua trae, como es natural en todo proceso de aprendizaje, la interferencia de las estructuras (fonéticas, morfológicas, sintácticas y semánticas) de la lengua materna en la lengua meta. Esta se produce tanto a nivel oral como a nivel escrito. Además, la observamos en la forma de hablar de cualquier persona que quiere dominar una segunda lengua, sea esta de la nacionalidad que sea: un francés, un alemán, un norteamericano, un africano, un chino o un quechua-hablante que quiere aprender el castellano pasa por una serie de etapas en las que se muestra con claridad cómo la lengua materna se entromete en la producción de la segunda lengua.

Además, se tiene que anotar que la convivencia de las lenguas andinas y amazónicas y el castellano en este espacio geográfico llamado Perú fue poco armoniosa por decir lo menos. Es decir, el castellano se instituyó como la lengua oficial de la Colonia y así fue también durante la República. Por su lado, las lenguas autóctonas se vieron relegadas a ser utilizadas, básicamente, en los ámbitos domésticos y ya nunca más públicos. Se instauró, pues, en el país, una situación diglósica. Muchos bilingües quechua-castellano, en la actualidad, tienen vergüenza de decir que hablan quechua.

Debido al alto centralismo que ha imperado en el Perú, país multilingüe, en los distintos gobiernos desde la independencia, se ha obligado a los pobladores andinos o amazónicos a aprender el castellano. El castellano producido por este aprendizaje no ha estado exento de emisiones de juicios de valor por los hablantes maternos de castellano. Estos juicios de valor están destinados, justamente, a mantener las relaciones de poder que nos dejó la colonia. En una sociedad clasista como la nuestra, es necesario encontrar maneras de decirle al otro que es inferior a uno y una de estas maneras es atacar su forma de hablar y de escribir. Así, no nos daremos cuenta de que, desde el punto de vista científico, la interferencia de la lengua materna en la segunda lengua es parte de un proceso absolutamente natural de aprendizaje y no de una ignorancia atribuida al nivel cultural.

Una mirada colonialista

Si al razonamiento anterior añadimos que las lenguas andinas y amazónicas han sido consideradas, sin razón lingüística, como inferiores al castellano, comprenderemos entonces que el artículo de Aldo Mariátegui intenta preservar una forma de poder y de dominio cultural. El que una persona no domine la escritura de una segunda lengua no tiene nada que ver con su cultura (entiendo una noción extendida de cultura que he tratado de expresar en este texto y no aquella restringida que tiene ver con los conocimientos enciclopédicos), con su capacidad de representar a una población (como congresista, por ejemplo), ni con su capacidad para aportar con ideas claras. Un artículo como el de Aldo Mariátegui no hace sino confirmar que buena parte de nuestra sociedad está gobernada por un pensamiento sumamente endeudado con nuestro colonial pasado histórico, que buena parte de nuestra sociedad está anclada en ese pasado y que esas cómodas cadenas que lo atan al poder (político, económico y social) son más duras y duraderas que el reconocimiento de los derechos de las personas de no tener el castellano como lengua materna o de hablar un castellano andino. O también puede ser que un artículo como ese se deba a una ignorancia supina y a la tozudez de su autor por no querer aprender cómo está conformada nuestra sociedad con la utilización de un mínimo sentido común.
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El poder de la escritura

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Por Mauricio Aguirre

La mirada europea

Cuando llegaron los españoles, llegó con ellos una manera de ver el mundo; está claro, una mirada europea. A la palta la llamaron “pera”; a la llama, “carnero”; al puma, “león”; al ayllu, “familia”. En 1492, luego de la reconquista de la península, la mentalidad española estaba dominada, fundamentalmente, por la supremacía de la religión cristiana frente a la musulmana, por la seguridad otorgada por el poderío de sus armas, pero, también, por el prestigio literario de su “Siglo de Oro”. Con esta mentalidad, las culturas americanas encontradas, o conquistadas, tenían que ser consideradas como civilizaciones inferiores, puesto que tenían dioses paganos, sus armas eran rudimentarias y, sobre todo, no tenían escritura.

El poder sobre las culturas americanas estuvo fundamentado, entonces, en estos tres mecanismos: la religión, las armas y la escritura. Pero estos tres mecanismos no hubieran funcionado automáticamente si los españoles no hubieran estado convencidos de su superioridad y no se hubieran tomado el trabajo de convencer a los indios de ello. Hoy en día, seguimos absolutamente convencidos de ello.

El poder de la escritura

500 años después de la Conquista española, desde las escuelas se nos sigue enseñando que unos fueron superiores a otros y que, por esa misma condición, los inferiores fueron conquistados. Se nos sigue enseñando que, a pesar de que la cultura inca fue “superior” a todas las culturas de la región, era “inferior” a la española. Con estas ideas, nuestros escolares infieren, fácilmente, que, aún en la actualidad, cualquier persona que profese una religión diferente a la “oficial” pertenece a una secta; que cualquier persona que no sabe leer ni escribir es una persona ignorante y sin cultura, y sin ninguna posibilidad de ser un profesional de éxito. Además, estas ideas no quedan en el pensamiento, sino que, comúnmente, se llevan a la acción con lo cual se pasa directamente a la discriminación.

En efecto, en el mundo actual y en nuestro país, a pesar de que aún existen culturas ágrafas que muestran sofisticadas relaciones sociales y, como producto de ellas, diversidad productiva, creencias secularmente establecidas que brindan noción de unidad, costumbres arraigadas en su relación con el mundo que los rodea y maneras distintas de hacer justicia, se mantiene la idea de que los que saben escribir son seres superiores a los que no lo saben.

Es imposible no reconocer la importancia de la escritura en el curso histórico de las ciencias y de la civilización, pero tampoco se puede desconocer que no es el único medio de transmisión de conocimientos. La oralidad es el medio fundamental de las culturas ágrafas para transmitir sus conocimientos y es tan efectivo como la escritura. Sin embargo, a través de la historia, se ha privilegiado a una y subordinado a la otra. Se tratan solo de formas de comunicar el conocimiento, de herramientas. El conocimiento lo produce el pensamiento y cualquier persona o cultura que pueda pensar, independientemente de las herramientas que utilice, puede desarrollar conocimiento. La naturaleza de estas herramientas impide, desde unos criterios lógicos, una comparación y, menos aún, una jerarquización que deviene útil, únicamente, justamente para ejercer poder y dominio de los letrados sobre los iletrados.

El quechua y el castellano

El aprendizaje de una segunda lengua trae, como es natural en todo proceso de aprendizaje, la interferencia de las estructuras (fonéticas, morfológicas, sintácticas y semánticas) de la lengua materna en la lengua meta. Esta se produce tanto a nivel oral como a nivel escrito. Además, la observamos en la forma de hablar de cualquier persona que quiere dominar una segunda lengua, sea esta de la nacionalidad que sea: un francés, un alemán, un norteamericano, un africano, un chino o un quechua-hablante que quiere aprender el castellano pasa por una serie de etapas en las que se muestra con claridad cómo la lengua materna se entromete en la producción de la segunda lengua.

Además, se tiene que anotar que la convivencia de las lenguas andinas y amazónicas y el castellano en este espacio geográfico llamado Perú fue poco armoniosa por decir lo menos. Es decir, el castellano se instituyó como la lengua oficial de la Colonia y así fue también durante la República. Por su lado, las lenguas autóctonas se vieron relegadas a ser utilizadas, básicamente, en los ámbitos domésticos y ya nunca más públicos. Se instauró, pues, en el país, una situación diglósica. Muchos bilingües quechua-castellano, en la actualidad, tienen vergüenza de decir que hablan quechua.

Debido al alto centralismo que ha imperado en el Perú, país multilingüe, en los distintos gobiernos desde la independencia, se ha obligado a los pobladores andinos o amazónicos a aprender el castellano. El castellano producido por este aprendizaje no ha estado exento de emisiones de juicios de valor por los hablantes maternos de castellano. Estos juicios de valor están destinados, justamente, a mantener las relaciones de poder que nos dejó la colonia. En una sociedad clasista como la nuestra, es necesario encontrar maneras de decirle al otro que es inferior a uno y una de estas maneras es atacar su forma de hablar y de escribir. Así, no nos daremos cuenta de que, desde el punto de vista científico, la interferencia de la lengua materna en la segunda lengua es parte de un proceso absolutamente natural de aprendizaje y no de una ignorancia atribuida al nivel cultural.

Una mirada colonialista

Si al razonamiento anterior añadimos que las lenguas andinas y amazónicas han sido consideradas, sin razón lingüística, como inferiores al castellano, comprenderemos entonces que el artículo de Aldo Mariátegui intenta preservar una forma de poder y de dominio cultural. El que una persona no domine la escritura de una segunda lengua no tiene nada que ver con su cultura (entiendo una noción extendida de cultura que he tratado de expresar en este texto y no aquella restringida que tiene ver con los conocimientos enciclopédicos), con su capacidad de representar a una población (como congresista, por ejemplo), ni con su capacidad para aportar con ideas claras. Un artículo como el de Aldo Mariátegui no hace sino confirmar que buena parte de nuestra sociedad está gobernada por un pensamiento sumamente endeudado con nuestro colonial pasado histórico, que buena parte de nuestra sociedad está anclada en ese pasado y que esas cómodas cadenas que lo atan al poder (político, económico y social) son más duras y duraderas que el reconocimiento de los derechos de las personas de no tener el castellano como lengua materna o de hablar un castellano andino. O también puede ser que un artículo como ese se deba a una ignorancia supina y a la tozudez de su autor por no querer aprender cómo está conformada nuestra sociedad con la utilización de un mínimo sentido común.
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Gran Torino

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Retorno y despedida de un viejo duro del cine

“Gran Torino puede y debe verse como un film modélico, un copioso manjar para paladares selectos, una película que guarda en su sereno y adulto mensaje un bello relato de amistad, dolor, fe, redención, recuerdos y sentimientos, un alegato perspicaz contra el racismo y la difícil cohabitación entre culturas”.

Filmaffinity

Arturo Caballero Medina

Desde que Clint Eastwood se abocara de lleno a la dirección y producción de cine, nos ha sorprendido la mayoría de veces con cintas de muy buena factura. Incluso como actor, interpretó dos memorables personajes que han quedado para la posteridad: el desaforado cowboy de Lo bueno, lo malo y lo feo (1966) y el incorregible Harry El Sucio (1971). A mi parecer, un punto de quiebre en su trayectoria cinematográfica como director fue Mystic River (Río Místico, 2003). Sin embargo, Unforgiven (1992) y Los puentes de Madison (1995) son dos filmes que merecen destacarse del periodo anterior.

Las últimas cintas de Eastwood se han caracterizado por narrar historias dramáticas de personajes agobiados por la fatalidad, pero sin caer en el sentimentalismo inútil y sin regodearse en su propia angustia. Al contrario, se trata de personajes que no se rinden ante la fatalidad sino que luchan contra ella con todos los recursos que disponen, aunque esto les cueste sacrificar lo que más quieren o lo poco que tienen. Es el caso de los personajes principales de Million Dollar Baby (2005), Banderas de nuestros padres (2007), Cartas de Iwo Jima (2007), El intercambio (2008) y la reciente Gran Torino (2009).

Esta última cinta narra la historia de un viejo gruñón, Walt Kowalski, veterano de la guerra de Corea y jubilado de la fábrica de autos Ford quien, luego de enviudar, acentúa su intolerancia y mal humor frente a aquello que le desagrada como las modas estrafalarias y los malos modales de sus nietos, y los vecinos asiáticos que se mudaron junto a su casa. Sin embargo, lo reconforta ser propietario de un auto modelo Gran Torino 1972: su más preciado tesoro.

Kowalski no acepta la intervención de nadie en sus asuntos personales. Un joven sacerdote muy cercano a su fallecida esposa insiste en acercarlo a Dios, pero a Kowalski no le interesa en lo absoluto. Sus dos hijos, maduros padres de familia, están muy ocupados en sus asuntos personales como para dedicarse al viejo gruñón quien, según ellos, no les tiene ningún tipo de consideración por las atenciones que le brindan. Estar solo con su perra y beber cerveza observando la calle resulta más reconfortante para Kowalski que conversar con sus hijos quienes ya piensan en jubilarlo por completo enviándolo a un asilo de lujo para ancianos.

Kowalski es un duro, pero de buen corazón a quien la cruda experiencia de la guerra y la obligada soledad a la que lo exponen los últimos años de su vida no han eliminado su compasión por los más débiles, la cual se pone a prueba cuando una familia de asiáticos se muda a su costado. No nos hallamos ante la mejor interpretación ni ante la mejor cinta de Clint Eastwood, pero sí debemos reconocer que tratándose de su despedida como actor, es una digna puesta en escena que resalta porque no es la historia de un justiciero americano tipo Charles Bronson en El vengador anónimo que se encargará de poner en orden al barrio y eliminar a cuanto delincuente se le cruce en su camino. Tampoco es la venganza por la muerte de un ser querido lo que anima al viejo Kowalski a intervenir en un asunto ajeno a sus intereses, sino que es la sensibilidad frente a la desgracia del otro lo que lo conmueve. Un otro al que despreciaba y con quien nada tenía en común, pero del cual aprende a reconocer en sí mismo que algo de conmiseración existía aún en su alma, lo cual le permite aceptar la diferencia no como un obstáculo, sino como un desafío para comprender a los demás. “Podría beber con extraños”, responde a la invitación de la joven vietnamita: es la frase que inicia en Kowalski su proceso de reconocimiento de la diferencia como una oportunidad para aventurarse en lo desconocido y para paliar su soledad y no como una amenaza. Son esos extraños quienes están más cerca de él que sus familiares.

Por momentos, la interpretación de Eastwood resulta disforzada: las escenas en las que frunce el ceño y gruñe, cual si fuera una fiera a la que se intenta arrebatar su presa, no lucen espontáneas y su constante reiteración agota. Otra escena que no me pareció muy lograda es aquella en la que Kowalski interviene para defender a la jovencita vietnamita de un grupete de pandilleros negros. Hay en la concepción de este personaje, ciertas reminiscencias de los personajes interpretados anteriormente por Eastwood en sus mejores momentos, pero que, dadas las circunstancias que plantea el guion, como la avanzada edad, exige que la trama sea más consecuente con dichas limitaciones. Esto fue un acierto lo mismo que el desenlace de la historia. El sobredimensionamiento de las capacidades del héroe que no pide serlo hubiera convertido a esta cinta una más de la larga lista de películas en las que los buenos siempre ganan, nunca se despeinan y viven felices por siempre.

Si debemos señalar lo que Gran Torino logra de inmediato es conmover. Eastwood tiene oficio en el arte de emocionar y comprometer al espectador con historias muy humanas y emotivas en las que un futuro promisorio se ve truncado por el compromiso del protagonista con sus convicciones. Seguramente, los seguidores de Harry Callahan esperarán que Kowalski arrase con los malos y los desaparezca de un plomazo. El que no suceda esto no debe decepcionar.

Me aventuro a pensar que esta película tiene algo de testamental no tanto como un testimonio personal, sino como un homenaje de Eastwood al tipo de personaje que lo hizo famoso. Es decir, que Eastwood a través de su personaje Kowalski busca cerrar un ciclo en su doble trayectoria como cineasta y actor sin más recursos que su talento. Harry Callahan llega al ocaso de su carrera convertido en Walt Kowalski, pero conservando el estilo. Los años no perdonan, eso se ve en el final, pero qué final de película.

Por ello me pregunto ¿Por qué no fue tomada en cuenta para la última premiación del Oscar?

FICHA TÉCNICA

TITULO ORIGINAL: Gran Torino
AÑO: 2008

DURACIÓN: 116 min.
PAÍS: EEUU
DIRECTOR: Clint Eastwood
GUIÓN: Nick Schenk (Historia: Nick Schenk, Dave Johannson)
MÚSICA: Kyle Eastwood, Michael Stevens
FOTOGRAFÍA: Tom Stern
REPARTO: Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, John Carroll Lynch, Cory Hardrict, Brian Haley, Geraldine Hughes, Dreama Walker, Brian Howe, Doua Moua, Sarah Neubauer, Chee Thao
PRODUCTORA: Warner Bros. Pictures / Malpaso Productions / Double Nickel Entertainment
WEB OFICIAL: http://www.thegrantorino.com/
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