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Maestría y vocación artística

“[…] pues si con algo un pueblo puede definir su personalidad en la historia y transmitirnos lo que fue, en algo es en su arte, en el más amplio sentido de la palabra, pero no solamente su gran arte, sabio, música, literatura, pintura, escultura, arquitectura, etc. sino más todavía en el que se dice pequeñas artes, artes industriales, artes populares, folklore arquitectónico o musical, etc. qué forma su espíritu, que influyen en todas las otras facetas de su vida (intelectual, política, etc.), artes vivas que nacen de la sangre, de la entraña, de la raza, que son producto de su psicología y que forman su psicología”. Manuel Piqueras Cotolí, Plan de reorganización de la Escuela de Artes y Oficios del Perú.
Manuel Piqueras Cotolí (1885-1937), como profesor de escultura de la Escuela Nacional de Bellas Artes (1919-1930), así como asesor de la dirección de la Escuela Nacional de Artes y Oficios (1930-1937), va a revelarse como un notable maestro, gestor de un proyecto de calidad de la educación artística y como un formador vital de vocaciones consagrado a sus alumnos artistas y artesanos.

La formación de los artistas y artesanos constituía, para el maestro, un proyecto integral en el que las actividades intelectuales y manuales poseen igual valor: “Eso mismo puede decirse de todos sus oficios: esas actividades manuales que algunos quieren separar de las intelectuales, pero que no es posible hacerlo pues ellas dos juntas forman el complejo hombre, sin una o sin otra, nada de lo realizado en el mundo hubiera sido realizado, la mano es tanto como la cabeza, y la cabeza tanto como la mano”.

El artista y educador va a orientar su actividad docente dando cara a la crisis de vocaciones. Suscitar vocaciones pareciera ser el centro intelectual y vital de su pedagogía: “La crisis que aquí sufrimos no es sólo de conocimiento ni de preparación técnica; de esto en comparación hay mucho, demasiado tal vez. La crisis es de espíritu, de orientación, de afición, de vocaciones. […] Ésta es la raíz del problema […]”. La escuela nueva de artistas y artesanos debe, simultáneamente, huir de la enseñanza estandarizada, tener una sólida unidad en torno a propósitos claros y poseer sentido práctico. En esta perspectiva, la disciplina es concebida como el estímulo de vocaciones y no como el castigo que prejuzga y estereotipa a los alumnos. El gran maestro propone una educación personalizada que desarrolle la inteligencia, la cultura, la destreza artesanal y la vocación artística por encima de todo.

Manuel Piqueras Luna, En busca de la tierra del padre, Revista Páginas, Nº 186, CEP-IBC, Abril, Lima: 2004.

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