Archivo por meses: enero 2011

Oh Roy Orbison, acaríciame como lo solías hacer con tu guitarra

Y en la historia paralela, Pritiwuman guardó completitos todos los treinta billetes que Richard Gere le había dejado en un sobre. Es tu regalo, le había dicho. Y ya no te veré más. Nunca más.

Pritiwuman solía conservar los billetitos como trofeo de guerra. Habían perdido por completo su valor monetario para adquirir un valor simbólico y lleno de significado en su imaginario personal. Era la sedimentación de la palabra expresada en rectángulos de papel verdes con imágenes de viejecitos con peluca. In God We Trust. Simpáticos los billetitos.

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De libros y de Mauricio

El primer libro hablaba sobre un diálogo entre Carlo María y Umberto… bonito intercambio de palabras. Bien sutil – y maduro – todo. Me encantaba cómo Carlo María “evadía” sin siquiera hacerlo notar (bueno… yo lo noté) las preguntas inquisidoramente ateas de Umberto.

Llegué a dicho libro por la “novela culta de misterio” que había escrito Umberto y que había devorado insaciablemente. Fue el primer ateo respetable que se me apareció. Y me encantó – después vendría A. Camus – y luego vendría el divino maestro griego.

En cambio, de Carlo María no sabía mucho. Ni siquiera me llamaba la atención la espiritualidad envolvente de su vocación. En esos tiempos no sabía nada de los ahijados de Ignacio… Ironías del mundo de la vida. Después, me dejaría convertir en una ahijada adoptada – inquisidoramente racional, además -.

El otro libro me susurraba – entre un sutil humor negro y críticas al sistema del mundo – que la sociedad podía ser mejor. Sí… así de cachaciento era ese libro. Así de irónico y sarcástico. Así de exquisito. ¿Se podía esperar algo más de Quino?

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Mi calle eres tú

¿Eres hincha del Muni?
Te lo dije… amo al Barça
y al CNI de Iquitos
y al Cienciano
y a Lionel Messi… (todo él es un equipo por si mismo)

Si alguna calle pudieras ser tú, sería precisamente
esta calle por la que camino.
Esta calle serías tú.
En cada paso que doy, siento que transito por tus caminos,
por tus veredas y por tus pistas.
Siento que te camino todito
y todito te camino. Así, bien lujuriosa.

Mira… por ahí están las escaleras en las que
alguna vez nos sentamos a descansar y comer
el algodón dulce con la mazamorra morada
(fría) y ese susurro de canela invisible.

Esta es la misma calle que alguna vez pensé
que podría ser una calle-clon de Vienna
(ojo, dije Vienna, no París). Porque todo tú
me sabías a Vienna… y yo no te lo dije,
pero por ti me hubiera ido a Vienna antes
que a Paris… aunque creo que lo sabías y te aprovechaste
(o quizás no te aprovechaste lo suficiente).

Quise que te aprovecharas (más todavía)… pero no te aprovechaste.
Y solo con las manos enlazadas caminabamos,
tú, yo, y mi imaginación.
Los tres juntitos oliendo a café caminando por aquella
calle-clon de Vienna.

¿Por qué justo hoy pareciera que aparecerás en cualquier momento?

Y de pronto te me apareces, caminando en la lejanía…
así como Clinistbud, pero sin sombrero ni jeans de vaquero,
sin arrugas y con tus ojos cafés. Todo sombra.
¿Viniste a aprovecharte de mi? (No me emocionarás por gusto, di.)
Eso no se le hace a las chicas (in)decentes como yo…

¿Resucitarás entonces? Ya no sé si eres tú o es mi mente
la que te ve y la que te exige que termines tu aprovechamiento.

Y la calle ya termina, y tú – realmente – no apareces.
Y ya estamos en otro distrito. Ya no hay algodón dulce,
ni mazamorra morada (fría), ni manos entrelazadas,
ni intentos de aprovechamiento, ni besitos.
La calle-clon de Vienna se acabó.

Oh ¿y ahora quién se aprovechará de mi?
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En las sinuosidades de tus ríos

El día de hoy, en el almuerzo de despedida de Guillermo, que devino – por breves momentos – en mi primer recital de poesía, salió a colación el tema del sufrimiento amoroso.

Pareciera que un sufrimiento en estos campos debería haber estado relacionado con el engaño y el desengaño amoroso. Entonces le pregunté a mi amigo Guillermo, si a él le había pasado, si había sufrido el dolor de un (des)engaño amoroso. “No, felizmente no… pero a mis amigos sí.”

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