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Quiero conocerte, realmente quiero conocerte…

Desde hace mucho tiempo ando reflexionando en torno a la justicia, a su eterna búsqueda; a su ausencia concreta y palpable en tantos ejemplos de una realidad que lacera mi alma; y a la eterna perseverancia por encontrarla.

Para “conceptualizar” a la justicia, ¿acaso fue necesario vivenciar apriori la injusticia? En mi caso, para concebir la justicia, necesariamente tuve que recurrir a mis experiencias de injusticia a lo largo de toda mi vida.

De niña, acompañé en ese camino tortuoso a Paco Yunque, y desde ahí ando sedienta de la justicia, de aquella verdadera que te de paz, que te calme, que te de esperanzas… No estaba acostumbrada a un cuento tan triste y con una sensación de algo inacabado, algo en proceso de construirse, de cumplirse. Fue una experiencia muy dolorosa para mi, e incluso recuerdo que mi mamá intentó contarme “otro final”, pero terca yo, no me contentaba con esa panacea momentánea. Muy dentro de mí sabía que el cuento terminaba con mi hermano Paco llorando en silencio y con un Humberto Grieve sometiéndolo.

A lo largo de esta vida mía me ha tocado acompañar a varios Pacos en su dolor y más aún, me ha tocado, y digo tocado, porque considero que en determinadas circunstancias no son tus decisiones las que te llevan a una situación específica, sino que son otros factores que escapan de tu elección, como si fuera una tragedia griega… también me ha tocado llorar y sufrir como un Paco Yunque.

El amor por la justicia es una luz en mi vida, que paradójicamente me causa un dolor profundo por las contradicciones que inevitablemente se presentan al contrastarlas con una infeliz realidad; sin embargo, ese amor también me da luces de esperanzas… claro que su camino es un tanto tortuoso. He descubierto que no sólo hay un Paco Yunque, sino que son muchos.

Los signos de contradicción están ahí, presentes, palpables, concretos. Y sin embargo, no puedo esperar a resolver “este problema” para recién comenzar a trabajar, a participar más activamente no sólo por consolar a mi hermano Paco, sino también para descubrir juntos el camino de la justicia, del amor y de la reconciliación.
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Esperanza

Hoy no te escribo desde el pedestal de mi raciocinio, tampoco cuento con los razonamientos elaborados ni mucho menos con las frases inteligentes.

Hoy te hablo con el alma desgarrada, te hablo desde las cenizas, desde el olvido envuelta en mis lágrimas.

El sabor de mi lamento es largo y profundo. Triste y oscuro. Punzante y amargo.

Nunca el poema de Vallejo fue tan mío como ahora lo es. “Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor por sí mismo?”

Estoy de luto, en ayuno, de negro. La alegría pareciera ser una simple ilusión, una idea de las que Platón hablaba. Hoy no te hablan mis palabras, hoy te habla mi llanto y mi dolor.

Y hoy más que nunca quiero que tú me hables de esperanza. Quiero saber qué es la justicia y a qué sabe el perdón.

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