Mario Benedetti. Poeta del amor y retratista de la vida cotidiana
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos;
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
“Te quiero”
Carlos Arturo Caballero
Leí a Benedetti durante los años universitarios cuando el acceso a Internet resultaba una novedad para aquellos que lo frecuentábamos con la finalidad de obtener información de nuestro interés. Se trataba de una monografía sobre escritores que se hayan caracterizado por destacar tanto en la narrativa como en la poesía. Personalmente, creo que son pocos los casos en los que un escritor destaca por igual en ambos géneros, y aunque ello ocurriera, la impresión que uno u otro género dejan en el lector se convierte, al final, en el veredicto que consagra al escritor de su predilección. Prefiero quedarme con el poeta Benedetti, con el retratista de momentos cotidianos, simples, sencillos, pero seductores y cautivantes no por la contundencia una frase lingüísticamente exquisita, sino por aquellas imágenes que en simples trazos dibujaron en nuestra imaginación una gran variedad de sensaciones que demuestran que en la poesía lo que no suma, resta.
El primer poema que leí del poeta uruguayo fue “Táctica y estrategia”. De inmediato, leí bajé e imprimí todos los poemas que contenía aquella célebre página de literatura y cultura, El poder de la palabra, y los leí por completo. Hasta ese momento mis referentes eran los poetas simbolistas y surrealistas franceses y poetas anglosajones como Ezra Pound, T.S Eliot y William Carlos Williams. Tal vez, por estos últimos, es que sintonicé de inmediato con la poesía de Benedetti, pues, de manera similar a la de Eliot, aunque muy original por cierto, el poeta uruguayo me impactó por la transparencia de sus versos que recogían de lo cotidiano anécdotas dignas de poetizarse. Como quien pinta de color un lienzo de la manera que le plazca, Benedetti imprimió en sus versos una marca muy personal: pequeñas escenas de la vida cotidiana.
Asimismo, el abordaje que hizo del amor y de las relaciones humanas merece destacarse. Lo trillado, lo cursi o los lugares comunes no aparecen o tal vez están presentes pero de forma que el lector no los reconoce a primera vista:
Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
(“Táctica y estrategia”)
Me deslumbró la naturalidad de su poesía al tratar el tema del amor de pareja y el de la mujer. Si bien en gran parte de su poesía Benedetti insistió en los mismos recursos que lo consagraron, ello no significó un estancamiento: simplemente, se dedicó a hacer bien lo que mejor conocía. Al respecto, el lado afectivo de las relaciones humanas siempre estuvo presente en su poesía: la vejez, el desamor, la nostalgia, la familia, la esposa abnegada, el hombre solitario y tanto más.
Te propongo construir
un nuevo canal
sin exclusas
ni excusas
que comunique por fin
tu mirada
atlántica
con mi natural pacífico.
(“Nuevo canal interoceánico”)
Alguna vez comentando mis impresiones sobre la poesía de Benedetti, un condiscípulo lo sentenció como una especie Corín Tellado de la poesía, un creador de melodramas poéticos que bien podría escribir pensamientos para tarjetas del día de los enamorados, de la madre, navidad o para cualquier ocasión que lo ameritara. Nada más inexacto para apreciar su poesía. Un escritor auténtico escribe de lo que más sabe y lo expresa de la manera que mejor lo siente. Esto es un acto de honestidad creadora: un escritor se debe, en primer término, a sí mismo y eso fue lo que Benedetti hizo durante su vida, una vida que el este último domingo de mayo llegó a su fin.
Si en su poesía se mantuvo alejado de la política, ello no ocurre en su narrativa en la cual no disimuló su compromiso político con los movimientos de izquierda sin llegar a convertir sus novelas en panfletos ideologizados. Benedetti demostró que un escritor de izquierda no tiene que empeñar la visión estética de su arte a ninguna ideología por más nobles que sean los propósitos que a esta la animan. Por el contrario, es un signo de integridad saber ubicar ambos aspectos en espacios que son diferentes, pero complementarios y que no se eliminan el uno al otro: el arte y la política.
Sus convicciones políticas lo obligaron a abandonar Uruguay luego del golpe militar para exiliarse en la Argentina, Perú (donde laboró como periodista durante un año hasta que lo deportaron nuevamente a la Argentina) y Cuba entre otros países. Sin embargo, se mantuvo firme en su posición de no claudicar ante los poderes que hacen del autoritarismo un instrumento para dominar a quienes discrepan de ellos y también supo confrontar opiniones adversas aun provinientes de escritores de la talla de Mario Vargas Llosa. En enero de 1984, tuvo lugar una polémica frente al novelista peruano acerca de una entrevista que este concediera en Holanda. en tal oportunidad, Vargas Llosa calificó de corruptos y contentos a los intelectuales de izquierda latinoamericanos entre los cuales sindicó a Benedetti, lo cual provocó una inmediata reacción del poeta uruguayo quien luego de dar por terminada la discusión, en buenos términos, ratificó su rechazo a las declaraciones de Vargas Llosa:
“Nuestra mayor e irremediable diferencia está en que Vargas Llosa entiende (y no pongo en duda su sinceridad) que cualquier escritor latinoamericano que hoy apoye revoluciones como la cubana o la nicaragüense no lo hace libremente y por convicción, sino por «un desconcertante conformismo en el dominio ideológico», Personalmente, tengo mejor opinión de mis colegas, y sin perjuicio de que pueda existir (¿por qué no?) algún sectario u obsecuente, creo (y espero que mi tocayo tampoco ponga en duda mi sinceridad) que la gran mayoría de escritores latinoamericanos que han apoyado y apoyan esas revoluciones lo hacen por propia decisión y no por corrupción, ni por cinismo, ni por oportunismo”.
Y más adelante agregó: “Concuerdo con mi tocayo en que a ambos nos gustan las novelas largas, pero, en cambio, no estoy tan seguro de que nos pongamos de acuerdo sobre las razones y el color de la injusticia”. (“Ni cínicos ni oportunistas”) Así fue Mario Benedetti.
En 1985, regresó a Uruguay después que la Junta Militar dejara el poder. Debido a problemas de salud, padecía de asma, su residencia la alternaba entre Madrid y Montevideo, pero luego del fallecimiento de su esposa el 2006, víctima de Alzheimer, fijó su permanencia en la capital uruguaya. Los últimos años de su vida estuvieron signados por eventuales publicaciones y reconocimientos literarios entre los que destacan el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999) y el Premio Internacional Menéndez Pelayo (2005). El mes pasado, Pilar del Río, esposa de José Saramago, inició una “Cadena mundial del poesía” para apoyar a Benedetti en su recuperación luego de ser internado en una clínica en Montevideo.
El domingo 17 a las 6 de la tarde, conocimos la noticia que ya dio la vuelta al mundo: Mario Benedetti ha muerto. Sin embargo, a pesar de su ausencia, quedarán sus versos y relatos como testimonio de integridad y pasión por la literatura y la política combativa. Por ello, que el más íntimo y sentido homenaje como admirador de la obra de Benedetti sea volver a los versos que nos llenaron convencieron que la poesía es un arte de lo cotidiano (Inventario uno e Inventario dos) o iniciarse en su lectura a través de El amor, las mujeres y la vida. Es lo más sencillo y grandioso, a la vez, que podemos hacer por este gran escritor que se nos fue.
TE QUIERO – MARIO BENEDETTI
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