Archivo por meses: abril 2009

En Sydney habrían encontrado la auténtica ‘lista de Schindler’

La noticia ha aparecido hoy en varios medios. Según el diario El País de España, son trece páginas de papel frágil y amarillento que contienen los nombres y las nacionalidades de 801 judíos. Es el documento que ayudó a centenares de trabajadores judíos a escapar de los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. Casi setenta años después, un investigador sostiene haber localizado la lista en una biblioteca de Sydney, entre las notas de trabajo del escritor Thomas Keneally, autor de Schindler’s ark, según informa la edición digital de la cadena británica BBC. La obra de Keneally fue llevada al cine por Steven Spielberg con el título de La lista de Schindler.

“Salvó a 801 personas de las cámaras de gas, es un texto histórico increíblemente conmovedor”, ha señalado Olwen Pryke, co-director de la biblioteca de Nueva Gales del Sur, en Sydney. La lista fue mecanografiada a toda prisa el 18 de abril de 1945, durante los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial, y compilada por Oskar Schindler, poderoso industrial alemán con carnet del partido nazi. Schindler dirigía una fábrica en Cracovia (Polonia) durante la guerra, y empleaba a trabajadores judíos. Horrorizado por la conducta del régimen nazi, intentó persuadir a las autoridades alemanas de que sus trabajadores eran vitales para el esfuerzo de guerra, por lo que no debían ser destinados a los campos de exterminio.

La lista hallada ha sido localizada traspapelada entre notas de trabajo y recortes de periódicos alemanes recopilador por el Keneally. Ni la biblioteca ni el comerciante de libros que les vendió seis cajas de material en 1996 se dieron cuenta de que la lista está oculta entre varios documentos. Keneally consiguió la lista hace casi 30 años en una tienda en Los Ángeles, cedida por una de las personas a las que ayudó Schindler: Leopold Pfefferberg, el obrero judío número 173 de la lista. Pfefferberg quería que el novelista escribiese la historia de Schindler.


Imagen de la película de Steven Spielberg

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El Renacimiento y el Descubrimiento de América ¿un cuento chino?

Vikingos, chinos y europeos se disputan el logro de haber descubierto el Nuevo Continente. Pero, como ya hiciera en su anterior libro, «1421», Menzies insiste en que fue la flota de Zheng He la que halló primero aquel vasto pedazo de tierra que hoy llamamos América. Según el británico, el cartógrafo italiano y secretario del Papa, Paolo Toscanelli, único testigo directo del encuentro entre Eugenio IV y la delegación china, escribió al Rey de Portugal y a Cristóbal Colón sendas cartas en las que les aseguraba que había conocido a unos «hombres cultos llegados de China» que afirmaban la redondez de la Tierra y decían que se podía llegar al Reino Medio «navegando rumbo oeste desde España». En su misiva a Colón, escrita 18 años de que el explorador genovés partiera rumbo a América, Toscanelli escribió: «El viaje no sólo es posible sino que es real, y con toda seguridad aportará honor y beneficios incalculables, una muy grande fama entre todos los cristianos. Pero no se puede saber esto a la perfección si no es por experiencia propia y por la práctica, como yo he podido tener gracias a la información más abundante, valiosa y verdadera de boca de hombres distinguidos y muy ilustrados que han venido aquí desde lejanas tierras». Toscanelli adjuntó el mapamundi chino con el que al parecer Colón llegaría al Nuevo Continente.

Año 1434. El almirante Zheng He y su todopoderosa flota arriban a las costas de la Toscana. Han pasado casi tres años desde que el 19 de enero de 1431 zarparan de Nanjing, antigua «capital del cielo». La mayor expedición jamás conocida surcó el planeta en el siglo XV con un único objetivo: mostrar a los bárbaros cuán inmensamente amplios y profundos eran los conocimientos chinos. En el libro «1431», que acaba de publicar Debate, Menzies plantea una asombrosa revisión de la Historia, con pruebas que sitúan las raíces del Renacimiento en aquellos viajes de exploración chinos. Este ex oficial de la Marina británica, autor del éxito editorial «1421», ha dedicado los últimos 19 años a viajar alrededor del mundo y reconstruir las expediciones chinas del siglo XV. Según su revolucionaria tesis, aquellos hombres aportaron «la chispa» de conocimiento que prendió el fuego del Renacimiento.

En el año 1434, fecha en la que el embajador Zheng He desembarca en la Toscana, China era la reina de los mares y la mayor potencia planetaria. La de los chinos era una civilización milenaria, que hacía siglos había descubierto la pólvora, desarrollado complejos sistemas de canalización y riego, ideado sofisticadas máquinas civiles y militares, y había inventado la imprenta. Cuando llegaron a Florencia, lugar en el que se entrevistaron con el Papa Eugenio IV, aquellos orientales se encontraron con un continente que empezaba a salir de mil años de estancamiento tras la caída del Imperio Romano.

«En el siglo XIV Florencia era un lugar atrasado. Pero entre 1413 y 1470 produjo una serie de obras tan majestuosas que casi seis siglos después todavía lo dejan a uno sin aliento», señala Menzies en su libro, para a continuación plantear el «quid» de la cuestión: «¿Por qué prendió el Renacimiento en esa pequeña ciudad italiana? ¿Y por qué en aquel preciso momento?». Alejado de la ciencia ficción, Menzies documenta sus investigaciones con mil y una pruebas, algunas de las cuales niegan la autoría de la mayor parte de los inventos atribuidos a Leonardo da Vinci.

«Todo prospera y se renueva, pero los Países Extranjeros situados muy lejos, allende los mares, no han oído y no saben», reza el edicto fechado el 29 de junio de 1430, por el cual el emperador chino ordenaba llevar a los bárbaros el mensaje de respeto y sumisión debidos a su reino. Zheng He se entrevistó con el Papa en Florencia para transmitir a Europa conocimientos que resultarían trascendentales para el renacer europeo.

Mapas del mundo que describen los cinco continentes, tablas matemáticas que permiten calcular longitudes y latitudes, teorías que desarrollan el heliocentrismo… Todo ello, a bordo de los barcos chinos. Destaca un documento: el «Nung Shu», una enciclopedia de 1313 que compilaba los diseños de todo tipo de maquinaria civil y militar, y cuyos dibujos copiaría un tal Paolo Taccola. «Un italiano que vive en un pequeño pueblo, que no ha ido a la Universidad y que jamás ha visto el mar… ¿Cómo puede él haber diseñado un helicóptero o un buque de guerra?», se pregunta Menzies, para quien la expedición china —integrada por traductores, astrónomos y geógrafos— era una suerte de «universidad flotante» que contenía «más saber intelectual que cualquier universidad de la época». A juicio del autor, aquella delegación aportaría la base que luego desarrollaron genios del Renacimiento como Copérnico, Kepler o el propio Leonardo.

Adptado del diario ABC de España (05/04/09)


Mapa de Toscanelli

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400 años del telescopio: instrumento científico y adorno de príncipes

GALILEO PUBLICÓ HACE 400 AÑOS EL “MENSAJERO SIDERAL”, EN EL QUE ANUNCIABA CÓMO SE VEÍA EL CIELO CON UN NUEVO INSTRUMENTO

En mayo de 1610 el catedrático de Matemáticas de la universidad de Padua, Galileo Galilei, publicó en Venecia un librito, apenas 30 páginas en latín, titulado Sidereus Nuncius (Mensajero Sideral). El éxito de este tratadillo fue inmediato, los 550 ejemplares de la edición se vendieron en pocos días, también lógico y natural. Daba noticia del nuevo aspecto que los cielos ofrecían cuando se observaban con un nuevo y original instrumento que aproximaba y agrandaba los objetos lejanos: la Luna no era lisa pues mostraba montañas y valles, muchas y nuevas estrellas aparecían donde antes sólo había oscuridad, la Vía Láctea no era una mancha lechosa, sino un conjunto casi infinito de pequeños puntos luminosos, y el planeta Júpiter ya no estaba sólo, sino acompañado por cuatro pequeños puntos que giraban a su alrededor. Todas estas novedades las había podido contemplar Galileo entre el otoño de 1609 y los dos primeros meses de 1610, gracias a un perspicilli, telescopio, construido por el propio matemático.

La aparición del Sidereus Nuncius representó uno de los momentos decisivos en la historia de la ciencia, pues las nuevas imágenes celestes que presentaba echaban por tierra convicciones seculares y lanzaban a la Europa culta a un torbellino de debates. Por otro lado, un tosco tubo con dos lentes de escasa calidad se había convertido, en manos de un hombre de ingenio, quizás en el más perturbador y revolucionario instrumento científico de todos los tiempos.

La consecuencia casi inmediata es que numerosos astrónomos europeos procuraron hacerse con ejemplares de ese nuevo instrumento óptico. Antes de concluir 1610 ya constan, por ejemplo, las observaciones realizadas empleando telescopios por jesuitas del Colegio Romano o del convento de San Antón en Lisboa.

Un mérito “merced a la gracia de Dios”.- Por otro lado, pronto se suscitó la polémica sobre la identidad del inventor. Aunque Galileo se atribuyó ese mérito, “merced a la gracia de Dios que primero me iluminó el entendimiento”, según sus propias palabras, hoy se conoce con certeza que ejemplares de telescopios fueron fabricados en distintos lugares de Europa por maestros constructores de “visorios” o gafas desde los últimos años del siglo XVI. Ya en 1618 un discípulo de Galileo llamado Girolamo Sirtori y autor del primer tratado sobre telescopios, Telescopium sive Ars perficiendi novum illud Galilaei visorium instrumentum ad Sydera, comenta en esta obra la dificultad de determinar quién había sido el inventor y rechaza que lo fueran ciertos holandeses, como Hans Lippershey, Jacob Metius o Zacarías Jansen, pues tiene constancia de la existencia de constructores anteriores. Así, afirma que él había conocido en Barcelona a Joan Roget, perteneciente a una familia de constructores de telescopios que llevaba varias décadas en esa labor, y que el maestro catalán le había permitido examinar uno de los telescopios que había fabricado hacía ya bastantes años.

Es aún más sorprendente e intrigante lo que afirma Sirtori unas páginas más adelante: cuando en 1611 midió las lentes del telescopio que poseía el archiduque de Baviera Maximiliano I y que había sido fabricado por Galileo comprobó que eran idénticas a las del telescopio construido por Roget bastantes años antes.

“Constructor de visorios”.- Posiblemente nunca se pueda determinar quién fue el primer “maestro constructor de visorios” que tuvo la ocurrencia de colocar una lente delante de otra y comprobar los resultados al alejarlas o aproximarlas, pero sí sabemos que en la segunda década del siglo XVII se fabricaban telescopios de distintos tamaños en las principales ciudades europeas. Una de las referencias más claras sobre este tema se encuentra en el Diálogo IV En que se trata de los antojos visorios o cañones con que se alcanza a ver a distancia de muchas leguas contenido en la obra Uso de los antojos para todo género de vista, escrita por el licenciado cordobés Benito Daza de Valdés y publicada en Sevilla en 1623. En este texto, el segundo que se escribió en Europa sobre telescopios, el autor muestra un taller sevillano en el que se fabricaban telescopios de doce tamaños diferentes, desde el pequeño de “cuatro dedos de largo” hasta el de “cuatro varas”, en función de la lejanía del objeto que se quisiera observar.

Los telescopios utilizados por los astrónomos se montaban en tubos de cartón o de madera, frecuentemente forrados en piel o tela. Los burgueses ricos, los nobles y los príncipes muy pronto se hicieron con bellos y lujosos instrumentos con monturas metálicas, pagando por ellos elevadas cantidades, unas veces para adornar sus gabinetes, otras para ofrecerlos como exquisitos presentes a los personajes más poderosos, como Felipe III, Paulo V o Cosme de Médicis.

Adaptado del diario El País de España


Cubierta del libro ‘Uso de los antojos’, escrito por Benito Daza de Valdés y publicado en Sevilla en 1623

El primer telescopio en la historia de la pintura
Si se desea contemplar un telescopio de los que poseía la nobleza en los inicios del siglo XVII, en el Museo del Prado de Madrid hay un lienzo terminado en 1617 por Jan Brueghel y por Rubens, El sentido de la vista. En un gabinete repleto de objetos, muchos de ellos instrumentos científicos, aparece en primer plano, quizás por primera vez en la historia de la pintura, la imagen de un telescopio de aspecto sorprendentemente moderno. Detrás, sobre una mesa, los pequeños retratos de sus dueños pintados por Rubens, la hija de Felipe II Isabel Clara Eugenia y su esposo y primo el archiduque Alberto. A la derecha y en el suelo, el retrato del marqués de Spínola, servidor de los Gobernadores de los Países Bajos y quien les regaló el telescopio.

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Los liberales, los indios y la República criolla

Los liberales idealizaron la propiedad privada. Su difusión, creían, liberaría a los hombres de la servidumbre, enriquecería el tesoro público y crearía una nación de ciudadanos altamente productivos. Por ello, el derecho de los indios a poseer tierras en comunidad, perpetuaba, en su opinión, una economía primitiva. Si los indios iban a ser ciudadanos plenos, libres e iguales, tanto ante la ley como en las relaciones sociales, tenían que convertirse en propietarios individuales. La idea era crear una sociedad burguesa rural, como la burguesía rural francesa posrevolucionaria o el pequeño propietario agrícola norteamericano antes de la guerra de Secesión.

En otras palabras, la ideología liberal consideraba que los indios eran un obstáculo para la formación de las nuevas nacionalidades. Era preciso destruir la autonomía e identidad que las comunidades campesinas habían heredado desde el siglo XVI a fin de que sus pobladores se integren a la “nación” mediante la participación política y económica. Incluso, cuando en 1825 Bolívar intentaba dar un contenido social y agrario a la Independencia, quiso repartir las tierras comunales entre los indios y los propietarios privados. En el caso peruano, sin embargo, como las grandes haciendas ocupaban ya la mayor parte de las tierras de mejor calidad, los decretos del Libertador no tuvieron otro efecto que hacer más vulnerables a los indios, porque darles tierras sin capital, sin instrumentos de labranza y sin protección era ponerlos en camino de endeudarse con otros propietarios más solventes (poderosos), a los que al final habrían de entregar sus tierras para saldar las deudas contraídas e incluso trabajar para ellos como peones endeudados.

De este modo, el siglo XIX fue testigo de la paulatina desintegración de muchas comunidades indios, mientras que las haciendas se apoderaban de sus tierras y absorbían a sus trabajadores. Similares casos se vieron en México o Colombia, países donde la legislación liberal trató de destruir las identidades comunales con el objeto de poner en circulación las tierras de los indios y obligarlos a salir de su medio original y lanzarlos a la sociedad del laissez faire.

La doctrina liberal, entonces, llevada a la práctica, no trajo la expansión de la propiedad privada sino del latifundio, y profundizó, de esta manera, la división entre pobres y ricos en el mundo rural. Los campesinos indígenas poco pudieron hacer con sus bajos recursos frente a este despojo. Teóricamente podían librar una batalla legal, que con frecuencia resultaba inútil, o emigrar a zonas menos controladas u optar por la rebelión. La mayoría tomó el camino de la resignación; pero hubo quienes se inclinaron por la violencia contribuyendo así a la intranquilidad social que caracterizó a la región durante el siglo XIX.

Pensamos que la situación del indio luego de la Independencia no mejoró, incluso empeoró, con la República. Por lo menos en la época colonial había una legislación que los amparaba, que protegía sus tierras comunales. Ahora, con la idea liberal de homogeneizar a toda la población como “ciudadanos”, los indios quedaron expuestos a las ambiciones de los más poderosos (los terratenientes agrícolas y ganaderos) que, aprovechando estas medidas liberales e “igualitarias”, se apropiaron de las tierras comunales, como sucedió en la sierra sur del Perú. En efecto, como los terratenientes controlaban a los jueces de su localidad, no puede sorprender que la ley resultara en su provecho. Títulos de propiedad fueron también a parar a la clientela política de caudillos y gobernantes en premio a su lealtad. De otro lado, algunos inversionistas extranjeros se beneficiaron de esta legislación “liberal”. Incluso la abolición del tributo, dada por Ramón Castilla en 1854, fue, contradictoriamente a lo que se piensa, una medida contraproducente para los indios. El antiguo tributo los obligaba a producir excedentes y participar en el mercado para conseguir dinero. Ahora, sin el tributo, se refugiaron en una economía de subsistencia, es decir, se volvieron más pobres y, por consiguiente, más vulnerables. Ni siquiera a las poblaciones urbanas benefició la abolición del tributo. Como los indios ya no estaban obligados a producir excedentes muchos alimentos escasearon produciéndose una inflación de precios en las ciudades.

Según los censos republicanos, hasta inicios del siglo XX, más del 80% de la población peruana era rural. En el campo, los indios seguían viviendo en un mundo arcaico y tradicional, y sometidos a la autoridad o al abuso del hacendado y el prefecto del lugar; solo los indios que pudieron bajar a la costa a trabajar en una hacienda azucarera o algodonera pudieron tener contacto con la modernidad al integrarse al llamado “proletariado rural”. Si se quedaban en la sierra podían vivir en una hacienda, en condiciones de trabajo servil, o al interior de sus comunidades.

La hacienda, en efecto, era el eje de la vida social y económica. No contamos con cifras precisas pero es probable que hacia 1900 existieran casi 4 mil haciendas en el país con una población de medio millón de habitantes, en su mayoría indios analfabetos. Las cifras sobre el número de comunidades campesinas también son aproximadas: se calcularon casi 2 mil hacia 1920. Un detractor de estas comunidades fue Francisco Tudela y Varela, quien en su obra Socialismo peruano las condenaba por improductivas, debido a que allí se difundía el alcoholismo, la ociosidad y el fanatismo. Señalaba, además, que en ellas estaba concentrada gran parte de la población indígena y que constituían un germen de retraso en el país. A la postura de Tudela se contrapuso la de Manuel Vicente Villarán, quien sostuvo que la comunidad era la única protección del indio frente al blanco, la única manera de tener su propia organización, prescindiendo des su integración como trabajador en la hacienda del terrateniente.

Como explicamos más arriba, los hacendados o gamonales buscaron expandir sus propiedades con la finalidad de incorporar tierras, rebaños y hombres, siempre a costa de las comunidades. Una familia común de campesinos trabajaba en su comunidad, en las tierras de un hacendado, tenía un pequeño rebaño y, por último, tejía. De preferencia eran las mujeres las que cumplían la tarea de hilado y tejido. Podríamos decir que la vida de los campesinos en la sierra casi no había variado desde la época virreinal; solo sabemos que los campesinos habitantes del Valle del Mantaro gozaron de cierta independencia económica, y de una muy tenue “occidentalización”, gracias al comercio lanero.

Gamonal y gamonalismo han formado parte del habla cotidiana en el Perú. El primero alude a un individuo y el segundo a un sistema. El sistema se basó en una explotación con rasgos feudales de los campesinos ubicados dentro o fuera de las haciendas, especialmente en las ubicadas en los departamentos de la sierra sur.

El perfil de estas haciendas estaba dado por la pobreza y la casi total exclusión cultural de sus peones agrícolas. En este sentido, la hacienda andina se caracterizó por su escasa productividad, baja rentabilidad y derroche de fuerza de trabajo. La explotación del gamonal sobre sus peones era una mezcla de autoritarismo (relaciones de subordinación y servidumbre) con paternalismo. Incluso los propios gamonales -en su mayoría mistis o mestizos- podían hablar quechua y compartir muchas de las costumbres ancestrales andinas.

De este modo, los gamonales terminaron ostentado un apreciable poder local (muchos llegaron a ser senadores o diputados, alcaldes o prefectos) y dirigieron fuerzas “paramilitares” para imponer su dominio sobre los campesinos y aún enfrentar las amenazas del Estado central. Asimismo, trataron de legitimarse siendo exageradamente católicos y piadosos con la Iglesia y sus representantes (el cura o párroco local). Desafiaron el centralismo y en ocasiones apoyaron el federalismo. En todo caso se trató de un fenómeno exclusivamente republicano y criollo gestado a lo largo del siglo XIX.


Indios cargadores (foto Martín Chambi)

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Salvemos el Puente Trujillo!

Un gentil lector me escribió esto hoy día: ESTIMADO JUAN LUIS, ACABO DE LEER UNA NOTICIA QUE ME HA DEJADO ESTUPEFACTO. LA MUNICIPALIDAD DE LIMA VA A DEMOLER EN ESTOS DIAS EL TRADICIONAL PUENTE TRUJILLO. ME PARECE INACEPTABLE DEMOLER EN VEZ DE RESTAURAR. EL MUNICIPIO DEBERIA PONER TODO SU ESFUERZO EN SALVAR UNA DE LAS ZONAS MAS TRADICIONALES Y CONOCIDAS DE LIMA. DEMOLER ES EL CAMINO MAS FACIL Y DE MAYOR GANANCIA PARA LAS EMPRESAS CONSTRUCTORAS. PERO ESTAMOS HABLANDO DE LA MEMORIA VISUAL DE LIMA, DE LA MEMORIA HISTORICA DE UNA CIUDAD. CREO QUE ES NECESARIO PASAR LA VOZ DE ALERTA. NO SE PUEDE AVISAR UNA SEMANA ANTES DE SEMEJANTE ATENTADO URBANO EN LIMA.

Hoy apareció en El Comercio de Lima la siguiente noticia: La Municipalidad de Lima desmontará y demolerá el sector principal del puente Trujillo que atraviesa la Vía de Evitamiento debido a que su estructura, actualmente cerrada para el tránsito vehicular, se encuentra sumamente deteriorada. El plan contempla la colocación, a largo plazo, de una moderna plataforma de concreto que soportará sin problemas el flujo peatonal y vehicular. Los trabajos, en los que se invertirán S/.2,5 millones, se realizarán en horario nocturno, entre las 11:30 p.m. y las 6 a.m., durante los días feriados de Semana Santa. La demolición comenzará cerca de la medianoche del miércoles 8 y se prolongará hasta la madrugada del domingo 12. Durante los trabajos —se contará con tres grúas de 100, 80 y 45 toneladas— se restringirá el tránsito vehicular en ambos sentidos de Evitamiento, entre Caquetá y el Puente Huánuco. Los conductores deberán tomar vías alternas. Se colocará un puente peatonal metálico provisional que servirá para el tránsito de personas mientras duren las obras.

Es el colmo que con tantos recursos tecnológicos que hoy existen se pretenda demoler, por “daños estructurales”, buena parte del histórico Puente Trujillo, construido en 1766 y que une al Cercado con el Rímac, y que nadie diga nada. Desde aquí nuestra protesta ante una administración de Lima Metropolitana que ha demostrado, desde que se instaló, una total ignoracia de la tradición, de la historia (recordemos el vergonzoso traslado del monumento a Pizarro, la construcción de un “zanjón” en la evenida Grau cuando dicha arteria fue construida para otros fines o la desaparicón del Óvalo Balta en Baranco), en pos de un dudoso proyecto de modernidad para Lima, con fines electorales y con presupuestos que cada día se “inflan” más por razones que nadie entiende. Hoy es el Puente Trujillo, mañana será el Puente Balta (quizá por las mismas razones) y así con cada “vejez” que es un estorbo para esa Lima de acero, concreto, neón y total falta de buen gusto que pretende quien hoy ocupa la silla de Nicolás de Rivera.

COMENTARIO DE ÚLTIMO MOMENTO.- Hoy sábado, diversas noticias aparecidas en los medios periodísticos insisten en que las remodelaciones del Puente Trujillo serán sólo en su estructura de concreto y no en la parte histórica. Esperemos que sea cierta esta información; también estaremos pendientes de lo que se haga con el puente Balta. En lo que sí nos reafirmamos es en nuestra crítica global a la actual gestión de la Alcaldía Metropolitana de Lima.


El Arco del Puente, ya desaparecido, era la antigua entrada al Puente Trujillo en dirección al Rímac

El puente hace 100 años

Otra imagen del puente de principios del siglo XX

Vista actual del Puente Trujillo

Otra imagen actual del viejo puente colonial

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Notas sobre la revista MUNDIAL

El 28 de abril de 1920, apareció la revista semanal Mundial, cuya dirección estuvo a cargo del periodista Andrés Aramburú Salinas. La revista llegó a los 576 números, se publicó hasta el 4 de septiembre de 1931 y se imprimía en los talleres de la Imprenta “La Opinión Nacional” (calle de las Mantas 152). Con gran despliegue gráfico, Mundial tuvo tres áreas bien definidas:

a. Una sección mundana, e veces frívola, de la vida de la lata sociedad limeña.
b. Una sección política, con opiniones que variaban según las circunstancias aunque, en promedio, comprometida con los logros de la Patria Nueva.
c. Una sección con contenido intelectual.

Más que ninguna otra revista, Mundial supo captar las fiestas, las manifestaciones públicas, los agasajos, el aroma y el espíritu del Oncenio de Leguía. Su carátula reproducía alguna obra de arte ya presentada en alguna exposición; cada número, además, insertaba una composición musical de moda. Pero, como señalábamos, lo más importante es que en sus páginas se presenta la documentación gráfica más importante de los hechos que marcaron la historia de la década de 1920 en el Perú y el mundo.

En Mundial encontramos artículos de los escritores nacionales más importantes de la época como José Carlos Mariátegui, César Vallejo (con su correspondencia europea), José Gálvez (con sus crónicas evocativas), Luis Alberto Sánchez, Jorge Guillermo Leguía, José Santos Chocano, Jorge Basadre, Aurelio Miro Quesada, Martín Adán, Xavier Abril, Catalina Recavarren, Raúl Porras Barrenechea, Percy Gibson o Estuardo Núñez. Gran parte de sus magníficas caricaturas fueron hechas por Jorge Vinatea Reynoso. La crónica social estuvo a cargo de Alberto Jiménez Correa y Federico Távara. Federico Ortiz Rodríguez tuvo a su cargo la parte obrera y las “Cartas de Rucio” de Humberto del Águila fueron comentarios en prosa cervantina de las noticias nacionales e internacionales.

Este semanario compitió con el ya existente Variedades (1908-30) y con otras revistas aparecidas durante el “Oncenio” como Hogar (1920-21), Mundo Ilustrado (1922), Perricholi (1925-26), La Revista (1927-28) y La Revista Semanal (1928-30). Lamentablemente, el fin de Mundial se debió a que después de 1930, tras la caída de Leguía, su director inició una campaña para que el líder de la Patria Nueva recibiera, por su edad y su enfermedad, un trato justo. Las represalias políticas, por esta petición humanitaria, impidió que siguiera apareciendo esta importante publicación.

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Así ven en España el tema marítimo entre Chile y Perú

EL OCEÁNO QUE DIVIDE A PERÚ Y CHILE

La demanda que Lima ha interpuesto en La Haya contra Santiago para reclamar un área marítima ha enfriado las relaciones bilaterales de los países

La victoria de la selección chilena de fútbol el domingo ante el combinado peruano no fue un triunfo más. Era el primero en 24 años de partidos entre ambos equipos. Y llegaba en un momento especial, después de diez días de tensiones a raíz de la decisión del Gobierno de Alan García de interponer una demanda contra Chile en La Haya en la que reclama la soberanía de 35.000 kilómetros de área marítima. Aunque las aguas parecen haberse calmado, la tempestad golpeó de lleno las relaciones de ambos países, y salpicó a un tercero, Bolivia, en un complicado juego diplomático a tres bandas.

Según la versión oficial, la pretensión de Perú es lograr una resolución judicial que dibuje los límites marítimos, puesto que ellos sólo los consideran pesqueros. Para Santiago, sin embargo, los límites ya fueron fijados en una declaración de 1952 y en otra de 1954. La demanda abarca una extensión del océano Pacífico en la zona fronteriza entre las ciudades de Tacna (Perú) y Arica (Chile). Esta localidad perteneció a Perú hasta la Guerra del Pacífico (1879-1884), en la que Chile arrebató a Bolivia su territorio de costa, situado al sur de Arica. Una eventual declaración a favor de Perú bloquearía cualquier posibilidad de salida al mar para La Paz.

“Buscamos una solución pacífica, de equidad, a un tema que lleva anclado muchos años”, defiende en conversación telefónica con EL PAÍS el canciller peruano, José García Belaúnde, quien al ser preguntado acerca de qué tiene que perder Perú en este tema, responde tajante: “No tenemos nada que perder, hemos hecho una oferta de paz para solucionar un asunto”, insiste.

Su homólogo chileno, Mariano Fernández, discrepa: “La pretensión peruana de hacer un trazado distinto del existente está alejada de la realidad de lo que ocurre en toda la costa del Pacífico de nuestra subregión. De norte a sur de la costa del Pacífico, en América del Sur, existe un sistema jurídico de límites marítimos fijados sobre los paralelos. Perú quiere introducir ahora otra figura geográfica, lo que francamente carece de consistencia”, argumenta Fernández a este periódico.

Más allá de lograr o no recuperar los 35.000 kilómetros de área marítima, hay quien piensa, sobre todo desde la vertiente chilena, que la demanda de Perú ha de interpretarse en clave interna. “Uno de los motivos es detener el avance nacionalista de Ollanta Humala [líder del Partido Nacionalista Peruano y rival presidencial de Alan García en las últimas elecciones]”, explica Cristian Garay, profesor de la Universidad de Chile. Desde el inicio de su segundo mandato en julio de 2006, García ha sufrido el desgaste de los grupos nacionalistas. Su popularidad, que ha remontado los últimos meses, estaba por los suelos. El argumentario antichileno da bastantes réditos en Perú, por lo que la demanda puede catapultar de nuevo al líder del APRA. A pesar de todo, el canciller García Belaúnde niega esta posibilidad. “El presidente no tiene otros problemas que no tengan otros Gobiernos. No lo manejamos en clave interna”, enfatiza.

Chile, cuyas relaciones con el mundo son excelentes, pero muy complicadas con sus vecinos, no ha impugnado aún la competencia de La Haya -tampoco lo ha descartado, según confirma el propio canciller- porque se encuentra dentro del plazo de tres meses para presentar lo que se denominan excepciones preliminares, es decir, hasta el 19 de junio. Aunque en un primer momento, la no impugnación se ha considerado como una primera derrota chilena, para muchos analistas la presentación de la memoria de Perú es muy débil y los argumentos chilenos, bastantes sólidos como para dejar actuar a la Corte Internacional en una primera instancia. Chile podría pedir la incompetencia de La Haya durante la contramemoria, en un plazo de un año, o durante el juicio oral.

Aunque no se trata de un proceso negociador, Chile ha puesto a trabajar un fuerte equipo diplomático, encabezado por la segunda autoridad de la Cancillería, el subsecretario Alberto Van Klaveren. La demanda es una cuestión de Estado en Chile, apenas hay voces disonantes entre las distintas formaciones políticas.

En todo este mar de roces entre ambos países, hay un tercero, Bolivia, que no se ha querido mantener al margen y ha provocado un conflicto triangular. Si La Haya diese la razón a Perú en su demanda, se bloquearía una de las posibles salidas al mar que tanto ansía La Paz. La crítica a la actuación de Lima ha llegado a poner de acuerdo a políticos enfrentados permanentemente con el ex presidente Jorge Quiroga o el actual mandatario, Evo Morales. Si ejecutivo no descartó la semana pasada la posibilidad de llevar también a La Haya su exigencia. “Si fuese boliviano, yo lo haría”, asegura Cristian Garay, quien reconoce que “es más compleja” la petición de La Paz que la de Lima.

Aunque ambos Ejecutivos niegan un enfriamiento de las relaciones bilaterales, Alan García y la presidenta chilena, Michelle Bachelet, apenas han tenido contacto estos días. Pero lo cierto es que el tejido empresarial chileno en Perú es fuerte. En medio de una crisis económica profunda, es una garantía, según los analistas, de que no van a permitir que el caso vaya a más.

Tomado de El País de España

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Reflexiones sobre Perú, Chile, la guerra y los límites (2)

Cuando culmino de dictar las causas del conflicto de 1879, me centro en las heridas dejadas por la guerra y las condiciones del Tratado de Ancón, que no tenían cuándo cicatrizar. Recordemos que el problema era cómo definir los términos para la celebración del plebiscito que decidiera el futuro de las provincias de Tacna y Arica. Asimismo, muestro cómo, desde inicios del siglo XX, la política chilena estuvo destinada a hacer fracasar la consulta popular desarrollando la nefasta política de “chilenización” de los territorios ocupados, organizando la migración de ciudadanos chilenos y hostilizando a la población peruana. Ambas situaciones fueron comprobadas por los miembros de las comisiones mediadoras estadounidenses por lo que, en 1922, se decidió someter el caso al arbitraje de los Estados Unidos.

El gobierno de Washington se inclinó por la realización del plebiscito señalando que debían votar todos los peruanos y chilenos con dos años de residencia en las zonas ocupadas. Chile, que había llevado gran cantidad de sus ciudadanos, estuvo de acuerdo. Sin embargo, cuando el gobierno de Santiago se dio cuenta, gracias a los cálculos de la votación, que perdería la consulta prolongó el asunto hasta que los delegados arbitrales decidieron no celebrarla en tales condiciones.

En 1926 el general William Lassiter -sucesor del general John Pershing en la delegación arbitral- concluyó que era imposible convocar al plebiscito, dejando entrever que Chile era culpable del impasse. En 1928, por un pedido expreso de Washington, se reabrieron las embajadas en Lima y Santiago, insinuándose así los primeros pasos a un arreglo. Por fin, casi después de medio siglo, la seria cuestión sería resuelta por el Tratado de Lima que sancionó la renuncia al fracasado plebiscito. El tratado significó la pérdida de Arica y la recuperación de Tacna al territorio peruano. Un protocolo complementario terminó obligando a Chile construir un “malecón de atraque” en Arica para uso del Perú y darle allí franquicias propias de un puerto libre.

En este sentido, me parece pertinente insistir en que Leguía quiso disimular su participación en las negociaciones a fin de evitar responsabilidades en el acuerdo y hacer creer a la opinión pública que la decisión se debió a las negociaciones norteamericanas (¿presión norteamericana?). Asimismo, insisto en que, finalmente, se impuso el deseo chileno de ponerle fin a la contienda defendiendo la tesis de la partición territorial. Esto lo matizo diciendo que en Chile el Tratado del 29 es visto como una derrota diplomática pues si bien el Perú renunció a Arica, no dejó de tener presencia en dicho puerto.

Es importante recordar aquí que el Tratado del 29 se firmó cuando el Perú vivía bajo la figura omnipotente de Leguía. Nunca el personalismo había adquirido tanta dimensión en la política peruana. Con la crisis económica desatada entre 1828 y 1829, esa omnipotencia se transformó en hartazgo generalizado. El Congreso no corrió mejor suerte. La Constitución del 20 suprimió la renovación por tercios del parlamento para ser implantada la renovación total. De esta manera, arrinconada la oposición, el Congreso se convirtió en el reducto de los amigos del Presidente a quienes se les ofrecía la representación de tal o cual provincia o departamento. Así se comprende cómo el Congreso pudo aprobar medidas tan polémicas como las concesiones a la International Petroleum de los yacimientos de la Brea y Pariñas, las dos reelecciones de Leguía y, obviamente, los arreglos con Colombia y Chile.

El Tratado de 1929 sancionó la pérdida definitiva de Arica para el Perú. A 80 años de firmado el acuerdo, ¿era posible otro arreglo del que se dio? Si revisamos el contexto, creemos que no:

1. Se había agotado la posibilidad del plebiscito
2. Se había agotado la posibilidad del arbitraje
3. La crisis económica de 1928 y 1929
4. La política de Washington de que América Latina resuelva sus conflictos limítrofes dentro de los intereses norteamericanos
5. La política de Leguía de resolver todos nuestros problemas fronterizos como otro punto de partida para fomentar el “progreso”

Según Alberto Ulloa, el Tratado de Lima o Tratado del 29 puso fin a “las consecuencias materiales, jurídicas y morales de la Guerra de 1879”. Nosotros discrepamos con la sentencia de Ulloa. El Tratado del 29 puso fin a las consecuencias jurídicas pero no a los efectos materiales y, menos aún, a los daños morales de la guerra.

Una reflexión final: Hoy la historia no tiene por qué cargar con el patriotismo. La historia “patriótica” solo era entendible en el contexto de la creación y consolidación de los estados-nacionales en los siglos XIX y buena parte del siglo XX. Hoy debe verse la historia como una disciplina académica que debe acercarse a la realidad, sea como ella fuere. Solamente en ese nivel ético puede moverse el historiador, como en un plano ideal, aunque esté lleno de baches que no pueden evitarse, porque la objetividad absoluta no existe y siempre están las falsas percepciones de cada uno. A pesar de ello, no podemos renunciar a la objetividad pues en caso contrario quedaríamos entregados a la arbitrariedad. Recordemos que entre los peores factores de distorsión se encuentra la emotividad y toda “historia patriótica” está cargada de ella. Soy partidario de revisar el conocimiento histórico, tarea más problemática en Perú y Bolivia que en Chile. Pero debe ser intentada de cualquier manera por respeto a la disciplina histórica y por razones prácticas en un mundo que busca la integración como base del futuro.


Arica a inicios del siglo XX

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