Ay devórame otra vez…

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Foto tomada de danielholter.com


Recuerdo que hace miles y miles de años cuando estaba todavía chiquilla, en alguna clase de mi curso electivo de T, el profesor -a raíz de no recuerdo exactamente qué- comenzó a hablarnos de los lobos feroces del mundo de la vida.

Estos lobos siempre atacaban a las Caperucitas Rojas incautas. Y las palabras de mi maestro eran una viva exhortación tenaz y punzante para que ellas se resistieran a las tretas de los lobos feroces. Paradójicamente en el salón, habían más seres –que, dado su género– podían ser potencialmente lobos feroces, que seres –que dado también su género– podían ser potencialmente Caperucitas.Yo recuerdo haber escuchado a mi maestro con mucho cariño y agradecimiento no sólo por el profundo respeto y admiración que me inspiraba, sino también porque percibía una sincera preocupación por las potenciales Caperucitas del futuro.

Es muy probable que miles y miles de años después cierta Caperucita Roja se haya podido topar con un lobo feroz, por estas cuestiones muy propias del mundo de la vida. Y también es muy probable que, intentando emular el buen ejemplo de Francisco, haya tratado al hermano lobo, como un verdadero hermano –al margen de si iba disfrazado de cordero o no-.

Y en semejante situación hipotética frente a determinado actuar del lobo –de nula inteligencia que también denotaba ausencia de nobleza-, es muy probable que la Caperucita le haya dicho: “Ay Taitito… francamente, ¿con qué clase de gente te rodeas, ah? Seriamente… ¿con qué chicas sales?”. Obviamente, en una situación hipotética como esa, también cabía preguntarle al lobo “¿quién te has creido que soy? (so pedazo de imbécil)

Mi Gestalt –tan propiciamente oportuna para cerrar historias hipotéticas– me dice que es muy posible que el lobo feroz no se haya dado cuenta de la intención incisiva y ponzoñosa de la pregunta de Caperucita, porque fue planteada con una sutileza zahiriente que hablaría en dimensiones más finas a las que el lobo feroz, en su bastedad, estaría acostumbrado.

Intuyo que en esta precisa historia, Caperucita tuvo a la tyché de su lado, porque, para su salvaguarda, se topó con un lobo nada inteligente ni astuto; y más lamentablemente, con un lobo nada noble.

Yo no sé qué es peor: un lobo feroz que “reconoce” y sopesa a su contrincante, y emplea estrategias minuciosamente elaboradas, o un improvisado cuyo cerebro está enceguecido por su lascivia.

No quisiera entrar a reflexiones principescas, propias de dimensiones maquiavélicas, para reflexionar sobre aquellas situaciones más o menos convenientes para las Caperucitas. No quiero saber si es preferible, que por cuestiones propias de la tyché, la vida haga que los caminos de las Caperucitas se crucen con lobos astutos y feroces de actitudes malévolas o con aquellos lobos cuya mente está tristemente opacada por su ensimismamiento lujurioso.

Finalmente, en ambos casos, estos lobos son feroces devoradores de Caperucitas que creen leer en ellas signos de “ay, devórame otra vez”… pobres imbéciles.

PD: adoro la salsa sensual… yo la adoro

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Comentarios

  1. zorro escribió:

    ayayay!

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