Archivo por meses: mayo 2016

Por amor a la patria: ¡No a KF, mi voto es por PPK!

¿Por qué mi oposición a KF? Porque ella representa la mentira, la corrupción, el asesinato, el narcopartido, el narcoestado, la narcodictadura; el autoritarismo y el populismo más destructivo, el peor de los mundos. No me cabe la menor duda de que KF puede ganar la elección presidencial, pero su padre y su entorno gobernarán al Perú.

Lucho para que los peruanos y peruanas tengan la oportunidad de vivir en democracia, los niños, los jóvenes, los adultos, los ancianos. ¿Dónde dormirán los pobres? En la democracia, como proyecto histórico y como camino concreto. Democracia y seguridad son condiciones sine qua non para cualquier cambio real.

Soy un intelectual limeño con trayectoria política nacional. Soy un científico social –profesor universitario e investigador− y un escritor. No tengo un ápice de ingenuidad política, tengo una larga experiencia que me permite mirar lejos, saber discernir entre la mentira y la verdad, entre la dictadura y la democracia, entre la propuesta de cambios serios y la demagogia barata del clientelismo.

Sé que el pueblo peruano ha sido degradado y emputecido en sus valores más fundamentales en todos los estratos sociales. Creo, como señala con lucidez el maestro Julio Cotler, que los políticos más destructivos del Perú actual y de los valores populares son Alan García Pérez, Alberto Fujimori y Abimael Guzmán. El primero, AGP, ha sido derrotado en la primera vuelta de estas elecciones presidenciales; el último, AG, está preso por delitos de terrorismo de por vida para bien; pero el segundo, AF, saldrá de prisión por la puerta grande a gobernar.

Nunca más. La ingenuidad es una trampa mortal. Votemos por PPK. ¡Viva el Perú!

Caricatura: Heduardicidios. Perú21.pe

En busca de mis ancestros maternos Luna, por Manuel Piqueras

La trascendencia de la obra de los Luna en Pacasmayo

Los lazos de parentesco, la veneración por los antepasados que aportaron al arte y a la cultura en el Perú no son solo un sentimiento de orgullo ante personas ilustres, sino la necesidad de arraigo, de estar vivo en el otro, amado, reconociendo su legado, el de los Luna en tiempos de conflicto y en tiempos de paz.

Roberto Luna Vargas: el paradigma de los Luna

El paradigma de la trascendencia de los Luna en Pacasmayo fue Roberto Luna Vargas (1852-1916), quien luego de un tiempo largo y formativo en el Colegio inglés, de Valparaíso, Chile, logró “El artificio científico técnico del reservorio que surgió de la irrigación de El Hornito en el Valle de Jequetepeque, obra del talento y del trabajo realizado con una cultura superior”. Heredó tierras de su madre, que él extendió con una destreza comercial especial, como lo señalan los relatos orales y la documentación que los sustenta.

Este centro de estudios internacional le dio una visión amplia de la técnica moderna, los negocios y la política: “Por indagaciones hechas, estudió en The Valparaíso Artisan School, dirigido por Peter Mackay, profesor natural de Glasgow, Escocia. Por esa época Valparaíso contaba con una fuerte presencia inglesa. Fue por ello que en el año 1857 se formó el primer colegio en Chile, que basaba su estructura educacional en el diseño británico. No solo su fundación fue un hito en la historia de Valparaíso, sino que además durante sus años de enseñanza en la región proporcionó al Perú y a Sudamérica políticos, comerciantes y empresarios importantes como Manuel Pardo, Billinghurst, Leguía y Piérola del Perú, el presidente Ballivián de Bolivia y otras distinguidas personalidades chilenas, como Agustín Edwards de El Mercurio (…)”.

Sus padres y abuelos

El primer Luna que llegó de Lima a Pacasmayo a mediados del siglo XIX fue Antonio Luna Manrique, hijo de Don José Cayetano Luna Zegarra, capitán de fragata, quien fue propietario del bergantín GLINA. Colaboró con Lord Cochrane en la Independencia (el GLINA es considerado como el primer barco que tuvo el Perú independiente; en el año 1822 compró el bergantín Antelope que se llamó después General La Mar). Su madre fue la patriota peruana Doña Juana de Dios Manrique de Luna, marquesa de Lara, distinguida dama limeña, quien tuvo un rol protagónico en la causa de la emancipación al auspiciar económicamente a los patriotas y ayudar, arriesgando su vida, al pescador chorrillano y gran héroe José Olaya en su misión de trasladar las correspondencias entre aquellos.

Antonio Luna Manrique viajó al norte buscando nuevos horizontes, recaló en Pacasmayo, que era un puerto mayor de comercio internacional; y ahí se enamoró de la ilustre dama sampedrana Doña Josefa Vargas Ríos, propietaria de grandes terrenos agrícolas sembrados de alfalfa colindantes con El Hornito; fruto de ese amor vio la luz su hijo único, Roberto Luna Vargas. Los padres de Josefa Vargas Ríos fueron dos acaudalados españoles, Don Agustín Vargas y Doña Fermina Ríos, quienes dejaron un legado de educación y una fuente de recursos a sus hijas, Teresa y Josefa. Gracias a ello, Josefa despegó con gran talento en los negocios, que luego heredaría su hijo Roberto.

Años después, Roberto Luna Vargas compró a sus primos maternos, hijos de la tía Teresa, la tierra colindante a El Hornito, llamada “Signan arena de la Pampa”. La huaca mochica Signan tuvo un alto valor simbólico relacionado con los orígenes de los negocios de su madre y gozó de una buena oportunidad comercial.

Agricultura, irrigación, comercio y patriotismo

Roberto Luna Vargas es el primer Luna que nació en Pacasmayo; fue un héroe de la resistencia contra la invasión chilena. Apoyado por un grupo de jóvenes de San José se enfrentó a una patrulla de soldados chilenos para defender el honor de unas damas, víctimas de abuso sexual. Por temor a las represalias tuvo que internarse en la sierra de Cajamarca y pasó a formar parte del movimiento de montoneros que hostilizaron al ejército invasor. Después de un tiempo regresó a Pacasmayo y fue recibido como un héroe del Valle de Jequetepeque.

En la guerra civil de 1985 colaboró con Piérola en la revolución contra Cáceres (en 1894, este había ganado las elecciones presidenciales en un cuestionado sufragio nacional, hecho que provocó -contra él- la formación de la Coalición Nacional, integrada por los demócratas y civilistas, encabezados por Nicolás de Piérola). Señala Razuri en el libro citado que “En su indómita altivez, don Roberto tuvo, en 1894 (…) una valerosa resolución. Tomando la carabina al brazo, se sumó a los revolucionarios de la época que demandaban el respeto a la ley y la vuelta a la constitucionalidad. Se incorporó a las huestes revolucionarias de Teodoro Seminario; asistió al combate de Guadalupe; derrotó a Vivanco en San Marcos y desempeñó importantes comisiones durante la larga campaña.” Participó en ella en varios enfrentamientos armados, uno de esos combates fue el ataque a la plaza de Guadalupe, donde “le obsequiaron un tiro que le hizo perder un ojo y con el único que le quedó, siguió adelante en sus afanes revolucionarios y en sus labores agrícolas”); desde esa oportunidad fue conocido como el “Tuerto Luna”.

Roberto Luna Vargas, luego de su formación profesional en la escuela inglesa de ingeniería en Valparaíso, consolidó las propiedades de su madre Josefa Vargas Ríos, ampliándolas a cerca de 7,000 mil hectáreas de ricos terrenos agrícolas, convirtiéndose en uno de los más grandes propietarios agrícolas del Valle de Jequetepeque. Se dedicó a la siembra del arroz, a la crianza de ganado lechero y a otros negocios que le dieron balanza equilibrada en su fortuna.

En la ciudad de Guadalupe, construyó el primer ingenio de pilar arroz de la provincia de Pacasmayo. Se transformó de ese modo en pionero de la agroindustria, integrando verticalmente sus actividades agroempresariales. Este emprendimiento se tradujo en la búsqueda tanto de superiores utilidades como en la creación de un mayor valor agregado, partiendo del sector primario en la cosecha del arroz hasta el consumidor final en el pilado y comercialización del mismo.

Antonio Saavedra y Roberto Luna Vargas compraron la hacienda “Catalina” y “La Calera”, la que fue explotada por muchos años -después de disolverse la sociedad-. En la división y partición, a los Luna se les adjudicó “Catalina” y a los Saavedra “La Calera”. En total, las haciendas que tuvo Roberto Luna Vargas en sociedad con Saavedra fueron Chafán Grande, Chafán Chico, Faclo Grande y Faclo Chico, Cafetal, Campanita y Casque, además de Catalina y La Calera.

Con doña Micaela Polo Esteves tuvo once hijos, de los cuales vivieron Roberto Antonio, Eleodoro Augusto, Micaela Josefa, Jorge Eleuterio, Víctor Alfredo, Juana Manuela, Julia Leonor, María del Carmen Elena; fallecieron a temprana edad: Carlos Miguel, María Teobalda (gemela de Julia) y Manuel Antonio. De su unión con doña Gaudiosa Izquierdo Razuri, de San Pedro de Lloc nacieron Carlos Miguel, Josefina, Ramiro Alfonso y Roberto Armando.

Mujeres extraordinarias

Doña Juana de Dios Manrique de Luna, marquesa de Lara, abuela de Roberto Luna Vargas –quien como ya mencionamos desempeñó un rol protagónico al intervenir en la causa de la Independencia con un coraje hasta casi entregar su vida- es la única mujer cuyos restos mortales reposan en el Panteón Nacional de los Próceres. Doña Josefa Vargas Ríos, propietaria de grandes terrenos agrícolas, mujer emprendedora y madre dedicada de Roberto, su único vástago.

Sus descendientes y la continuidad de su obra

Los principales fundos agrícolas que pertenecieron a la familia Luna Polo fueron El Hornito, Catalina y Farfancillo. Con gran visión desarrollaron la agricultura intensiva en el valle, realizaron los estudios inaugurales del proyecto de irrigación del Valle de Jequetepeque y construyeron el primer reservorio de agua de la costa norte, que fue la laguna del Hornito. De esta manera aseguraron el regadío y la productividad de los terrenos agrícolas. Este estudio es el único que fue íntegramente financiado por los propios agricultores liderados por los Luna Polo, base para la construcción del reservorio de Gallito Ciego.

Escrito por: Equipo de investigación Luna (Fernando Luna Salcedo, Francesca Denegrí Álvarez Calderón y Manuel Piqueras Luna), sin la colaboración de nuestros familiares Luna (especialmente de los Luna Polo y de los Luna Izquierdo, y de sus descendientes) y de amigos especialistas en genealogía e historia, esta síntesis documentada hubiera sido imposible. Cabe destacar la iniciativa y coordinación de Jorge Hernán Luna Duran.

Correctora: Carmen Ollé.

Documental realizado por: René Gatelumendi Luna. 

Beber de tu propio pozo: la belleza nos hace libres, por Manuel Piqueras

 

 

Pabellón del Perú en la Feria Iberoamericana de Sevilla 1929, por Manuel Piqueras Cotolí. Gran Premio.

Escribir a contrapelo por amor al mundo

Solo bebiendo de tu propio pozo cultural, familiar, generacional e histórico es posible escribir con autenticidad: “Lo que cuenta es lo que yo saque de todo ello. Y lo que quiero sacar es un cierto pensamiento humano, clarividente, limitado en el tiempo […]. Todo el mundo puede tener ideas. Pero meterlas en una obra, mantener esa continua maestría del creador es lo que hace al escritor”. Albert Camus. Solamente rompiendo esquemas, explorando en lo más íntimo de la intimidad del alma, la belleza nos hace libres, a costa de ser marginales, pero dando sentido a nuestra vida y a nuestra obra, en el claroscuro de la soledad y la comunión.

La contemplación de la belleza como consumación de la libertad

La libertad es el corazón de la filosofía trascendental: en el obrar moralmente es su realización; en la contemplación de lo bello radica su cumplimiento. “La contemplación de lo bello −denominado “juicio del gusto” por Immanuel Kant− hace experimentar un placer, estado vibrante del alma. Conforme este se prolonga, se va profundizando e intensificando.

El juicio del gusto en comparación con el juicio lógico es siempre de carácter individual y no universal. Su predicado no es ningún concepto, sino el sentimiento del placer o desplacer. No cabe fundarlo en nada, hay que ensayarlo como cosa propia. Cuando se pretende demostrar que tal poesía es bella, “me tapo los oídos”.

A riesgo de parecer soberbio, voy a romper esquemas convencionales sobre el pensamiento poético en el Perú, César Vallejo y Manuel Piqueras Cotolí son dos momentos lúcidos de la historia de la patria del siglo XX (hay que entrar en la traducibilidad de los lenguajes de la literatura y de las artes plásticas; eshistoria y filosofía del arte). Creo que Gustavo Gutiérrez es un lapso inteligente, perspicaz del Perú más contemporáneo. Cada uno a su modo. Tierra de nuestros dolores y alegrías, algún día lo escribiré a horcajadas, lo que me interesa es el estallido poético.

Tanto Mario Vargas Llosa como José María Arguedas −dos panoramas distintos de una misma América− tienen fragmentos narrativos notables, nunca he visto en estos dos grandes narradores visiones totales. La creación literaria es experiencia e imaginación, el Perú es un país fragmentado, así como es una pregunta inútil pensar en una visión total del país desde las ciencias sociales, es imposible pensar en una narrativa integral de la patria. Solo fragmentos, que hay que articular con temor y temblor. En este tema, la poesía ilumina el laberinto, como en el mito de Sísifo.

Es una hipótesis de la exploración tras la cual ando hace años inspirativamente −que hay que validar-, sabiendo además que es un hilo en el laberinto, discutible como todos los otros puntos de visión sobre el pensamiento poético.

San Juan de la Cruz y César Vallejo

“Noche oscura”, de San Juan de la Cruz, uno de los poemas más bellos de la literatura, nos conduce a una experiencia de contemplación del misterio del sufrimiento humano, de su naturaleza paradojal: “la noche oscura me guiaba más cierta que la luz del mediodía”.

“Voy a hablar de la esperanza”, remembranza y despertar, el excepcional poema en prosa de César Vallejo. Es sorprendente la trasposición poética de la realidad de este gran poeta universal, en que la esperanza se teje, con firmeza y delicadeza, desde el sufrimiento humano, limpio de calificativos, solo sustantivo.

Como César Vallejo, Juan de la Cruz nos revela el gran arte poético que la humanidad ha creado. El pensador poético, tal como nos lo manifestó Walter Benjamín, permite mirar lejos, como un Amadeus de la lengua de La Mancha. Juan de la Cruz y César Vallejo, entre unas Indias y Américas mejores, son el principio y el fin.

“Noche oscura” y “Voy a hablar de la esperanza” son un collage, tejidos poéticos, una amalgama que abre espacios maduros y originales en la poética hispanoamericana. Más allá de su publicación, los poemas tocan fibras íntimas del lector. Desde mi juventud, estos textos estuvieron en mi imagen mental fragmentados; la articulación se produjo por inspiración en un punto crítico de mi existencia madura, como interrumpido por la idea de Henri Bergson sobre “[el] instinto esclarecido por la inteligencia”.

De “otras Indias mejores” a “otras Américas mejores”

Asistimos en estos días a la exposición retrospectiva de la obra del artista español Manuel Piqueras Cotolí (1885-1937) en el Museo de Arte de Lima. En pocas semanas se entregará el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez Merino (1928). ¿Qué une a estas dos originales personalidades de nuestra creación cultural? Piqueras Cotolí y Gutiérrez Merino, cada uno en su propio lenguaje, en dos periodos críticos y penetrantes de la historia de las Américas, logran modular con fortaleza y delicadeza todas las sangres enfrentadas en estas tierras de tragedia y esperanza. Sus obras son un haz de luz, el laberinto de nuestra identidad: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?

Manuel Piqueras, escultor y arquitecto español, en su búsqueda de un lenguaje plástico −arquitectónico y escultórico− congregó universos complejos, diversos y polarizados −los horizontes tempranos, intermedios y tardíos del mundo andino, y las tradiciones del mundo hispánico−, trazó un camino único en la creación de una obra artística, de una visión estética y de un principio de humanidad andino y universal. El Pabellón del Perú, su obra cumbre, que ganó la medalla de oro para nuestra patria en la Feria Iberoamericana de Sevilla (1929-1930), es la plasmación de una síntesis mestiza genial, un collage andino e hispánico llevado hasta sus últimas consecuencias. Su exploración artística se inscribe en una gran corriente del pensamiento de sentido y del gran arte de los siglos XIX y XX en Europa y América, que se ha ido planteando como una ruptura con una visión europea −u occidental− encerrada en sí misma, y orientado hacia la diversidad cultural dentro del universo humano. Gustavo Gutiérrez -fraile, sacerdote y teólogo peruano-, a lo largo de su vida y su obra, va abriéndose paso no solo en la maduración de un gran pensamiento teológico, sino en la ascensión hacia un bello lenguaje poético cargado de fuerza y ternura. Sus obras maestras, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, una reflexión sobre el libro de Job (1986) y En busca de los pobres de Jesucristo, el pensamiento de Bartolomé de las Casas (1992) constituyen una contribución fundamental a la creación cultural, histórica y actual de una utopía andina y universal.

Gutiérrez va haciendo camino desde su hablar de Dios, desde el sufrimiento del inocente. En esa huella humilde hilvana una utopía que conduce desde “otras Indias mejores” en el siglo XVI hasta “otras Américas mejores” en el siglo XXI. Entre estas dos centurias se producirán dos cambios de época que han conmovido los cimientos de la humanidad hacia horizontes ilimitados. En nombre del Dios de Jesucristo, del valor de la vida y la libertad humana, y desde el punto de visión de los pobres, Gustavo Gutiérrez es, junto con su antecesor Bartolomé de Las Casas, la conciencia lúcida de la continuidad y discontinuidad de la destrucción y la restitución de los indígenas en el siglo XVI, y de la opresión y liberación de los pobres en el siglo XX.

Manuel Piqueras, Libro de Emmanuel, en proceso de publicación. Corrección: Carmen Ollé. Lima: 2016.

Fotografía: Pabellón del Perú en la Feria Iberoamericana de Sevilla-1929, por Manuel Piqueras Cotolí. Gran Premio.