Archivo por meses: julio 2010

HACIA EL BICENTENARIO: ¿CÓMO CONMEMORAR LA INDEPENDENCIA EN 2021?


El autor de este blog junto a la corona de oro, perlas y diamantes que le obsequió la ciudad del Cuzco al libertador Simón Bolívar cuando ingresó a la antigua capital de los Incas en 1825 (Museo Nacional de Colombia, Bogotá)

Para gran parte de los peruanos, los 200 años de nuestra Independencia es todavía un episodio lejano. Sin embargo, en casi toda América Latina, el Bicentenario se desborda en múltiples iniciativas y actividades. Abundan las comisiones, se construyen desde estadios a bibliotecas, se publican cientos de libros y se programan infinidad de encuentros. Este despliegue, que cuesta mucho dinero, está desdibujando un poco el sentido de la celebración. Y es que las formas de celebrar y ordenar el pasado solo dan cuenta de una autopercepción coyuntural. Son expresiones de un deseo de representación a menudo idealizado. Los monumentos y cualquier otra construcción conmemorativa, por grandiosa que sea, pueden, con el tiempo, perder o cambiar su significado.

En nuestro caso, cuando llegó el Centenario, en 1921 y 1924, las celebraciones llevadas a cabo por Leguía fueron la ocasión para proyectar una imagen de orden y progreso; en fin, fueron utilizadas por el leguiísmo como medio de propaganda. Se llevaron a cabo con el mayor despliegue y Leguía supervisó los detalles de todos los acontecimientos. Fueron fiestas cívicas que evocaron la Independencia y quisieron generar la unión del país, teniendo como testigos a las embajadas de los países amigos. Lo singular del Centenario es que muchas de las obras no quedaron listas a tiempo y se inauguraron a lo largo del Oncenio. Los peruanos vivieron una década celebrando los 100 años de la Independencia. Al final, la Patria Nueva se derrumbó y el discurso que le dio vida quedó sin contenido. Como las obras del Centenario estuvieron muy ligadas a la figura de Leguía, estas también perdieron su significado.

Por su lado, el Sesquicentenario de la Independencia, en 1971 y 1974, estuvo más politizado que el Centenario, aunque menos ostentoso en cuanto a obras públicas. La dictadura militar del general Velasco vivía el éxtasis de su plan revolucionario. Con la abolición del “orden oligárquico”, la dictadura asumía que estaba alcanzando la “segunda independencia del Perú”. Velasco cayó en 1975 y los logros de sus reformas son motivo, aún, de amplio debate.

¿Cómo debemos enfrentar el análisis histórico sobre nuestra Independencia? La vieja historia cumplió con su objetivo de canonizar el origen del estado nacional. La Independencia encarnó el mito de origen de la nación. Independencia y nación terminaron construyendo una simbiosis de larga duración. Buena parte del mensaje que se sigue divulgando sobre nuestra Independencia no considera algunas cuestiones de fondo. No perdamos de vista, por ejemplo, que la presentación gloriosa y heroica de las batallas ha maquillado la traumática experiencia de aquella lucha, que en realidad fue una larga guerra civil, incluso una guerra de ocupación por la presencia de ejércitos extranjeros. Asimismo, nuestra Independencia debe ser vista desde una perspectiva iberoamericana y en el marco de una revolución civilizadora. Es también un desafío considerar, con más imaginación, los factores azarosos que terminaron provocando el proceso de emancipación. Frente a eventos tan inesperados ¿los peruanos de hace 200 años supieron reaccionar creativamente? Una nueva historia debería explicar la participación de todos los actores sociales y los desafíos que tuvieron que enfrentar. Esto nos lleva a hacernos cargo de los conflictos que acompañaron a la construcción de la temprana República.

Es cierto que en los últimos años ha habido importantes avances en la comprensión de nuestra independencia. Sobre la base de ellos, las nuevas investigaciones, y su divulgación, deben seguir desprendiéndose de la vieja visión heroica, episódica, maniquea y elitista. Heroica, en cuanto está destinada a mistificar a determinados personajes; episódica en la medida en que se descontextualizan los acontecimientos y solo se describen un conjunto de acciones; maniquea porque representa a la sociedad segmentada entre patriotas y realistas; y elitista, ya que privilegia la acción de un grupo hegemónico y relativiza la participación de sectores populares e incluso posibles proyectos políticos fallidos.

Creo que las nuevas investigaciones deben servir como insumos para emprender el gran debate sobre la memoria, en el que los peruanos decidamos qué elementos del pasado deben ser rescatados en función de un proyecto nacional inclusivo, democrático, diverso y descentralizado. Si hasta hace unos años se justificó la elaboración de una historia “oficial” ante el reto de “inventar la nación”, hoy ya no es aceptable una construcción desde arriba de la memoria nacional, dirigida desde el Estado y sin la participación de los ciudadanos. Al Estado y a la futura Comisión Nacional del Bicentenario le corresponden proponer la nueva política de la memoria nacional y evitar el uso inadecuado del pasado para fines particulares o proyectos políticos sectarios.

¿Cómo se deben encauzar las celebraciones que apuntan al 2021? Debe ser la oportunidad de abrir un debate nacional no solo sobre la Independencia sino sobre el largo proceso de los grupos que han habitado este territorio, para entender la complejidad de nuestra sociedad y dibujar la construcción de una sociedad más dialogante y multicultural. También debe promover el nuevo rol que debe cumplir la historia en el vigente estado nacional. Hay que buscar una nueva relación entre la historia nacional y las múltiples historias que se escriben desde las otras orillas, que reflejan la existencia de muchas memorias provenientes de una sociedad tan diversa. Conviene recordar el pasado, en sus grandezas como en sus miserias. Hay que festejar, pero también hay que ser conscientes de cuánto ha costado mantener el país que hoy tenemos.

La historia no solo pertenece a los historiadores. Por ello, la futura Comisión debe tener una composición diversa y multidisciplinaria, en la que sus miembros entiendan que una verdadera celebración es una fiesta en que nadie debe sentirse excluido y que, respetando los puntos de vista, entiendan que no es cierto que el Perú sea un espacio geográfico accidental, que no es cierto que el desarrollo de ninguna localidad o región se haya hecho –o pueda hacerse- sin el aporte de las demás y que no es cierto que la “diversidad” sea un problema sino una gran posibilidad de enriquecimiento mutuo.
El habernos independizado tarde nos puede dar algunas ventajas. Nuestro Bicentenario tendrá lugar cuando ya varios países habrán celebrado el suyo. Vamos a competir, pero con la ventaja de conocer los aciertos y errores de los demás. Si Leguía quiso quebrar la imagen de crisis, heredada de la Guerra del Pacífico, de un país pobre y dividido, para el 2021 no tratemos de resolver todos los problemas y no abordar si quiera uno de ellos. Trabajamos desde ahora en aquellos que nos permitan vivir en comunidad y en plena democracia. ¿Nos sirve el pasado para aquello? Sí, por ejemplo, recuperar la imaginación creativa de quienes, en tiempos de la Independencia, quisieron un país verdaderamente libre. Tenemos que volver a esos valores para vivirlos y practicarlos, en vez de exaltarlos en términos puramente retóricos.

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El nombre del Perú

Como sabemos, según Raúl Porras Barrenechea, la palabra “Perú” proviene, probablemente, de la corrupción lingüística del nombre de un cacique local al sur de Panamá (Birú), con el cual los españoles identificaban a tierras que faltaban descubrir en esa dirección. El nombre de la gobernación que recibió Francisco Pizarro, “Nueva Castilla”, fue abandonado cuando, en 1542, la corona decidió la creación del Virreinato del Perú.

Hacia la década de 1820, a diferencia de lo que ocurrió en otras naciones sudamericanas, en el Perú, una vez proclamada la Independencia, no hubo ninguna discusión acerca de la necesidad de cambiar el nombre del nuevo país. Luego, cuando se reunió en primer congreso, tampoco se discutió la pertinencia de variar en algo el nombre, de origen colonial , cuando los constituyentes decidieron que el Perú sea gobernado por un sistema republicano. Es más, en los documentos de la época se ve cómo tranquilamente este territorio pasó de llamarse Virreinato del Perú a República del Perú en 1823, cuando se promulgó la primera constitución. Nadie propuso ningún cambio ni se cuestionó hasta qué punto ese vocablo podía ser peligroso en el tránsito de una etapa a otra.

¿A qué se debió esta “amable” continuidad? Según el historiador Jesús Cosamalón, el nombre “Perú” cuenta con la ventaja de no hacer referencia a algún territorio o grupo indígena en concreto, es políticamente neutro, no puede ser reivindicado por nadie y permite construir la continuidad, sin traumas, entre el pasado colonial y la independencia. Tal vez esto explique el por qué nadie se preocupó por esa permanencia, especialmente los liberales republicanos, quienes no tenían una respuesta clara acerca del rol de los indios en la nueva república, pero sí sabían del peligro de utilizar, más allá de los simbólico, la retórica inca (por ejemplo, lo arriesgado que pudo haber sido resucitar el nombre “Tawantinsuyo”). Hay que tener en cuenta, además, que la elite que proclamó la independencia trató de evitar una ruptura radical con el pasado, lo que podía ocasionar la peligrosa división entre los habitantes de Lima y ocasionar el desorden.
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XX Coloquio Internacional de Estudiantes de Historia

BASES
El XX Coloquio Internacional de Estudiantes de Historia de la Pontificia Universidad Católica del Perú tiene como finalidad fomentar el diálogo entre estudiantes, investigadores y las instituciones vinculadas con la investigación histórica, para así permitir la discusión de nuevos temas y enfrentar los retos que presenta la historiografía actual. En su vigésima edición, el Coloquio girará en torno a dos conceptos relacionados entre sí, estos son: por un lado, la tradición, pues a lo largo de sus 20 años en la vida institucional de la especialidad de Historia – PUCP, ha sido y es un espacio de debate que congrega estudiantes, egresados e investigadores; y, por otra parte, la innovación, porque refleja la idea actual de Historia, interdisciplinaria y presente en la vida diaria.

1. Fecha y lugar de realización:
Del 25 al 29 de octubre de 2010, en el Auditorio de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Av. Universitaria 1801 – San Miguel, Lima 32).

2. Organización:
La Comisión Organizadora está conformada por los siguientes alumnos de la especialidad de Historia: Ricardo Bracamonte y Milagros Valdivia (Coordinadores generales), Diego Luza (Área Académica), Danitse Palomino (Comunicaciones), Víctor Álvarez (Logística) y Sandy Miyagussuko (Economía), bajo la asesoría de la Dra. Claudia Rosas Lauro, profesora del Departamento de Humanidades.
La Comisión cuenta con el apoyo de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, el Departamento de Humanidades y el Vicerrectorado de Investigación de la PUCP.

3. Participantes:
Estudiantes, egresados e investigadores de universidades peruanas y extranjeras, y público en general. Podrán presentar trabajos únicamente estudiantes, egresados y licenciados de la especialidad de Historia o disciplinas afines, de universidades nacionales y extranjeras.
La participación en el Coloquio no exige pago alguno. Los asistentes deben enviar un correo electrónico, indicando su nombre completo y su número de DNI, que deberán portar a su ingreso al campus, por razones logísticas y de seguridad de la PUCP. La fecha límite para inscribirse como asistente es el día lunes 18 de octubre del 2010.
Se otorgarán constancias gratuitas de participación a ponentes, panelistas y al público inscrito, que acredite la asistencia al 75% de las mesas, sin incluir la conferencia inaugural.

4. Ponencias:
Las ponencias pueden ser trabajos monográficos, ensayos, capítulos de tesis (por sustentar o en elaboración), o investigaciones, que sean inéditos, originales y cumplan con los criterios fundamentales del quehacer académico. Los trabajos pueden ser individuales o de dos personas como máximo. Las ponencias estarán sujetas a una rigurosa evaluación. La temática es libre, así como la aproximación al objeto de estudio.
Se deberán enviar a la dirección electrónica del Coloquio los siguientes documentos:
• Ficha de datos personales
1. Nombre completo
2. Institución de procedencia
3. Dirección postal
4. Teléfono / Fax (opcional)
6. Correo electrónico
7. Breve resumen del currículum del autor
8. Señalar, de ser necesario, materiales auxiliares para la exposición

• Ficha de la ponencia
1. Título
2. Sumilla (entre 150 y 250 palabras)

• Ponencia
1. Título.
2. Cuerpo. Los trabajos no deberán exceder las 15 carillas tipeadas a doble espacio en papel A4, y en fuente Arial o Times New Roman 12 puntos. El sistema de citado debe ser el numérico-alfabético (cita-nota al pie de página).
3. Bibliografía y fuentes. No se considerarán dentro del máximo de carillas.
4. Apéndice. En caso sean necesarios ilustraciones, gráficos, cuadros, etc. Tampoco se considerará dentro del máximo de carillas.

De no cumplir con los requerimientos previamente especificados, los trabajos no serán tomados en cuenta para la evaluación. La recepción de ponencias tendrá como fecha límite el día viernes 13 de agosto de 2010. Se informará oportunamente a los ponentes aceptados.
La exposición de los trabajos se realizará en mesas temáticas, donde cada ponente dispondrá de 20 minutos para su presentación. Los comentarios estarán a cargo de un alumno y de un profesor, y además, habrá preguntas del público.

6. Subvenciones para ponentes de fuera de Lima:
Dado que el Coloquio cuenta con un presupuesto reducido, sólo podemos brindar hospedaje durante los cinco días que dure el evento y almuerzo durante los cuatro días de ponencias, dentro del mismo campus universitario, a los ponentes de provincias y del extranjero. Otros gastos corren por cuenta de los ponentes y participantes.

7. Contacto:
Mayor información puede solicitarse al correo: coloquiohistoria@pucp.edu.pe, o en nuestro blog: blog.pucp.edu.pe/coloquiohistoria

La Comisión organizadora
Pando, abril de 2010
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Visita al Museo Nacional de Colombia en Bogotá (2)

A continuación, presentamos unas imágenes de la impresionante corona que le obsequió la ciudad del Cuzco al libertador Simón Bolívar cuando arribó a la antigua capital de los Incas en 1825, luego de la victoria de Ayacucho. Cabe destacarse el fino trabajo de los orfebres cuzqueños al realizar esta joya de oro, perlas y diamantes. La pieza fue obsequiada por el mariscal Sucre al Congreso de Colombia en 1826.





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Visita al Museo Nacional de Colombia en Bogotá (1)


Primera prensa que llegó a Colombia (década de 1790)

Otra imagen de la primera prensa de Bogotá

Espada del Perú, en oro, que perteneció al libertador Bolívar (donada por Sucre en 1826)

Uniforme del general Francisco de paula Santander, fundador de la República de Colombia

Óleo del siglo XIX que representa la muerte del general Santander

Una cámara fotográfica del siglo XIX

Mesa de billar que perteneció al genaral Santander

Retrato de Simón Bolívar

Retrato del general José Antonio Páez, fundador de la República de Venezuela

Trajes del siglo XIX

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Nuevo libro sobre la influenza AH1N1 en el Perú

Jorge Lossio es historiador por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Siguió su doctorado en el centro para la historia de la medicina, la ciencia y la tecnología en la Universidad de manchester (Reino Unido). Cuando los chancos vuelan. Estado, prensa y sociedad frente a la influenza AH1N1 puede pedirse al siguiente correo: jorgelossio@gmail.com Sigue leyendo

Nuevo libro: ‘La Universidad de San Marcos y Jorge Basadre’

Este libro, del joven historiador Efraín Núñez, es una seria investigación que persigue los pasos del maestro Basadre en las facultades de Letras y Jurisprudencia, actualmente Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, y por todos los lugares donde su magisterio dejó huella: desde los legajos donde se registraban, con puño y letra del profesor, los temas de las clases cotidianas, las actas de notas y las listas de los alumnos, hasta los presupuestos de las facultades y las resoluciones de las autoridades de entonces. Además, nos muestra una etapa gloriosa en la historia académica de San Marcos, donde dictaron ilustres intelectuales.

Efraín Núñez, La Universidad de San Marcos y Jorge Basadre. El catedrático y su legado histórico-jurídico (1928-1958). Lima: San Marcos, 2009, 124 p. ISBN: 978-9972-38-967-2 (pedidos: ventas@editorialsanmarcos.com) Sigue leyendo