Archivo de la categoría: Literatura

Crítica literaria y reseña de libros

SER (O NO SER) CHARLIE HEBDO

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Publicado en El Búho digital, 2 de febrero de 2015

El atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo no solo movilizó a cientos de manifestantes en todo el mundo; también suscitó la publicación de numerosos artículos sobre los motivos de los perpetradores, el fundamentalismo islámico, la libertad de expresión, la guerra global contra el terrorismo, la situación de los inmigrantes en Europea y las posibles reacciones de Francia al atentado. Paralelamente, ser o no ser Charlie Hebdo fue la pauta que marcó el lugar de discusión para el manifestante de a pie y el analista de ocasión. ¿Qué significa ser (o no ser) Charlie?

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«Je suis Charlie» («Yo soy Charlie») fue la sucinta expresión de una adhesión emocional y creciente identificada, en primer lugar, con los valores que las megacorporaciones de medios de comunicación estiman primordiales para los Estados-nación europeos. Las editoriales de los principales diarios europeos instaron a los gobiernos europeos a defender la libertad de expresión, considerada cimiento de la democracia amenazada por el fundamentalismo islámico. Desde esta postura, ser Charlie es una manifestación reactiva en defensa de una idea de cultura por la cual Europa se define como la partera histórica de la democracia y la libertad. Mediante la sustitución del todo por la parte, «Je suis Charlie» individualiza la respuesta a una pregunta que no ha sido visible, «¿Quién debo ser ahora?», la cual obliga adoptar una postura sin ambages. Roland Barthes decía que toda pregunta entraña una forma de violencia porque exige de nosotros una respuesta satisfactoria para alguien y, con frecuencia, problemática para quien responde. Y aquella se trata de una pregunta que brutalmente nos coloca ante la diferencia del ser o no ser alguien frente a otro. Ser europeo, occidental, francés, blanco, demócrata, libertario, republicano, laico, cristiano, ateo, etc., condensados en «Je suis Charlie», ponen de manifiesto los fundamentos más preciados de una identidad cultural cuyos sujetos sienten amenazada por el islamismo: nación, raza, ideología política, sistema de gobierno y religión. Así, «Je suis Charlie» proviene de una pregunta que conmina a la definición cultural, incita la adhesión inmediata a un consenso que posterga su discusión y subalterniza al otro de ese «yo».

La ofensiva de esta seductora consigna se concentra en la defensa absoluta de la libertad de expresión, pese a que existen ejemplos contundentes para demostrar que la libertad de expresión de los medios de comunicación hegemónicos es la libertad de los accionistas mayoritarios quienes deciden debilitar a un gobierno elegido democráticamente o coludirse con la dictadura de turno, vender su línea editorial o mentir y desinformar deliberadamente. Quien no entienda hoy que la independencia informativa sucumbe ante la dependencia económica, podría ingenuamente creer que solo porque los medios propalan información sin censura existe allí plena libertad de opinión. Posiblemente, interpretarían la proliferación de diarios sensacionalistas y talk shows durante el fujimorato como síntoma de una saludable libertad de expresión.

Globo (Brasil), Clarín y La Nación (Argentina), El Mercurio (Chile), El Comercio (Perú) son grupos empresariales organizados en torno a núcleos familiares con gran poder económico e intereses políticos acordes a la salvaguarda de su patrimonio. No es fortuito que estos grupos económicos hayan prosperado durante el apogeo de dictaduras militares o civiles ni que concentren más del 50% de la oferta mediática en sus respectivos países. La libertad de expresión sí existe, pero fuera de los medios hegemónicos y no gracias a ellos, sino pese a ellos. Existe en situaciones precarias y adversas, merced a iniciativas contrahegemónicas, pero definitivamente no en consonancia con las corporaciones informativas transnacionales.

La libertad de expresión es una libertad inocua en un contexto donde esa libertad no amenaza el poder sino que lo fortalece, y el humor, en este caso la sátira de Charlie Hebdo, alimenta el perverso sentido común creciente en Europa de que el Islam por completo es una cultura abyecta. Si la libertad de agraviar a una cultura se defiende en tanto libertad de expresión, deviene libertad totalitaria y cómplice del poder. No es transgresor un humor que en lugar de corroer el discurso dominante, lo apuntala. No es transgresor un humor que hace mofa de quienes son cotidianamente excluidos de la Europa ideal. Esa sátira no le hacer honor a un género que tuvo como motor desestabilizar el discurso del poder. Si la libertad de expresión en Occidente es tan importante es porque no representa en absoluto una amenaza para el poder. Si en esa democracia todos pueden decir lo que quieran, es porque lo que dicen no representa en absoluto nada trascendente. Más bien si esa libertad no es interpelada, quizá sea porque es funcional al poder.

Joseph Goebbels, pieza clave en el régimen nazi y amigo íntimo de Adolf Hitler, demostró con creces cuan eficiente pueden ser los medios en tanto modeladores en la opinión pública de un «nosotros» contra un «ellos». Goebbels reclutó una gran cantidad de artistas, entre pintores y cartelistas, quienes diseñaron impresionantes carteles publicitarios, donde se apelaba a la unidad europea sobre la base del glorioso pasado de occidente, empleando con frecuencia la imagen del guerrero ario combatiendo a las hordas orientales.

El diario antisemita Der Stürmer llevaba en la portada un cintillo con la inscripción «Die Juden sind unser Unglück!», («¡Los judíos son nuestra desgracia!»). De ningún modo se trató solo de una expresión aislada, solitaria o personal de su fundador, Julius Streichter, sino manifiesto antisemitismo orientado a ganar adhesiones e incentivar odios, los cuales también modelaron acciones concretas: persuadir a la opinión pública alemana no solo de que los judíos eran la causa de sus problemas, sino de que sus problemas desaparecerían si erradicaban esa causa. Y ello implicó pasar a la acción en Auschwitz, Sobibor y demás campos de exterminio.

No hubo matices, sino absolutos en la propaganda nazi antisemita ni los había en las publicaciones de Charlie Hebdo, sino una sistemática representación del Islam como una religión abyecta. Y así como denostar el quechua arrastra con ello a los sujetos de esa lengua; subestimar el impacto del acoso sexual callejero es subestimar a sus víctimas; regodearse con el humor racista, sexista u homofóbico solo es posible a costa del padecimiento de ese otro al que solo se quiere ver como objeto pasivo de esa unilateral libertad de expresión. El humor racista, xenófobo o misógino modela formas de pensar, sentir y actuar racistas, xenófobas o misóginas. La sátira islamofóbica no procede de modo diferente. ¿Cómo se ven representados aquellos cuyas creencias religiosas son objeto de burla en las caricaturas de Charlie Hebdo? ¿Cómo tales representaciones refuerzan prejuicios y estereotipos en la sociedad europea secular occidental-blanca-cristiana? La sátira no es un territorio del lenguaje liberado de odios ni impermeable al racismo u otros modos de discriminación.

Sin duda, en quienes se abrazaron de inmediato a «Je suis Charlie» —y tardíamente a «Je suis Nigeria»— hay sentida conmoción por ambas tragedias, pero también exhibición pública del temor a ser ellos mismos víctimas, es decir, «yo también puedo ser asesinado por esos fundamentalistas islámicos, así que defendamos (nosotros) los valores que ellos quieren destruir». En tal sentido, «Je ne suis pas Charlie» («Yo no soy Charlie») será útil si, por un lado, confronta la representación del otro como amenaza inminente y, por otro, la libertad de expresión absoluta. Puesto que si en verdad deseamos resguardar la democracia de quienes la amenazan, debemos estar dispuestos a poner límites al poder absoluto, inclusive al cuarto poder.

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LAS MÚLTIPLES VIOLENCIAS

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Publicado en Correo, 22 de febrero de 2015

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Un amplio sector de la crítica literaria peruana simplifica excesivamente la noción de violencia política en la literatura: Fuerzas Armadas vs. subversivos; terroristas y militares crueles; Ayacucho y Lima como escenarios exclusivos y referencias explícitas al conflicto armado interno (1980-2000).

La obra de Yuri Vásquez (Arequipa, 1963) discute estos tópicos. Témpanos y kamikazes (Tribal, 2014), su último libro de relatos, añade nuevos puntos de inflexión a las interpretaciones sobre la violencia del conflicto armado interno. La nota introductoria del autor descorre la génesis de sus libros. Vásquez anota que los escribió entre los ochenta y mediados de los noventa, es decir, durante casi las dos décadas que tuvo lugar el conflicto armado, circunstancia que no se debería soslayar, puesto que el desfase temporal entre su escritura y publicación suscita interrogantes sobre posibles enmiendas a las versiones preliminares, lo cual explicaría en parte su peculiar representación de la violencia: concretamente, Yuri Vásquez narra los intersticios de la violencia de los años ochenta y noventa, explorando sus múltiples facetas o lo que convengo llamar las violencias-otras: violencia simbólica, violencia sexual, violencia familiar, etc., son todas manifestaciones de la violencia política. Asimismo, explora ya no la macroviolencia de dimensiones colectivas y generacionales sino la microviolencia, es decir, las tragedias individuales y cotidianas de personajes que estuvieron ausentes en la denominada «literatura de la violencia política».

En tal sentido, Tempanos y kamikazes nos persuade de que toda violencia es política. 

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LOS USOS DEL HORROR

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Publicado en Correo, 13 de febrero de 2015
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En los relatos de Ciudad lineal (Travesía, 2013), el horror es narrado como un asunto cotidiano. A través de un eficiente empleo del suspenso y un lenguaje conciso, así como desenlaces inesperados y la inserción de lo fantástico, Dennis Arias perfila una atmósfera emocional acorde a las historias narradas. Y aunque el título podría anunciar relatos de corte urbano-marginal, en realidad los escenarios son muy diversos y en varios relatos, desterritorializados, es decir, sin referencias espacio-temporales explícitas. 

Cuentos como «Redada», donde ovejas fungen de verdugos subvirtiendo la perspectiva convencional al modo de Julio Cortázar; «Reunión familiar», en el cual un muchacho cuenta cómo su familia resolvió suicidarse en grupo;  o «Parches», que narra el macabro afecto de una pareja de vecinos por alimentar a un cerdo con mascotas, nos remiten en seguida a Horacio Quiroga. Asimismo, «Muñeca rota» es una diligente reescritura de «Tema del traidor y del héroe» de Jorge Luis Borges. 

También hay lugar para la ironía; en «Apuntes para una novela kafkiana» extrapola el tema de la transformación pero amplificando colectivamente sus resonancias, y en «El manuscrito» un ferviente admirador de Roberto Bolaño se encuentra con el borrador de una de sus novelas; o el melodrama como en «Apuntes para una telenovela mexicana». 

Ciudad lineal narra el horror en tanto dimensión consustancial a la naturaleza humana a través de una madura expresión de recursos narrativos.

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INOCENCIA INTERRUMPIDA

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Publicado en Correo, 5 de enero de 2015

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Nena (Travesía, 2013), primer libro publicado por Álex Rivera de los Ríos (Arequipa, 1987), reúne un conjunto de cuentos donde el fracaso y el pesimismo organizan la mayoría de los relatos. En «El plan maestro» una niña se venga de los maltratos de su hermano mayor ofreciéndole una tuna rellena de orugas; «La captura» narra la fallida detención de un prontuariado asesino serial; en «El puente y la ardilla», un adolescente seductor y decidido se las arregla para dejar en ridículo a su ex novia en el marco de una fiesta juvenil; la inevitable impronta materna convierte a Nena, personaje del cuento que da título al libro, en una extensión de la fatalidad que arrastró a su madre. 

La mayor fortaleza de los relatos de Nena radica en el empleo de una prosa muy cuidada, lo cual se observa en la variada adjetivación que acompaña las descripciones de personajes y lugares, que por efecto de acumulación logran perfilar una escena bastante visual. Sin embargo, en algunos pasajes, las expresiones y frases de ciertos personajes no se adecúan a su caracterización. Asimismo, la abundancia de detalles, digresiones o reflexiones accesorias que no suman a la trama de los cuentos restan fluidez a la narración tornándola por momentos innecesariamente ornamental. 

No obstante, Nena es el promisorio debut de un narrador que otorga suma importancia al lenguaje y no solo al tema narrado, condición que muchos narradores jóvenes tardan en cultivar. 

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EL YO-ESCRITOR

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Publicado en Correo, 24 de enero de 2014

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Los testimonios de literatos, periodistas, filósofos, críticos o científicos sociales en torno a su relación con la escritura cautivan al lector. Con frecuencia, las vicisitudes de este oficio ocupan buena parte de las autobiografías y diarios de escritores célebres. On Writing (2000), de Stephen King; The Spooky Art: Some Thoughts on Writing (2003), de Norman Mailer; o Confesiones de un joven novelista (2011), de Umberto Eco, son, grosso modo, memorias sobre el arte de escribir.

Enseñar y aprender a escribir. Perspectivas autobiográficas con alcance formativo (ULasalle, 2014), publicación colectiva compilada por Iván Montes y Orlando Mazeyra, ensaya una propuesta para motivar la escritura a partir de las experiencias y recursos empleados por cada autor. La escritura como un proceso gradual que avanza desde una instancia aprendiz hacia un nivel experto, la escritura como confesión, la frontera entre escritura creativa y académica, la importancia de someter un texto al escrutinio de un lector exigente, la evocación del momento fundacional que determinó el oficio de escribir, y la mención de autores y obras influyentes en la trayectoria personal son los temas más recurrentes, y por ello, lugares comunes que no trascienden el culto a un «yo-escritor» seguro de sus facultades pero escasamente escéptico.

Compartir ante el lector la historia de nuestra escritura individual puede inspirar, pero si no se incluyen otras literacidades actuales, como la digital, su alcance formativo se limita a la escribalidad textual —dejando de lado lo gráfico, lo multimedia y lo hipertextual— y a la contemplación pasiva del «yo-escritor». En tal sentido, este libro es discreto y convencional.

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POÉTICA DEL FRAGMENTO

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Publicado en Correo, 17 de enero de 2014

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En Pazulo el circense (12 Ángulos, 2014), Jimmy Britto (Chiclayo, 1980) exhibe una escritura renovadora e insular dentro de la narrativa recientemente publicada en Arequipa. Britto ataca el lenguaje haciendo del fragmento una unidad autónoma. En general, este libro está estructurado en torno a una poética del fragmento, de un modo semejante a La casa de cartón (1928), de Martín Adán. En ese sentido, no son los temas ni los escenarios los aspectos primordiales de los relatos que integran el libro, sino la posibilidad organizar una visión fragmentaria de la realidad mediante una escritura igualmente fragmentada y dislocando la unidad temática de las historias.

Por fragmento me refiero a unidades mínimas de sentido como escenas, estampas visuales y sonoras, perfiles, etc., que por efecto de acumulación brindan una imagen total de, por ejemplo, individuos, lugares y de la ciudad, pero que, a la vez, no definen de manera unitaria un tema orgánico en el relato. La oralidad, el empleo del monólogo interior, la combinación de puntos de vista narrativos —como la inserción de la narración epistolar— el protagonismo de la marginalidad urbana —calles, distritos, bares, parques, barrios no precisamente representativos de la Arequipa que habita en el imaginario conservador que la ha narrado como impermeable o resistente al cambio histórico— hacen de Pazulo el circense una lectura que discute las representaciones integrales y definitivas de la Arequipa contemporánea.  

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CRIBA Y LOS TRABAJOS DE LA MEMORIA

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Publicado en Noticias, Arequipa, Perú, miércoles 14 de enero de 2015, p.17

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Distante de las tendencias novelísticas que confinaban al sujeto subversivo al reducto del mal puro y del sentido común que exigía condenar sin comprender, en Retablo (2004), Julián Pérez Huarancca hizo visible la violencia estructural, es decir, las razones históricas y endémicas que explican la emergencia de Sendero Luminoso, un «antimovimiento social», en palabras de Carlos Iván Degregori.

Diez años después, en Criba (2014), Premio Copé de Oro de Novela 2013, Pérez Huarancca continúa explorando  el conflicto armado interno. El argumento se desarrolla sobre la base de tres historias: por un lado, el encuentro festivo de un grupo de amigos —los hermanos Laura, Fabián Narváez, Fidencio Molina y Hermenegildo Sulca— quienes la víspera de los carnavales evocan su juventud en una cantina de Huamanga donde asoma el recuerdo de  una bella muchacha, la Musa (Evangelina Delgadillo), enamorada de un pampino (Manuel Bajalqui), quien luego se unió a los alzados en armas y del cual no se supo más nada; por otro lado, las remembranzas de la antropóloga Evangelina Delgadillo, quien a partir del manuscrito incompleto de Manuel Bajalqui, su amor de juventud, rebate, mediante un peculiar trabajo de la memoria, la acusación de una comisión investigadora que atribuyó a su ex pareja la autoría de una masacre; y asimismo, el relato, a modo de Bildungsroman, de Manuel Bajalqui, historia de vida forjada en gran parte por su abuelo Gerardo.

El tono y el registro del lenguaje establecen contrastes entre estas líneas argumentales. Los diálogos de la parte festiva —donde la chanza, el jolgorio y las fanfarronadas sexuales en boca de Hermenegildo Sulca y sus amigos remiten enseguida a la reunión de los Inconquistables en La casa verde (1966) de Vargas Llosa— capturan con verosimilitud los giros musicales del castellano andino y el cariz altisonante de la variedad costeña. En cambio, las reflexiones introspectivas de Evangelina van a tono con la lectura que despliega sobre el manuscrito de Manuel. Aquí las notas  antropológicas, socioculturales y de la crítica poscolonial que acompañan el relato de Evangelina despiertan interés en tanto funcionan como intertexto que suscita relecturas de categorías como «sujeto subalterno» —ampliamente discutida a partir del célebre ensayo de Gayatri Spivak «¿Can the Subaltern speak?»—; u homo saccer —revisitada por Giorgio Agamben—  sobre todo si se aplican al contexto andino. Aparte hay referencias a Paul Ricoeur sobre la memoria, la historia y el olvido, al psicoanálisis lacaniano y los «sublimes objetos» de Slavoj Žižek. La novela gana en profundidad cuando estos apuntes enjuician el discurso que cancela la discusión sobre la naturaleza del sujeto subversivo y del hombre o la mujer andina, pero pierden consistencia cuando llaman la atención al margen de la historia narrada. De otro lado, salvo algunos pasajes donde parece irrumpir un narrador masculino, la voz de Evangelina es coherente con el personaje. En el apartado de Manuel Bajalqui el tono narrativo es nostálgico, confesional y muy emotivo.

El tratamiento del erotismo oscila entre la procacidad machista de cantina; el pudor de Evangelina, quien solo expone una mirada panorámica de su sexualidad; y su progresivo descubrimiento por parte de Manuel, fascinado por las hazañas amatorias de su abuelo Gerardo. En este punto la novela desvirtúa la imagen que tradicionalmente representa a la mujer y el hombre andinos como torpes e inexpertos en el sexo.

Un tema medular es el «trabajo de la memoria» emprendido por los protagonistas en cada relato. Sobre este concepto, Elizabeth Jelin (2002) señala que se basa en incorporar memorias en lugar de revivir y actualizar recuerdos dolorosos con el objetivo de irse desprendiendo de una experiencia traumática rememorada o conmemorada sin contemplar que ello supone un enorme  sufrimiento que es posible evitar sin acudir al olvido. Esto se aprecia en la performance de Hermenegildo Sulca, el cual asegura que la Musa fue su mujer, lo que introduce dudas acerca de su testimonio y la identidad de este sujeto lenguaraz y fanfarrón. Constantemente, Sulca contradice y provoca a sus pares magnificando su versión y desestimando las de ellos, lo cual puede interpretarse como el contrapunto entre el abordaje frívolo de las conmemoraciones colectivas —a veces refrendadas por los mismos sujetos que padecieron la violencia y confían haberla superado— y un discurso aparentemente banal pero en realidad cargado de una gran potencia desestabilizadora, ya que el trabajo de la memoria de Hermenegildo consiste en transformar recuerdos consensuados colectivamente en un relato gozoso que en estimule su evocación. Mientras los hermanos Laura, Fidencio Molina y Fabián Narváez comparan sus recuerdos a fin de reconstruir un gran relato sobre sus años de juventud, Hermenegildo rememora con placer. Si bien los demás también se regodean en sus propias remembranzas, este misterioso amigo de la infancia se deleita con mayor fruición cuando altera de inmediato el tono grave o lastimero introducido por alguno de los presentes, los cuales gozan porque reviven el pasado en y desde el presente; por el contrario, Hermenegildo Sulca goza a través de su propia reelaboración de la memoria mucho más anclada en el ahora. La función discursiva predominante aquí es el hablar.

En la parte de Evangelina, el trabajo de la memoria está organizado por el acto de leer. Ella realiza un trabajo de la memoria que sabotea la versión oficial de la Comisión de la Verdad Verdadera —trasunto literario de la Comisión de la Verdad y Reconciliación— y lo hace añadiendo una interpretación del relato de vida escrito por Manuel que, a diferencia de las cuestionables fuentes empleadas por la comisión, parte de una singular aproximación académica y afectiva que además discute la perspectiva de científicos sociales y escritores que en opinión de Evangelina han usufructuado oportunistamente la cuestión de la guerra interna. No obstante, ello no le alcanza para superar satisfactoriamente el duelo sino que agrava más su ligazón a Manuel, el sublime objeto de su memoria.

En el caso de Manuel, la escritura dispone el orden de sus memorias. En manos de Evangelina, constituye un documento primordial para resarcir la memoria de su amante. Su trabajo de la memoria reescribe el relato convencional del combatiente que solo ofrece justificaciones ideológico-políticas de su incorporación a la guerrilla o que protagoniza heroicas escenas de combate. En lugar de ello, asistimos a un alegato testimonial que historiza la experiencia no del combatiente subversivo, sino del ser humano que ama, sufre y odia, de modo que le restituye la humanidad suspendida por los que definen al sujeto subversivo como un homo saccer, un desecho, alguien con quien no valdría la pena dialogar y mucho menos comprender, y cuya aniquilación no ameritaría discusión alguna.

A pesar que Criba no alcanza la dimensión épica de Retablo, la reciente novela de Julián Pérez manifiesta el carácter opaco y elusivo de la memoria.

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LIBROS DE TEXAO EDITORES

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Pretextos para marcar la cancha
Carlos Rivera (comp.)
Texao Editores
Arequipa, 2014

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Carlos Rivera viene realizando desde 2010 una nutrida actividad  como gestor cultural a través de la Asociación Cultural La casa de cartón de la cual es fundador y presidente. Ha compilado los textos que integran Arequipa y el escribidor. Homenaje a Mario Vargas Llosa Premio Nobel de Literatura 2010 (Cascahuesos, 2012), Eusebio Quiroz Paz Soldán. Entre Arequipa y la historia (Cascahuesos, 2014) y poco antes de terminar este año, Pretextos para marcar la cancha (Texao, 2014), publicación que además significa el debut de Rivera como editor.

Seleccionar y editar los textos que formarán parte de una publicación colectiva, aunque compartan un tema general, no es tarea sencilla para un compilador. No obstante, en comparación con sus predecesoras, Pretextos para marcar la cancha combina una acertada distribución de secciones cuyos textos se aproximan al fútbol como pasión, drama y controversia. Asimismo, se advierte un cuidado de edición más riguroso.

«Disparo inatajable» de Pedro Novoa nos coloca ante un francotirador que ejecuta a un jugador en el preciso instante en que este va a cobrar un penal. El manejo de suspenso es superlativo en este cuento. «Tiempo suplementario» de Goyo Torres narra la historia de un talentoso futbolista que decide clausurar su carrera de una manera dramática. «Tarek y el Real Madrid», de Giovanni Barletti muestra una perspectiva menos localista y más cosmopolita del fútbol como experiencia globalizada y heterogénea. «El misterioso caso de Cuchito Díaz» de Jasson Ticona nos introduce en la trágica existencia que aguarda a un futbolista que se aleja de lo que mejor sabe hacer. «Bravío corazón», de Hélard Fuentes cierra el gramado literario pero sin el gesto técnico ni la consistencia del resto de cuentos que, aparte de los mencionados, son recomendables.

El futbolista como personaje de su propia historia de vida es el eje temático de las crónicas. Carlos Rivera examina críticamente la trayectoria Messi a contrapelo de Pelé, Maradona y otros genios del balón; Eloy Jáuregui presenta una semblanza de Lolo Fernández, un contrapunto entre sus orígenes, gloria y ocaso. Junto a Leandro Fernández, quien reconstruye la llegada del Santos de Pelé a Arequipa, y la Roberto Castro sobre el portero mistiano Jorge Pardón son las más notables de este apartado titulado «Confesiones de fe».

Entre las lecturas críticas, destaco los ensayos de José Luis Ramos y José Luis Vargas. Ramos interpela el fútbol devenido mercancía de consumo en desmedro de la competencia deportiva; no menos confrontacional, Vargas encuadra el fútbol espectáculo dentro del hedonismo posmoderno.

Pretextos para marcar la cancha, segunda publicación de Texao Editores, nos ofrece una variopinta muestra de relatos y ensayos sobre el fútbol desde una mirada pasional y otras veces, justificadamente crítica.

¿Cómo redactar la tesis y el artículo científico
según el estilo APA?
Aspectos prácticos para su aplicación
Dennis Arias Chávez
Julio César Huamaní Cahua
Texao Editores
Arequipa, 2014

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La producción de artículos científicos en la universidad es una exigencia académica que involucra a cualquier profesional de ciencias experimentales o puras, ciencias sociales y humanidades. Sin embargo, en nuestro país, esta exigencia se cumple de manera muy irregular.

¿Cómo redactar la tesis y el artículo científico según el estilo APA? (Texao, 2014) es un manual útil para el estudiante de pregrado, así como para el profesional interesado en la redacción de textos académicos destinados a publicarse en revistas científicas de alto impacto.

Emplear un estilo estandarizado de citación es mucho más que aplicar un formato a un trabajo de investigación; es, además, un modo de organizar la escritura de un tipo de textos que requieren precisión y rigurosidad en la distinción de lo que aporta el investigador y lo que este acopia durante su trabajo. Con frecuencia, muchos estudiantes  incurren involuntariamente en situaciones de plagio debido a que desconocen las normas básicas  de citado y referencias.

Esta primera publicación de Texao Editores brinda una guía sencilla y didáctica que con certeza interesará no solo a estudiantes y profesionales, sino también a instituciones educativas superiores con proyección a la acreditación académica internacional.

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LA CRUZ Y LA ESPADA

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Publicado en El Búho digital, 19 de diciembre de 2014
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El estudio del conflicto armado interno ha suscitado el interés de las ciencias sociales y la crítica literaria. Sin embargo, desde la novela también se ha explorado este periodo de la historia reciente del Perú, por ejemplo,  representando al sujeto subversivo como un ser que emerge de la irracionalidad, el desencuentro cultural o el mal absoluto —Historia de Mayta (1984) y Lituma en los Andes (1997), de Mario Vargas Llosa; La hora azul (2005), de Alonso Cueto; Abril rojo (2006), de Santiago Roncagliolo—; enfatizando la necesidad de comprender antes de juzgar —Rosa Cuchillo (1997), de Óscar Colchado; Retablo (2004) y Criba (2014), de Julián Pérez; o como en El nido de la tempestad (2012), de Yuri Vásquez, trazando la genealogía de la violencia.
En este contexto, El rincón de los muertos (2014) de Alfredo Pita (Celendín, 1948) narra cómo en el marco de un conflicto armado la unidad de intereses entre la Iglesia y las Fuerzas Armadas extiende la supervivencia de la colonialidad del poder. La novela nos sitúa en abril de 1991 cuando la guerra interna venía resolviéndose a favor de las Fuerzas Armadas y los senderistas perdían el equilibrio estratégico en Ayacucho. Vicente Blanco Aguilar —un periodista bilbaíno con amplia experiencia como corresponsal en zonas de conflicto— viaja a Huamanga para iniciar un reportaje sobre la capitulación de Ayacucho, la cual, según la historia oficial, habría puesto fin a la dominación española en América. Conforme avanza en sus indagaciones, Vicente reorienta su interés hacia la comprensión de la violencia que lo rodea sin perder totalmente los vínculos con su proyecto inicial; por el contrario, irá estableciendo paralelos muy reveladores.
Blanco va entendiendo que la capitulación de Ayacucho no significó en absoluto la clausura de la dominación colonial sino la garantía de su continuidad, es decir, de un «colonialismo supérstite», como sentenció José Carlos Mariátegui, pero bajo otras condiciones. En tal sentido, la capitulación de Ayacucho negoció la independencia asegurando la continuidad de nuevos mecanismos de dominación liderados por la sociedad entre la cruz y la espada. Pues del mismo modo que la conquista de América fue una empresa compartida por la Iglesia católica y el imperio español, en un horizonte postcolonial la lucha contra sus enemigos comunes pondría en evidencia esta alianza estratégica. El giro en la investigación de Vicente hace visible el aparato ideológico conducido por Juan Carlos Crispín, siniestro obispo del Opus Dei que refrenda y bendice la violencia utilizada por las Fuerzas Armadas contra los enemigos de Dios y de la patria: Sendero Luminoso, quien le disputa el dominio ideológico-espiritual sobre la población; campesinos acorralados entre dos fuegos, cuya indefinición ante el enemigo es suficiente para dudar de su fidelidad; y periodistas de investigación, quienes desentierran verdades incómodas.
En la historia de la violencia política de los estados-nación imperial y colonial también hallamos esa continuidad. Por ello en El rincón de los muertos España y Perú, Madrid y Lima, Bilbao y Ayacucho están más cerca de lo que parece. Por un lado, el Opus Dei dejó una huella tan profunda en la memoria de Vicente que el encuentro con el monseñor Crispín reactivó el recuerdo de sí mismo resistiendo a sus ocho años el acoso del padre Jacinto, cuya apariencia y la de Crispín evocan a Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de la Obra. Por otro lado, el correlato entre la guerra civil española y el conflicto armado interno peruano es bastante elocuente. Ambas tuvieron lugar en momentos críticos: de transición hacia una fallida república, en el caso español; y de transición hacia una endeble democracia en el caso peruano.  En ambos conflictos combatieron milicias civiles organizadas en torno a una idea política de izquierda contra fuerzas armadas leales al Estado-nación. Al respecto, Vicente se va enterando cómo las luchas intestinas en la izquierda peruana allanaron el camino a Sendero Luminoso, en contraste con la unidad de los poderes fácticos como la Iglesia y las Fuerzas Armadas. Y así como el Opus Dei se consolidó en España durante el franquismo, la novela de Pita coloca a esta institución católica liderando una doble ofensiva en el Perú al inicio del fujimorismo: aprovechando el amparo del Papa peregrino, la Obra eligió esta ex colonia del imperio español, último bastión realista en América del sur, para librar su propia batalla contra la Teología de la Liberación y, paralelamente, brindar al régimen de Fujimori el mismo apoyo que ofrecieron al general Franco. De este modo, la novela narra el papel activo y militante del Opus Dei dentro de la articulación político-religiosa del fascismo.
Asimismo, las intervenciones del viejo abogado Feliciano Oblitas y Villavicencio reiteran la presencia del racismo como elemento constituyente de la colonialidad: convencido de que solo una élite criolla, la de los españoles americanos, era la única que podría conducir a la naciente república, Oblitas y Villavicencio lamenta que en el Perú no se haya controlado con suficiente rigor a la población indígena como sucedió en Estados Unidos y Argentina. De igual modo, está seguro de que los campesinos muertos en medio de la guerra que enfrenta a senderistas y fuerzas del orden son aliados de los subversivos. La simple condición de campesinos indígenas es suficiente para que Oblitas y Villavicencio los excluya de todo esfuerzo por condenar la violencia que padecen a manos de los militares. Así, se va deslizando la hipótesis de que el alzamiento de los subversivos no es más que una versión actualizada de las insurrecciones indígenas contra el poder imperial. De lo expuesto por este abogado ayacuchano a Vicente, se infiere que en un horizonte postcolonial al nuevo Estado-nación emancipado le habría correspondido ejercer un férreo control sobre la población indígena que el imperio no culminó a fin de garantizar una paz duradera, sin sublevaciones. En otras palabras, para Oblitas y Villavicencio en Ayacucho se libraba un conflicto étnico, donde el poder criollo, heredero del poder colonial, tenía la oportunidad de refrendar su autoridad sobre la población sublevada. En consecuencia, el discurso de la pureza de sangre, que estableció fronteras raciales en la sociedad colonial, subsiste en aquella región donde se dio por terminado el dominio imperial de España en América del sur, y además configura un rígido marco de interpretación acerca de los roles asignados al sujeto subversivo (bárbaro, irracional), al campesino indígena (a priori un combatiente ganado por la subversión, cuya existencia es prescindible), al militar (un patriota), al clero conservador (defensores de la fe) y al periodista extranjero (un advenedizo que magnifica una realidad que no comprende porque es europeo).
Si, como sostuvo Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, los conflictos armados motivados por el consorcio Iglesia-Estado y el modo cómo se resuelven lo confirma. Luego entrevistar a Oblitas y Villavicencio, y al obispo Crispín, Vicente constató que la capitulación de Ayacucho facilitó una salida política para los vencidos quienes impusieron las condiciones de su rendición a los vencedores. Entonces ¿Cómo clausurar un conflicto aún activo a nivel ideológico-político a pesar de la derrota militar de Sendero Luminoso? ¿Cuál sería la salida política al conflicto armado interno en el Perú? En este punto la novela de Pita advierte en la capitulación de Ayacucho un antecedente cuya actualización reinterpretaría el fin de la guerra interna: una victoria pírrica para el Estado y las Fuerzas Armadas, renuentes a admitir una derrota política ante Sendero Luminoso.
Los vínculos entre historia, periodismo y literatura; la teoría de los dos demonios; la insoslayable impronta de la masacre de Uchuraccay; la perspectiva «externa» sobre la guerra interna en el corazón de Ayacucho a inicios de los noventa; y la vigencia de la colonialidad del poder componen un discurso que añade otro punto de inflexión a la trajinada narrativa del conflicto armado interno. En suma, El rincón de los muertos es un sentido homenaje a los periodistas de investigación que en medio del horror se las ingeniaron para reír y amar.

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