Amo dejarte así


«De tu boca pura
Toda mi dulzura
Pendula sobre ti».

Imagen tomada de dvdclassik.com

 

Una tibia caricia delicadamente se asoma bajo mi piel. El contacto de tus dedos sobre mi nuca me hace temblar suavemente, bajo la mirada y no puedo evitar sonrojarme ante tus palabras. Suena “Amo dejarte así” de Cerati. De por sí todo el escenario es sensual y yo confieso que no sé cómo llegué a esta situación.

“Eres preciosa. Divina. Hermosa. Tuve mucho autocontrol para no decirte nada antes”. “¿Y por qué lo dices ahora? ¿Qué es lo diferente?” pensé. Sin embargo sólo atiné a decir “Gracias”. Recientemente había (re)aprendido el significado del “Gracias” y como todo lo aprendido, lo estaba poniendo en práctica. Quizás la gratitud sea la puerta de entrada a una nueva dimensión llena de dones dulces y placeres inimaginables, de la cual sólo somos humildes y eternos exploradores. ¿Estaremos preparados para un paraíso así?

Recordé esa escena de Jules et Jim de Truffaut, donde Jim se queda absorto adorando la parte favorita de Catherine, su nuca. “Hueles al universo”. De pronto me sentía un instrumento musical que podía emitir sonidos nunca antes imaginados. Estabas creando una melodía con este cuerpo. Mi cuerpo. Y éste respondía ante cada susurro tuyo, cada inspiración que sentía en mis oídos, ante cada palabra llena de ternura y gratitud. “¿Qué es este nuevo arte que nunca he conocido?” “¿Dé donde eres? ¿Quién te concibió?”… “Te estuve buscando y te encontré”.

Comencé a danzar bajo las estrellas, descalza y con la música que mi cuerpo emitía como único vestido. Echado sobre mi vientre, oías mi respiración y le cantabas canciones de cuna. Era como si hubieras conocido a este cuerpo antes. ¿Pero cómo? ¿Dé dónde? ¿Será posible que yo también pueda hacer eso contigo? “Es la única forma, querida”.

Me detuve.

“Beso el momento en el que me dijiste Gracias. Lo atesoro con todo mi ser”. Paré todo. No deberías estar aquí. No perteneces aquí, y no es tu momento aún. Sólo atinaste a quedarte en silencio, no insististe y eso me asombró aún más. “Buenas noches, querida” me dijiste suavemente. No podía resistirme ante tu monumental ser, quizás si hubieras insistido un poco más no hubiera tenido la fuerza de voluntad de dejarte. Pero no sólo eras fuerte, sino también bondadoso. Me dejaste ir, por eso.

Buonanotte.

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