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Máncora (2009), de Ricardo de Montreuil

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Ricardo de Montreuil dirigió La mujer de mi hermano, adaptación de la novela de Jaime Bayly, según lo declaró, con pocas expectativas como director. Sin embargo, fue una cinta que le dio gran notoriedad, puesto que fue un relativo éxito comercial (la presencia de Bárbara Mori y Christian Meier colaboraron con ello). La primera película de un director no debería convertirse necesariamente en un referente para valorar su producción posterior, pero algunas veces brinda luces acerca de sus propuestas estéticas o temáticas.

Máncora sugería ser un thriller sobre la vida desenfrenada en este balneario del norte del Perú que convive entre lo folklórico y el cosmopolitismo de sus visitantes. Este es el marco para la historia que protagoniza Santiago (Jason Day) cuyo padre se ha suicidado hecho que lo obliga a tomarse un tiempo para reflexionar acerca de su vida. Sin embargo, según va desarrollándose la trama, los conflictos de Santiago terminan opacados por cuestiones anecdóticas como las fiestas, las riñas y la ayahuasca.

Montreuil hubiera explotado mejor el triángulo para sacar a flote los conflictos de Santiago que era lo que más prometía la cinta: concentrarse en su drama. Por ello, considero que lo más decepcionante de la película es el final. Este tipo de happy-end la convierte en una historia más dentro de todas aquellas que ya trataron este tema: el jovencito que en un momento de su vida decide interiorizarse y no encuentra mejor solución que ir a un lugar donde el sexo, la juerga y las drogas son pan de cada día.

En referencia a Máncora (2009), debo manifestar que mis expectativas en el mencionado director siguen en pie, ya que esta película seguramente tendrá un notable éxito comercial, gracias a la participación de Elsa Pataky, pero de ninguna manera le auguro que alcance ni remotamente el reconocimiento (que no siempre es sinónimo de éxito) de La teta asustada. Mientras las producciones nacionales o coproducciones que se realicen en nuestro país no tomen en cuenta a otros actores para papeles que puedan desempeñar a la altura de las circunstancias, primero, y no apuesten por proyectos originales o planteamientos novedosos acerca de temas ya tratados, seguiremos viendo a los mismos actores de Dioses, Mañana te cuento, Un día sin sexo, Ciudad de M o No se lo digas a nadie dando vueltas en torno a los mismos papeles. No quiero decir que Jason Day, Anahí de Cárdenas o Andrea Cano dejen la actuación, sino que exista de parte de los directores la intención de colocarlos en papeles que los desafíen como actores y que no los encasille en un estereotipo.

Mientras más versátil sea un actor, mayor será su crecimiento como tal. Mientras más diferenciado esté el actor del personaje y esté clara la diferencia para el espectador, mayor mérito encontraremos en las interpretaciones, porque, de lo contrario, bastaría siempre con recurrir a debutantes que, a pesar de lo reveladoras que podrían resultar sus actuaciones, no garantizan la transmisión de su espontaneidad a la pantalla (hay, por supuesto, notables excepciones).

Me parece que esta era la oportunidad para que Jason Day se desmarque del prototipo de personaje en el cual se viene encasillando últimamente desde sus primeras actuaciones. Le viene ocurriendo lo que antes le sucedió a Santiago Maguill: la repetición del mismo papel, pero en otras cintas. A pesar de ello, este papel ha sido algo más exigente que todos lo que ha interpretado antes. Por su parte, Elsa Pataky (Ximena) le imprime frescura, ingenuidad e inocente seducción a su personaje. Su actuación estuvo a la altura de lo esperado, aunque me hubiera gustado que se definiera más complejidad a su personaje. La que me pareció en gran medida deficiente fue la de Enrique Murciano (Íñigo) porque carecía de toda espontaneidad. Sus parlamentos eran por momentos ininteligibles, sus apariciones disforzadas. Murciano parecía estar en otro lugar excepto en la filmación de una película. Su personaje no cuajó, salvo podrían decir algunos, porque terminó siendo el más odiado, pero eso no es suficiente. ¿A quién interpretaba? ¿A un argentino, español, mexicano o norteamericano?

A mi modo de ver, a la cinta le faltó dramatismo y contundencia. Daba apariencia de ser oscura, reflexiva, vertiginosa y de alguna manera prometía más, pero terminó apelando al final feliz, a la filosofía de mochilero y al facilismo de no arriesgar por nuevos actores o, en su defecto, de desafiar a los ya conocidos con roles más exigentes. Respecto a los recursos técnicos lo mejor fue la escena del suicidio del padre de Santiago. Excelente toma, muy verosímil.

Esperemos que Montreuil nos sorprenda en sus próximos proyectos y que los medios también le brinden la misma cobertura a otras producciones que comercialmente no atraen por sus actores ni por sus temas, pero que resultan más satisfactorias por sus innovaciones y desafíos.

TRAILER MÁNCORA

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