Archivo por meses: enero 2010

Otros dos monasterios limeños

Monasterio de San Miguel Arcángel (trinitarias).- Hay que recordar que la Orden de la Santísima Trinidad y Redención de Cautivas fue fundada por San Juan de la Matta en Francia hace más de 800 años. Su presencia en nuestra ciudad se debió a la labor de sor Juana de la Santísima Trinidad y del séptimo Arzobispo de Lima, Fray Juan de Almoguera. Sus trabajos se iniciaron en 1681 y está ubicado en la cuadra 7 del jirón Ancash, en Barrios Altos. Hoy el convento forma en la vida religiosa a jóvenes, provenientes, básicamente, de las regiones de Cajamarca y Amazonas. Su iglesia es un ejemplo monástico de la Lima del siglo XVIII. Las líneas barrocas de su portada y las espigadas torres con cúpulas influenciadas por el rococó austriaco forman un impresionante y hermoso conjunto arquitectónico. En el interior posee una sola nave, corta, de ancho crucero.

Monasterio de la Cruz del Buen Pastor (Contemplativas del Buen Pastor).- Esta congregación, aprobada por el papa Gregorio XVI el 16 de enero de 1835, fue fundada por santa María Eufrasia Pelletier, quien vivió desde 1796 a 1868. Llegó al Perú en 1871 con 6 hermanas misioneras de origen canadiense que fundaron la congregación en el Perú. Después de mucho trabajo se instalaron en una antigua fábrica de tejidos y empezaron a desplegar su trabajo apostólico con niños (as) y jóvenes abandonados (as). En Lima tienen 8 casas, así como su sede en Salamanca. La orden se divide en monjas activas y contemplativas (Los Abetos 196, Salamanca de Monterrico, Ate-Vitarte).
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Monasterio de Santa Rosa de Santa María (dominicas)

La canonización de Santa Rosa (12 de abril de 1671) hizo que varias jóvenes piadosas de Lima decidieran reunirse para imitar a la Santa y, desde 1678, ocuparon, a manera de “beaterio”, una casa próxima a la iglesia de santo Domingo y vistieran el hábito dominicano. Como el número de “Beatas Rosas” (así se llamaban) fue creciendo, se pensó erigir un Monasterio. De esta manera, se pidió al Rey licencia para la fundación y, el 26 de enero de 1704, por la Real Cédula, concedió Felipe V de Borbón que el modesto “beaterio” fuese elevado a la categoría de Monasterio. Sin embargo, no fue hasta 1708 en que se inauguró el nuevo Monasterio. Se dice que las donaciones que recibieron las “beatas rosas” (unos 400 mil pesos) influyeron mucho en el ánimo del Rey para inclinarse a conceder la fundación.

Cuentan que la inauguración fue un acontecimiento notable en la ciudad. El Arzobispo de Lima, monseñor Melchor de Liñán y Cisneros, ordenó el traslado de tres monjas del Monasterio de Santa Catalina al “beaterio”, que ya no se encontraba junto al Santuario sino en la cuadra de San Sebastián. En procesión solemne, el Prelado fue acompañado por casi toda Lima. Recibió en la rígida clausura de las dominicas a las tres monjas que fueron destinadas para dirigir el nuevo Monasterio y a Josefa Portocarrero, hija del virrey Conde de la Monclova, la cual esperaba en Santa Catalina el momento de fundarse el nuevo Monasterio.

Como mencionábamos, el “beaterio” de Santa Rosa quedaba ubicado en una casa cercana al actual Santuario, en la calle de San Sebastián. Parece que allí mismo se intentaba edificar definitivamente el Monasterio, pero se desistió por ser un sitio malsano, como lo atestiguó un médico de la época. Se pensó, entonces, en un nuevo traslado. Las gestiones las hizo el padre Alonso Messía para convencer al virrey, el Marqués de Casteldusrius, entregar la casa de la familia De la Maza, donde santa Rosa vivió sus últimos años; la orden fue del 2 de enero de 1709. Lógicamente, gran alegría produjo en las monjas la entrada a este nuevo local, que tenía el recuerdo de los últimos momentos de la Santa. Tenemos noticias que el 29 de julio de 1709 tuvo lugar la ceremonia pública de ingreso de las monjas Rufina Catalina de Loreto, Leonarda de San José yb Josefa Portocarrero Lazo de la Vega al nuevo local. A ellas se les unieron 12 del “beaterio” de Santa María. Otra fecha importante para el Monasterio fue el 17 de mayo de 1710, cuando tuvo por primera vez Priora propia. Concedida la licencia para la elección de Priora, todas pusieron sus ojos en Doña Josefa Portocarrero Laso de la Vega, quien fue nombrada Priora por el reverendo Francisco Alonso Garcés. El ejemplo que dio la Priora fue decisivo para que muchas jóvenes de la elite limeña se animasen al llamamiento a la vida contemplativa. Más adelante, el 5 de mayo de 1718, el arzobispo Soloaga nombró priora a Sor Ana María de Jesús. Se dice que hoy el Monasterio cuenta con una joven descendiente de la familia de Santa Rosa. Se trata de Laura Flores de Oliva, llamada Sor Laura de San Joaquín, hija de Gaspar Flores de Oliva e Isabel de Arsave (jirón Miro Quesada 605, Lima 1).
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Monasterio Santa Catalina de Siena (dominicas)


Señor del santuario de Santa Catalina de Siena

La creación de este monasterio se remonta al año 1589, cuando María de Celis, abuela del Arzobispo de México y de dos provinciales de la orden de los dominicos del Perú, trató de fundar un monasterio de monjas dominicas en Lima, ya que no existía ninguno de esta orden en la capital del Virreinato. Así, doña María comunica su proyecto al Provincial de los Dominicos, el padre Domingo de Valderrama, quien delega el tema al Padre Procurador para que lo ejecute. Se inician los trámites para obtener las licencias necesarias, lo cual no fue tan complicado pues, tanto el papa Sixto V como del rey Felipe II, las otorgan sin mayor dificultad. Pero mientras se estudiaba cómo dar comienzo a la construcción del Monasterio, doña María de Celis muere y los trabajos se detienen por falta de presupuesto.

Pasaron los años y, en 1607, aparece la figura de Rosa de Lima, quien interviene afirmando que, de ser monja, lo sería en el nuevo Monasterio que pronto se ha de fundar. Pero Rosa no solo se conforma con anunciar la fundación. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para cumplir el objetivo. Obtuvo, por ejemplo, parte del terreno para la construcción del Convento y encarga, por medio de los frailes dominicos en Roma, una imagen de Santa Catalina de Siena, la que hasta hoy se exhibe en el coro del Monasterio, pues dijo: “es deseo del Señor, que la nueva casa de oración se ponga bajo esta advocación”. Cuenta la leyenda que en una oportunidad, en sus misiones de caridad, Rosa “se encuentra” con una señora llamada Lucia Guerra de la Daga, de 30 años de edad, y con tres hijos, en quien la Santa vio ser el instrumento elegido por Dios para la fundación del nuevo Convento; y se lo anuncia. Sigue la tradición que, a pesar de la resistencia de Doña Lucia para aceptar el mensaje que Rosa le da de parte de Dios, pasan los años y de pronto se suscita en ella un fuerte impulso para realizar esta obra. De esta manera, se tramitaron nuevamente las licencias y, una vez conseguidas, cede por escritura pública todos sus bienes para el servicio del nuevo Monasterio, y se empieza la construcción.

Lo cierto es que la obra se culmina el año 1624 y se escogieron 33 jóvenes de las muchas que esperaban la apertura de este nuevo monasterio. Al mismo tiempo, el Arzobispo solicita al convento de la Concepción 5 religiosas y 2 del monasterio de Santa Catalina de Arequipa para colaborar en esta fundación. Así, el 10 de febrero de 1624, se abren las puertas de la nueva casa de oración. Para la ocasión, se organiza una gran grandiosa procesión, desde la Catedral, presidida por el Virrey, seguido por el personal del Cabildo y el pueblo limeño. Al día siguiente, teniendo como testigos al Arzobispo y al Provincial de los dominicos, toman los hábitos, para iniciar su noviciado, las hermanas Lucía y Clara Guerra de la Daga, según la Regla de la Orden de Santo Domingo de Guzmán. Al tercer día, visten el hábito otras 33 muchachas. Un año después, las fundadoras, hacen su profesión religiosa. Desde entonces, quedó elegida como Priora del Monasterio Lucía Guerra de la Daga. De esta manera, las religiosas de la Concepción y las del Monasterio de Santa Catalina de Arequipa regresaron a sus respectivos monasterios.

En sus primeros 10 años, el Monasterio de Santa Catalina llegó a tener hasta 300 monjas. Nota curiosa es que en 1629 recibió a la madre de Santa Rosa, con lo que se cumplió otra de sus “profecías” de la Santa: “vos misma, querida Madre, seréis una de las monjas del Convento que se ha de fundar después de mi muerte”. Vistió el hábito y tomó el nombre de Sor María de Santa. María. Se conservan en un oratorio especial los restos de esta religiosa ejemplar. En 1708, a pedido del Arzobispado de Lima, salieron de Santa Catalina, 4 monjas para ayudar en la fundación del nuevo Monasterio de Santa Rosa de Santa María de Lima. Hace poco tiempo, en 1996, 5 monjas cooperan en la fundación de un monasterio en Quillabamba, Cusco. Hoy el monasterio cuenta con casi 30 hermanas y se ubica en el jirón Andahuaylas 1183.

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Monasterio de San José (concepcionistas descalzas, Lima)


El monasterio en los años 30

El 19 de marzo de 1603 se inauguró este monasterio con el nombre de Recoletas Descalzas de San José, de la orden de la Inmaculada Concepción. Su primera abadesa fue Leonor de la Santísima Trinidad, hermana del Marqués de Monatará. La historia cuenta que las impulsoras de esta casa religiosa, desde 1594, fueron Inés de Castro y varias amigas, y que la inauguración fue suntuosa. Las Descalzas de San José se mudaron del Centro, vendieron sus propiedades y lograron tener en efectivo, en 1948, cerca de 1 millón de dólares, lo que significaría en la actualidad unos 20 millones de dólares (el antiguo templo, que data del siglo XVIII, queda en la cuadra 7 del jirón Junín y es de estilo barroco mestizo). Hoy el monasterio se encuentra en la calle Reynaldo de Vivanco 691, urbanización Santa Teresa,Surco. A continuación, algunas imágenes del nuevo local:





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Monasterio de Jesús, María y José (clarisas capuchinas, Lima)


La iglesia, según grabado de 1849

Entre los jirones Camaná y Moquegua hay un templo y un monasterio que pocos conocen. Quizá el contraste entre la fachada de la iglesia, muy austera, y su interior es la respuesta. La fachada, como decíamos, es muy sencilla, con torres pequeñas y tres hornacinas vacías. Definitivamente, no llama la atención. Sin embargo, en su interior hay retablos muy decorados, dedicados a San Cayetano, San Ildefonso, del Calvario con Cristo en la Cruz, de San Francisco de Buenaventura y el del Corazón de Jesús. A su vez, el altar mayor, de un elegante barroco, presenta la Sagrada Familia y algunas imágenes en las hornacinas.

La historia del monasterio se remonta al siglo XVII cuando unos esposos utilizaron una vivienda para recoger a niños huérfanos y jóvenes abandonados. Él, nacido en Chiclayo y sastre de profesión, se llamaba Nicolás Ayllón; su esposa se llamaba María Jacinta Montoya. Con el tiempo, fueron conocidos como Nicolás de Dios y María Jacinta de la Trinidad. Nicolás murió en 1677 y no vio cómo creció su casa, que ya contaba con un pequeño oratorio. Como la casa siguió aumentando, y los recursos no alcanzaban para cubrir los gastos, un vecino adinerado, Francisco Mendoza Cisneros, donó un terreno donde se levantó una capilla, la que entró en servicio el 1 de abril de 1678. Dos meses después, el 17 de junio, un sismo afectó los templos de la ciudad y, nuevamente, Francisco Mendoza y Cisneros donó un sector grande de su casa para construir una nueva capilla, con sacristía, enrejado, coro y comulgatorio. Desde entonces se llamó capilla de Jesús, María y José. El crecimiento de la capilla fue muy rápido y el beatario se convirtió en monasterio. Luego, varios benefactores dieron donativos para continuar la obra y, cuando a inicios del siglo XVIII, llegaron las monjas capuchinas, ya los trabajos estaban muy avanzados (jirón Camaná 765, Lima 1). Sigue leyendo

Monasterio de Santa Clara (Lima)


Iglesia de Santa Clara (grabado de 1849)

Según algunas fuentes, el origen de esta casa religiosa se remontaría al 10 de agosto de 1592 cuando Toribio de Mogrovejo, segundo Arzobispo de Lima, la fundó como beaterio; el Papa la sancionó en 1596. Las monjas vinculadas a su creación fueron Justina de Guevara, Ana de Illescas, Bartola de la Vega e Isabel de la Fuente. Como era de rigor en estos acontecimientos, la fiesta y procesión por esta inauguración fueron solemnes. La fundación oficial del Monasterio fue en 1606 por santo Toribio de Mogrovejo, en 1606, quien impulsó personalmente su construcción.

Ubicado en un extremo de los Barrios Altos (jirón Jauja, cuadra 4), este Monasterio nació con un perfil humilde, pues estaba destinado para las mujeres nativas que quisieran vivir en clausura dedicadas a la contemplación. Se construyó con las limosnas de los indios, los antiguos limeños y, especialmente, por el aporte del portugués Francisco de Saldaña. Cerca de él había un molino donde habría estado –según María Rostworoski- una piedra redonda que sería un ídolo, el famoso “dios que hablaba”, es decir, un oráculo. Recordemos que a unas cuadras está la roca horadada. El monasterio es grande y su iglesia está en emergencia. Las clarisas actuales han sido precavidas y han retirado del templo las imágenes, las bancas y lo han dejado vacío. En su antiguo relicario se guardaba el corazón Santo Toribio, que así lo pidió antes de que encontrara la muerte en Saña. Es famosa también la capilla del Señor de Burgos, una escultura con leyenda y se mantiene por fortuna; los fieles entran por una pequeña puerta que da al exterior. Dicen que en 1765 su imagen se apareció en una visión cuando rezaba en el huerto la madre priora Sor Jerónima de Jesús, y le dijo que quería que se le hiciera en ese lugar una capilla. En la noche ella lo vio nuevamente en sueños indicándole que no se preocupara en buscar escultor que éste lo llevaría. La sorpresa de la madre no tuvo límites cuando se presentó un agustino y le dijo que le traía una talla de un Cristo Crucificado: su precio era de 400 pesos. La madre reunió 300 y le rogó un descuento. Aquel dijo que la imagen era una buena talla y que se la habían pedido para Chile pero no pudo llevarla porque cada vez que embarcaba el mar se encrespaba. No había trato y quiso levantarlo para llevárselo pero no pudo. La imagen había duplicado su peso. Buscó unos hombres y cuando quiso moverlo, la cruz se enraizó en el piso de la portería, de los brazos y del cabezal salieron ramas frondosas y comenzó un tremendo vendaval. Asustado, el autor aceptó la cantidad ofrecida y lo dejó. Actualmente, los devotos de los Barrios Altos visitan la capilla del Señor de Burgos, sobre todo en Semana Santa, y rezan también por la causa de la venerable Úrsula, una novicia negra que –dicen- hizo muchos prodigios. Asimismo, en ocasiones muy especiales, cuando alguien necesita agua bendita, las madres sacan uno de los clavos de los pies del Cristo, lo ponen en agua y rezan tres credos; también limpian sus llagas con algodón para curar a los enfermos. Por último -cuenta la tradición- cuando sale en procesión, abre los ojos y elige a las solteras que ingresarán a la orden. Las Clarisas se mantienen haciendo trabajos de repostería, alfajores, turrones y panteones, pero, lamentablemente, no les alcanza para contratar expertos en restauración (jirón Jauja 449, Cercado de Lima).


Antigua fotografía del claustro de Santa Clara

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Monasterio de las Nazarenas (Carmelitas Descalzas Nazarenas, Lima)

La historia de este monasterio se remonta a 1720 cuando el monarca español, Felipe V, autorizó la fundación del Monasterio de las Nazarenas; la decisión fue también aprobada por la Santa Sede el 27 de agosto de 1727, mediante Bula del para Benedicto XIII. Las monjas observarían la regla de las Carmelitas Descalzas y vivirían, como era el deseo de la madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, como nazarenas. Así, el 18 de mayo de 1730, salieron de la iglesia del Carmen Alto, en presencia del virrey José de Armendariz, marqués de Castelfuerte, tres monjas: Bárbara Josefa de la Santísima Trinidad, como priora; Grimanesa Josefa de Santo Toribio, superiora; y Ana de San Joaquín. En solemne procesión, se trasladaron al nuevo local, donde actualmente están. A partir de esta fecha, quedó establecido el Monasterio, con todos los privilegios y normas de las hijas de Santa Teresa.

Nacida en Guayaquil, Antonia Lucía Maldonado del Espíritu Santo fue una piadosa que intentó fundar un beaterio. Nació el 12 de diciembre de 1646 y, muerto su padre, se instaló con su madre en el puerto del Callao. Aquí se casó con Alonso Quintanilla, pero después de algunos años de matrimonio convinieron en separarse. Él entró en los franciscanos y ella fundó un beaterio que denominó Colegio de Nazarenas, que fracasó por exigencias excesivas de los donantes. Después de un breve paso por el beaterio de Santa Rosa de Viterbo, inició otro nuevo en 1683 en el barrio de Monserrate, junto a un grupo de devotas. En este beaterio permanecieron durante 17 años, y aquí redactó Antonia las constituciones. Según éstas, la finalidad específica de las beatas allí reunidas había de ser la imitación de Cristo paciente, doloroso y afrentado. La expresión interna de esta imitación sería la meditación continua de la Pasión, padecer, sufrir y callar para gloria de Dios y salvación de las almas; y la manifestación externa, el hábito de color morado, una soga pendiente al cuello y la corona de espinas que habían de traer siempre. Salvada esta peculiaridad, en todo lo demás seguirían la Regla y Constituciones de las Carmelitas Descalzas (jirón Huancavelica 515, Cercado de Lima).

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Monasterio de Carmen Alto (carmelitas descalzas, Lima)

Esta orden se remonta al siglo XVI cuando Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz dieron inicio a la nueva familia del árbol del Carmelo (inspirados en los ermitaños del Monte Carmelo). Por ello, desde el convento de las Madres Carmelitas Descalzas de Cartagena, llegaron las seguidoras de Teresa a la Capital del Virreinato para fundar un nuevo monasterio a petición del obispo Agustín Ugarte y Saravia, y de Diego Gómez de Silva y su esposa, Catalina María Doria. Así, el 20 de julio de 1643, las monjas María de San Agustín, Juliana de la Madre de Dios y Lucía de Santa Teresa de Jesús iniciaron su largo viaje y, luego de 3 meses y 21 días, llegaron a Lima el 17 de diciembre de 1643, fecha en que se funda su nuevo Monasterio, siendo el sexto de su tipo en la América Hispana y el convento “madre” de las fundaciones en el Perú. El templo abre sus puertas todos los días, especialmente el mes de julio, consagrado a la Virgen del Carmen. El 16 de julio sale en procesión la imagen de la Virgen del Carmen (jirón Junín 1100, Lima 1).

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Monasterio de Nuestra Señora de la Encarnación (Lima)


Antiguo edificio del monsterio de la Encarnación

Fue el primero de Lima y se fundó (en la calle Concha) el 25 de marzo de 1558 por Leonor de Portocarrero y su hija, Mensía de Hernández Girón, y auspiciado por el padre agustino Andrés de Santa María; gozó con la protección del virrey Andrés Hurtado de Mendoza. Inicialmente tuvo el nombre de Nuestra Señora de los Remedios. Fruto de las donaciones y del prestigio de sus recluidas, la comunidad de monjas pudo comprar la huerta de la Encarnación al capellán de ellas, Diego Sánchez. Así, el 21 de junio de 1562 pudo inaugurarse el monasterio con gran ceremonia. Lima vibró con este acontecimiento. El virrey Conde de Nieva, el arzobispo Jerónimo de Loayza y miles de limeños, en fastuosa procesión, celebraron el inicio del monasterio.

A lo largo de la Lima virreinal fue el convento más poblado. En 1631, por ejemplo, contaba con 233 profesas de velo negro, 37 de velo blanco, 18 novicias, 45 donadas, 34 seglares hijas de nobles y más de 400 mestizas, mulatas, negras y esclavas al servicio de las monjas. Este convento también es considerado el Alma Mater de todos los conventos de clausura que se fundaron en la capital del Virreinato. Prueba de ello es que de él salieron monjas para la fundación del Monasterio de la Concepción (18 de Agosto de 1573); para reedificar y renovar el de monjas Bernardas (21 de febrero de 1579) y para fundar el Monasterio de Santa Clara (10 de septiembre de 1605).


Claustro del desaparecido local del monsaterio de la Encarnación

El problema es que el local del monasterio vivió presionado por el crecimiento de la ciudad, por lo que su área original fue disminuyendo. En 1858 perdieron la mitad del terreno para dar lugar a una estación del tren a Chorrillos en lo que es hoy la Plaza San Martín. Luego, en 1910, le fueron expropiados 3.325 metros cuadrados para prolongar la avenida Nicolás de Pierola. Finalmente, el terremoto de 1940, al que el siguió un devastador incendio, destruyó de tal forma el convento y la iglesia que obligó a las religiosas a vender todo y trasladarse a su nuevo emplazamiento en la cuadra 17 de la avenida Brasil donde, desde el 6 de marzo de 1943, pasó a vivir la comunidad. El nuevo local fue diseñado por el arquitecto Alfonso G. Anderson, los padrinos de la obra fueron el presidente de la república Manuel Prado y Ugarteche y su esposa Enriqueta Garlad, y fue bendecido por el monseñor Pedro Pascual Farfán, obispo de Lima.


Vista interior del actual local del monasterio de las monjas agustinas de la Encarnación en la avanida Brasil (Pueblo Libre)

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Monasterios y conventos en Lima: introducción


Monjas de clausura de las Carmelitas Descalzas

Uno de los temas recurrentes en los informes enviados por las autoridades virreinales a España fue la alusión al excesivo número de conventos construidos en Lima, tanto de órdenes masculinas como femeninas. Casi un tercio de la población limeña estaba formada por curas y monjas, por lo que la historia de nuestra ciudad, en los años del Virreinato, estuvo muy ligada a lo que ocurría dentro y fuera de los muros de estas casas religiosas.

¿Qué estatus tuvo una monja durante el Virreinato? Recordemos que hubo una efervescencia de la religiosidad en el Perú entre fines del XVI y mediados del XVII. En 1700 solo en Lima había 13 monasterios de monjas y 6 beaterios o recogimientos que, según Margarita Suárez, representaban la quinta parte del espacio físico de la ciudad y una fracción similar de la población femenina. Bernad Lavallé establece que el 18,8% de las mujeres limeñas de origen europeo habitaba en los conventos (820 religiosas de 4.359 españolas, sean peninsulares o criollas). A ello habría que sumar el número de sirvientas y esclavas que vivían al interior del claustro y que en muchos casos superaba el número total de monjas.

Si el matrimonio era visto como un estado que permitía la integración social de los géneros, el estado religioso no significaba menos que ello. En teoría, las mujeres adquirían en los conventos una posición social superior a la de una mujer soltera o viuda y equiparable a la de una mujer casada (recordemos que muchas viudas terminaron recluyéndose en estos monasterios para redefinir o “mejorar” su papel en la sociedad).

En 1560 se fundó, formalmente, el primer convento de monjas: Nuestra Señora de la Encarnación. Dos años atrás, era un humilde beaterio y las relaciones entre las fundadoras y la orden de los agustinos (que las protegían) fueron armoniosas, pero, al poco tiempo, estalló entre ambas partes un grave conflicto que aceleró la fundación del convento. ¿Qué ocurrió? Dos hijas mestizas del mariscal Alonso de Alvarado solicitaron se admitiese su ingreso en el futuro convento, para lo que ofrecieron una dote de 20 mil pesos y el compromiso de legar al convento sus herencias. En vista de que la norma prohibía la profesión de monjas de velo negro a todas aquellas que no fuesen hijas de padre y madre españoles, los agustinos ordenaron que se despojase a ambas del hábito y se les devolviese la dote. Hábilmente, las religiosas utilizaron una estrategia eficaz: acudieron al Arzobispo de Lima quien prohibió cualquier tipo de discriminación y el nuevo Monasterio se “independizó” de los agustinos y pasó a depender de la autoridad del Arzobispado. Todo por velar su patrimonio. En adelante, así sería el estatuto de los demás monasterios femeninos que se fundaron en Lima.

El modelo religioso de femineidad se difundió a través de las obras de Luis Vives y fray Luis de León (siglo XVI) y de fray Antonio de Herrera (siglo XVII). Todos partían de la suposición que la mujer tenía un papel esencial en la familia y la sociedad que merecía una cuidadosa atención. El modelo de buena monja difundido por estos moralistas incluía las cualidades deseables en toda mujer: obediente, devota, modesta, discreta, vergonzosa, silenciosa, grave, etc., pero en grado sumo.

Los conventos de monjas adquirieron mucho prestigio y poder. Además, fue el espacio ideal para que estas mujeres ejercieran un manejo efectivo de sus vidas, sortearan la tutela masculina e incluso compitan con los hombres (se podían enfrentar al Virrey, al Arzobispo y a las órdenes masculinas). Como nos recuerda Pedro Guibovich, el poder de estas casas religiosas se notaba cuando había elecciones para votar por la nueva abadesa. Se formaban facciones, había discusión interna y toda la ciudad estaba pendiente del proceso; incluidas sus autoridades. Los conventos fueron unos de los pocos espacios donde hubo libertad de sufragio.

¿De qué vivían estos monasterios? A lo largo de su existencia, recibían dotes, herencias y diversas ayudas, tanto en dinero como en otro tipo de bienes. Casi todas las familias importantes de la ciudad tenían a uno de sus miembros allí. Un monasterio no solo tenía su local sino podía ser propietario de más inmuebles o, incluso, huertos, chacras o haciendas. Lima estaba rodeada de estas unidades agrícolas y muchas pertenecían a estos conventos. Lo producido allí no solo servía para el sustento de las monjas y sus criadas sino también para el comercio. No hay que descuidar, por último, que estas monjas producían y vendían dulces, panes y otros artículos artesanales como ropa o vestidos.

Debido a que estas mujeres se consagraban a Dios (y, por lo tanto, eludían los rigores del matrimonio, la maternidad, la lactancia o cualquier labor doméstica o manual), su expectativa de vida era mayor a la de las demás mujeres. Algunas llegaban a vivir más de 80 o 90 años, edad impensable para una mujer que tuvo que parir media docena de hijos, lactarlos y criarlos.

Actualmente, en la Arquidiócesis de Lima, hay 10 Monasterios de vida contemplativa, con casi 300 monjas consagradas al servicio de Dios; en su mayoría, estas casas religiosas tienen origen colonial. Sigue leyendo