Archivo por meses: octubre 2010

Déjà vu

Porque la verdad es que «veía» a la muchacha, la veía en las ramas del árbol desnudo, que palpitaban levemente cuando algún gorrión aterido volaba hasta ellas en busca de abrigo; la veía en los ojos de las novillas que salían del establo, y la oía en el balido de los corderos que se cruzaban en mi camino. Era como si toda la creación me hablara de ella, y deseaba, sí, volver a verla, pero también estaba dispuesto a aceptar la idea de no volver a verla jamás, y de no unirme a ella, siempre y cuando pudiese sentir el gozo que me invadía aquella mañana, y tenerla siempre cerca aunque estuviese, por toda la eternidad, lejos de mi. Era, ahora intento comprenderlo, como si el mundo entero, que sin duda, es como un libro escrito por el dedo de Dios, donde cada cosa nos habla de la inmensa bondad de su creador, donde cada criatura es como escritura y espejo de la vida y de la muerte, donde la más humilde rosa se vuelve glosa de nuestro paso por la tierra, como si todo, en suma, sólo me hablase del rostro que apenas había logrado entrever en la olorosa penumbra de la cocina. […] Como embriagado, gozaba de la presencia de la muchacha en las cosas que veía, y, al desearla en ellas, viéndolas, mi deseo se colmaba. Y, sin embargo, en medio de tanta dicha, sentía una especie de dolor, en medio de todos aquellos fantasmas de una presencia, la penosa marca de una ausencia.

El Nombre de la Rosa
Cuarto día. TERCIA
Umberto Eco

Leer más »

Ay devórame otra vez…

 src=

Foto tomada de danielholter.com


Recuerdo que hace miles y miles de años cuando estaba todavía chiquilla, en alguna clase de mi curso electivo de T, el profesor -a raíz de no recuerdo exactamente qué- comenzó a hablarnos de los lobos feroces del mundo de la vida.

Estos lobos siempre atacaban a las Caperucitas Rojas incautas. Y las palabras de mi maestro eran una viva exhortación tenaz y punzante para que ellas se resistieran a las tretas de los lobos feroces. Paradójicamente en el salón, habían más seres –que, dado su género– podían ser potencialmente lobos feroces, que seres –que dado también su género– podían ser potencialmente Caperucitas. Leer más »

Y recordaré el futuro…

I’m bewitched and i know it so well
what the reason is baby, i can’t tell
it’s that animal good looks you’ve got
you show more than a lot
demon lover, demon lover, demon lover
I love you

Leer más »

Felipito aristotélico

 src=

Me pregunto cómo se llama el ejercicio de esta virtud – cuyo nombre no puedo encontrar – que consiste en seguir luchando en la vida – a pesar de la vida misma -.

¿Es el término medio de…. ?

Quizás Felipito no sea aristotélico (mi esperanza es que sí)… quizás sólo estoy cansada y es la perfecta justificación para decir que veo a Aristóteles en todas las cosas de una manera muy neurótica y virtuosa. Leer más »

El Chapulín Colorado, mi amor aristotélico

«El heroísmo no consiste en carecer de miedo, sino en superarlo. […] El Chapulín Colorado se muere de miedo, es torpe, débil, tonto, etcétera y conciente de esas deficiencias se enfrenta al problema. Eso es ser un héroe…»

Sentir temor no es malo, sino que es algo muy natural y muy humano. El temor permite reconocerte en una situación de riesgo y por ende, actuar con más cautela y con más cuidado, de tal forma que te puedas proteger y también puedas proteger a los otros.

El temor te ayuda a colocar en perspectiva el grado de peligro existente, de tal forma que puedas actuar con prudencia (siendo rigurosos, quisiera hacer énfasis en que no estoy haciendo referencia a la phrónesis sino a una actuación cautelosa). ¿Te imaginas cómo sería todo si no tuvieras temor? No podrías dimensionar el peligro y protegerte de él… sería como vivir insolente frente a la vida. No habría forma de sobrevivir así.

Leer más »

Le daremos tiempo al tiempo

[o la cojonudez de la vida]

Me duelen tus palabras
con que matas mis ilusiones.
[donde mueren ilusiones
miles de sueños
miles se mueren.]

Le daremos tiempo al tiempo,
él nos dira qué sucede.
A ver si esto se muere,
aunque no quiera la vida
si he de vivir sin tu amor.

Yo tenia para darte…
alegrías que entregarte.
Mil caricias para darte
y mis manos para cuidarte
Leer más »

¡JAMÁS!

– Ya saben muchachada, para remediar los males de amores, no hay nada mejor que «Remedia amoris» de Ovidio… Olvídense de “la hora del lonchecito” y de la salsa sensual de Victor Manuelle…

– Ey, pssst ¿él no es el que escribió el arte de amar?
– Ovidio… Ovidio Fromm

La verdad yo no sé en qué momento pasamos de hablar la phrónesis a estos “otros” temas… pero olvidarme de la Salsa Sensual, ¡NUNCA! Leer más »

Traduttore, tradittore!

(o aquel camino que no le hizo justicia a ninguno de los Príncipes)

Nunca antes como ahora soy conciente de la gran importancia de contar con una buena traducción para un libro.

En la universidad me dejaron de tarea leer El Príncipe de N. Maquiavelo, e imprudentemente tomé una – pésima – traducción que encontré en algún lugar recóndito de la biblioteca de mi hogar. ¡Qué elección tan negligente! Leer más »