Traduttore, tradittore!

(o aquel camino que no le hizo justicia a ninguno de los Príncipes)

Nunca antes como ahora soy conciente de la gran importancia de contar con una buena traducción para un libro.

En la universidad me dejaron de tarea leer El Príncipe de N. Maquiavelo, e imprudentemente tomé una – pésima – traducción que encontré en algún lugar recóndito de la biblioteca de mi hogar. ¡Qué elección tan negligente!Estuve durante cierto tiempo bastante desconcertada por la violencia y cinismo que Maquiavelo me transmitía. ¡No tiene sentido! ¡es demasiado confrontacional! ¡Es cínico con intensidad! ¡Qué violencia me transmite! Había escuchado que “El Príncipe” era una obra que suscitaba muchas animadversiones, a pesar de las cuales, se decía que era una lectura obligada para la personas que querían “acceder a un principado” o “entrar en la política”.

Luego de leer aquella negligente – e insolente – versión, me decepcioné profundamente – e injustamente – con el autor. No podía concebir que una obra así haya motivado tanta conmoción y tantas investigaciones humanísticas al respecto. Mi intuición me decía que algo andaba mal…

“La obra político – literaria más trascendente y representativa del Renacimiento” “De Principatibus es un auténtico clásico, su valor es universal. Desde su aparición, ésta ha sido ensalzada, elogiada, vituperada, criticada y condenada. Su lectura no permite la indiferencia: provoca necesariamente una reacción” “No ha habido un auténtico gobernante que no haya leído De principatibus y que, de una u otra forma, no haya intentado llevar a la práctica sus enseñanzas. Se ha consultado para fines revolucionarios y reaccionarios, para detentar el poder en un Estado o en una empresa. A todos ha servido”. ¿Cómo puede ser que “esto” (y mencionaba “esto” con la carga más despectiva y decepcionada que podía expresar) haya influido tanto?

Traduttore, tradittore! He ahí la explicación del por qué encontraba un sinsentido absurdo, negligente y violento en la lectura que hacía del Príncipe de Maquiavelo. Recordé entonces la rigurosidad de mi sabio maestro del antaño al hacer hincapié en adquirir determinada traducción de cierta editora para leer “La República” de Platón. (Traducción de Antonio Camarero. Buenos Aires: Eudeba. 2005 o la Traducción de Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos. 1986). La seriedad en la exhortación de mi maestro no era gratuita: ningún autor merece una traducción negligente – e insolente -, mucho menos Platón.

Recordé el futuro de una manera retroactiva y pensé en los futuros autores que leeríamos y en sus respectivas traducciones. Específicamente recordé – sin recurrir al pasado sino al futuro- a la “Fenomenología del Espíritu” de Hegel. «Una de las traducciones al español es un tanto leve, porque incluso el traductor se olvida de una línea… ¿te imaginas semejante negligencia en la obra de un autor como Hegel? Mientras que la otra traducción es tan sobrecargada de “posibles traducciones y notas del traductor en el mismo texto – no en el pie de página – que te desconcentra.» En fin… ya podrás gozar – y sufrir – de ello, a su debido tiempo; me dijo mi amigo que ya había sufrido esta experiencia futura mía. Persevero en la fe y en la esperanza de continuar con esta aventura apasionada, por ello “recuerdo el futuro”.

Estoy feliz por la traducción que encontré de De Principatibus. ¡Qué belleza y qué buen trabajo filológico! “Una y otra vez, quien tenga una formación jurídica, encontrará en la obra de Maquiavelo el texto de un jurista. Por ello, se imponía hacer una traducción precisa, respetuosa y técnica de su obra que diera a cada palabra su verdadero significado.” Quisiera compartir algunos pasajes de ambas ediciones de “El Príncipe” con la intención de mostrar las diferencias entre traducciones:

El Príncipe de N. Maquiavelo. Traducción: ? Cali: Ed. Andreus. 1979 De Principatibus de Nicolás Maquiavelo. Traducción, notas y estudio introductorios de Elisur Arteaga Nava y Laura Trigueros Gaisman. Edición bilingüe. México, D.F: Trillas. 1993
El hombre que quiere conducirse siempre con honestidad será la víctima de tantos otros como son malos. Así, el príncipe que quiera triunfar ha de saber ser malo, y usar de este conocimiento si lo necesita para defender sus intereses. (Cap. XV) Porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, inevitablemente se arruina entre tantos que no lo son. De aquí que sea indispensable que un príncipe, si quiere mantenerse, aprenda a poder no ser bueno, y a usarlo o no según la necesidad. (Cap. XV 4-5)
Porque los hombres son ingratos, hipócritas, inconstantes e interesados. Mientras se les hace bien, puede contarse con ellos; nos ofrecerán sus bienes, sus propios hijos, su sangre y hasta su vida; pero todo ello durará mientras el peligro esté lejos; cuando esté cerca, su voluntad y la ilusión que pusiste en ellos desaparecen al mismo tiempo. El príncipe que se fíe de palabras está perdido. Y luego, los amigos que se adquieren a costa de dinero y no con desinterés dejan de serlo cuando sobrevienen los contratiempos de la vida. No hay cosa más frecuente que verse abandonado de ellos al llegar la ocasión en que más se los necesita. (Cap. XVII) Porque de los hombres puede decirse generalmente esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimuladores, rehuidores de peligros, ávidos de ganancias; y mientras les haces el bien, son todos tuyos; te ofrecen la sangre, los bienes, la vida, los hijos, como antes dije, cuando la necesidad está distante; mas cuando se te acerca, ellos se rebelan. Y aquel príncipe que se ha fundado totalmente en la palabra de ellos, al encontrarse desnudo de otros preparativos, se arruina; porque las amistades que se adquieren por un precio y no con gradeza y nobleza de ánimo, se compran, mas no se tienen, y en el momento oportuno no se puede diponer de ellas. (Cap. XVII, 10 -12)
Ya me guardaría yo bien de dar tal precepto a los príncipes si todos los hombres fuesen buenos; pero como son malos y están siempre dispuestos a quebrantar su palabra, no debe el príncipe ser el único exacto en el cumplimiento de la suya. Siempre encontrará fácilmente modo de disculparse. (Cap. XVIII) Y si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno; pero, puesto que son perversos y no la observan contigo, tú tampoco tienes que observarla con ellos. A un príncipe nunca faltaron razones legítimas para justificar la inobservancia. (Cap. XVIII, 10 -12)
Todo arte consiste en representar bien el papel y en saber disimular y fingir; porque los hombres son tan débiles y tan incautos, que, cuando uno se propone engañar a los demás, nunca deja de encontrar tontos que se dejen. (Cap. XVIII) Mas es necesario saber ocultar bien esta naturaleza y ser gran simulador y disimulador; los hombres son tan simples y obedecen tanto a las necesidades presentes, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar. (Cap. XVIII, 13 -14)

Y mi principito también vivió la experiencia de ser traducido, mejor dicho, Antoine de Saint-Exupéry.

Original del francés

-Un jour, j’ai vu le soleil se coucher quarrante-trois fois! Et un peu plus tard tu ajoutais:
-Tu sais… quand on est tellement triste on aime les couchers de soleil…
-Le jour des quarante-trois fois tu étais donc tellement triste?
Mais le petit prince ne répontit pas.

El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Traducción de Martha Valdés. México, D.F: Época. 1996 El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Traducción de Bonifacio del Carril. Lima, Perú: Planeta, 2008
-Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces. Y poco después añadiste: -¿Sabes que cuando uno está demasiado triste las puestas de sol son agradables? -El día de las cuartenta y tres veces, ¿estabas verdaderamente triste? Pero el principito no respondió. (Cap. VI) -Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces. Y poco después agregaste: -¿Sabes?… Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol… -¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuartenta y tres veces? Pero el principito no respondió. (Cap. VI)

Original del francés
-Adieu, dit-il…
-Adieu, dit le renard. Voici mon secret. Il est très simple : on ne voit bien qu’avec le coeur. L’essentiel est invisible pour les yeux.
-L’essentiel est invisible pour les yeux, répéta le petit prince, afin de se souvenir.
-C’est le temps que tu a perdu pour ta rose qui fait ta rose si importante.
-C’est le temps que j’ai perdu pour ma rose… fit le petit prince, afin de se souvenir.
-Les hommes on oublié cette vérité, dit le renard. Mais tu ne dois pas l’oublier. Tu deviens responsable pour toujours de ce que tu as apprivoisé. Tu es responsable de ta rose…
-Je suis responsable de ma rose… répéta le petit prince, afin de se souvenir.

El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Traducción de Martha Valdés. México, D.F: Época. 1996

Y volvió con el zorro:
-Adiós-dijo.
-Adiós-dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se puede ver bien, sólo con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito para no olvidarlo.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa… – dijo el principito para no olvidarlo.
-Los hombres han olvidado esa gran verdad – dijo el zorro-. Pero tú no la olvides. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
-Soy responsable de mi rosa… -repitió el principito a fin de acordarse. (Cap. XXI)

El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Traducción de Bonifacio del Carril. Lima, Perú: Planeta, 2008
Y volvió con el zorro:
-Adiós-dijo.
-Adiós-dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
-Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito para no olvidarlo.
-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
-El tiempo que perdí por mi rosa… – dijo el principito, a fin de acordarse.
-Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
-Soy responsable de mi rosa… -repitió el principito a fin de acordarse. (Cap. XXI)

En el caso del Principito, las diferencias entre cada una de las traducciones son muy sutiles – y tolerables -. Finalmente entiendo ahora la dicha de contar con una buena traducción. Amén

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