Colombia: la guerra y la paz

A Ingrid Betancourt: entre la desesperanza de su agonía y la esperanza de su liberación

Mapa Colombia

Esta es una reflexión que desarrollamos el año 2005, con motivo de la lectura del notable libro del periodista estadounidense que residió durante varios años en Colombia, Steven Dudley, Walking Ghost: Murder and Guerrilla Politics in Colombia. Rutledge. Nueva York y Londres: 2004. Sabemos que la cuestión cardinal de la guerra y la paz en Colombia ha sufrido mutaciones como lo muestra el reciente Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre la Situación de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario en Colombia para el año 2007. El motivo de fondo de la publicación de este boceto inédito es nuestra indignación más honda por la agonía de Ingrid Betancourt (y de todos los seres humanos cruelmente secuestrados por las FARC), pero así mismo por la esperanza de su liberación.

“Colombia tiene 440,000 mil millas cuadradas de territorio, tres veces el tamaño de Irak y cuatro veces el tamaño de Viet Nam. Tres grandes cordilleras andinas dividen al país en diversas regiones con una variedad de climas, población y economía. Los llanos del Este que concentran la producción en crecimiento de ganado y de coca, reúne cerca de un tercio del territorio, pero congrega una pequeña parte de la población colombiana, que alcanza a un total nacional de 40 millones de habitantes. En el medio del territorio se encuentra el Valle de Magdalena que es el corazón de la producción de la industria petrolera y de la economía ilegal de las drogas. Al Oeste, Urabá es conocido por las plantaciones de banana y por las rutas de tráfico de armas y drogas. En toda Colombia la infraestructura es precaria y las carreteras se hallan abandonadas. El largo tiempo de guerra interna sumado a estos obstáculos, hace difícil unir al territorio y a la población nacional”.
Colombia tiene una gran relevancia para los países de la región andina y de América Latina y el Caribe. La situación de conflicto armado interno que arrastra una tragedia de más de cinco décadas, así como la tradicional militarización de la política colombiana ha tornado impotente a una de las más viejas democracias de electores de la región. Colombia no es un caso atípico e irrepetible, la violencia devastadora puede suceder a otros países de la región andina, del continente latinoamericano y del mundo.

1. Estado, regímenes y partidos: la militarización de la política

Colombia es una de las democracias más antiguas de América Latina. Las elecciones democráticas sólo fueron interrumpidas a mediados de los años cincuenta, por una breve dictadura militar, presidida por el general Gustavo Rojas Pinilla. Desde el siglo XIX, durante más de cien años, un sistema bipartidista, los Conservadores y los Liberales, se han alternado en el poder. Cuando las dictaduras militares desolaron por períodos prolongados, en los años cincuenta y sesenta a muchos países latinoamericanos, la democracia colombiana de electores sobrevivió. No sólo sobrevivió, sino que condenó la violación de los derechos civiles y políticos en el subcontinente por las dictaduras.

En contraposición, el estado, los regímenes, los gobiernos y el sistema bipartidista colombiano se militarizaron. Durante cuatro décadas, desde el asesinato del líder político carismático del Partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán, el país se precipitó al abismo de una espiral de violencia que gangrenó la esfera pública, no sólo política sino social. La guerra civil entre Conservadores y Liberales se tornó en una constante de la política colombiana, las más famosas: “La guerra de los cien días” y “La guerra de los supremos”, sin contar con las diecinueve revoluciones locales en todo el territorio. La violencia socavó el poder democrático pero no construyó un poder alternativo no democrático, más bien vació de contenido a la democracia de electores.

2. El proceso de paz: asesinatos, masacres y holocausto

En décadas más recientes, en los años ochenta y noventa, las negociaciones de paz entre los gobiernos de los presidentes Belisario Betancourt y Virgilio Barco, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se volcaron en asesinatos, masacres, culminando en un holocausto nacional y en el fracaso del proceso de paz.

“The books highlight the civil war strife by giving horrible figure: nearly 30,000 murder per year (15 times that of the United States); 75 political assassinations a week; 10 people kidnapped per day”.

La primera etapa, el proceso de paz iniciado por el presidente Belisario Betancourt con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), llevó a la fundación de un partido político nuevo por las FARC, la Unión Patriótica (UP). La segunda etapa, estuvo ensangrentada por los asesinatos y masacres de los miembros y líderes más destacados de la Unión Patriótica y el fracaso del proceso de paz, en manos del militarismo de las Fuerzas Armadas del Estado y de los paramilitares financiados por el narcotráfico, con la anuencia de sectores poderosos de los partidos Conservador y Liberal. La etapa final, se refiere al aprovechamiento del militarismo de las FARC, para justificar la “combinación de todas las formas de lucha” -legal e ilegal, electoral y armada-, como profecía autocumplida. En realidad el estado mayor de las FARC preparó un plan maestro deliberado en este sentido desde el inicio del proceso de paz y de la creación de la UP. Hoy las FARC son sin lugar a dudas el movimiento guerrillero más grande del hemisferio Occidental y uno de los actores más emblemáticos de la soberbia armada y el horror.

3. El Plan Colombia: ¿guns or beans?

No sólo la Doctrina de la Seguridad Nacional, cuya máxima expresión fue el General Fernando Landazabal, Ministro de Defensa del presidente Betancourt, ni el Plan Maestro de las FARC, ni los paramilitares, ni el narcotráfico destruyeron el proceso de paz tornándolo un holocausto, sino que el Plan Colombia de los Estados Unidos de América cumplió un papel letal en ese fracaso nacional. La democracia imperial americana invirtió 3 billones de dólares para armas y no para desarrollo —hay que tomar en cuenta que Colombia es el tercer país en recibir ayuda norteamericana en el mundo, luego de Israel y Egipto—.

“Despite its bold projections that it would simultaneously wipe out drug croups and provide jobs, the multi-billion-dollar Plan Colombia had brought the country little relief. Although a massive aerial eradication campaign had destroyed thousands of acres of coca fields, the fields had been replaced by new ones in other, more ecologically fragile areas. Colombia supplied 80 percent of the cocaine consumed in United States before Plan Colombia, and there was nothing to show that had changed since the implementation of the plan. The only winners seemed the guerrillas. Hundred, if not thousands, of displaced and out-of-work peasants had joined the FARC since de U. S. –financed anti-drug effort begun”.

Los intentos de los Estados Unidos por financiar y entrenar a las fuerzas armadas y a los paramilitares en la guerra contra las drogas y contra la guerrilla incrementaron exponencialmente la ruina del Plan Colombia . La democracia y el desarrollo son opuestos a la guerra y el genocidio, las fuerzas de la violencia inclinaron la balanza a la segunda díada.

4. Los excluidos: muerte y hambre

La guerra y el genocidio han sido la política colombiana dominante, la democracia y el desarrollo han quedado impotentes. Los excluidos han recibido el aniquilador efecto de la violencia por muerte y hambre.

4.1. Los muertos en masa han adquirido proporciones monstruosas:

“There is this ceremonial display of murder, (…) La violencia, expressed in an almost studied pervertion like cutting out the tongues (the words of the other), goring pregnant women (eliminating the possibility of the other reproducing), crucifixion, castration and may other things that are directed non only at eliminating 200,000 people or more during period (1944-1964), but at leaving and indelible mark on the millions of Colombians who remained”.

4.2. La pobreza y la desigualdad son de las más altas de América Latina:

“Close to half of the population is in poverty. There is a severe shortage of schools ad health facilities. About 15 percent of the population is illiterate, and a quarter lack basic public services like electricity and water. The richest ten percent of the population control more than a half of the wealth. Four percent of the ranches and farms occupy three-quarters of the arable land. The inequalities leads to unrest, which leads to protest, which leads to war”.

5. Hacia una democracia de ciudadanos integrales y a una transformación del Plan Colombia

El excelente Reporte de la Comisión Independiente del Consejo de Relaciones Internacionales del Centro de Acción Preventiva de los Estados Unidos, Andes 2020: una nueva estrategia para las transformaciones de Colombia y la región (2004), no coloca como la política central de las reformas que propone la desmilitarización de la política colombiana y de toda la América andina. Sin embargo, las reformas que propone constituyen un nuevo enfoque, así como las políticas específicas que abarcan los campos más relevantes de un cambio significativo en el Plan Colombia y los países andinos.

Existen políticas contrarias al enfoque de desmilitarización nacional, regional y multilateral, no deja de ser sorprendente la redefinición de las fuerzas armadas de América Latina, auspiciada por la administración del presidente George W. Bush -y por los partidos Repúblicano y Democráta- en la política de militarización de la seguridad hemisférica, en la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia. Este es el talón de Aquiles del Reporte de la Comisión Independiente del Consejo de Relaciones Internacionales del Centro de Acción Preventiva de los Estados Unidos, no existe en este informe un tratamiento claro de este tema crítico.

La política de una democracia de ciudadanos y de una transformación del Plan Colombia -que abarque a todos los países de la América andina- es decir, los cambios de fondo de la democracia de electores y el impulso al desarrollo como libertad, pasa como condición sine qua non por la desmilitarización de los actores de la guerra y el genocidio, presente en todo el sistema político colombiano. La voluntad política activa y operante de la desmilitarización debe ser nacional, regional y multilateral. Insistimos en este argumento de realismo histórico y político, ninguna reforma democrática de fondo ni trasformación estratégica del Plan Colombia y de la región andina será coherente y fecunda, sin la desmilitarización de los actores de la guerra y el genocidio.

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