Yo también ¡me muero por Muriel!

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Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

TRAILER DE MUERO POR MURIEL

Debo confesar que mis expectivas acerca de la última película de Augusto Cabada (Lima, 1961) no eran muy altas debido a que, muy rara vez, una producción peruana puede sorprender gratamente a un cinéfilo con ojos agudos como el autor de esta nota. Cabada como guionista tiene buenos antecedentes: trabajó con Francisco Lombardi en La boca del lobo, Sin compasión y Bajo la piel, además de la adaptación de La fiesta del chivo con Luis Llosa.

Una sombra al frente de Augusto Tamayo, tuvo una cobertura mediática importante en virtud del gran esfuerzo en la realización del filme, pero dejando la sensación que el espectador tenía que verla porque se había invertido mucho tiempo en filmarla y porque la escenografía y vestuario no merecían la indiferencia del público. La crítica según Durand fue muy dura con su cinta y, notablemente mortificado, dijo que, para el público “las críticas pasan pero las películas quedan”. Con Días de Santiago de Josué Méndez sucedió lo contrario: la cobertura de los medios fue escasa y —como suele suceder con las películas y los libros de calidad que circulan en espacios reducidos hasta que la crítica oficial les expide la bendición que las consagra como productos culturales canónicos— pasó inadvertida para el gran público; pero, en lo referente a la crítica especializada, los elogios llegaron de todos lados. Por todo ello, asistí con cierta reticencia a la exhibición de Muero por Muriel (2004) aprovechando el día del cine, saludable iniciativa que tiene como finalidad incentivar la cultura del cine y, de paso, combatir la creciente piratería.

Basada en la novela de Lalo Mercado, Muerte en la calle de los inocentes, la cinta atrapa desde el inicio, sobre todo a aquellos que disfrutamos de la buena literatura o padecemos delirios de escritor. Félix (Salvador Del Solar) es un guionista que escribe para una productora de telenovelas, trabajo que no disfruta pero que compensa, de alguna manera, su mediocre vida. Abocado an terminar su novela, es tratado como un iluso por su compañera de trabajo. Muriel (Andrea Montenegro) lo aborda, desinhibida como ella misma, en el bar de un lujoso hotel veraniego, mientras él escribe su novela abstraído de todo lo que le rodea —no en vano, Félix está convencido que puede emular a Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique o al mismísimo Ernest Hemingway—. Luego de varias copas de más, ambos terminan en la habitación de Félix quien se rinde ante la voluptuosa figura de Muriel. Al día siguiente, Bernie Pollack (Diego Bertie), antiguo condiscípulo del colegio, reconoce a Félix en el hotel luego de mucho tiempo sin verse. Bernie es un millonario que prefirió ser un pituco peruano que un sudaca en España. Frívolo, lisuriento, insensible, triunfador, alcohólico, reúne todas las características del millonario cuarentón que despilfarra su dinero en mantener un estilo de vida que lo distinga del populacho.

La imagen exitosa de Bernie opaca la debilidad de carácter, decisión y agallas de Félix, quien, para no rezagarse en la conversación, saca a relucir su reciente aventura nocturna. Describe con lujo de detalles lo acontecido con una desconocida la noche anterior, relato que es interrumpido justo cuando Muriel aparece en escena y es presentada por Bernie como su esposa. La trama sigue su curso natural: Bernie y Muriel se hacen amantes jugando al filo de la sospecha. Si alguna virtud debemos reconocerle a esta película yo me inclino por el suspenso en la trama la cual trasciende la sencilla historia sobre una mujer fatal que seduce a un ingenuo aspirante a novelista. Las conjeturas del espectador se desbaratan a cada instante. Muriel está lejos de ser una criminal fría y calculadora porque es eminentemente pasional, irreflexiva e impulsiva. Cuando estamos convencidos de que Muriel pretende seducir a Félix para matar al insoportable Bernie (la escena donde Muriel aparece con el rostro golpeado sugiere la idea de que, intencionalmente, busca indignar a Félix para que este resuelva la situación) nos sorprende su preocupación por la integridad de Félix: Bernie visita su departamento donde los dos amantes se hallaban; luego de una tensa conversación en la que Bernie comenta a Félix su certeza acerca de la infidelidad de Muriel y de lo que les haría a ella y a su amante, justo cuando introduce su mano en el bolsillo, Muriel que espiaba por detrás, golpea a Bernie en la cabeza con una escultura causándole la muerte.

Otro punto a favor de esta cinta es el manejo del humor y el drama, y en esto tiene mucho que ver no solo la adaptación de la novela sino, además, la interpretación de los actores. Siempre he criticado el hecho que nuestros actores carezcan de espontaneidad en sus interpretaciones ya sean en series de televisión (la última parte de La gran sangre abunda en actuaciones fallidas) o en el cine. Salvo honorables excepciones, es el común denominador de nuestros actores la falta de naturalidad. Alguna vez un amigo actor me explicó que ello ocurría debido a que el grueso de nuestros actores proviene del teatro y de allí dan el gran salto a la pantalla chica o grande. No obstante, no es menos cierto que, en los últimos años, actores y actrices que reiteradamente aparecen en películas peruanas de mayor o menor resonancia, ni siquiera han pisado las tablas.

En Muero por Muriel, las actuaciones, en general, están a la altura de lo que exige la trama. Diego Bertie y Ricky Tosso tienen intervenciones sobresalientes. Tosso interpreta a un suboficial de la Policía Nacional sumergido en la depresión ante el abandono de su esposa. El “osito” Briones como lo llaman en el cuerpo policial es recomendado por un compañero para vigilar a la esposa de Pollack. La incursión del Oso Briones le da una vuelta de tuerca a la trama que hasta ese momento hacía reír en ciertos pasajes. Hay un antes y un después de Briones ya que la oscuridad de este personaje irradia pesimismo, fracaso y sobrecogimiento por el dramatismo que le imprime a su papel.

A todo esto, la técnica de la narración fragmentada le añade suspenso a la historia ya que el espectador puede completar las conjeturas sueltas de la primera parte antes de la aparición concreta de Briones: un carterista arrebata a Muriel su cartera y Briones interviene recuperando lo robado; Muriel le agradece con un sincero beso en la mejilla y, en ese momento de la primera perspectiva, desconocemos cual es el rol de este oscuro personaje.

La cinta se terminó de grabar el 2004 y recibió el apoyo de CONACINE. A pesar de las dificultades que atravesó la producción puesto que el director designado no pudo dirigirla, Cabada nos entrega un producto muy por encima del nivel usual al que nos tiene acostumbrado la cartelera nacional. Los puntos flacos me parecieron los efectos de la sangre: Briones es herido en el hombro por Muriel e, instantáneamente, la sangre no fluye sino que está seca en cuestión de segundos. Otra más es la opacidad de la cita en varias escenas. La actuación de “nerd” de Salvador Del Solar no me convenció mucho pero sacó adelante a su personaje. Finalmente, felicitaciones a Augusto Cabada por esta cinta a pesar que él “no muere por Muriel”.

Ficha técnica

Título: Muero por Muriel
Estreno: 15.11.07
País: Perú
Año:2007
Género: Drama, thriller
Director: Augusto Cabada
Intérpretes: Andrea Montenegro, Salvador del Solar, Diego Bertie, Ricky Tosso, Bruno Odar
Distribuye: UIP

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Yo también ¡me muero por Muriel!

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Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

TRAILER DE MUERO POR MURIEL

Debo confesar que mis expectivas acerca de la última película de Augusto Cabada (Lima, 1961) no eran muy altas debido a que, muy rara vez, una producción peruana puede sorprender gratamente a un cinéfilo con ojos agudos como el autor de esta nota. Cabada como guionista tiene buenos antecedentes: trabajó con Francisco Lombardi en La boca del lobo, Sin compasión y Bajo la piel, además de la adaptación de La fiesta del chivo con Luis Llosa.

Una sombra al frente de Augusto Tamayo, tuvo una cobertura mediática importante en virtud del gran esfuerzo en la realización del filme, pero dejando la sensación que el espectador tenía que verla porque se había invertido mucho tiempo en filmarla y porque la escenografía y vestuario no merecían la indiferencia del público. La crítica según Durand fue muy dura con su cinta y, notablemente mortificado, dijo que, para el público “las críticas pasan pero las películas quedan”. Con Días de Santiago de Josué Méndez sucedió lo contrario: la cobertura de los medios fue escasa y —como suele suceder con las películas y los libros de calidad que circulan en espacios reducidos hasta que la crítica oficial les expide la bendición que las consagra como productos culturales canónicos— pasó inadvertida para el gran público; pero, en lo referente a la crítica especializada, los elogios llegaron de todos lados. Por todo ello, asistí con cierta reticencia a la exhibición de Muero por Muriel (2004) aprovechando el día del cine, saludable iniciativa que tiene como finalidad incentivar la cultura del cine y, de paso, combatir la creciente piratería.

Basada en la novela de Lalo Mercado, Muerte en la calle de los inocentes, la cinta atrapa desde el inicio, sobre todo a aquellos que disfrutamos de la buena literatura o padecemos delirios de escritor. Félix (Salvador Del Solar) es un guionista que escribe para una productora de telenovelas, trabajo que no disfruta pero que compensa, de alguna manera, su mediocre vida. Abocado an terminar su novela, es tratado como un iluso por su compañera de trabajo. Muriel (Andrea Montenegro) lo aborda, desinhibida como ella misma, en el bar de un lujoso hotel veraniego, mientras él escribe su novela abstraído de todo lo que le rodea —no en vano, Félix está convencido que puede emular a Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique o al mismísimo Ernest Hemingway—. Luego de varias copas de más, ambos terminan en la habitación de Félix quien se rinde ante la voluptuosa figura de Muriel. Al día siguiente, Bernie Pollack (Diego Bertie), antiguo condiscípulo del colegio, reconoce a Félix en el hotel luego de mucho tiempo sin verse. Bernie es un millonario que prefirió ser un pituco peruano que un sudaca en España. Frívolo, lisuriento, insensible, triunfador, alcohólico, reúne todas las características del millonario cuarentón que despilfarra su dinero en mantener un estilo de vida que lo distinga del populacho.

La imagen exitosa de Bernie opaca la debilidad de carácter, decisión y agallas de Félix, quien, para no rezagarse en la conversación, saca a relucir su reciente aventura nocturna. Describe con lujo de detalles lo acontecido con una desconocida la noche anterior, relato que es interrumpido justo cuando Muriel aparece en escena y es presentada por Bernie como su esposa. La trama sigue su curso natural: Bernie y Muriel se hacen amantes jugando al filo de la sospecha. Si alguna virtud debemos reconocerle a esta película yo me inclino por el suspenso en la trama la cual trasciende la sencilla historia sobre una mujer fatal que seduce a un ingenuo aspirante a novelista. Las conjeturas del espectador se desbaratan a cada instante. Muriel está lejos de ser una criminal fría y calculadora porque es eminentemente pasional, irreflexiva e impulsiva. Cuando estamos convencidos de que Muriel pretende seducir a Félix para matar al insoportable Bernie (la escena donde Muriel aparece con el rostro golpeado sugiere la idea de que, intencionalmente, busca indignar a Félix para que este resuelva la situación) nos sorprende su preocupación por la integridad de Félix: Bernie visita su departamento donde los dos amantes se hallaban; luego de una tensa conversación en la que Bernie comenta a Félix su certeza acerca de la infidelidad de Muriel y de lo que les haría a ella y a su amante, justo cuando introduce su mano en el bolsillo, Muriel que espiaba por detrás, golpea a Bernie en la cabeza con una escultura causándole la muerte.

Otro punto a favor de esta cinta es el manejo del humor y el drama, y en esto tiene mucho que ver no solo la adaptación de la novela sino, además, la interpretación de los actores. Siempre he criticado el hecho que nuestros actores carezcan de espontaneidad en sus interpretaciones ya sean en series de televisión (la última parte de La gran sangre abunda en actuaciones fallidas) o en el cine. Salvo honorables excepciones, es el común denominador de nuestros actores la falta de naturalidad. Alguna vez un amigo actor me explicó que ello ocurría debido a que el grueso de nuestros actores proviene del teatro y de allí dan el gran salto a la pantalla chica o grande. No obstante, no es menos cierto que, en los últimos años, actores y actrices que reiteradamente aparecen en películas peruanas de mayor o menor resonancia, ni siquiera han pisado las tablas.

En Muero por Muriel, las actuaciones, en general, están a la altura de lo que exige la trama. Diego Bertie y Ricky Tosso tienen intervenciones sobresalientes. Tosso interpreta a un suboficial de la Policía Nacional sumergido en la depresión ante el abandono de su esposa. El “osito” Briones como lo llaman en el cuerpo policial es recomendado por un compañero para vigilar a la esposa de Pollack. La incursión del Oso Briones le da una vuelta de tuerca a la trama que hasta ese momento hacía reír en ciertos pasajes. Hay un antes y un después de Briones ya que la oscuridad de este personaje irradia pesimismo, fracaso y sobrecogimiento por el dramatismo que le imprime a su papel.

A todo esto, la técnica de la narración fragmentada le añade suspenso a la historia ya que el espectador puede completar las conjeturas sueltas de la primera parte antes de la aparición concreta de Briones: un carterista arrebata a Muriel su cartera y Briones interviene recuperando lo robado; Muriel le agradece con un sincero beso en la mejilla y, en ese momento de la primera perspectiva, desconocemos cual es el rol de este oscuro personaje.

La cinta se terminó de grabar el 2004 y recibió el apoyo de CONACINE. A pesar de las dificultades que atravesó la producción puesto que el director designado no pudo dirigirla, Cabada nos entrega un producto muy por encima del nivel usual al que nos tiene acostumbrado la cartelera nacional. Los puntos flacos me parecieron los efectos de la sangre: Briones es herido en el hombro por Muriel e, instantáneamente, la sangre no fluye sino que está seca en cuestión de segundos. Otra más es la opacidad de la cita en varias escenas. La actuación de “nerd” de Salvador Del Solar no me convenció mucho pero sacó adelante a su personaje. Finalmente, felicitaciones a Augusto Cabada por esta cinta a pesar que él “no muere por Muriel”.

Ficha técnica

Título: Muero por Muriel
Estreno: 15.11.07
País: Perú
Año:2007
Género: Drama, thriller
Director: Augusto Cabada
Intérpretes: Andrea Montenegro, Salvador del Solar, Diego Bertie, Ricky Tosso, Bruno Odar
Distribuye: UIP

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Exposición de pinturas

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Elena De Yta
letras_almalibre@hotmail.com

El miércoles 28 en la galería de arte Luis Bouroncle Barreda de la Alianza Francesa, se inauguró la exposición de intervención pictórica sobre foto digitalizada “Evoluntaria” del artista Slink Dueñas Silva quién ha encontrado una creativa forma de plasmar su evolución involuntaria urbana sobre el colorido de nuestras paredes de sillar.

Por otro lado, en la galería de Arte Contemporáneo del Centro Cultural Peruano Norteamericano, también el miércoles 28, quedó inaugurada la exposición de óleo sobre lienzo, titulada “Descendimiento” del reconocido pintor peruano Moico Yaker cuyas exposiciones en galerías de todo el mundo han dado que hablar por su fuerte contenido histórico, filosófico y social.

Este lunes 03 en el auditorio del Centro Cultural Peruano Norteamericano a las 19:00 horas Moico Yaker y Gustavo Buntix conversarán sobre “Descendimiento”. Sigue leyendo

Exposición de pinturas

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Elena De Yta
letras_almalibre@hotmail.com

El miércoles 28 en la galería de arte Luis Bouroncle Barreda de la Alianza Francesa, se inauguró la exposición de intervención pictórica sobre foto digitalizada “Evoluntaria” del artista Slink Dueñas Silva quién ha encontrado una creativa forma de plasmar su evolución involuntaria urbana sobre el colorido de nuestras paredes de sillar.

Por otro lado, en la galería de Arte Contemporáneo del Centro Cultural Peruano Norteamericano, también el miércoles 28, quedó inaugurada la exposición de óleo sobre lienzo, titulada “Descendimiento” del reconocido pintor peruano Moico Yaker cuyas exposiciones en galerías de todo el mundo han dado que hablar por su fuerte contenido histórico, filosófico y social.

Este lunes 03 en el auditorio del Centro Cultural Peruano Norteamericano a las 19:00 horas Moico Yaker y Gustavo Buntix conversarán sobre “Descendimiento”. Sigue leyendo

La narrativa del conflicto armado interno

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Por Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Luego de que la Comisión de la Verdad y Reconciliación emitiera su Informe Final el 2003 sobre la violencia interna en nuestro país entre 1980 y 2000, una serie de publicaciones literarias, periodísticas y académicas han prolongado la discusión sobre aquella parte de nuestra historia que difícilmente muchos peruanos podrán olvidar. En los ochenta podemos remitirnos a novelas como Historia de Mayta (1984) y Lituma en los andes (1993), ambas de Mario Vargas Llosa. En los últimos años, las publicaciones en torno a la narrativa del conflicto armado interno han ido intensificándose cada vez más, oscilando entre tendencias realistas-documentales o mítico-religiosas con alusiones dantescas como Rosa Cuchillo (1997) de Óscar Colchado.

Alonso Cueto con La hora azul (2005), Santiago Roncagliolo con Abril Rojo (2006) y recientemente con La cuarta espada (2007), Daniel Alarcón con Radio Ciudad Perdida (2007) o la antología de cuentos sobre la violencia política de Gustavo Faveron, Toda la sangre (2006), cuentan como las obras más conocidas en nuestro medio.
En esta edición queremos brindarles un breve panorama de las novelas que han abordado el tema del terrorismo en el Perú, siendo concientes de que existen aún mucho por investigar al interior del país ya que muchas publicaciones no suelen llegar a la ciudad capital.

Toda la sangre. Antología de cuentos peruanos sobre la violencia política (2006)
Gustavo Faverón Patriau

Toda la sangre (2006) es la prueba definitiva del compromiso asumido por decenas de escritores peruanos ante el problema de la violencia social. El libro incluye muchos de los textos más significativos de las letras peruanas recientes. Es un documento de una guerra que, en medidas distintas, todos los peruanos tuvimos que enfrentar.

Radio Ciudad Perdida (2007)
Daniel Alarcón

Hace diez años que la guerra civil ha terminado en un país sin nombre de América Latina. Mucha gente ha desaparecido y la ciudad se ha transformado desordenada y dramáticamente. El gobierno ha liquidado brutalmente a un movimiento guerrillero. Es en este contexto que transcurre Radio Ciudad Perdida, novela en la que Daniel Alarcón logra mostrarnos el rostro más doloroso de la guerra.

La hora azul (2005)
Alonso Cueto

El doctor Adrián Ormache descubre que su padre, un oficial de la Marina muerto unos años antes, había sido jefe de un cuartel en Ayacucho en tiempos de la guerra desatada por Sendero Luminoso. También se entera de las torturas y asesinatos perpetrados en ese cuartel y de la existencia de una misteriosa prisionera de la que su padre, al parecer, se enamoró. Poniendo en riesgo la comodidad de su vida en Lima, Adrián, sin saber bien por qué, se propone encontrarla. Casi sin darse cuenta, Adrián Ormache se interna en los territorios de la maldad y va descubriendo episodios y personajes sobrecogedores, pero su búsqueda es también un viaje al interior de sí mismo.

Rosa cuchillo (1997)
Óscar Colchado

Rosa cuchillo parte de su pueblo natal en la sierra central, en busca de su hijo Liborio, enrolado en la filas de Sendero Luminoso y asesinado por los sinchis. El alma de Rosa transita por las tres esferas de la existencia del mundo andino, en un viaje similar al de Dante en la Divina Comedia. Ignora cual es su verdadera identidad, la cual le será revela hacia el final de la historia.

Candela quema luceros (2006)
Félix Huamán Cabrera

Candela quema luceros es la metáfora que da título a la novela cuyo contenido tiene que hacer con los conceptos de fuego y luz. Uno que destruye, que todo lo convierte en ceniza y otro que da lumbre, guía y orienta. Contenido que refleja la realidad social en conflicto, enfrentamiento y guerra, así como la esperanza y deseos de vivir.

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La narrativa del conflicto armado interno

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Por Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

Luego de que la Comisión de la Verdad y Reconciliación emitiera su Informe Final el 2003 sobre la violencia interna en nuestro país entre 1980 y 2000, una serie de publicaciones literarias, periodísticas y académicas han prolongado la discusión sobre aquella parte de nuestra historia que difícilmente muchos peruanos podrán olvidar. En los ochenta podemos remitirnos a novelas como Historia de Mayta (1984) y Lituma en los andes (1993), ambas de Mario Vargas Llosa. En los últimos años, las publicaciones en torno a la narrativa del conflicto armado interno han ido intensificándose cada vez más, oscilando entre tendencias realistas-documentales o mítico-religiosas con alusiones dantescas como Rosa Cuchillo (1997) de Óscar Colchado.

Alonso Cueto con La hora azul (2005), Santiago Roncagliolo con Abril Rojo (2006) y recientemente con La cuarta espada (2007), Daniel Alarcón con Radio Ciudad Perdida (2007) o la antología de cuentos sobre la violencia política de Gustavo Faveron, Toda la sangre (2006), cuentan como las obras más conocidas en nuestro medio.
En esta edición queremos brindarles un breve panorama de las novelas que han abordado el tema del terrorismo en el Perú, siendo concientes de que existen aún mucho por investigar al interior del país ya que muchas publicaciones no suelen llegar a la ciudad capital.

Toda la sangre. Antología de cuentos peruanos sobre la violencia política (2006)
Gustavo Faverón Patriau

Toda la sangre (2006) es la prueba definitiva del compromiso asumido por decenas de escritores peruanos ante el problema de la violencia social. El libro incluye muchos de los textos más significativos de las letras peruanas recientes. Es un documento de una guerra que, en medidas distintas, todos los peruanos tuvimos que enfrentar.

Radio Ciudad Perdida (2007)
Daniel Alarcón

Hace diez años que la guerra civil ha terminado en un país sin nombre de América Latina. Mucha gente ha desaparecido y la ciudad se ha transformado desordenada y dramáticamente. El gobierno ha liquidado brutalmente a un movimiento guerrillero. Es en este contexto que transcurre Radio Ciudad Perdida, novela en la que Daniel Alarcón logra mostrarnos el rostro más doloroso de la guerra.

La hora azul (2005)
Alonso Cueto

El doctor Adrián Ormache descubre que su padre, un oficial de la Marina muerto unos años antes, había sido jefe de un cuartel en Ayacucho en tiempos de la guerra desatada por Sendero Luminoso. También se entera de las torturas y asesinatos perpetrados en ese cuartel y de la existencia de una misteriosa prisionera de la que su padre, al parecer, se enamoró. Poniendo en riesgo la comodidad de su vida en Lima, Adrián, sin saber bien por qué, se propone encontrarla. Casi sin darse cuenta, Adrián Ormache se interna en los territorios de la maldad y va descubriendo episodios y personajes sobrecogedores, pero su búsqueda es también un viaje al interior de sí mismo.

Rosa cuchillo (1997)
Óscar Colchado

Rosa cuchillo parte de su pueblo natal en la sierra central, en busca de su hijo Liborio, enrolado en la filas de Sendero Luminoso y asesinado por los sinchis. El alma de Rosa transita por las tres esferas de la existencia del mundo andino, en un viaje similar al de Dante en la Divina Comedia. Ignora cual es su verdadera identidad, la cual le será revela hacia el final de la historia.

Candela quema luceros (2006)
Félix Huamán Cabrera

Candela quema luceros es la metáfora que da título a la novela cuyo contenido tiene que hacer con los conceptos de fuego y luz. Uno que destruye, que todo lo convierte en ceniza y otro que da lumbre, guía y orienta. Contenido que refleja la realidad social en conflicto, enfrentamiento y guerra, así como la esperanza y deseos de vivir.

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Poesía y narrativa actual

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Arturo Caballero Medina
acaballerom@pucp.edu.pe

En esta edición, publicamos los textos de dos colaboradores que han tenido la gentileza de compartir con nuestros amigos lectores, su poesía y narrativa respectivamente. Enrique Laura nos entrega dos poemas y Orlando Alonso Mazeyra un relato breve. Ambos textos también saldrán publicados en el diario Noticias de Arequipa. Agradecemos vuestra preferencia y esperamos contar con sus colaboraciones en el futuro.

Poemas de Enrique Laura
(enrique_l69@hotmail.com)

El llanto entumecido de tu rostro
está opacando mi sonrisa

Y me hace pensar en mi destino
si yo lo creo o si ya otro lo hizo

Pero voy camínate a la deriva
con propia fe y sin testigos.

Dime tú si sabes esto de la vida
en qué lugar se descansa
y en dónde uno puede vivir mejor

Dime también que sufrimiento te destruye
o qué es lo que cargas en los hombros.

Pareces una morisqueta con tu cara triste,
que el viento, ya no sopla como lo hacía antes

Y a todo esto, hay una fuerza divina
que en el fondo te domina
es por eso que te falta la alegría.

_____________________________________________________

Claros rayos de sol aparecen por mi ventana
van tocando suavemente mis ojos que aun duermen;
claro rumor de un canto celestial se escucha
de niños que alegres se sienten
y van cantando junto a las aves
ese canto que ellos mismo no saben
pero, sin embargo, sus bocas se mueven
y se sienten como poseídos
cuando hacen una ronda con las manos juntas
y empiezan a latir sus corazones fuertemente
entonces; yo me despierto por completo
abro la cortina , después la ventana de mi cuarto
y luego me uno junto a ellos
para recibir a la mañana.

Regalo de Dios

Orlando Alonso Mazeyra
(mazeyra@gmail.com)

Lorenzo y Maura cumplen mañana seis años de casados. Ella lo ama. Él, en cambio, la acepta a regañadientes; como si la presencia de ella en su vida no fuese una libre elección, sino una batalla perdida. Algo genético, irreversible.
Desde enero pasado se mudaron a Santiago de Chile huyendo del vástago que les salió raro. ¿Quién tuvo la culpa? Lorenzo no tiene reparos en disparar dardos contra Maura y contra sus excesos universitarios con la marihuana. Ella calla, muy en el fondo piensa que Lorenzo bebe en demasía y, como para lavarse las manos, asocia esto al retardo de su primera criatura.
Los papás de Maura –un metódico Coronel retirado y una afable cobradora de impuestos– aceptaron el tedioso encargo de convertirse en padres postizos de un neonato con síndrome de Down que, para colmo de males, cuando lo acogieron no tenía ni siquiera un nombre de pila:
–Le pondré Lorenzo como su padre –le dijo el Coronel a su hija.
–¡Lo harías sobre mi cadáver, papá! –exclamó Maura.
El Coronel no insistió, el gesto de su hija lo dijo todo. El nieto era una vergüenza, un descendiente indeseado que seguramente traería muchos inconvenientes. “Entonces serás Anselmo como tu abuelo”, pensó mirándolo apenado, “siempre quise tener un nieto y eso es lo que vale”.
Lorenzo quedó traumatizado con la amarga experiencia y le propuso a Maura que se ligue las trompas:
–Ya no quiero más hijos –le confesó–. Una ligadura sería la solución.
–¿Qué te pasa, Lorenzo? –preguntó ella, aterrada–. Si apenas tengo veintiséis años.
–Con uno me parece suficiente –mintió, juntando las cejas.
–¿Acaso no quieres tener un hijo sano como tú, o una hija normal como yo?
–Maura, no hables cojudeces. Ni yo soy sano ni tú eres normal.
–¡Tienes razón! ¡Somos unos anormales como Anselmo!
El matrimonio va camino al desfiladero. Nadie quiere arreglar las cosas: él, ni siquiera trabajando puede sacarse de la cabeza a Anselmo; ella, rompe a llorar apenas escucha el llanto del hermoso niño de los vecinos: “Maldita la hora en que te parí, Anselmo”, piensa sintiéndose la mujer más desdichada del mundo. Y lo es.
Lorenzo está ahora sumido en el licor como nunca antes lo estuvo en su vida. La botella siempre fue su válvula de escape, pero hoy lo ha minado hasta ese delirio que algunos llaman diablos azules.
Hinchado de alcohol, agota un vaso de ron y se parte:
–Mañana es mi aniversario de bodas –murmura decepcionado mientras sus ojos humedecen–. Mi mejor que regalo, Señor, me lo darías si lo recoges.
“Si mañana me dijeran que estoy embarazada… ¡sólo eso podría salvar mi matrimonio!”, reza Maura mirando la imagen del Divino Niño.
Ni lo uno ni lo otro. Mañana festejarán su aniversario sin regalos: Anselmo, a la distancia, disfrutará de un helado de chocolate e irá al circo con los abuelos. Lorenzo caerá sobre el sofá de la oficina cuando por fin el trago lo desconecte del mundo. Maura preparará una cena que sólo ella verá… y que nadie consumirá.
A veces los hombres le pedimos a Dios regalos macabros pensándolos justos y, por ende, divinos. ¡Qué diferencia insondable entre pedir vida y rogar muerte! ¡Qué brutal embargo de infelicidad debe haber en el padre que niega al hijo!
Anselmo crecerá y será un eximio nadador. La medalla de oro en los Juegos Para-olímpicos llevará su nombre para orgullo de sus abuelos. Es cierto que no enterrará a sus padres como suele suceder, pero no importa: él es un regalo de Dios, al menos así lo llama su abuelo, el Coronel que dio sentido a su vida contándoles esta historia.
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Nueva ética para la sociedad global

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Ética intercultural. La razón práctica frente a los retos de la diversidad cultural
Norbert Bilbeny.
Ariel, 2004

Arturo Caballero

La globalización es un tema ampliamente tratado desde diversos puntos de vista, de tal manera que decir algo revelador en torno a este fenómeno resulta cada vez más difícil. A ello se agregan las abundantes publicaciones que abordan este tema repitiendo los mismos lugares comunes (cultura, pobreza, sociedad, política, economía, tecnología, medios de comunicación, etc). En este sentido, el ensayo de Norbert Bilbeny (Barcelona, 1953) aporta argumentos claramente desarrollados a favor de la necesidad de una ética intercultural en tiempos de globalización.

Bilbeny es catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona y director de la Maestría en Inmigración y Educación Intercultural además de investigador invitado en las universidades de Berkeley, Harvard y Toronto. Entre sus obras destacan Europa después de Sarajevo. Claves éticas y políticas de la ciudadanía europea (1996), La revolución en la ética (1997), Política sin Estado (1998), Sócrates, el saber como ética (1998), Democracia para la diversidad (1999) y Por una causa común. Ética para la diversidad (2002) cuyos temas básicos son la democracia pluralista y la ética intercultural.

La tesis sostenida por Bilbeny en Ética intercultural es demostrar la viabilidad de una ética compatible y compartible entre las culturas, la cual considera no sólo posible, sino además, necesaria. Este proyecto, según Bilbeny, debe partir del reconocimiento de las diferencias interculturales: “una ética intercultural es más original y arriesgada que otras propuestas de acción y pensamiento moral, porque desde antiguo se ha querido mundial o ‘universal’ (…) pero no se había detenido a pensar que este todo al que se refiere está hecho por y para la diferencia, y no sólo para lo común o igual” (8)

Se trata de una ética práctica y concreta ya que se dirige a las culturas y no a la cultura en abstracto, en aras del respeto a la diversidad cultural. La ética intercultural no aspira a convertirse en un debate circunstancial o de moda entre los intelectuales, sino que busca formar parte de la experiencia cotidiana del sujeto en tiempos de inevitable contacto, y muchas veces, conflicto entre culturas distintas. En esto radica su carácter práctico: “no puede partir de cero (…) sino de la necesidad práctica de articular mejor la convivencia en las sociedades de composición pluricultural” (8-9).

La necesidad de una ética intercultural se sustenta en que la globalización exige patrones morales que regulen a las sociedades globalizadas. Ante el incremento de los problemas globales (terrorismo, pobreza, calentamiento global, etc.) se necesitan pautas interculturales para que las sociedades lleguen a acuerdos a favor de la coexistencia pacífica.

Bilbeny aclara que, de ninguna manera, la ética intercultural favorece el multiculturalismo radical (caracterizado por la fragmentación de identidades en conflicto y autoafirmación sin coincidencias) o el relativismo cultural extremo (que considera distintas a todas las culturas e imposible cualquier compatibilidad de valores culturales). También se aleja del escepticismo postmoderno que, opuesto a toda aspiración de totalidad, en tanto la ética intercultural se pretende, como toda ética, universal o global, la califica de hegemónica o totalitaria.

El ensayo inicia con una revisión del monoculturalismo en la ética donde hace notar que desde Occidente se ha promovida una ética en apariencia universal, pero que en realidad, descansa en principios propios del lugar donde se enuncian, favoreciendo el particularismo en detrimento del pluralismo cultural: “En el ámbito de la filosofía moral europea y norteamericana casi todos sus más destacados autores promueven un discurso que en realidad, por muy inteligible y loable que resulte para todas las culturas, sólo es comprensible y aplicable por los miembros de la cultura desde la cual —y, no pocas veces, por la cual— se produce este discurso” (15). El monoculturalismo en la ética viene a ser la concepción por la cual una cultural proyecta sus propios valores a otras con la pretensión de universalidad, ignorando que ella misma es parte y no todo. “La ética occidental adolece aún hoy de esta falta de pluralismo constitutivo a la hora de enjuiciar, de entrada, otras culturas morales, así como de presentarse a sí misma frente al resto” (19). Esta concepción falla al suponer un carácter único y homogéneo de los valores culturales.

En el capítulo I, “Fundamentos empíricos”, y II, “Reglas procedimentales”, el autor expone los argumentos que sustentan la tesis de una ética intercultural viable a pesar de la diversidad cultural. Los fundamentos empíricos son aquellos que por ser verificables mediante la observación y la experiencia, aportan objetividad en su estudio. La finalidad de este capítulo es aportar un argumento de carácter observable para que sirva como apoyo a la idea de un sustrato común a la especie humana, punto de partida para demostrar que pese a las diferencias culturales existe cierta base inalterable en el hombre. Tales fundamentos empíricos son la base biológica (estructura del sistema nervioso) y la base neurocognitiva (los procesos psicológicos y su relación con la base biológica). Respecto a la base biológica indica que: “Puesto que la neurofisiología cerebral no presenta variaciones entre grupos raciales y étnicos, puede concluirse que la especie humana está biológicamente facultada para compartir procesos evaluativos y que las diferencias de juicio, a este respecto, sólo dependerán del aprendizaje cultural y de la elección individual”. De otro lado, la base neurocognitiva se refiera a la forma en que la especie humana procesa la información del entorno: “la neuropsicología supone para el estudio de la mente humana la existencia de un marco integrado en el que cerebro, mente y conducta están unidos por un nexo natural —y cultural— de continuidad” (35). Lo que a fin de cuentas quiere decir que en todos los seres humanos los mecanismos psicológicos funcionan de la misma manera porque tienen una correlación con la estructura anátomo-fisiológica del sistema nervioso.

Como complemento del sustrato material, el método reflexivo aporta la consideración de una racionalidad que permita el establecimiento de reglas procedimentales, que no son normas sino pautas a seguir para hacer efectiva una ética intercultural. La justificación es que existe en el ser humano una disposición general a la reflexión y la crítica, requerible para tomar distancia de las propias creencias. Tales reglas sólo “indican cómo deben ser decididas y aplicadas éstas. No dicen, pues, lo que está bien o está mal, aunque condicionan lo que debe entenderse por ello en un contexto pluricultural” (59). La regla de autonomía (pensar, actuar y elegir por uno mismo sin excluir hacerlo junto a otros o con ellos); la regla de reciprocidad (tener en cuenta al otro del mismo modo que ellos han de considerar mi existencia, es decir, ponerse en el lugar del otro a la hora de pensar) y la regla de reflexividad (pensar de acuerdo con uno mismo luego de ser autónomos y de ponerse en el lugar del otro, o sea, ser consecuente con el pensamiento propio traducido en acciones).

Los alcances y limitaciones para la consecución de valores transculturales vigentes son el tema del capítulo III, “Pautas interculturales”. Aceptación y respeto mutuo son para Bilbeny, valores interculturales básicos, preferibles a tolerancia, reconocimiento y respeto solo. En esta parte explica las diferencias conceptuales entre estos términos y el porqué la tolerancia, por ejemplo, no es suficiente para establecer una pauta intercultural. Tolerancia, reconocimiento y respeto solo carecen de dos elemento vitales para la interculturalidad que son la interacción y la cooperación. No habrá interculturalidad si los grupos no están dispuestos a aprender y enriquecerse de los otros: “Tolerancia y reconocimiento no poseen el carácter ético activo que acompaña, en cambio, a la aceptación, la cual incluye ya esos dos valores citados (…) En la aceptación no hay ‘no acción’, como en el hecho de ‘tolerar’ (…) Al contrario, en el hecho de aceptar la acción es bilateral (…) es interacción (…) Aceptar es recibir de buen grado, y eso es imposible sin el entendimiento y la participación en reciprocidad”.(136)

Los límites de la ética intercultural son materia de la segunda parte de este capítulo. Aquellas equivocaciones dificultan el desarrollo de la ética intercultural son las falacias que se introducen en el discurso de la interculturalidad: culturalista, relativista, genética, naturalista, idealista, logicista, diferencialista, logocentrista, dicotomista y etnocentrista. La interculturalidad se contrapone a cualquier valor cultural amparado en estas falacias que acentúan las diferencias irreconcialiables o el particularismo cultural ya que propone “valores compartibles, coincidentes, participables, comunes y (…) valores interculturales” (161).

El ensayo culmina con un epílogo en el cual razona a favor de la posibilidad de las comparaciones culturales debido a que compartimos como especie humana, rasgos fundamentales comunes, a pesar de nuestras evidentes y conflictivas diferencias. Primero contrasta las nociones de centralismo y perspectivismo para refutar la tesis monista de la cultura (monoculturalismo) con el objetivo de descentrar la ética y librarla de particularismos. Si bien el perspectivismo brinda un abanico mayor de opciones, es preciso definir los matices que este posee. Bilbeny repasa todas las tendencias filosóficas que abarcan el espectro del relativismo cultural para, finalmente, optar por el relativismo moderado o normativo —el cual desencadena en un multiculturalismo interculturalista, que propone la integración respetando la diferencia—; totalmente opuesto al multiculturalismo diferencialista que alienta la fragmentación y el choque de identidades.

El libro está escrito en un lenguaje claro y con ideas bien estructuradas como debe estar escrito un texto de divulgación, puesto que la complejidad no implica la ininteligibilidad. Es posible tratar temas complejos y ser claro a la vez. Sin embargo, en este ensayo faltó el análisis de situaciones concretas de la sociedad y la cultura actuales, tan abundantes en ejemplos pertinentes a la interculturalidad lo que habría sido de mucha utilidad analizar y matizar con la teoría. Fuera del prólogo, en el resto del libro la teoría de la interculturalidad está descontextualizada; no hay referentes en los que se le vea una aplicación ni tampoco dialoga con otros autores contemporáneos afines o distantes a su propuesta. Me hubiera gustado que Bilbeny mencione la guerra en Irak, los conflictos tribales en África, la migración desde Europa Oriental hacia las metrópolis occidentales, el conflicto étnico en Kosovo, por decir solo algunos casos representativos. Por otro lado, Giovanni Sartori en La sociedad multiétnica y Samuel Huntington en El choque de civilizaciones, mantienen diferencias y coincidencias con la propuesta de Bilbeny, quien no los cita en su bibliografía a pesar de que aquellos trataron este tema.

La lectura de Ética intercultural nos introduce en un debate actual y ahonda en la necesidad de un compromiso viable e indispensable entre las sociedades globalizadas que ven acentuados los conflictos culturales tanto dentro como fuera de sus límites políticos. Personalmente, este sería un libro que le recomendaría leer a don Isaac Humala y a todos los reservistas etnocaceristas.
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Nueva ética para la sociedad global

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Ética intercultural. La razón práctica frente a los retos de la diversidad cultural
Norbert Bilbeny.
Ariel, 2004

Arturo Caballero

La globalización es un tema ampliamente tratado desde diversos puntos de vista, de tal manera que decir algo revelador en torno a este fenómeno resulta cada vez más difícil. A ello se agregan las abundantes publicaciones que abordan este tema repitiendo los mismos lugares comunes (cultura, pobreza, sociedad, política, economía, tecnología, medios de comunicación, etc). En este sentido, el ensayo de Norbert Bilbeny (Barcelona, 1953) aporta argumentos claramente desarrollados a favor de la necesidad de una ética intercultural en tiempos de globalización.

Bilbeny es catedrático de Filosofía Moral en la Universidad de Barcelona y director de la Maestría en Inmigración y Educación Intercultural además de investigador invitado en las universidades de Berkeley, Harvard y Toronto. Entre sus obras destacan Europa después de Sarajevo. Claves éticas y políticas de la ciudadanía europea (1996), La revolución en la ética (1997), Política sin Estado (1998), Sócrates, el saber como ética (1998), Democracia para la diversidad (1999) y Por una causa común. Ética para la diversidad (2002) cuyos temas básicos son la democracia pluralista y la ética intercultural.

La tesis sostenida por Bilbeny en Ética intercultural es demostrar la viabilidad de una ética compatible y compartible entre las culturas, la cual considera no sólo posible, sino además, necesaria. Este proyecto, según Bilbeny, debe partir del reconocimiento de las diferencias interculturales: “una ética intercultural es más original y arriesgada que otras propuestas de acción y pensamiento moral, porque desde antiguo se ha querido mundial o ‘universal’ (…) pero no se había detenido a pensar que este todo al que se refiere está hecho por y para la diferencia, y no sólo para lo común o igual” (8)

Se trata de una ética práctica y concreta ya que se dirige a las culturas y no a la cultura en abstracto, en aras del respeto a la diversidad cultural. La ética intercultural no aspira a convertirse en un debate circunstancial o de moda entre los intelectuales, sino que busca formar parte de la experiencia cotidiana del sujeto en tiempos de inevitable contacto, y muchas veces, conflicto entre culturas distintas. En esto radica su carácter práctico: “no puede partir de cero (…) sino de la necesidad práctica de articular mejor la convivencia en las sociedades de composición pluricultural” (8-9).

La necesidad de una ética intercultural se sustenta en que la globalización exige patrones morales que regulen a las sociedades globalizadas. Ante el incremento de los problemas globales (terrorismo, pobreza, calentamiento global, etc.) se necesitan pautas interculturales para que las sociedades lleguen a acuerdos a favor de la coexistencia pacífica.

Bilbeny aclara que, de ninguna manera, la ética intercultural favorece el multiculturalismo radical (caracterizado por la fragmentación de identidades en conflicto y autoafirmación sin coincidencias) o el relativismo cultural extremo (que considera distintas a todas las culturas e imposible cualquier compatibilidad de valores culturales). También se aleja del escepticismo postmoderno que, opuesto a toda aspiración de totalidad, en tanto la ética intercultural se pretende, como toda ética, universal o global, la califica de hegemónica o totalitaria.

El ensayo inicia con una revisión del monoculturalismo en la ética donde hace notar que desde Occidente se ha promovida una ética en apariencia universal, pero que en realidad, descansa en principios propios del lugar donde se enuncian, favoreciendo el particularismo en detrimento del pluralismo cultural: “En el ámbito de la filosofía moral europea y norteamericana casi todos sus más destacados autores promueven un discurso que en realidad, por muy inteligible y loable que resulte para todas las culturas, sólo es comprensible y aplicable por los miembros de la cultura desde la cual —y, no pocas veces, por la cual— se produce este discurso” (15). El monoculturalismo en la ética viene a ser la concepción por la cual una cultural proyecta sus propios valores a otras con la pretensión de universalidad, ignorando que ella misma es parte y no todo. “La ética occidental adolece aún hoy de esta falta de pluralismo constitutivo a la hora de enjuiciar, de entrada, otras culturas morales, así como de presentarse a sí misma frente al resto” (19). Esta concepción falla al suponer un carácter único y homogéneo de los valores culturales.

En el capítulo I, “Fundamentos empíricos”, y II, “Reglas procedimentales”, el autor expone los argumentos que sustentan la tesis de una ética intercultural viable a pesar de la diversidad cultural. Los fundamentos empíricos son aquellos que por ser verificables mediante la observación y la experiencia, aportan objetividad en su estudio. La finalidad de este capítulo es aportar un argumento de carácter observable para que sirva como apoyo a la idea de un sustrato común a la especie humana, punto de partida para demostrar que pese a las diferencias culturales existe cierta base inalterable en el hombre. Tales fundamentos empíricos son la base biológica (estructura del sistema nervioso) y la base neurocognitiva (los procesos psicológicos y su relación con la base biológica). Respecto a la base biológica indica que: “Puesto que la neurofisiología cerebral no presenta variaciones entre grupos raciales y étnicos, puede concluirse que la especie humana está biológicamente facultada para compartir procesos evaluativos y que las diferencias de juicio, a este respecto, sólo dependerán del aprendizaje cultural y de la elección individual”. De otro lado, la base neurocognitiva se refiera a la forma en que la especie humana procesa la información del entorno: “la neuropsicología supone para el estudio de la mente humana la existencia de un marco integrado en el que cerebro, mente y conducta están unidos por un nexo natural —y cultural— de continuidad” (35). Lo que a fin de cuentas quiere decir que en todos los seres humanos los mecanismos psicológicos funcionan de la misma manera porque tienen una correlación con la estructura anátomo-fisiológica del sistema nervioso.

Como complemento del sustrato material, el método reflexivo aporta la consideración de una racionalidad que permita el establecimiento de reglas procedimentales, que no son normas sino pautas a seguir para hacer efectiva una ética intercultural. La justificación es que existe en el ser humano una disposición general a la reflexión y la crítica, requerible para tomar distancia de las propias creencias. Tales reglas sólo “indican cómo deben ser decididas y aplicadas éstas. No dicen, pues, lo que está bien o está mal, aunque condicionan lo que debe entenderse por ello en un contexto pluricultural” (59). La regla de autonomía (pensar, actuar y elegir por uno mismo sin excluir hacerlo junto a otros o con ellos); la regla de reciprocidad (tener en cuenta al otro del mismo modo que ellos han de considerar mi existencia, es decir, ponerse en el lugar del otro a la hora de pensar) y la regla de reflexividad (pensar de acuerdo con uno mismo luego de ser autónomos y de ponerse en el lugar del otro, o sea, ser consecuente con el pensamiento propio traducido en acciones).

Los alcances y limitaciones para la consecución de valores transculturales vigentes son el tema del capítulo III, “Pautas interculturales”. Aceptación y respeto mutuo son para Bilbeny, valores interculturales básicos, preferibles a tolerancia, reconocimiento y respeto solo. En esta parte explica las diferencias conceptuales entre estos términos y el porqué la tolerancia, por ejemplo, no es suficiente para establecer una pauta intercultural. Tolerancia, reconocimiento y respeto solo carecen de dos elemento vitales para la interculturalidad que son la interacción y la cooperación. No habrá interculturalidad si los grupos no están dispuestos a aprender y enriquecerse de los otros: “Tolerancia y reconocimiento no poseen el carácter ético activo que acompaña, en cambio, a la aceptación, la cual incluye ya esos dos valores citados (…) En la aceptación no hay ‘no acción’, como en el hecho de ‘tolerar’ (…) Al contrario, en el hecho de aceptar la acción es bilateral (…) es interacción (…) Aceptar es recibir de buen grado, y eso es imposible sin el entendimiento y la participación en reciprocidad”.(136)

Los límites de la ética intercultural son materia de la segunda parte de este capítulo. Aquellas equivocaciones dificultan el desarrollo de la ética intercultural son las falacias que se introducen en el discurso de la interculturalidad: culturalista, relativista, genética, naturalista, idealista, logicista, diferencialista, logocentrista, dicotomista y etnocentrista. La interculturalidad se contrapone a cualquier valor cultural amparado en estas falacias que acentúan las diferencias irreconcialiables o el particularismo cultural ya que propone “valores compartibles, coincidentes, participables, comunes y (…) valores interculturales” (161).

El ensayo culmina con un epílogo en el cual razona a favor de la posibilidad de las comparaciones culturales debido a que compartimos como especie humana, rasgos fundamentales comunes, a pesar de nuestras evidentes y conflictivas diferencias. Primero contrasta las nociones de centralismo y perspectivismo para refutar la tesis monista de la cultura (monoculturalismo) con el objetivo de descentrar la ética y librarla de particularismos. Si bien el perspectivismo brinda un abanico mayor de opciones, es preciso definir los matices que este posee. Bilbeny repasa todas las tendencias filosóficas que abarcan el espectro del relativismo cultural para, finalmente, optar por el relativismo moderado o normativo —el cual desencadena en un multiculturalismo interculturalista, que propone la integración respetando la diferencia—; totalmente opuesto al multiculturalismo diferencialista que alienta la fragmentación y el choque de identidades.

El libro está escrito en un lenguaje claro y con ideas bien estructuradas como debe estar escrito un texto de divulgación, puesto que la complejidad no implica la ininteligibilidad. Es posible tratar temas complejos y ser claro a la vez. Sin embargo, en este ensayo faltó el análisis de situaciones concretas de la sociedad y la cultura actuales, tan abundantes en ejemplos pertinentes a la interculturalidad lo que habría sido de mucha utilidad analizar y matizar con la teoría. Fuera del prólogo, en el resto del libro la teoría de la interculturalidad está descontextualizada; no hay referentes en los que se le vea una aplicación ni tampoco dialoga con otros autores contemporáneos afines o distantes a su propuesta. Me hubiera gustado que Bilbeny mencione la guerra en Irak, los conflictos tribales en África, la migración desde Europa Oriental hacia las metrópolis occidentales, el conflicto étnico en Kosovo, por decir solo algunos casos representativos. Por otro lado, Giovanni Sartori en La sociedad multiétnica y Samuel Huntington en El choque de civilizaciones, mantienen diferencias y coincidencias con la propuesta de Bilbeny, quien no los cita en su bibliografía a pesar de que aquellos trataron este tema.

La lectura de Ética intercultural nos introduce en un debate actual y ahonda en la necesidad de un compromiso viable e indispensable entre las sociedades globalizadas que ven acentuados los conflictos culturales tanto dentro como fuera de sus límites políticos. Personalmente, este sería un libro que le recomendaría leer a don Isaac Humala y a todos los reservistas etnocaceristas.
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Semblanza poética de Percy Gibson

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“Del misterio insondable de la muerte
brota el profundo enigma de la vida:
música, luz, palpitación, colores,
entre sombra, silencio y nada… vibran.
‘Ser o no ser’ es el problema eterno:
—panteísta, epicúreo, voluptuoso,
estoico, soñador, místico, asceta—
¿dónde está la verdad?…¿dónde está el fondo?”

Fragmento de “Sinfonía filosófica”

Percy Gibson (Arequipa, Perú, 1885 – Bieleffeld, Alemania, 1960)

Por Carlos Arturo Caballero
acaballerom@pucp.edu.pe

La poesía de Percy Gibson evolucionó desde sus inicios modernistas hacia el vanguardismo de tendencia futurista y hacia cierto tono de protesta de notable influencia de González Prada. Pero, de otro lado, la parte más memorable de su obra corresponde a los retratos poéticos del paisaje rural de Arequipa. Pueblos tradicionales de la Arequipa de antaño como Yanahuara, Tingo, Tiabaya, Cayma y San Isidro entre otros, conforman el escenario lírico de nuestro insigne poeta.

Además del paisaje, es la vida aldeana el elemento principal de sus descripciones, añadiendo temas prosaicos poco comunes para la época. Mezcla de ruralismo y futurismo, también encontramos en su poética, la desazón de quien observa cómo ha cambiado la realidad local y cómo las tradiciones van quedando en el olvido: “El árbol, la hierba, la pastora —¿dónde están? […] ilusiones que no volverán” […] He vuelto al campo hoy día y me ha dolido el corazón… La casa de la abuela está vacía. Todo es desolación, todos han muerto”.

Cabe resaltar al humor como otro elemento característico de la poesía de Gibson, evidente en las descripciones rurales y en las caracterizaciones de los campesinos y en los cuadros de costumbres de la vida cotidiana arequipeño de principios del siglo XX.

Gibson publicó poco. Evangelio democrático (Lima, 1915), Jornada heroica. Trompetería en tono mayor al 2 de mayo (Arequipa, 1916), Yo soy (México, 1949) cuentan entre sus obras más notables.

Como un homenaje al distinguido poeta arequipeño y autor del vals “Melgar”, Náufrago publica los poemas finalistas del concurso que organizamos con el auspicio de la Alianza Francesa y del diario Noticias a quienes agradecemos por todas las facilidades brindadas para la realización de este evento literario. Felicitamos a los jóvenes finalistas y a todos aquellos que con su participación lograron sacar adelante este concurso. En las siguientes ediciones, iremos publicando los poemas finalistas en orden de mérito.

La magia del delirio

Quiero percibir una vez más
Ese aliento de vida que hace falta
Renacer del oscuro averno que me embarga
Rescatar de las tinieblas esos mis sueños
¿Seré yo quien ha cambiado?
La solución más simple y más desagradable
¿Será que mi espíritu se ha muerto?
Y ninguna realidad siento palpable

Quiero percibir una vez más…
Ya no ser una lluvia de fragmentos
Quiero dejar de correr hacia atrás
Y vomitar de una vez tanto recuerdo

Veo parte de lo que ves…
Igual a ti pero voy enloqueciendo
Voy cayendo y nadie me ve
La magia del delirio surte efecto

Calles cóncavas, cielo convexo
Voy cayendo y nadie me ve
La sinfonía de un error complejo
Trato en vano de ponerme en pie

Embriaguez, muerte, silencio
Y sensaciones de amanecer
Alegría, joven vida, llanto
Y yo esperando volverte a ver

Esta pobre alma perdida por dentro
Envidia a todo aquel, joven espíritu enfermo
Que se enamora, se emborracha, se muere
Para mañana seguir viviendo

Quiero percibir una vez más… tu aire
Quiero vida mía besarte, hacerlo eterno
Aunque del mundo de los vivos vea solo parte
Quiero una vez mas sentir lo que es el miedo

Caigo lentamente y todos me ven
Observo al auto embestir mi cuerpo
Mi vida se niega a ceder
mis ojos se niegan a ver
Me despido de lo efímero, dolor no siento

Sí, he cambiado yo, mi espíritu se ha muerto
¿Cómo entonces formulo pensamiento?
Aun sangrante mi cabeza no quiere entenderlo
Muy lentamente mi alma se desprende de mi cuerpo

Mi ser se va desvaneciendo…
Sigo sobre el mojado pavimento.
Han pasado 5 años desde mi fallecimiento
Pero hoy la magia del delirio me esta consumiendo
Por fin esta noche mi esencia va muriendo.

Andrea Alvarado Cornejo.
Primer lugar

Lo Haría Solo Por Ti

Si pudiera dar mi vida para que siempre tuvieras una sonrisa en tus labios,
la daría porque solo pensaría en tu felicidad.

Si pudiera salir volando para ir hacia donde tú estás,
lo haría porque solo pensaría en estar contigo.

Si pudiera detener el tiempo,
lo haría solo para quedarme contemplándote una eternidad.

Si pudiera tomar todos tus problemas,
lo haría para nunca verte triste,
porque tu tristeza es la mía.

Si pudiera escribir todo lo que siento por ti,
ni las palabras de todos los idiomas alcanzarían para expresar mi amor hacia ti.

Si pudiera escuchar las melodías más dulces
diría que no se comparan a tu voz

Si pudiera expresar toda la felicidad que siento cuando te veo,
ni todas las risas y carcajadas del mundo bastarían para demostrar esa gran alegría.

Si pudiera ver los ojos más bellos de este mundo
diría que no tienen tu mirada,
esa mirada que siempre sabe lo que me pasa,
esa mirada tan sincera que me das cuando te veo,
esa mirada con la que me dices te quiero,
esa mirada a la que nunca le puedo mentir.

Si pudiera admirar los paisajes más hermosos del universo,
diría que no se comparan con lo que hay en tu corazón.

Si pudiera escribir mil versos,
Lo haría y mi única inspiración serías tú.

Karol Huamantuma Tejada
Segundo lugar

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