Reflexiones sobre Perú, Chile, la guerra y los límites (2)

Cuando culmino de dictar las causas del conflicto de 1879, me centro en las heridas dejadas por la guerra y las condiciones del Tratado de Ancón, que no tenían cuándo cicatrizar. Recordemos que el problema era cómo definir los términos para la celebración del plebiscito que decidiera el futuro de las provincias de Tacna y Arica. Asimismo, muestro cómo, desde inicios del siglo XX, la política chilena estuvo destinada a hacer fracasar la consulta popular desarrollando la nefasta política de “chilenización” de los territorios ocupados, organizando la migración de ciudadanos chilenos y hostilizando a la población peruana. Ambas situaciones fueron comprobadas por los miembros de las comisiones mediadoras estadounidenses por lo que, en 1922, se decidió someter el caso al arbitraje de los Estados Unidos.

El gobierno de Washington se inclinó por la realización del plebiscito señalando que debían votar todos los peruanos y chilenos con dos años de residencia en las zonas ocupadas. Chile, que había llevado gran cantidad de sus ciudadanos, estuvo de acuerdo. Sin embargo, cuando el gobierno de Santiago se dio cuenta, gracias a los cálculos de la votación, que perdería la consulta prolongó el asunto hasta que los delegados arbitrales decidieron no celebrarla en tales condiciones.

En 1926 el general William Lassiter -sucesor del general John Pershing en la delegación arbitral- concluyó que era imposible convocar al plebiscito, dejando entrever que Chile era culpable del impasse. En 1928, por un pedido expreso de Washington, se reabrieron las embajadas en Lima y Santiago, insinuándose así los primeros pasos a un arreglo. Por fin, casi después de medio siglo, la seria cuestión sería resuelta por el Tratado de Lima que sancionó la renuncia al fracasado plebiscito. El tratado significó la pérdida de Arica y la recuperación de Tacna al territorio peruano. Un protocolo complementario terminó obligando a Chile construir un “malecón de atraque” en Arica para uso del Perú y darle allí franquicias propias de un puerto libre.

En este sentido, me parece pertinente insistir en que Leguía quiso disimular su participación en las negociaciones a fin de evitar responsabilidades en el acuerdo y hacer creer a la opinión pública que la decisión se debió a las negociaciones norteamericanas (¿presión norteamericana?). Asimismo, insisto en que, finalmente, se impuso el deseo chileno de ponerle fin a la contienda defendiendo la tesis de la partición territorial. Esto lo matizo diciendo que en Chile el Tratado del 29 es visto como una derrota diplomática pues si bien el Perú renunció a Arica, no dejó de tener presencia en dicho puerto.

Es importante recordar aquí que el Tratado del 29 se firmó cuando el Perú vivía bajo la figura omnipotente de Leguía. Nunca el personalismo había adquirido tanta dimensión en la política peruana. Con la crisis económica desatada entre 1828 y 1829, esa omnipotencia se transformó en hartazgo generalizado. El Congreso no corrió mejor suerte. La Constitución del 20 suprimió la renovación por tercios del parlamento para ser implantada la renovación total. De esta manera, arrinconada la oposición, el Congreso se convirtió en el reducto de los amigos del Presidente a quienes se les ofrecía la representación de tal o cual provincia o departamento. Así se comprende cómo el Congreso pudo aprobar medidas tan polémicas como las concesiones a la International Petroleum de los yacimientos de la Brea y Pariñas, las dos reelecciones de Leguía y, obviamente, los arreglos con Colombia y Chile.

El Tratado de 1929 sancionó la pérdida definitiva de Arica para el Perú. A 80 años de firmado el acuerdo, ¿era posible otro arreglo del que se dio? Si revisamos el contexto, creemos que no:

1. Se había agotado la posibilidad del plebiscito
2. Se había agotado la posibilidad del arbitraje
3. La crisis económica de 1928 y 1929
4. La política de Washington de que América Latina resuelva sus conflictos limítrofes dentro de los intereses norteamericanos
5. La política de Leguía de resolver todos nuestros problemas fronterizos como otro punto de partida para fomentar el “progreso”

Según Alberto Ulloa, el Tratado de Lima o Tratado del 29 puso fin a “las consecuencias materiales, jurídicas y morales de la Guerra de 1879”. Nosotros discrepamos con la sentencia de Ulloa. El Tratado del 29 puso fin a las consecuencias jurídicas pero no a los efectos materiales y, menos aún, a los daños morales de la guerra.

Una reflexión final: Hoy la historia no tiene por qué cargar con el patriotismo. La historia “patriótica” solo era entendible en el contexto de la creación y consolidación de los estados-nacionales en los siglos XIX y buena parte del siglo XX. Hoy debe verse la historia como una disciplina académica que debe acercarse a la realidad, sea como ella fuere. Solamente en ese nivel ético puede moverse el historiador, como en un plano ideal, aunque esté lleno de baches que no pueden evitarse, porque la objetividad absoluta no existe y siempre están las falsas percepciones de cada uno. A pesar de ello, no podemos renunciar a la objetividad pues en caso contrario quedaríamos entregados a la arbitrariedad. Recordemos que entre los peores factores de distorsión se encuentra la emotividad y toda “historia patriótica” está cargada de ella. Soy partidario de revisar el conocimiento histórico, tarea más problemática en Perú y Bolivia que en Chile. Pero debe ser intentada de cualquier manera por respeto a la disciplina histórica y por razones prácticas en un mundo que busca la integración como base del futuro.


Arica a inicios del siglo XX

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Comentarios

  1. jose ignacio chacon herrera escribió:

    Compatriotas peruanos hagamos algo para levantar la cabeza, darnos cuenta que tenemos un futuro promisorio y no permitamos que Chile nos quite una vez mas algo de territorio y gran extension del oceano Pacifico.

    José

  2. Hugo Hoefken escribió:

    Interesante lo escrito por Juan Luis Orego Penagos.
    Leí comentarios similares en otros artículos.
    Me relaciona al tema de Tacna y Arica, aparte de ser peruano, el hecho de que mis familiares por lado de abuela materna fueron de la entonces Provincia Litotal de Tarapacá.
    Frente a la relación peruano chilena, pienso que esta debería ser de acercamiento, intercambio y confianza mutua.
    Sin embargo, y a diferencia de la relación franco alemana en Europa, enfrentados en guerras en el pasado, debe tenerse en cuenta que se da amistad y confianza, porque Alemania no es hoy país expansionista.
    En el caso chileno tengo respetables dudas de que aun sea expansionista, su permanente armamentismo no podría explicarlo de otra manera.
    Ojala que en futuro muy cercano todo mejore.

  3. Pedro Vargas escribió:

    Me agrada mucho su posición sobre este polémico y delicado tema… espero poder leer mas cosas sobre la Guerra del Pacífico en su blog. Hay mucha bibliografía nueva que aborda temas callados por la historia oficial que nos muestra un panorama muy distinto a la "cantaleta" de las pobres víctimas. Concuerdo en mucho con Hugo acerca del aparenteexpansionismo sureño, en fin. Gracias por su articulo que nos ha ilustrado y refrescado la memoria.

  4. marco escribió:

    Peruanos no hay que permitir que esos rotos chilenos nos quiten mas ahora los tiempos cambiaron , asi que se cuiden muxo por que el peruano es mas grande que sus problemas , y saquemos a esas empresas chilenas del peru…

  5. maycol escribió:

    algun dia le pagaremos con la misma moneda aesos chilenos no se olviden que el peru esta mejor economicamente

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