Publicado en la web de noticias Spacio Libre (28 de agosto de 2013)
Creo que la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) hizo un importante aporte para ayudarnos a comprender una de las épocas más cruentas de la historia nacional; sin embargo, dicho aporte (plasmado en su Informe Final) no puede ni debe ser considerado como un documento definitivo o sacro santo. Como toda creación humana, el informe de la CVR es perfectible y, sin dejar de ser un valioso aporte, tiene ciertos sesgos y debe ser complementado por otras investigaciones que permitan tener una lectura más completa.
Algunos sesgos del trabajo de la CVR se originan en que en su conformación hubo un mayor peso de personalidades que, siendo honorables, eran claramente identificables como vinculadas al sector zurdo del espectro político; lo que seguramente hizo muy difícil evitar que la CVR deje ver sus marcas de origen político, como ha sostenido Martín Tanaka, sobre todo al omitir una evaluación más profunda sobre las ambigüedades de la izquierda respecto de la democracia representativa; o al realizar una evaluación del fujimorismo desde la perspectiva de haber sido opositores a dicho régimen.
El Informe final de la CVR, pues, no es una biblia, como a veces parece que fuera considerado por ciertos sectores. Aunque el ex presidente de la CVR, Salomón Lerner Febres, por un lado, ha señalado que dicho informe no es una biblia o un texto sagrado, sino un documento a ser conversado, discutido y explicado; que, por otro lado, niegue que dicho documento pueda tener sesgos, es casi casi considerarlo una biblia.
Sin embargo, conviene advertir con énfasis que el hecho que dicho documento no sea una biblia no significa que haya que tirarlo al tacho de la basura y negar sus aportes, que los tiene y muchos, como pretenden ciertos “liberales”.