Si quieres la paz, sal al encuentro del pobre
Todos anhelamos la paz, la buscamos incesantemente y ella es reconocida universalmente como uno de los valores más altos que hay que buscar y defender. Pero a pesar de ello, graves conflictos siguen perturbando diversas regiones de nuestro planeta. Hablar de paz es ir más allá de la simple ausencia de guerras, es anhelar una situación de auténtico respeto a la dignidad y a los derechos de cada ser humano de realizarse en plenitud.
Toda guerra entre naciones y conflictos dentro de un mismo país son fuentes de pobreza y miseria; precisamente, en los últimos años, nosotros hemos sido testigos de muchas guerras locales y conflictos intensos de gran intensidad que han traído consigo muertes y sentimientos de odio.
El recurso principal de la guerra, la violencia, exaspera las tensiones existentes y crea otras nuevas y sabemos bien que nada, absolutamente nada, se resuelve con la guerra; todo queda seriamente comprometido, lastimado y vulnerable a causa de ella.
Los lamentables y vergonzosos frutos de la guerra son la muerte y el sufrimiento de innumerables personas, el resquebrajamiento de las relaciones humanas y la pérdida irreparable de patrimonios artísticos y ambientales que no solo agrava los sufrimientos de los pobres, sino que crea nuevos pobres, destruyendo sus medios de sustento, casas, propiedades y deteriora el entorno mismo de su ambiente vital.
La guerra jamás favorece el bien de la comunidad humana ya que la violencia con la que ésta viene acompañada, destruye y jamás construye; las heridas producidas por ella quedan sangrando mucho tiempo; y los conflictos empeoran las tristes condiciones de los pobres y se generan nuevas formas de pobreza.
Ser testigos de los devastadores estragos de las guerras, debe servirnos para recordar que las políticas económicas jamás deben ser orientadas para justificar una guerra, el dinero jamás debe utilizarse para ese fin. Nunca debe ser empleado para destruir y matar, sino para defender la dignidad del hombre, mejorar su vida y construir una sociedad auténticamente abierta, libre y solidaria.
El Papa Juan Pablo II, en su mensaje por la jornada de la Paz 1981 nos decía “Para servir a la paz, respeta la libertad”; respetar las libertades y los derechos de las demás personas y colectividades es indispensable para la edificación de una paz auténtica. Es decir, la paz se obtiene a través de la convivencia de pueblos libres en un mundo de libertad. “El respeto a la libertad de los pueblos y de las naciones es una parte integrante de la paz. Las guerras no han cesado de estallar, la destrucción ha golpeado a pueblos y culturas enteras porque la soberanía de un pueblo no ha sido respetada. Hemos sido testigos y víctimas de guerras y de luchas provocadas por la tentativa de una nación de limitar la autonomía de otra” nos decía el Papa amigo.
Necesitamos tener la voluntad de respetar la libertad de cada pueblo, nación y cultura y ser capaces de renunciar a las reivindicaciones y a los designios que causan daño a las demás naciones, como aquellos relacionados con las relaciones económicas entre los estados. Rechazar las tentaciones de predominio económico sobre las naciones implica también renunciar a una política inspirada en el criterio pragmático de la ganancia, para plantear una política económica movida por la solidaridad con todos, en especial con los más pobres.
Actualmente, a pesar de que tenemos grandes avances tecnológicos en la microelectrónica, telecomunicaciones, informática, ingeniería de materiales, etc. existen millones de niños, mujeres, hombres que pasan hambre y sufren cotidianamente hambre, inseguridad, marginación. Estas situaciones constituyen una grave ofensa a la dignidad humana y contribuyen a la inestabilidad social.
Otra seria amenaza contra la paz es la extrema pobreza en la que poblaciones enteras conviven diariamente donde la desigualdad entre ricos y pobre se ha hecho más evidente en todas las naciones.
La explotación de los débiles, las zonas de miseria humana, las desigualdades sociales son condiciones que ofenden la dignidad humana y se convierten en trabas para producir condiciones adecuadas para una auténtica paz, en un marco de armónico progreso de la comunidad mundial. Surgen así, grandes desafíos sociales y económicos que debemos afrontar las personas de buena voluntad: combatir la pobreza y miseria, luchar contra las diferencias sociales e injusticias a veces legalizadas, evitar conflictos fraticidas, enfrentar regímenes opresores que interpelan la conciencia de las poblaciones entera; y buscar servir la causa del hombre a través de la defensa de la dignidad de la persona, comprometiéndose con una distribución equitativa de los bienes, y promoviendo de manera armónica y solidaria una sociedad donde cada uno se sienta acogido y amado.
Si el Estado no dedica una atención continua a sus miembros más débiles y no orienta sus acciones a satisfacer por lo menos sus exigencias más básicas, se vuelve frágil e inestable.
El derecho al desarrollo de los países más pobres exige a los países desarrollados el deber de intervenir en su ayuda, es decir de actuar éticamente (entiéndase por ético a aquella conducta conforme a lo que es el ser humano y conforme a los deberes y derechos de las personas que se ven influenciadas por dicha conducta).
Por tales motivos, a favor de la persona, y por tanto de la paz, es necesario aportar con mecanismos económicos correctivos que les permitan garantizar una distribución más justa y equitativa de los bienes. Como menciona Bernardo Kliksberg, no debemos confundir los medios con los fines, y sabremos que estamos mejorando cuando los indicadores claves como años de vida, calidad de vida, desarrollo potencial, índices de nutrición, salud, educación, libertad suben, no sólo cuando el PBI se incrementa. Creemos que basta con eso, sin embargo perdemos el horizonte de por qué es bueno que crezca…. Precisamente porque avanzamos como sociedad. Entonces, no solo basta con que el mercado funcione, sino también es fundamental que la sociedad asuma sus responsabilidades, siendo ente multiplicador de esfuerzos para eliminar las causas de la pobreza y sus devastadoras consecuencias. Debido a ello es necesario trabajar juntos, en solidaridad en un mundo que está interrelacionado y es interdependiente.
Toda persona y todo grupo social tienen derecho a poder proveer a las necesidades personales y familiares y a participar en la vida y en el progreso de la propia comunidad; pero cuando este derecho no es reconocido, los interesados, sintiéndose víctimas de un sistema estructurados de tal manera que no los coge, reaccionan duramente (quién no lo haría?). Esto lo hemos vivido en nuestro país, en la guerra interna que sufrimos desde la década de los 80`s . También los jóvenes, que privados de una instrucción adecuada y con bajas posibilidades de obtener trabajo están expuestos al riesgo de marginación y de explotación.
Existen problemas muy inquietantes que afectan a las personas más olvidadas, los pobres, y por tal razón dichos problemas no permiten que haya paz.
Si quieres la paz, acércate al pobre… no sólo pasa miseria física, sino la indeferencia de nuestro olvido.
Escrito basado en el discurso del Papa Juan Pablo II “Si quieres la paz, acércate al pobre” Leer más »