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ENTRE EL RÍO Y LA FLORESTA

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Gracias a la invitación de Socorro Simões, coordinadora del Programa de Estudios Geo-Bioculturales de la Amazonía, me encuentro en la ciudad de Belém, capital del estado de Pará, participando del IFNOPAP, un congreso internacional que reúne a especialistas de diversas áreas sobre temas de la Amazonía. Este año se realiza la decimosexta edición y la sexta en la modalidad de campus fluctuante. Anteriormente, mis visitas al Brasil se limitaron São Paulo y Río de Janeiro, pero hacía tiempo atrás me interesaba conocer el nordeste: Recife, Fortaleza, Natal y las playas de Olinda que por lo que oí y leí son realmente maravillosas. Sin embargo, la invitación a IFNOPAP me llevó mucho más al norte, oportunidad que aproveché para conocer por primera vez la Amazonía.

A diferencia de otros viajes académicos en los que llegaba justo para la inauguración y en cuanto terminaba la clausura ya estaba con las maletas rumbo al aeropuerto, decidí que mi estadía en Belém no podía limitarse a los 9 días del congreso, sino que debía darme el tiempo suficiente para explorar esta antigua ciudad, puerta de entrada a la Amazonía, donde alguna vez Roger Casement ejerció funciones diplomáticas poco antes de ser comisionado para investigar las actividades de la Peruvian Amazon Company de Julio C. Arana en el Putumayo. Así que llegué con varios días de anticipación para conocer con calma un poco más sobre su historia y su gente.

Belém tiene dos climas definidos: calor y más calor, mucha lluvia y poca lluvia. Y es que se ubica en la zona tropical donde abunda una tupida floresta amazónica y una intricada red de canales fluviales que en el pasado le habían ganado el apelativo de la «Venecia del Amazonas». Entre finales del siglo XIX e inicios del XX, los canales de la ciudad fueron drenados y otros cubiertos para aprovechar espacio a favor de construcciones más sólidas. Desde el aire la vista es impresionante. Senderos acuáticos serpentean en todas las direcciones confluyendo unos con otros hasta formar un río tan ancho que en algunos tramos no se observa la otra orilla (y no me refiero al río Amazonas). La duda que me acompañaba desde que llegué era si Belém se ubicaba a orillas del Amazonas cerca a su desembocadura. Los mapas dan la impresión que uno de los brazuelos del coloso fluvial sudamericano pasa por Belém. Sin embargo, las oportunas explicaciones de una profesora de geografía, luego de su conferencia magistral, me aclararon el panorama. El río que pasa por Belém es independiente del sistema hidrográfico del Amazonas. No obstante, algunos guías fluviales con total desparpajo anuncian a los turistas que están navegando por el Amazonas. «No pude resistirme y en privado le dije que eso no era verdad», me comentó la profesora Carmina. Al parecer, ese joven guía persiste en su propósito, pues varios turistas regresan convencidos de que, efectivamente, navegaron por el Amazonas.

Lo que sí es cierto es que durante su época de esplendor, Belém fue una ciudad muy importante para la corona portuguesa, el imperio del Brasil y la república. Así como sucedió con Iquitos, Belém mantenía mayor contacto con Nueva York, Londres, Liverpool y París que con São Paulo o Río de Janeiro, los centros político-económicos desde donde se dirigía la colonia, el imperio y la república. El eje Belém-Manaus-Iquitos fue fundamental para el comercio del látex entre 1884 y 1914, periodo que duró el «boom» del caucho. Durante la Primera Guerra Mundial, las potencias aliadas se aseguraron que los Estados que proveían de esta materia prima se declarasen en contra de Alemania y así garantizaron una provisión constante de látex para emplearlos en la industria militar. Pero después de la caída del precio internacional del caucho, a raíz de que se transplantaron semillas de la Amazonía a Singapur y Malasia, lo que derivó en la quiebra del monopolio amazónico y africano, Belém y sus pares Manaus e Iquitos fueron sumergidas en el olvido.

Como testimonio de aquella época queda el Theatro da Paz en la Praça da República, en el centro de la ciudad, construido con materiales importados desde Francia e Inglaterra y bajo la influencia arquitectónica de la Bélle Époque. En las paredes y pisos de las iglesias de Belém y de las ciudades que la circundan como Vigías o Bragança, todavía se conservan los azulejos portugueses que también, como se narra en El sueño del celta de Mario Vargas Llosa, adornan las casas más distinguidas del centro de Iquitos.

La historia cuenta que Pará fue hasta el final una región leal a la corona portuguesa, que opuso resistencia al republicanismo carioca y paulista. Y se comprende porque la presencia europea fue determinante en el modo de vida de sus habitantes. Al contrario de lo que se puede encontrar en Recife o Bahía, donde los cultos africanos como el candomble, la santería, los orixás y sus derivados umbanda y quimbanda, Belém mantuvo una fuerte impronta católica. Esta ciudad albergó en el pasado a una variopinta población conformada por ingleses, franceses, portugueses y holandeses, además de la africana y la indígena local.

Pará es una región no muy difundida a nivel internacional como punto de visita para los turistas. El Brasil es un país tan grande y diverso que los propios brasileños ignoran mucho de los modos de vida existentes más allá de su localidad. Los paraenses que conocí lo confirman: el resto del país considera que ellos siguen viviendo en palafitos, caminan descalzos, comen yacarés, se alimentan de la pródiga naturaleza que les ofrece sus frutos, duermen todo el día en hamacas y gustan de bailar en cuanta ocasión se presente o beber ingentes cantidades de cerveza para aplacar el calor.

Pero la realidad es muy diferente. Desde el aire se observa un cúmulo de altos edificios que flanquean el centro de Belém, la mayoría condominios residenciales, edificios federales y centros comerciales. El porcentaje que Pará aporta al PBI nacional es el tercero del país. Esta región es la primera exportadora de leche y carne de res. La Universidad Federal do Pará tiene el segundo campus más grande del Brasil y es la primera universidad con mayor cantidad de alumnos matriculados. Antes de venir a Belém, tenía la idea de que São Paulo y Río de Janeiro eran las ciudades más caras del Brasil. Y lo son en muchos sentidos, pues me había enterado de que el metro cuadrado más caro del Brasil y Latinoamérica estaba en el exclusivo barrio de Leblon. Pero un profesor comentaba durante un receso que un departamento en Las Docas, una de las zonas más elegantes de Belém, costaba alrededor de 3 millones de reales, o sea, 1 millón y medio de dólares. Y lo decía enfatizando que era el precio más modesto. Los centros comerciales de Belém no tienen nada que envidiar a los de la metrópoli carioca. «Boulevard Belém», recientemente inaugurado en el barrio de Las Docas, es el más concurrido.

Para hacerse una idea de lo que esta ciudad fue durante el «boom» cauchero, hay que visitar la Estação das Docas, antigua zona portuaria ahora convertida en un boulevard gastronómico con una inigualable vista al río Guajará. El boulevard fue restaurado para albergar comercios, restaurantes y un pequeño museo donde se exhiben fotografías, mapas y piezas de los navíos que surcaban estos ríos allá por mediados del siglo XIX. Al atardecer hay una inmejorable vista de la puesta del sol sobre el río y la floresta. Y si se tiene la oportunidad de contemplar un cielo despejado con luna llena, el espectáculo es incomparable. No deje de probar la cerveza artesanal producida ahí mismo por la Cervejaria Amazon Beer, recomiendo las variedades «Forest» y «Red», como alternativa a la caipirinha o caipivodka de rigor que todo turista llegado al Brasil es animado a probar.

Frente a la estación algunas empresas que ofrecen paseos en barco alrededor de la bahía de Marajó. Desde aquí hasta la isla Marajó son aproximadamente 3 horas. Por su margen izquierda sí discurre el Amazonas en su tramo final hacia el Atlántico, desembocando en varios brazos a manera de un delta. Los navíos salen con regular frecuencia en cuanto completan el cupo de pasajeros necesario. Se trata de un paseo imprescindible si se visitan parajes como los que rodean Belém.

Una vez a bordo, se tiene la sensación momentánea de estar remontando el río Mississippi descrito magistralmente por William Faulkner en Las palmeras salvajes, o el Magdalena de El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. En mi caso, aprovecho para tomar notas de las novelas en las que Mario Vargas Llosa narró la Amazonía, ya que en unos días, cuando visitemos la ciudad de Bragança, tendré a mi cargo la conferencia inaugural de IFNOPAP. Releyendo El sueño del celta, procuro imaginar cómo fue la Belém en la que Roger Casement permaneció unos cuantos meses y me pregunto si en su viaje a Iquitos navegó por estos rumbos en los que ahora, al momento que escribo estas líneas, descanso la mirada en el horizonte, navegando entre el río y la floresta.

Belém do Pará, 10 de agosto de 2012 Sigue leyendo

TRAVESÍA LIBRESCA

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Salí en busca de un café para darme tiempo de organizar las notas que tomé sobre Río de Janeiro durante las últimas tres semanas y de una librería para adquirir las crónicas de Carlos Drummond de Andrade, últimamente reeditadas por la editorial Cosac Naify: Confissões de Minas (1974) y Passeios na ilha (1975). Esta pesquisa me condujo a la librería Travessa de Ipanema. Este local y el de Shopping Leblon son amplios, bien organizados y muy surtidos de libros. El de Ipanema es más pequeño, pero no menos acogedor y atractivo. De todas sus sucursales en Río, ambas merecen una visita obligatoria si nos animamos a una incursión libresca poco convencional. Luego de comprar los libros de Drummond (el poeta y cronista itabirano se está convirtiendo en una obsesión literaria como lo fueron César Moro y Mario Vargas Llosa) subí al Bazzar y no resistí la tentación de escribir una nota sobre el lugar, pese a que inicialmente vine con otros propósitos.

Travessa se ubica en la quinta cuadra de la Rua Visconde de Pirajá, una avenida que discurre por el sector más comercial y noctámbulo de Ipanema (la avenida Larco sería su equivalente miraflorino). Las áreas temáticas son diversas y están bien clasificadas, el catálogo virtual está a disposición de los visitantes y el personal de sala es atento y cordial. Cualquier lector interesado puede tomar un libro y leerlo tranquilamente en los confortables sofás cercanos a las estanterías sin mayor compromiso que cuidarlo y devolverlo a su lugar de origen. El que los libros no estén sellados por una cubierta plástica facilita su acceso a quien desee leerlos o simplemente darles una hojeada. En este sentido, lo más cercano a esta librería en Lima es El Virrey de Miguel Dasso en San Isidro. En contraste con El Crisol de Lima, la propuesta de Travessa es de lejos superior y mucho más interesante, ya que, a pesar que lo intenta reiteradamente, aquella sigue un modelo convencional de librería: solo vende libros u otros productos similares. Ofrece lo que le gusta a la gente, lo que circula en el mercado comercial limitado a unas cuantas editoriales, títulos y autores taquilleros que aseguren una venta fija.

Por el contrario, el concepto de Travessa va más allá de la venta de libros, pues fusiona las letras, la música, las artes visuales y la gastronomía. Y es que esta simpática librería es tanto o más visitada por el Bazzar Café que está en el segundo nivel, que por sus libros, CDs y películas. Si se nos antojara un despertar intelectual se puede desayunar un café da manhã, mientras se lee el diario o un libro, o disfrutar de una gustosa merienda a media tarde. El tiempo no apremia: las sucursales de Leblon e Ipanema atienden hasta las 23 horas. El nivel de la música ambiental no perturba, sino más bien complementa agradablemente la conversación y la lectura. Y no se piense que sólo se escucha bossanova, MPB, samba o pagode. En el preciso instante que trazo estas líneas, acaban de pasar de João Gilberto a Motown. En general, el ambiente es muy agradable y propicio para charlar a cualquier hora del día.

En el local principal del restaurante Bazzar en la Rua Barão da Torre se ha iniciado un proyecto que fusiona la gastronomía y las diversas formas de arte explorando los puntos de encuentro entre estas representaciones culturales. Para ello se ha montado la muestra «Bazzar em foto», donde diferentes artistas que utilizan la fotografía como lenguaje transportaron sus obras a un enorme panel localizado en la entrada del restaurante.

Los libros en promedio son caros. Pero también hay librerías de anticuarios que ofrecen una alternativa más económica con el agregado de una experiencia más íntima y retrospectiva. Si se gusta de los libros viejos y primeras ediciones hay que visitar Mar de Histórias en la calle Francisco Sá, Copacabana. Hace unos meses compré ediciones antiguas de las crónicas y poesías de Drummond y los cuentos completos de Rubem Fonseca. En esta ocasión, encontré Seleta en prosa e verso una edición crítica que reúne crónicas y poesía seleccionadas por el autor. El dueño me mostró la primera edición de Fazendeiro do Ar (1955) editada por José Olympio, agotada y aun no reeditada, y otra edición príncipe autografiada de Contos de aprendiz (1951). Ambos ejemplares se vendían a casi el doble de lo que cuestan otras reediciones de Drummond en las librerías. El librero me comentó que los nietos de Drummond, quienes viven a un par de cuadras en el departamento que habitara el poeta a la altura del puesto 6 de Copacabana, visitan a menudo su librería.

Ahora me dispongo a terminar las tareas pendientes, me quedan unos cuantos días más en Río para redondear notas, artículos y crónicas, y con ello doy fin a mis travesías en la «Ciudad Maravillosa» temporalmente. La próxima semana nos vemos desde la «Ciudad de la Furia»: Buenos Aires.

Ipanema, 3 de enero de 2012 Sigue leyendo

ENCANTO DE GENTE

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Carlos Arturo Caballero

El carioca no gusta de la lluvia ni del frío ni de los días nublados. El carioca gusta del sol, la playa, la samba, el fútbol y los placeres de una vida despreocupada. Y es que Río de Janeiro lleva impregnada la personalidad de un clima propicio para el placer; por ello no es raro que a sus habitantes les entre la melancolía ante la llegada de las lluvias que en marzo anuncian el final del verano. Mientras en Lima la humedad cala hasta los huesos, aquí es posible disfrutar de un sol esplendoroso a 30 grados a la sombra entre fines de julio y principios de agosto. Pero no hay que confiarse, pues así como sale un sol radiante, al día siguiente o durante algunos días más, podría llover y no habrá más remedio que decirle adiós a la playa y sus placeres. En verdad es muy triste caminar por Copacabana e Ipanema en un día nublado y lluvioso, sin garotas ni calor. Esta gris combinación es lo único que puede doblegar la voluntad de los cientos de veraneantes que a diario resisten gustosos el asedio de un sol ardiente.

El circuito de playas más representativo de Río de Janeiro comprende las playas de Leme, Copacabana, Arpoador, Ipanema y Leblon. Es posible recorrerlo a pie, en bicicleta o en auto. La ventaja de hacerlo a pie es que se goza de la vista poco a poco, gradualmente, como quien saborea un buen vino. La playa y la tradicional calzada de ondas blancas y negras, diseñadas por el paisajista brasileño Roberto Burle Marx, corren en paralelo junto a la ciclovía y a la Av. Atlántica en Copacabana. La vista que se aprecia en casi todas las postales de Río corresponde a la que se observa desde la margen izquierda de la playa de Copacabana —una pequeña bahía en forma de una herradura abierta hacia los lados, circundada por enormes edificios, cafés, restaurantes, bares y hoteles—. También en el otro extremo, desde lo alto del Fuerte de Copacabana, se logran buenas tomas de Copacabana. Para el lado de Ipanema, la mejor vista hacia la playa se consigue desde la Pedra do Arpoador, donde se disfruta una magnífica puesta del sol tras el morro “Dois Irmãos”.

Copacabana luce igual prácticamente todos los meses del año: vóley, fútbol, joggers, skaters, ciclistas, turistas, músicos, vendedores ambulantes, paseantes con sus mascotas y los infaltables kioskos que ofrecen agua de coco, cerveza, cachaça y caipirinha para aliviar el calor. Mayormente, es frecuentada por parejas con hijos, jubilados y familias. En cambio, a Ipanema van los jóvenes, generalmente. Los puestos de la prefectura, que se extienden por todo lo largo del circuito de playas, sirven como buen punto de referencia. El puesto 1 comienza en Leme y llega hasta el 5 en Copacabana; del 6 al 12 continúan en Ipanema hasta terminar en Leblon. Entre cada puesto media una distancia de 1 km. aproximadamente. La zona del puesto 8 es mundialmente conocida por ser la preferida de la comunidad gay. En el puesto 9 predomina la gente joven y es la zona más concurrida de la playa de Ipanema. Mucho más reposada y algo más desierta es la playa de Leblon, próxima a la favela Vidigal y al hotel Sheraton.

Salvo que la lluvia eche a perder la rutina carioca, es frecuente ver a jóvenes y adultos trotar a lo largo de la amplia calzada que bordea la playa desde Leme, pasando por Copacabana e Ipanema, hasta culminar en Leblon. No solo las mujeres se preocupan por lucir una figura perfecta, cuyos resultados saltan a la vista, sino que también los jóvenes y adultos mayores se esmeran por verse bien fit. No hay pretexto que valga para no lograrlo, pues cada cierto tramo disponen de módulos para hacer ejercicios a todo lo largo del circuito de playas. A ello se agregan las escuelas de fútbol y vóley playa, y las áreas destinadas a la paleta playa y fútbol net. Sin embargo, aquellos y aquellas que no lucen una esbelta figura tampoco se esfuerzan por ocultarlo. Asimismo, los deportes para los cariocas no conocen de fronteras de género. Mujeres que bien podrían estar bordeando o superando los 40 no desentonan en destreza al jugar una partida de fútbol net, del mismo modo que los muchachos y hombres maduros disfrutan sin prejuicios del vóley playa. Por estos lares, el sol, la arena, la playa y el calor vencen todo prejuicio estético y son el antídoto perfecto contra la mojigatería moralista. La autocensura no está en el libreto cotidiano de las garotas.

Conforme nos adentremos un poco en la playa, seremos testigos privilegiados de la belleza de la mujer carioca, gustosa, exuberante y nada mezquina consigo misma ni con quienes tuvieran el placer de mirarlas y admirarlas. Y es que el secreto de las chicas de Ipanema y Copacabana es sentirse bellas, primero, y luego, como lógica consecuencia, verse así para los demás sin esperar su aprobación. Desde que caminan o bailan, que al final es lo mismo, hasta cuando conversan en esa melodiosa y sibilante candencia vocal que adquiere el portugués en sus labios, las garotas llevan la seducción à flor da pele. Los cariocas gustan de la piel bronceada todo el año. Esta es la pista que de inmediato les facilita identificar a los turistas. «¿Você não é de aquí, né?», me pregunta la mesera del kiosko, el vendedor del puesto del puesto de diarios y el ascensorista del edificio.

Los cariocas también adoran a sus mascotas. Los dueños de mascotas por esta zona no escatiman en precios si de brindar confort y cuidados a sus engreídos se trata, lo que hace de la veterinaria una profesión muy rentable (un tratamiento dental a un cachorro cuesta aproximadamente 200 dólares). Una extraña proyección de la personalidad del dueño hacia la mascota se aprecia en las viejecitas que prefieren las razas pequeñas como los schnauzer, chihuahas, salchichas o puddle; en las parejas de enamorados con los labradores; o en los fisiculturistas con los rottweiller. Me dicen que una señal inequívoca de soledad es tener un perro. Si esto es cierto, entonces esta es la ciudad de los corazones solitarios más densamente poblada del mundo. Tal vez las mascotas están más dispuestas a una relación estable y duradera que la mayor parte de los habitantes de la Ciudad Maravillosa suele rehuir.

Mi deuda con Río de Janeiro aún no está saldada. Queda mucho más por descubrir de su gente y sus costumbres. El tiempo está a mi favor, por lo cual seguiré disfrutando de la sensualidad carioca mientras tomo las últimas notas en esta soleada tarde de navidad en Ipanema.

Río de Janeiro, 25 de diciembre de 2011
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PREZADO BONDINHO

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Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

Hace un año que mantengo una deuda con el Pan de Azúcar y el Bondinho. Esta segunda visita me brinda la ocasión perfecta para saldar cuentas con esta maravilla carioca. Ubicado en el barrio de la Urca, zona de instalaciones y viviendas militares, forma junto con el Cristo Redentor y las playas de Copacabana e Ipanema el circuito turístico más importante de Río de Janeiro. Si se hospeda en la zona sur, le será mucho más fácil llegar; sin embargo, también es posible desde cualquier otro punto de la ciudad, ya que existe una amplia cobertura de transporte público.

El Bondinho, teleférico en español, transporta a los visitantes hacia la cima del Pan de Azúcar, aunque también hay unos pocos que practican escalada de montaña en sus laderas. Durante el ascenso o descenso, es recomendable colocarse en los extremos frontal, posterior o en los laterales para capturar las mejores imágenes. Antes de llegar al destino final, realiza una parada obligatoria en el morro de la Urca, donde durante un tiempo indefinido los visitantes pueden pasear y aprovechar para fotografiar frontalmente al Pan de Azúcar. Desde aquí se observa el Cristo Redentor y se logra una amplia vista de la bahía de Guanabara, Botafogo, el puente que une Río de Janeiro con Niterói, y sobre todo una magnífica panorámica de la playa Copacabana. Además, cada cierto tiempo, y dependiendo de una cantidad mínima de pasajeros, parte un helicóptero que sobrevuela la ciudad. Este paseo brinda una experiencia increíble y una oportunidad inigualable para fotografiar o filmar la «Cidade Maravilhosa».

Esta maravilla de la ingeniería tiene su propia historia. Un pequeño museo exhibe una retrospectiva de su construcción donde se muestran fotografías y la antigua maquinaria que alguna vez puso a andar al Bondinho en sus inicios. El primer teleférico data de 1912. Con cabina proyectada y fabricada por la empresa alemana J. Pohlig especialmente para la Cia. Caminho Aereo Pão de Açucar, entró en operación en 1912 tras su implementación por Augusto Ferreira Ramos y fue el tercer teleférico de pasajeros implantado en el mundo. Anteriormente, se habían implementado el Teleférico de Wellerhorn, en Suiza, en 1908; y el Teleférico del Monte Ulia, España, en 1907.

Los «Camarotes Carril» fueron luego denominados «Bondinhos» (pequeños tranvías) por su semejanza con los tranvías eléctricos que circulaban por las calles de Río de Janeiro y funcionaban en el sistema de ida y vuelta. El tiempo de viaje era de cuatro minutos y medio en el primer techo entre la estación de Praia Vermelha y el morro de la Urca; y de 6 minutos en el segundo, entre la Urca y el propio Pan de Azúcar. Transportaba 22 pasajeros por viaje y aproximadamente 2100 por día. Al completar 60 años de funcionamiento, en 1972, fue desactivado.

El segundo sistema, proyectado e instalado por la Officine Meccaniche Agudio Spa, de Milán, e implementado por el ingeniero brasileño Cristóvão Leite de Castro, fue el equipamiento más moderno existente en la década del 70. El diseño de las cabinas era de absoluta vanguardia para la época: fue presentado y premiado en el 4° Salón de la Montaña, en Turín, en 1971. Su formato de «burbuja», único en el mundo en aquella época tenía una estructura que proporcionaba a los pasajeros una vista de 360 grados. Este segundo teleférico, con dos bondinhos en cada línea, circulando en el sistema ida y vuelta simultánea, aumentó la capacidad de transporte de 115 a 1360 pasajeros por hora. Las nuevas cabinas tenían capacidad para 75 pasajeros por viaje. Además, se redujo el tiempo del trayecto entre cada techo a 3 minutos. Estuvo en funcionamiento desde 1972 hasta el 2008 cuando cedió su lugar los actuales teleféricos.

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Las tomas que se pueden obtener desde el Pan de Azúcar superan ampliamente a las del morro de la Urca. Es cuestión de tomarse el tiempo necesario para explorar las mejores ubicaciones, caminar por los senderos y escaleras que atraviesan la exuberante floresta; o de vez en cuando observar a los ocurrentes «macacos» saltando entre las copas de los árboles; o visitar las «lojas» (tiendas) donde comprar souvenirs, pero a un precio mucho mayor de lo que cuestan en la ciudad, por lo cual es mejor ser paciente y dedicar otro día a las compras turísticas.

A diferencia de los limeños, los cariocas andan muy pendientes del clima, pues de acuerdo a ello planifican sus actividades, lo cual está plenamente justificado, ya que el tiempo en Río de Janeiro durante el invierno es muy variable: así como puede llover durante tres días, luego está soleado durante una semana. Por ello, antes de visitar el Pan de Azúcar, el Cristo Redentor o el Jardín Botánico, revise el pronóstico del clima, pues si está nublado no disfrutará del paisaje como debe ser. Las fotos obtenidas bajo el brillo solar son mucho más vistosas, y con cielo despejado se apreciará la ciudad, las montañas y el mar en todo su esplendor.

Cuenta cancelada, prezado Bondinho. Sigue leyendo

Río de Janeiro – Centro

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Aventura cultural en la ciudad del carnaval

Para la gran mayoría de cariocas visitar el centro histórico de Río de Janeiro forma parte de su rutina laboral diaria. En el centro de Río, se hallan algunos ministerios, cortes federales, oficinas gubernamentales, institutos y centros de investigación y antiguos edificios residenciales. En este sentido, transitar por las viejas calles del centro de esta ciudad no les representa mayor atractivo, sino, posiblemente, un mal necesario con el cual lidiar. Sin embargo, para el turista cuyas expectativas no solo se limitan a tomar sol en la playa o salir de compras pasear por el centro de Río puede ser una experiencia muy gratificante.

El turismo cultural puede que no esté en la cima de las preferencias de los miles de visitantes que llegan a esta ciudad, lo cual es muy comprensible, pues cuando se piensa en Río de Janeiro inevitablemente lo asociamos al carnaval, la samba o el fútbol. De hecho, luego de conversar con algunos profesores universitarios, todos apuntaban a que cuando se inaugura una exposición artística, feria del libro o festival cinematográfico se piensa más en São Paulo o Brasilia que en Río de Janeiro. A pesar de ello y ante la mirada reticente de algunos amigos cariocas, me aventuré a pasear por centro de esta ciudad que es dueña de una parte muy importante de la historia del Brasil.

El transporte público en Río está muy bien organizado, por lo cual no es difícil movilizarse en bus. Hay muchas líneas que atraviesan el centro y todas ellas provienen de distintos puntos de la ciudad. Mi aventura cultural en la ciudad del carnaval la inicié en el Palacio Tiradentes. Este lugar alberga la historia de la democracia y las vicisitudes que esta tuvo que enfrentar contra los embates del autoritarismo. La exposición permanente “Palacio Tiradentes: lugar de memoria de Parlamento Brasileño” muestra los principales acontecimientos sociales y políticos ocurridos en la ciudad desde la época imperial hasta el presente. Su nombre es un homenaje a Joaquim José da Silva Xavier (Tiradentes), quien estuvo preso allí cuando funcionaba la “Cadeia Velha” lugar de reclusión durante la Colonia.

La parte que más me interesó fue la republicana, exactamente la del primer gobierno de Getúlio Vargas, quien, a pesar de sus exabruptos autoritarios fue el responsable de la modernización del país. Vargas puso fin a la Republica Vieja y fundó el Estado Nuevo, periodo en el que hubo una fuerte represión contra la oposición, persecución al comunismo y en el que se cerró el Congreso. Durante este periodo, el Palacio Tiradentes pasó a ser identificado como la principal fuente de difusión de la propaganda política del “Estado Nuevo”, al punto que el frontis del palacio fue decorado con una gigantografía que conmemoraba el cumpleaños de Vargas en 1941. Luego de la caída de su régimen, la democracia volvió con la instalación de la Constituyente de 1946.

A partir de aquí, el Palacio se volvió sede de la Cámara de Diputados, condición que mantuvo hasta que la capital del Brasil se mudó a Brasilia. Desde 1975, el Palacio es la sede de la Asamblea Legislativa del Estado de Río de Janeiro (ALERJ). Para los interesados en temas de derecho, la biblioteca del ALERJ ofrece una vasta colección de textos y documentos. Si el visitante lo desea, puede ser asistido por la guía de estudiantes universitarios de la UERJ (Universidad Estadual de Río de Janeiro).

Después del Palacio Tiradentes, puede pegar el salto al Paço Imperial, edificio colonial que fue el despacho administrativo de los virreyes del Brasil, así como del rey Juan VI y de los emperadores del Brasil. Actualmente, es un centro cultural con exposiciones permanentes acerca de la historia colonial e imperial del Brasil, fotografía, música, libros y escultura.

Para recobrar energías nada mejor que beber un buen café en Kopenhagen, cruzando la vereda al frente del Paço Imperial y siguiendo una cuadra hacia adelante. Sugiero el capuccino con chocolate, que es verdaderamente una delicia. Kopenhagen tiene locales en varios puntos de la ciudad y en todos ellos la asistencia es masiva a media mañana y poco antes o después del almuerzo.

De aquí ya estamos preparados para continuar con la siguiente visita al Museo Nacional de Bellas Artes. Esta institución es responsable de la custodia y divulgación del arte brasilero. La entrada al mismo es totalmente gratuita, lo que anima a su visita. Este museo brinda un espacio para la preservación de la memoria de la nación, de su arte, de la educación, de la inclusión y de la transmisión del conocimiento. El Museo Nacional de Bellas Artes se encuentra a disposición de toda la ciudadanía con vista al desarrollo y conservación del patrimonio cultural brasilero. Ubicado en la avenida Río Branco, en pleno centro de Río de Janeiro muy cerca de la Biblioteca Nacional y del Teatro Municipal, el acervo del museo tiene su origen en el conjunto de obras de arte traídas por Joao VI de Portugal en 1808, el cual fue ampliado posteriormente por Joachin Lebreton, quien dirigió la Misión Artística Francesa. De esta manera, se conformó la más importante pinacoteca del país que luego fue enriquecida con nuevas incorporaciones a lo largo de los siglos XIX y XX. La antigua sede del museo se hallaba en unas de las áreas que actualmente ocupa el Jardín Botánico. Con la construcción de la nueva sede de la Escuela Nacional de Bellas Artes en el centro de Río de Janeiro, todo el acervo se trasladó al nuevo edificio que fue inaugurado en 1937.

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Dependiendo de las normas de la institución, tomar fotografías puede estar prohibido en todas las instalaciones o solo en algunas. Por ello, es conveniente cerciorarse antes. Salvo en algunas salas, casi en todas las galerías del Museo de Bellas Artes está prohibido tomar fotografías. Permanentemente, hay un piso dedicado al arte brasilero contemporáneo que contiene pinturas, grabados, esculturas, dibujos e instalaciones de los artistas brasileros más connotados del siglo XIX y XX. Ahí podrán apreciar las escenas costumbristas de los pintores de inicios y mediados del XIX pasando por la evocación histórica de la conquista y los años de la esclavitud a fines del XIX y principios del XX, hasta las nuevas tendencias vanguardistas del periodo de entreguerras y la constante renovación del arte posmoderno. Algunas secciones contienen obras de destacados artistas como Cándido Portinari, Oswaldo Goeldi y Carlos Oswald. La Galería Nacional del Siglo XIX contiene pinturas de grandes dimensiones que evocan pasajes de la historia colonial, imperial y los inicios de la república. Son cuadros dotados de un realismo impresionante tanto por las escenas retratadas como por sus dimensiones. De todas las galerías recomiendo recorrer detenidamente esta en particular.

Si visita el Museo Nacional de Bellas Artes durante este mes de agosto, podrá apreciar la exposición del artista Paiva Brasil, denominada Jogos da arte en la cual presenta obras de gran vigor, dotadas de un lenguaje propio y fácilmente reconocibles. Paiva pertenece a una generación que transformó el quehacer artístico de manera definitiva y revolucionaria. A pesar de no haber integrado grupo alguno, su obra ha sido una pieza clave en la ruptura del arte moderno brasileiro, ocurrida en los 50. Su obra destaca junto a la de otros artistas contemporáneos como Ubi Bava y Rubem Ludolf.

En la sala Bernardelli hay una exposición de las obras de Sergio Telles, que reúne una muestras bastante amplia y representativa de sus pinturas, dibujos, grabados y acuarelas. Telles también colaboró con la ilustración de libros de escritores brasileros y portugueses entre los que destacan Jorge Amado, Fernado Pessoa y Carlos Drummond de Andrade. La obra de Telles retrata escenas urbanas cotidianas, playas, mercados, bailes populares e interiores de sus ateliês.

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La sala de esculturas clásicas es de las pocas que se pueden fotografiar. Contiene réplicas de esculturas que datan de la época del clasicismo griego como la Venus de Milo y la Victoria alada de Samotracia que se ubica justo en el centro de la sala.

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Nuestra aventura cultural culmina en el Centro Cultural Justicia Federal (CCJF). Este forma parte integrante del Corredor Cultural de Cinelandia y tiene como vecinos al Teatro Municipal, la Biblioteca Nacional y el Museo Nacional de Bellas Artes. La sede del Supremo Tribunal de Justicia Federal fue reabierta en 2001 como Centro Cultural. El proceso de restauración respeto las formas del diseño original. La construcción, iniciada en 1905, estuvo destinada al Arzobispado de Río de Janeiro. Fue adquirida por el Gobierno Federal que lo transformó, en la sede del Supremo Tribunal Federal de 1909 a 1960. Con a mudanza del Supremo Tribunal Federal para Brasilia, el edificio fue ocupado por funcionarios de Hacienda Pública y por la Justicia Federal.

El actual edificio posee una vasta y moderna infraestructura. El CCJF dispone de 14 amplias salas de exposiciones, teatro, biblioteca, tienda y una cafetería. También, conserva una sala de cine para la proyección de películas. Constantemente, hay una programación cultural muy variada: música, pintura, fotografía, conferencias, seminarios, cursos y presentaciones de libros. Durante mi visita, pude apreciar la muestra “Livres do Pecado” del artista plástico André Malinski, quien aborda temas como la religión, sexo y SIDA, los cuales todavía pueden ser tabú en algunas esferas sociales.

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Otra exposición que me agradó fue “Nos” de Tatiana Verbicario, cuya muestra contiene cerca de 46 obras, incluyendo pinturas, dos instalaciones y una projección, en las que las texturas, agujas, hilos y pigmentos se entrelazan buscando despertar la curiosidad y la reflexión. Además, durante todo el mes de agosto y setiembre estará la muestra fotográfica “Rocinha, Arquitetura e Cotidiano”, que busca mostrar el corazón de la comunidad de Rocinha, en Río de Janeiro, a partir de imágenes que revelan la cotidianeidad de sus habitantes y también la peculiar arquitectura de la que es considerada la mayor favela de América Latina.

En estas líneas, he intentado bosquejar una pequeña ruta cultural que de ninguna manera agota todas las posibilidades de una visita al centro de Río de Janeiro. Quedan muchos otros museos, centros culturales, bibliotecas y fundaciones por visitar en esta “ciudad maravillosa”, sin contar una aventura musical en el tradicional barrio de Lapa o en Santa Teresa, o una incursión en búsqueda de las raíces de la música popular brasilera, de sus intérpretes, compositores, poetas y artistas. Se trata solamente de una entrada sugerente y muy particular de un turista que observa y disfruta de lo desconocido.

El próximo post estará dedicado al bossanova y a sus principales exponentes. Sigue leyendo

El restaurant Garota de Ipanema

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Ubicado en la esquina de Prudente de Morais con Vicente de Moraes, el bar restaurant Garota de Ipanema se ha hecho célebre porque allí surgió la letra y música de la que es, posiblemente, la canción más emblemática de Río de Janeiro. Tal ha sido la repercusión de este tema musical que el restaurant cambió su nombre original y adoptó el que da título a la canción compuesta por Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim.

Allá por los años sesenta, el restaurant era frecuentado por intelectuales, poetas, músicos y artistas. Actualmente, ese panorama ha cambiado mucho, pues el público asistente es muy variado y no necesariamente bohemio. A este establecimiento viene gente para almorzar, cenar o beber, en parejas o en familia; independientemente de sus inclinaciones artísticas o políticas, ahora el público asistente acude sobre todo para pasar un momento agradable.

Luego de que Vinicius y Tom Jobim se conocieran y fueran asiduos visitantes del lugar, surgió la idea de componer esa bella melodía en tributo a la belleza de las muchachas que veían pasar por aquella calle camino a la playa de Ipanema, (el restaurant está exactamente a una cuadra de la misma) pero en especial a Helo Pinheiro, su musa inspiradora. El diseño del local facilita una vista panorámica desde la esquina hacia la calzada que conduce al balneario. Si tuviera la oportunidad, no le resultará difícil ocupar, por unos instantes, el lugar de ambos artistas y explicarse por qué se animaron a componer la Garota de Ipanema.

Si cabe la comparación, el Garota de Ipanema vendría a equivaler al Queirolo, al Super Ba o al Cordano de Lima, es decir, un tipo restaurant caracterizado por ofrecer comida y bebidas típicas del lugar que en el presente procura, además, conservar el espíritu de una época esplendorosa. Aquí se ofrece comida típica carioca todos los días desde el mediodía. Sugiero probar el bolinho de bacalao acompañado de una caipirinha o caipivodka. Así como para los peruanos el arroz es titular en todas nuestras comidas, el feijão preto (frejol negro) forma parte de la dieta diaria de los cariocas y de la gran mayoría de brasileros. Sin embargo, en Río se aprecia más la comida internacional —francesa, italiana y, recientemente con mucho interés, la japonesa— y la del interior, sobre todo la comida mineira, del estado de Minas Gerais.

El lugar está decorado con motivos que evocan la presencia de Vinicius de Moraes y Tom Jobim entre los que hallaremos fotografías de época, instrumentos musicales y la ampliación de un fragmento de la partitura del tema Garota de Ipanema.

Al pasar de los años, y debido a la fama que adquirió la zona han aparecido otros establecimientos por los alrededores, los cuales han intentado, sin mucho éxito, imitar la mística del “Garota de Ipanema”. Bares, cafés, shows de bosanova, fuentes de soda y restaurantes de comida típica carioca amenizan la vida nocturna en este sector del barrio de Ipanema. A manera de competencia, justo al frente, se halla “Vinicius”, cuya decoración y ubicación es muy semejante a la del célebre restaurant carioca.

Si regresa de la playa, termine la jornada donde Vinicius de Moraes y Tom Jobim compusieron la que es, quizás, una de las canciones más interpretadas en el mundo y acompañe la tarde con una cerveza bien helada o una caipirinha, mientras disfruta del rítmico andar de las muchachas de Ipanema.

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El Fuerte de Copacabana

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Ubicado entre las playas de Copacabana y Arpoador, el Fuerte de Copacabana alberga parte de la historia republicana del Brasil. Actualmente es un museo que contiene una exposición permanente dedicada a la historia del ejército del Brasil en la que se detalla su influencia en la vida política y en la consolidación de una idea de nación desde su creación en la Colonia hasta las décadas más recientes. Pero, sin duda, su mayor atractivo son las cúpulas del fuerte, cuyos interiores se han acondicionado como un museo que exhibe cómo era la vida diaria de los oficiales y soldados allí destacados.

El Fuerte de Copacabana fue inaugurado el 28 de setiembre de 1914. Sin embargo, los proyectos para su construcción datan desde la Colonia, puesto que se precisaba de una fortaleza que afianzara las defensas de la principal metrópoli de la época ante la amenaza de piratas e invasores extranjeros. El fuerte fue escenario de varios momentos importantes de la vida republicana del Brasil. El que posiblemente ha quedado más patente en la memoria de la nación es la “Revolución de los 18” protagonizada por un puñado de jóvenes oficiales en julio de 1922 quienes se alzaron en armas contra el presidente Artur Bernardes. La rebelión fue comandada por el capitán Euclides Hermes da Fonseca en rechazo al encarcelamiento de su padre, el mariscal Hermes da Fonseca, ordenado por el electo presidente Bernardes. El mariscal y ex presidente Fonseca gozaba de un gran prestigio dentro del ejército, pero fue encarcelado por ordenar al ejército que no reprima con violencia los alzamientos de los pobladores descontentos con el gobierno de Bernardes. La revuelta no tuvo la acogida prevista entre los mandos militares por lo cual los rebeldes fueron sitiados rápidamente en el Fuerte de Copacabana. El capitán Euclides da Fonseca fue tomado prisionero luego de las negociaciones. El teniente Siqueira Campos a cargo de un reducido contigente de hombres decidió no confrontar a las fuerzas leales al gobierno en el fuerte sino que saldrían caminando rumbo al palacio ministerial dispuestos a todo. Cortaron una bandera en 29 pedazos y la repartieron a cada uno de los rebeldes. Este episodio de la revuelta es conocido como la “Marcha de la muerte”. Durante la marcha algunos se rindieron y otros desertaron; al final quedaron 9 hombres a los cuales se unió un civil. Todos fueron abatidos por las fuerzas leales al gobierno federal.

El Museo Histórico del Ejército contiene una muestra que recrea la trayectoria del ejército del Brasil denominada “O Exército na formação da nacionalidade” (El Ejército en la formación de la nacionalidad) durante el periodo colonial, imperial y republicano. Destaca la figura de Pedro de Teixeira, cuya aventura expedicionaria más allá de los límites del Tratado de Tordesillas, que fijaba la frontera entre la corona portuguesa y española, culminó en la expansión del Brasil hacia la Amazonía. Teixeira remontó el Amazonas hasta llegar a Quito y durante su expedición sometió diversos territorios, fijó bases y trazó mapas que sirvieron de referencias para posteriores incursiones. Otra personalidad notable en el museo es Luis Alves de Lima e Silva, conocido como el Duque de Caxias, patrono del ejército del Brasil. Este connotado oficial tuvo una destacada trayectoria militar durante las guerras de independencia, el mantenimiento del orden público en la etapa posimperial, el aplacamiento de las rebeliones antiesclavistas, la guerra de la Triple Alianza, la consolidación de la unidad nacional brasileña y el fortalecimiento del poder central.

Después de visitar los espacios históricos es posible tomar un descanso un beber o comer en el “Café do Forte”, desde donde se goza de una excelente vista a la playa de Copacabana, o visitar la sala de exposiciones temporales que por estos días muestra cuadros costumbristas que dan cuenta de las escenas de la vida urbana de Río de Janeiro a mediados del siglo XIX. Desde la parte superior de las cúpulas “Duque de Caxias” y “Andre Vidal” se tiene una vista magnífica de toda la bahía de Copacabana y de las islas que se encuentran al frente.

El Fuerte de Copacabana nos ofrece una muy buena oportunidad para conocer la historia de la ciudad de Río de Janeiro. Si tiene la ocasión de visitar esta ciudad, haga una parada al final de la playa de Copacabana como quien va a Ipanema y luego, simplemente, siga disfrutando de la playa más sensual de todo el mundo a ritmo de bossanova y abrazado por las tibias aguas de Atlántico.

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Jalla Brasil 2010

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En este año, le tocó al Instituto de Letras de la Universidad Federal Fluminense organizar las Jornadas Andinas Literarias Latinoamericanas JALLA 2010. Actualmente me encuentro en Rio de Janeiro para presentar una ponencia acerca del pensamiento político de Mario Vargas Llosa. El evento tendrá lugar en la ciudad de Niterói, aproximadamente a una hora u hora y media del barrio de Ipanema.

Esta edición de JALLA ha congregado una gran expectativa en la comunidad académica local, nacional, regional e internacional. Prueba de ello son las 249 mesas de discusión y los más de 700 expositores que asistirán al evento desde el 2 al 6 de agosto del presente año. El programa resumido es el siguiente.


PROGRAMA DO EVENTO

Dia 2/8 – segunda-feira
12:00 h – 16:30 – Retirada de material
14:00 h – 16:00 – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 1
17:00 h – Cerimônia de abertura
Concerto da orquestra da Grota
Conferências Plenárias: O entre-lugar do intelectual latino-americano
Silviano Santiago e Hugo Achugar

Dia 3/8 – terça-feira
8:30 h – 10:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 2
10:30 h – 11:00h – Intervalo
11:00 h – 13:00h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 3
13:00 h – 14:30h – Almoço
14:30 h – 16:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 4
17:00 h – 19:00h – Conferências Plenárias:
América Hispânica e Brasil: diálogos culturais e literários
Ana Pizarro e Eneida Maria de Souza

Dia 4/8 – quarta-feira
8:30 h – 10:30h – Sessões de comunicações mesas e simpósios 5
10:30 h – 11:00h – Intervalo
11:00 h – 13:00h – Sessões de comunicações mesas e simpósios 6
13:00 h – 14:30h – Almoço
14:30 h – 16:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 7
17:00 h – 19:00h – Conferências Plenárias:
Tradução como mediação cultural
Eric Nepomuceno e Raul Bueno

Dia 5/8 – quinta-feira
8:30 h – 10:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 8
10:30 h – 11:00h – Intervalo
11:00 h – 13:00h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 9
13:00 h – 14:30h – Almoço
14:30 h – 16:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 10
17:00 h – 19:00h – Conferências Plenárias:
Afro-Indo-Latino América: interlocuções
Guillermo Mariaca e Julio Cesar de Tavares
Dia 6/8 – sexta-feira
8:30 h – 10:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 11
10:30 h – 11:00h – Intervalo
11:00 h – 13:00h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 12
13:00 h – 14:30h – Almoço
14:30 h – 16:30h – Sessões de comunicações, mesas e simpósios 13
17:00 h – 19:00h – Conferências Plenárias:
Subalternidades, resistências e alternativas na cidade globalizada da América Latina
Mabel Moraña e Adriana Faccina

Paulatinamente, comentaré las incidencias del evento y de la vida cultural en la ciudad durante las siguientes dos semanas que permaneceré en Río de Janeiro.
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