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EL MÉDICO ALEMÁN

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No es la primera vez que Lucía Puenzo (Buenos Aires, 1976) lleva a la pantalla una novela suya. En 2009 dirigió El niño pez, basada en la obra del mismo nombre. Recientemente, se estrenó en Argentina Wakolda, adaptación de la  novela que Puenzo publicó en 2010.

Su debut cinematográfico fue más que auspicioso. XXY (2007) obtuvo varios premios internacionales entre los que destacan el premio de la crítica en Cannes y a mejor película extranjera en Montreal. Luego siguieron Los invisibles (2008),  El niño pez (2009), Más adelante (2010) y Wakolda (2013), elegida como precandidata a mejor película hablada en lengua extranjera para los premios Oscar del año próximo.

Wakolda narra una probable versión sobre la experiencia del médico y antropólogo Josef Mengele en la Argentina de los años sesenta. Conocido como “el ángel de la muerte”, Mengele se inició en la Juventud Hitleriana y terminó integrando las SS. Es conocido que varios oficiales nazis eligieron Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay para refugiarse luego de la Segunda Guerra Mundial. La espectacular captura de Adolf Eichmann en Buenos Aires y la expulsión a Francia de Klaus Barbie Atlmann refugiado en Bolivia son quizá los casos más difundidos acerca de la presencia de criminales de guerra nazis en Sudamérica. Mengele se escondió en la Argentina, Paraguay y Brasil, donde murió en 1979 a los 67 años.

Lo primero que la cinta deja advertir es la impresión visual del paisaje patagónico, que contrasta el silencio y la melancolía del desierto con la vitalidad y la floresta de las montañas y el lago Nahuel Huapi en Bariloche, ciudad elegida por inmigrantes alemanes debido a que, como dice el personaje de Mengele, se sienten como en casa. Efectivamente, las panorámicas en exteriores que cubren el lago y las montañas evocan inmediatamente el paisaje de los Alpes. De otro lado, la película recrea el ambiente que se vivía en ciertos reductos de la ciudad controlados por una colonia alemana ideológicamente identificada con el nazismo.

Los aspectos más cautivantes del guion son los contrapuntos que mantienen los personajes. Las atenciones de Josef Mengele (Álex Brendemühl) seducen, en el sentido más amplio del término, a la cada vez menos cautelosa Eva (Natalia Oreiro) y a su pequeña hija Lilith (Florencia Bado). La manifiesta desconfianza inicial de Eva, quien habla perfecto alemán, se transforma en esperanza porque este misterioso médico alemán ayude a que Lilith aumente de estatura. Pero la relación entre Mengele y Lilith es más profunda y compleja. La historia no revela detalles de esta relación, aunque es narrada desde la perspectiva de Lilith. Pero transita entre el enamoramiento ingenuo, la fascinación y la seducción por alguien que le presta atención. Una virtud del guion es justamente dejar algunas zonas no muy claras y luego proporcionar suficientes indicios para que el espectador arribe a conclusiones reveladoras: el pasado oculto de Eva durante la escuela alemana en Bariloche, el presente de Lilith desde donde narra su “relación” con el médico alemán, la red de contactos e influencias de los nazis en la Argentina, entre otras.

También hay contrapunto de tramas. El argumento principal enfocado en la mutua obsesión entre Mengele y Lilith tiene como correlato un tratamiento semejante sobre el control de los cuerpos. Se trata de la dimensión más simbólica del filme. «Wakolda» es el nombre de la muñeca preferida de Lilith, un ambicioso modelo diseñado por Enzo (Diego Peretti), su padre, a la que le falta un corazón mecánico para estar completa. Aquí aparece otro contraste. Enzo Raggi  tiene varios planos de muñecas minuciosamente detallados que no ha logrado construir por falta de presupuesto. Aún se mantiene a la vieja usanza, fabricándolas manualmente por unidad. Esto, que podría asumirse como una desventaja, es su mayor cualidad, pues hace de cada muñeca un ejemplar único. La pasión de Enzo no lo obsesiona; en cambio, Mengele está convencido de que una producción en serie, tecnificada y mejorada, además de rentable, sería el justo merecimiento a su dedicación. Se deja entrever que Mengele se interesa por los diseños de Enzo, aparte de que era un medio para doblegar su desconfianza, porque ve en ellos una analogía con su propio trabajo: detalles, notas, minuciosidad, atenta dedicación y el cuerpo como objeto de todo ello.

Asimismo, la dualidad Wakolda/Lilith es muy significativa. Wakolda es la muñeca más humana de todas las que diseño Enzo (tiene un corazón mecánico). La niña eligió la muñeca más extraña, tan extraña como ella que tiene una estatura baja para su edad. Mientras Enzo no ve en ello un problema, pues todos son diferentes en cuanto se comparan con los demás; para Mengele se trata de una anomalía. Al respecto, Mengele  no duda que la ciencia, una idea positivista de ciencia, ofrece respuestas indubitables a los problemas humanos; solo se requeriría de tiempo para observar, medir y analizar el objeto de su interés, pues tarde o temprano el objetivo trazado se cumplirá indefectiblemente.

Por ello es que las escenas más sobrecogedoras no tienen que ver con la exhibición de experimentos retorcidos con seres humanos o animales, sino con la modelación del cuerpo a través de un símil como son las muñecas. Incluso la exposición de los cuadernos de Mengele, plenos de dibujos, estadísticas, notas y enmiendas que lo asemejan a un diario, impresionan tanto como la contemplación de las piezas de las muñecas y su confección en masa, sutil alegoría de los experimentos que realizara en laboratorios pero con seres humanos.

Es así que el cuerpo se perfila como el principal protagonista de Wakolda. El discurso de la pureza racial fue refrendado científicamente por expertos afines al nazismo o por científicos simplemente interesados en llevar adelante sus ideas en un marco que les garantizara total seguridad. Ello no podría ser posible sin una concepción homogenizante, jerárquica y excluyente del ser humano. Frente a ella, aparece el reconocimiento de la diversidad como un hecho que no supone anomalía, ya que lo normal es indesligable del grupo que defiende la idea de “normalidad”. La utopía de Mengele anhelaba eliminar todo vestigio de impureza y con ella a los individuos portadores de la misma, cuyo único valor residía en convertir sus cuerpos en laboratorios vivientes.   

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FÓRMULA PARA UNA TESIS FALLIDA

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Ficha técnica

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Título: Tesis sobre un homicidio
Director: Hernán Goldfrid
Guion: Patricio Vega
País, año: Argentina, 2013
Reparto: Ricardo Darín, Alberto Amman, Arturo Puig, Calu Rivero
Duración: 106 min.

Luego de Música en espera (2009), Hernán Golfrid presenta su segunda película, Tesis sobre un homicidio (2013), thriller policial basado en la novela de Diego Paszkowski, escritor y periodista que obtuvo un premio del diario La Nación en 1998 en la Argentina.

La historia narra el desafío no declarado entre un destacado alumno de un posgrado de Derecho y un reputado profesor de leyes. Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Amman) ha llegado a Buenos Aires exclusivamente para cursar el seminario del abogado en retiro Roberto Bermúdez (Ricardo Darín), a quien lo vincula la amistad paterna y una profunda admiración que a la vez sirve como aliciente para el desafío. El crimen de una joven cuyo cuerpo fue abandonado en el campus de la facultad frente al aula donde tiene lugar el seminario de Bermúdez no solo abre la intriga por saber quién es el asesino sino que se va transformando a medida que avanza la historia en un estudio de caso para demostrar la validez de una particular concepción del derecho.

El conocido tópico del maestro y el discípulo articula la trama. Bermúdez, un brillante intelectual del derecho en la madurez de su vida, y Gonzalo, joven y desafiante promesa, entablan un duelo no declarado que concentra la mayor intensidad de la historia. Bermúdez subestima las intervenciones de Gonzalo quien lejos de arredrarse avanza sostenidamente hasta que su rival toma en serio el reto. Sí cautiva que el contraste se intensifica, pues a mayor indiferencia de Bermúdez, Gonzalo arremete con sutil agresividad, lo que deviene un maestro paranoico y un discípulo impasible. Sin embargo, algunos giros un tanto impostados no logran redondear el perfil del intelectual brillante, viejo, experimentado, irascible, insensible, fracasado en el amor, intolerante a la crítica, etc., que su papel requería, como la dosis ácida e irónica que se viene a menos por algunas frases escasamente logradas que le quitan contundencia a los pasajes donde el humor negro de Bermúdez se perfilaba como su sello característico. Darín ya está habituado a interpretar el papel de funcionario judicial (El secreto de sus ojos, 2009) o abogado (Carancho, 2010; Séptimo, 2013), pero su personaje de Roberto Bermúdez aunque protagónico, no alcanza las dimensiones de aquellas.

Se aprecia a un Darín cumplidor pero no sobresaliente, lo mismo que Alberto Amman, más seductor en los diálogos donde Gonzalo expone sus ideas sobre lo legal y lo justo, y la naturaleza de las víctimas a Bermúdez  que en su interpretación del personaje al que le faltó exhibir una talla dramática semejante a la de su adversario. Arturo Puig, en el papel de juez, si mantuvo una actuación más sólida en todas sus líneas. En cambio, la de Calu Rivero fue deficiente, porque  no transmite la cuota de dramatismo que los otros protagonistas, pese a lo señalado antes, sí logran.

La historia apela a la dispersión de pistas que un final sorpresivo obliga a recuperar para darle coherencia a la trama. No obstante, esa dispersión no es lo suficientemente convincente como para que confunda al espectador y lo induzca a especular mientras avanza el relato. Las claves van cerrando conforme progresa la historia y si en algún instante el espectador tuvo dudas sobre el autor del crimen, la trama no le complica la resolución como habría merituado en un guion de esta naturaleza, excepto porque gran parte del filme hasta las instancias finales orientan al espectador a sospechar que se incriminará al personaje empeñado de descubrir la verdad.

La atmósfera de tensión es bien llevada hasta el momento en que todas las sospechas se ciernen irreductiblemente sobre uno de los personajes, mientras el otro queda en la orfandad de la pesquisa paranoica que lo desacredita. Las escenas más impactantes por la velocidad, el vértigo y el clímax que alcanza la historia se dan en la previa al desenlace. El desenfreno de una megafiesta en una fábrica abandonada es el marco de una persecución, la cual contrasta con la confrontación más silenciosa del resto de escenas.

Si un director acude a un actor destacado como definitivamente lo es Ricardo Darín y pretende apoyar en él todo el filme, puede perjudicar el resto de elementos que lo componen. Este es el caso de Tesis sobre un homicidio, cuyos productores al parecer apostaron por  la fórmula que les dio éxito con El secreto de sus ojos: un actor reconocido, protagonista de una cinta ganadora del Óscar, que interprete a un abogado, una novela best seller policial y una joven brutalmente asesinada.

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