hizo lo que tenía que hacer.
Murió en la horca,
pero eso no es nada nuevo”.
W. B. Yeats
En el encadenamiento de la narración de Mario Vargas Llosa en, El sueño del celta, Sir Roger Casement, de origen irlandés y cónsul británico, es el gran personaje de esta pintura magistral.
El celta va metamorfoseándose en su viaje por esa “humanidad desdichada”, desde una candorosa conciencia, a una excelente, y a momentos de gran confusión. Su laberinto llega a límites inimaginables, en la épica de la emancipación de Irlanda del dominio del Imperio británico, luego de su larga aventura en el Congo y en la Amazonía.
Los Imperios belga e inglés ‒en este último caso, la empresa de nacionalidad inglesa, Peruvian Amazon Company‒, quedan desnudados en los notables informes del cónsul Roger Casement, en todo su salvajismo e inhumanidad contra los nativos del Congo y la Amazonía: maquinarias de explotación y exterminio. Solvencia en los hechos narrados, inteligencia en su presentación, impacto muy grande en la opinión pública y en los gobiernos de las democracias imperiales, especialmente en Gran Bretaña y en USA. Los informes abren huellas, aunque no reforman la dominación colonial en el Congo, sí lo hacen, en la Amazonía, con la explotación y exterminio indígena de la empresa inglesa cauchera.
Roger Casemet no tiene la grandeza de Bartolomé de Las Casas, como insinúa el relato al pasar, Las Casas tenía un pensamiento y una acción de defensa del indio de una solidez y equilibrio marmóreo, excepcional. El celta se torna un activista de los derechos humanos de los pobres, desposeídos y nativos, en el Congo, la Amazonía, y en su propia patria, Irlanda. Esta última gesta, es una tragicomedia de equivocaciones sorprendentes a que llega la ceguera de hombres de buena voluntad. Como me decía un amigo, con humor negro: “Son santos de altar que se van a ir al cielo, pero que van a dejar un infierno en la tierra”.
La vida cotidiana de los encuentros homosexuales callejeros del celta, no impresiona a nadie, su único intento imaginario de una relación de pareja estable, en realidad es con un personaje que lo delata ante la inteligencia británica y que desaparece al final. El cónsul mismo añora un hogar que nunca pudo tener: “Una madre, una esposa, una amante”. Como el mismo dice, una y otra vez. El celta está al final a la intemperie sin hogar y sin patria, a su pesar, el día de su ahorcamiento.
Toda la novela, El sueño del celta : El Congo, La Amazonía e Irlanda, son dibujos magníficos que componen un cuadro brillante, sobre la humanidad sufriente. Irlanda, su último relato, los preparativos, el alzamiento independentista de la Semana Santa de 1916, en Londres‒en plena I Guerra Mundial, entre Inglaterra y Alemania‒, marcado por un nacionalismo que asocia errores políticos inverosímiles, violencia, locura y muerte masiva de irlandeses, está excepcionalmente escrita.
La fuerza del relato de Vargas Llosa, se proyecta de generación a generación, a luchadores por la justicia y la libertad, a personas de buena voluntad, que cayeron en la trampa del nacionalismo radical y la violencia, como la ilusión de un destino sin salida, que no sea la derrota y la muerte. Es un manifiesto moral, respetuoso y calido.
Me parece relevante que Mario Vargas Llosa, haya publicado este libro, después de recibir el Premio Nobel de Literatura 2010, porque está obra maestra de la literatura, lo coloca ciertamente a la altura de ese galardón mundial.