Margaritas en anticucho

« Te tengo presente de sol a sol
Estás en mi mente y en mi corazón»
Salserín

Imagen tomada de
Fanpop Little Manhattan

 

Esta es mi historia de amor. Mejor dicho, es la historia de amor de cuando tenía 9 años, justo antes de cumplir irremediablemente y por la eternidad, una edad conformada por dos dígitos.

Veo mis fotos cuando tenía 9 años y descubro mis orejas enormes, mis ojos chinos y brillantes – siempre me brillaron los ojos, es una gran bendición, lo sé -, y mi sonrisa frente al asombro de ver las lombrices en el jardín o las pequeñas margaritas que se podían hacer anticuchos para armar una bonita corona de flores.

Por esos tiempos sonreía mucho – ahora también sonrío mucho, no lo niego -, y también tuve mi primer novio, sin haber sido conciente de eso. Antonio por alguna extraña razón tuvo un crush conmigo – vamos, admitámoslo, las orejas grandes no son un sex-appeal necesariamente… no para los no-entendidos -. Entonces me escribió la primera notita de “Hola Diana. Tienes ojos muy bonitos. Me gusta cómo brillan”.

Esta nota, Antonio se la dió a Joselo y a Luis Enrique para que se la dieran a Patricia, quien luego me la daría a mi. En una de las etapas de esta mágica cadena de comunicación, la notita se perdió y decidió cobrar autonomía propia. Respondió entonces “Me gustas Antonio. Me gustas mucho. Se mi novio. Diana”.

Fue así que Antonio y yo comenzamos a ser novios. Él era conciente de la novedad y yo no me daba por enterada. Si me preguntas ahora si sentí algún cambio en el trato que teníamos te diré que no. Ni siquiera un sonrojo o maripositas en el estómago producto de alguna suerte de tensión. Era una súper adelantada y enamorada sin estarlo. Así fue que de la misma forma en que comenzamos a ser novios, también terminamos de manera dramática. Por ese tiempo Antonio se enfermó de gripe y no fue a clases desde el jueves. Yo seguía con las musarañas-bien-gracias. Nunca me hubiera percatado siquiera de la existencia de Antonio.

A Antonio con el tiempo lo comenzaron a fastidiar con Angélica, la niña más hermosa del salón, la que más destacaba en deportes y la que siempre usaba cabello suelto y precioso. Un alma brillante como la de Antonio no podía estar sin enamorarse de la vida ni sin escribir notitas bonitas de amor y ternura. Ayer una Diana le rompió el corazón – sin saberlo, ojo, en mi defensa -, hoy una Angélica le daba razones de esperanza.

Yo entonces me percaté por primera vez de Antonio. Me parecía que tenía un rostro entrañable además que siempre estaba dibujando y escribiendo. ¡Un adelantado! Mi sonrisa hacia él cambió, era más dulce – sin querer me sale así la sonrisa -. Pero él era distante. Hasta me evitaba. Entonces Antonio me comenzó a gustar.

Un viernes saliendo de clases rumbo al bus de retorno a casa, Joselo me entregó una caja con un montón de cartitas de amor. Me sonrojé hasta el infinito porque todas llevaban mi nombre. Había incluso tarjetitas de corazones con las fotos de Thalía, Magneto y New Kids on the Block. “Le rompiste el corazón Diana. Ahora déjalo ser feliz”.

Me demoré mi tiempo en procesar la historia de amor que viví sin saber que la vivía. En tratar de recordar cómo éramos Antonio y yo hasta antes de que yo me percatara de su existencia. No descubrí mucho y me quedé con la parte “Manya, yo le gustaba a alguien”.

Esta es la historia de amor donde nunca supiste lo que tenías sino hasta que lo perdiste. Literal Diana. Literal. Pondría una moraleja. Pero no.

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