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VINCENT, poema de Jorge Eduardo Eielson

A Theo

 

 

Lo único que sabemos de Vincent

Es que nunca dormía

Ni comía ni bebía ni amaba

Y que su vida era un misterio. Sabemos

Que tenía ojos y botines enormes

El estómago vacío y el corazón

en el suelo. Que se pasaba las noches

Mirando y mirando una estrella

Sabemos también

Que para él nada era oscuro

Ni tampoco sencillo

Que su pincel no era un pincel

Sino un pájaro vivo

Que lo llenaba de pavor y de alegría

Pero nada sabemos

De su sexo ni de su pobre frente

Repleta de luz como un diamante

Vincent decimos con amargura

No era como nosotros

Criaturas cubiertas de sombra

Nietos de un esplendor

Que ya no existe. Pero tampoco él

Nos devolvió el fulgor perdido

La santidad de su arte

No nos libró del mal

Ni de los trapos sucios

De la vida. Nos deja solamente

Sollozos  cuervos  girasoles

Una oreja cortada y una pipa de madera

La destartalada luz de sus zapatos

Nos deja su mirada pura

El cielo brillante de Arles

Y una silla amarilla.

No es mucho probablemente

Pero desde entonces

La noche estrellada

No es obra de Dios sino de Vincent

 

CELEBRACIÓN. Jorge Eduardo Eielson. Milán, 1990 – 1992.

LOVING VINCENT