Arturo Caballero Medina
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Desde que RBC canal 11 reiniciara sus actividades parece ser que la actual administración, cuyo presidente de directorio es el emblemático hermanón Ricardo Belmont, no encuentra la fórmula adecuada para conjugar la televisión sana con el éxito de sintonía. Que un canal de señal abierta se empeñe en producir programas que fomenten el debate, el sano entretenimiento, la cobertura de noticias sin el regodeo en el morbo ni en el escándalo es un objetivo muy admirable, tomando en cuenta la mediocridad periodística y el desprestigio ético al que nos tiene acostumbrados la gran parte de la prensa, radio y televisión nacionales. Pero que la gerencia se reúna en torno al presidente del directorio en un programa dedicado exclusivamente a enaltecer su figura y la doctrina que impera en el canal es, sinceramente, y hay que decirlo, patético y ridículo.
Las últimas semanas sintonicé canal 11 con el ánimo de convencerme de lo que acabo de afirmar y lo confirmé. El conductor del programa Habla El Pueblo no se cansa de alabar los planes y la integridad moral de Ricardo Belmont y, además, las cualidades del gerente general, de producción y de todos cuantos participan en cada emisión del programa dedicado a lanzarse mutuos elogios endogámicos que en nada, estoy absolutamente convencido, van a lograr levantar la alicaída sintonía del canal 11. Al contrario, a mí como espectador, me despierta la suspicacia que como no tienen nada mejor que hacer, ocupan los huecos dejados por la falta de auspiciadotes y los rellenan con estas reuniones de gerencia donde abundan las felicitaciones al hermanón, la proyecciones optimistas, la adulación empalagosa y el descrédito a las encuestadoras cuyas cifras les son adversas, como por ejemplo las de IBOPE.
Cada emisión nocturna de Habla El Pueblo además de ser dedicada a la discusión de la coyuntura política nacional, es aprovechada para congregar a parte de la gerencia del canal con los conductores más representativos del canal en una especie de tertulia abierta acerca de las virtudes de Ricardo Belmont y su proyecto de televisión limpia. Insisto, este es un propósito loable, pero la manera en que lo están planteando dista mucho de obtener resultados. Los medios de comunicación dependen, en gran medida, de los ingresos por publicidad (sino piense usted en cómo debe sentirse la producción de Laura en Acción desde que ANDA le ha puesto luz roja y recomendado a sus asociados que no anuncien en el programa de Laura Bozzo) y lo que están logrando con las mencionadas “reuniones de confraternidad gerencial televisada” es ahuyentar no solo al poco o escaso televidente que sintoniza sus programas sino, sobre todo, a los potenciales anunciantes que podrían captar mediante programas más creativos.
Gran parte de estas sesiones se dedica a discutir y refutar las cifras que IBOPE publica como indicadores de preferencia entre el público. Particularmente, siempre he tenido reparos con las encuestadoras por el simple hecho que manipulan y reorientan las preferencias de la opinión pública. Prueba de ello son las elecciones presidenciales: de un abanico variopinto de candidatos, las encuestadoras nos colocan en su parrilla a los elegibles y, quincenalmente, van eliminando a los menos rentables en favor de los más suculentos en términos de publicidad. Y el efecto es grande ya que los medios de comunicación que realizan convenios con diversas encuestadoras, amplifican en razón geométrica la tendencia favorable hacia determinado candidato. Sobre este asunto y el rol que desempeñan los medios de comunicación en relación con el poder político se ha tratado bastante. Quienes forman parte de la televisión, aunque no lo reconozcan, lo saben muy bien. Sin embargo, es risible que el canal que no es beneficiado por las encuestas reúna al presidente del directorio, gerentes y conductores para denostar a la encuestadora y a cuanto personaje opine de manera adversa sobre la política del canal 11.
Ricardo Belmont ha perdido la frescura de sus mejores años y no lo digo solo por la edad. Hay conductores que, pese al paso de los años, envejecen dignamente en el recuerdo de los televidentes como, por ejemplo, Don Francisco, el tío Johnny o el polifacético Rulito Pinasco. Pero al hermanón los años de ausencia en la televisión que coincidieron con su ingreso a la política cuando fue elegido alcalde de Lima durante dos periodos y la intensa lucha por recuperar su canal le han restado reflejos a su desempeño frente a las cámaras. Qué lejanos aquellos años de El cielo es el límite o La pregunta de los cinco millones o la entrañable Teletón que, hay que reconocerlo, fue una exitosa iniciativa por la que Ricardo Belmont será siempre recordado, mas no por los anodinas entrevistas que realiza en Belmont Presenta.
Lo noto desconcertado, falto de palabra, lento en el tiempo respuesta, además de ingenuo e iluso en algunas intervenciones poco felices. La noche del miércoles 12 de marzo dijo que la televisión peruana había degenerado a partir de los talk shows, los cómicos ambulantes y cuando los hombres aparecieron vestidos de mujeres conduciendo un programa. Esto último, acotó, tergiversa la mente de nuestros niños y es inadmisible que estos (los travestidos) sean los líderes de opinión en nuestro país. Seguramente Jaime Bayly comentará este pequeño desliz homofóbico si es que antes no lo hace Ernesto Pimentel, el directamente aludido por su personaje de la Chola Chabuca quien no es santo de mi devoción pero Belmont debió matizar su afirmación para deslindar cualquier tinte discriminatorio. Cierto es como dice él, que durante el fujimorato la mayoría de la televisión estaba parcializada con el régimen: la ceguera voluntaria de Mónica Delta, el mutismo de Federico Salazar y Sol Carreño y las tristes declaraciones de Raúl Romero en torno a los sucesos de Barrios Altos. Sin embargo, debemos recordar que el hermanón también fue parte de la reducida corte de conductores que se entregó al toledismo para levantar la imagen del líder de la chakana desde las tribunas de canal 7, hecho que le trajo muchísimas críticas siendo la más dura las de Beatriz Merino, a raíz de los insultos que Belmont lanzó contra César Hildebrandt. Aquel programa fracasó e igual destinó corrió “En el juego de la vida” emitido por Panamericana Televisión.
Por otro lado, los auspiciadotes no son muchos. De seis minutos de tanda comercial, cuatro se refieren a programas del canal y solo dos o a veces una a productos independientes. En lo que respecta al análisis político, a Wilder Orbegozo, conductor de Habla El Pueblo le falta, como se dice en el argot criollo, “mucha calle”. ¿Cómo va a poner como excusa para justificar la invitación al congresista Torres Caro que él en su calidad de conductor de un programa político no tiene ideología política y encima enorgullecerse por ello? Por favor, sería como que César Hildebrandt afirmara que teme romper contrato con algún medio de comunicación: nadie le creería. El otro programa que me parece rayano en la ridiculez es El tribunal de la tele en el cual se pretende recoger la opinión de los televidentes sobre ciertos programas o sucesos ocurridos en la televisión. Luis Alfonso Morey, gerente general de canal 11 declaró que el objetivo era someter al juicio popular los diversos programas de la televisión. ¿Quién es el genio productor de este tipo de programas? ¿Cómo se les pudo ocurrir darle un programa al insufrible gordo González? ¿Es que no tienen sus productores el valor de decirle al hermanón que sus ideas no van o que simplemente, no se inmiscuya en lo que no sabe? ¿O acaso se conforman con los mediocres resultados? Al menos Ok Tv era más dinámico con los videos musicales y, de hecho que la teleaudiencia juvenil lo extraña. Es que da la impresión que Belmont está presente en todo y un poco más se pone detrás de una cámara para indicarle al camarógrafo cómo debe enfocar. La solución no está en hacer lo mismo que hacen los adversarios sino en superar sus estrategias. Las refutaciones a sus detractores los rodea a ellos mismos de un aura de “mala leche” o “piconería”.
Un tema que me preocupa es cuando enarbolan la bandera del auténtico nacionalismo como distintivo que los diferencia de otros canales. No me sorprendería que en un futuro cercano el partido de Ollanta Humala, al que la exagerada campaña mediática en su contra lo victimizó y colocó en posición expectante, encuentre tribuna en la señal de RBC ya que, por lo que muestran sus directivos, su discurso muy próximo al nacionalismo humalista.
Lamentable el papel de Rafael Romero, jefe de la página editorial del diario Expreso; Miguel del Castillo, asesor de gerencia; Luis Alfonso Morey, gerente general y del conductor Wilder Orbegozo. Exhibir documentos de la SUNAT que certifican la condición de buen contribuyente de RBC no viene al caso. Por el contrario, ello indica la falta de argumentos y de creatividad al momento de hacer atractiva su programación. Belmont menciona a los canales de cable como demostración de que el rating no es importante: “Disney Channel transmite para tres mil niños y no cambia su programación”. Estoy totalmente de acuerdo en lo del rating, pero el ejemplo no es pertinente porque la dinámica que regula a los canales de cable es totalmente distinta a los de señal abierta lo que se explica de dos maneras: primero por el público objetivo que consume el cable, que es más específico y no tan genérico en sus gustos (hay canales segmentados en microgrupos según determinados intereses: anime, cine, cultura, novelas, etc.), aparte de que el consumidor de cable es más selectivo y exigente, por ello busca una alternativa diferente; y segundo, porque la presión publicitaria es mayor en la señal abierta que en el cable, lo cual condiciona, lamentablemente, la supervivencia de programas que no rentables a pesar de contenidos culturalmente interesantes (lo que no es el caso de canal 11 puesto que en lo que respecta a programas culturales no tiene ninguno).
Este es solamente un botón de lo que a diario tal vez sucede en canal 11: grandes y admirables aspiraciones por sanear la televisión nacional, pero falta de claridad en las ideas y de conductores preparados para liderar una televisión que exige competitividad, sobre todo cuando se quiere luchar contra la corriente. Los autobombos y la exagerada atención que le conceden a las encuestas de IBOPE y a las críticas de televisión son solo una demostración de que aún no están listos para asumir el gran reto del cambio en la sensibilidad de la teleaudiencia nacional. Tal vez, como lo dijo el mismo Belmont, el verdadero problema sea el presupuesto y ello motive que inviertan en programa de bajo vuelo (con la respectiva planilla que esto significa). Sin embargo, a pesar de las críticas vertidas en este artículo, espero que los directivos de canal 11 recapaciten y hagan una autocrítica y, no estaría de más, que le digan al hermanón que no es el único que desea una televisión limpia en el país y que tampoco es el único que va a lograr el cambio. “Con buenas intenciones no se hacen buenos programas”. Quien no reconoce esto, es un niño, un ingenuo, mediáticamente hablando.
Nota: dele una mirada a los comentarios del público sobre canal 11. Todos queremos una televisión limpia pero para ello hay que dejar trabajar a los que más saben y dejar de tirar piedras cuando las encuestas no favorecen. Y además, guardar cierta coherencia. Luis Alfonso Morey llama fujimontesinistas a los detractores del canal 11 cuando él mismo escribió “El regreso del Chino” y “El peso de la verdad” ¿En qué quedamos Luis Alfonso? Otra perlita. Luis Alfonso formó parte de Cable Canal de Noticias, medio que sí era abiertamente fujimorista y del fallido Canal Azul SAC donde tuvo como socio comercial al recordado tránsfuga Eduardo Mendoza del Solar, al que le llovieron monedas durante su juramentación.
http://www.forosperu.net/showthread.php?t=5354&page=2
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