Oscuridad

Todo confluyó para que el desánimo cobrara fuerza en mí. Paciencia, me dije. Paciencia. Las cosas buenas tardan en llegar. Es como picar piedras, un trabajo laborioso, casador, fatigante… casi sin esperanza. No es fácil. Toma tiempo.

Entonces, ¿qué hacía aquí? ¿Por qué vine? Sudor nuevamente. El lugar estaba lleno de olores intensos – de todas las sangres -, los humos de todos los orígenes y de todas la naciones se prendaron en el ambiente. Las voces se hacían cada vez menos inteligibles y más intelectuales. La oscuridad reinaba en el palacio.

«Y aluciné, aluciné que tenía poder y más poder y más poder… yo aluciné que tenía poder»

Alucinamos nuevamente. Déjate llevar por la música, ríete sin saber de qué y pretende que me escuchas, que te escucho y que nos comunicamos.

Mis manos sudaban cuando te vi entrar por el dintel oscuro. No sé porqué me puse nerviosa y tensa cuando te vi. Y tú… tú ni siquiera notaste que estaba ahí. Quizás lo disimulaste muy bien.

Seguía sudando, como si mi cuerpo se quisiera disolver en un río urbano. Sin vergüenza. Sin pudor. Sin discreción.

Me senté en la banquita. Me sentía atribulada por el ambiente. Todo pasaba tan rápido. Era una vorágine…. ¿Qué hago aquí? ¿Por qué vine? Quiero regresar a mi palacio de luz. A picar piedras nuevamente.

Entonces te acercaste a decirme hola. No me diste tiempo ni de tensionarme ni de sudar más.

– ¿Tomas chela?
– No… sólo vino
– Ah

¿En qué momento se me ocurrió criticar a un autor que no había leído? No lo sé… creo que estaba cansada.

– ¿Y te parece interesante? La historia. El materialismo. La dialéctica. Fascinante.
– No lo sé… no lo he leído. Lo que puedo decirte de él serían simplemente prejuicios y opiniones superficiales…

Yo no soy un aculturado. Yo no soy una aculturada.

– ¿Te gusta Arguedas? – un pucho más y me emocioné. No se me había ocurrido que en el palacio de la oscuridad pudiera encontrar luz. Extraño. Inesperado. Impensable. La vida me sorprende siempre.

Mis mejillas se enrojecieron. La sonrisa marcó mi rostro en la oscuridad. Ya me iba, sin embargo. Luego fuiste por la chela del inicio y ya no regresaste.

Dos días después te busqué en el mismo palacio, esta vez de día. No te encontré y nadie me dio razón de ti.

Al final nunca exististe. Resultó ser cierto eso que me dijiste en nuestra conversación nocturna… que sólo te apareces a quienes no te buscan.

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