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Crítica y sinopsis de películas

The Hurt Locker venció a Avatar

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Avatar: el gran derrotado en el Oscar 2010

La última película de James Cameron, Avatar, venía precedida de varios premios en diferentes certámenes (Globo de Oro a la mejor película, mejor director; BAFTA a los mejores efectos especiales y diseño de producción) y del récord histórico de recaudación que supera también a una cinta suya como Titanic. Las expectativas de que arrasara con la mayoría de nominaciones eran altas; sin embargo, The Hurt Locker (Zona de miedo) de Kathryn Bigelow —ex esposa de Cameron— no era tampoco una película desconocida. Si es que alguna podía aguarle la fiesta a Avatar, era precisamente la cinta de Bigelow acerca de la historia de los escuadrones que desactivan bombas en Irak.

Avatar llegó al Oscar con 9 nominaciones, de las cuales solo obtuvo 3 galardones: mejor cinematografía, mejores efectos visuales y mejor dirección de arte. En cambio, The Hurt Locker 6 estatuillas, entre ellas también la de mejor película. El efecto Avatar fue intenso y cobró notoriedad rápidamente sobre todo entre los espectadores, medios publicitarios, movimientos ecologistas; sin embargo, no ocurrió así con la mayor parte de la crítica especializada, salvo que se le reconocía la innovación tecnológica en la animación y los efectos visuales. Si bien en el Globo de Oro la ganadora fue la cinta de James Cameron, ya en los BAFTA, Kathryn Bigelow se perfilaba como la favorita, pues allí también obtuvo más premios que su competidora.

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¿Por qué la cinta de Bigelow ganó a la taquillera Avatar? A mi modo ver, al jurado de la Academia no pudo escapar al influjo del contexto actual que viven los Estados Unidos, cuyas fuerzas armadas ocupan Irak y Afganistán sin haber obtenido los resultados esperados. Así como las cintas sobre el Holocausto judío son casi siempre fuertes candidatas a premios internacionales (sin perjuicio de la verdad histórica que, por supuesto, es lamentable), las producciones norteamericanas que ensalzan los valores tradicionales de su nación suelen obtener el reconocimiento de la crítica. Al parecer, los jurados prefirieron galardonar una película en la que, según la directora, no se reflexiona sobre las causas de la guerra en sí, sino que se expone la dramática situación de los soldados estadounidenses en aquellas tierras hostiles en las que las fuerzas invasoras son presentadas como víctimas de la insania terrorista.

Al respecto, Bigelow declaró en una entrevista:

-¿No cree que al menos defienda la presencia y el trabajo de EEUU en Irak?

Más bien creo que muestra el horror de la guerra y su futilidad. Lo que pasa es que a menudo se nos condiciona a creer que el cine antibelicista solo puede ser aquel que incluya un personaje que grita proclamas como «¡Odio esta guerra!». Yo, en cambio, odio esas proclamas y también esas películas.

-¿Y qué placer obtendrían de ella?

La guerra responde a un deseo genéticamente codificado de reafirmar nuestra humanidad. No hay una mejor forma de llevar a cabo esa evaluación. Todas las neuronas que controlan nuestro instinto de supervivencia se activan a la hora de pasar por una experiencia como ésa.

Al mismo tiempo, se dejó de lado a una cinta como Avatar que, evidentemente, cuestionaba la política internacional no solo de gobiernos como el de los Estados Unidos, sino de los gobiernos detrás del poder, como son las corporaciones transnacionales, y del uso de la fuerza militar como garante de los intereses del capital transnacional.

Por todo ello, en mi opinión, la premiación a The Hurt Locker es un intento de limpiar el rostro a las fuerzas armadas norteamericanas o de, al menos, matizar su actuación, luego de que Avatar las expusiera (no directamente a ellas sino a las fuerzas armadas en general) como un contingente de mercenarios sin escrúpulos que solo encuentran razón a su existencia mediante la guerra, porque, de lo contrario, no tienen lugar ni siquiera en la Tierra y que, de no existir conflictos, se las arreglarán para provocarlos.
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Invictus (2009)

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Una característica recurrente en los filmes de Clint Eastwood es la emotividad de las historias narradas. Las tramas que desarrolla son conmovedoras, dramáticas y muy humanas. Los personajes que Eastwood coloca en escena sufren porque se enfrentan a dilemas vitales que no siempre resuelven con éxito, pero que, de todas formas, capturan al espectador por la intensidad con la cual se entregan para concretar sus ideales, lo cual deja la sensación que vencieron, a pesar de perder. Es la lucha y no el resultado lo que define el éxito de su empresa. Sucedió así con la aguerrida boxeadora de Million Dollar Baby, con el soldado japonés de Cartas desde Iwo Jima y los soldados americanos de la cinta complementaria Flags of our fathers, con la madre que busca incansablemente a su hijo en The changelling, con el viejo testarudo y gruñón de Gran Torino, y con tantos otros personajes de la vasta producción de este veterano actor y director.

En el caso de Invictus (2009), la adversidad es superada sobre la base de la entrega de toda una nación por una causa que no todos los involucrados comparten al inicio. La cinta se inspira en un episodio real de la historia reciente de la Sudáfrica post apartheid, luego de que el activista político y defensor de los derechos de la población negra, Nelson Mandela, fuera elegido presidente de su país poco tiempo después de su liberación. Mandela propuso al capitán de los Springboks, Francois Pienaar, ganar la Copa Mundial de Rugby con la finalidad de unir a una nación escindida entre las expectativas de la población negra y los temores de la minoría blanca. Esta historia fue narrada por John Carlin en su libro Playing the Enemy: Nelson Mandela and the Game That Changed a Nation (El factor humano en la edición en español) el cual fue adaptado para el guion de la película.

Eastwood sigue apostando a la fórmula que mejores resultados le ha dado en los últimos años: el desarrollo de una historia dramática que coloca a los protagonistas en situaciones extremas. Es en este punto donde la película destaca notablemente, ya que conmueve e invita a la reflexión: ¿es posible lograr que las personas cambien su perspectiva acerca del otro? ¿qué debe suceder para que el otro no sea percibido necesariamente como una amenaza? ¿es realista aspirar a la reconciliación prescindiendo del perdón y la venganza? Estas interrogantes asaltan al espectador desde las primeras escenas donde se aprecia que las secuelas del apartheid han dejado heridas abiertas en una sociedad en la que la minoría blanca se resiste al cambio inminente y la mayoría negra demanda un giro más agresivo.

No obstante, en lo estrictamente cinematográfico no se encuentra un despliegue técnico desbordante. No es en este aspecto donde deberíamos indagar por las virtudes de Invictus. No quiero decir que técnicamente la película sea deficiente, sino que lo dispuesto funciona dentro de los límites previstos por el director, es decir, ofrecer de la manera más transparente y directa posible la historia a narrar y colocar en primer plano el drama personal del protagonista y el drama social de la nación. Sin embargo, merece destacarse el trabajo de las locaciones exteriores y la dirección de tuvo a su cargo la coordinación de las multitudes en los momentos de mayor trascendencia. Las escenas en los estadios cumplieron con transmitir el efecto emocional y la contundencia propios de un instante en que el fervor ensordecedor de la masa se confundía con el repudio de los que no aceptaban el cambio social.

Además del tema que aborda el filme, otro aspecto destacable tiene que ver con la interpretación de Morgan Freeman en el papel de Nelson Mandela. No es la primera vez que este actor trabaja con Eastwood, pues lo hizo antes en The Unforgiven (Sin perdón) y Million Dollar Baby. En esta ocasión, Freeman le imprime a su personaje todas las marcas que hacen notable su interpretación: parsimonia, determinación, humor nostálgico e ironía. Precisamente, Freeman contó en una entrevista que cuando conoció a Mandela años atrás, este le pidió que lo interpretara si es que, en algún momento, se diera la oportunidad. En segundo lugar, resalta la actuación de Tony Kgoroge en el papel del jefe de seguridad de Mandela, Jason Tshabalala. Su reticencia a olvidar los vejámenes sufridos por la población negra lo lleva a aceptar a regañadientes la orden de trabajar con los agentes de seguridad del ex presidente De Klerk quienes, posiblemente, asesinaron a sus compañeros en la lucha contra la discriminación. Su preocupación por la seguridad el presidente Mandela se convierte en una constante obsesión, la cual lo tensiona e impide que se dé un tiempo para relajarse. Su expresión es dura, sufrida, pero, a la vez, revanchista y transita en medio de la fidelidad a su labor, la búsqueda de una razón que justifique su trabajo o un pretexto que amerite castigar a los oficiales blancos con quienes se rehusó a trabajar en un principio.

Matt Damon interpreta del papel de Francois Pienaar, capitán del equipo sudafricano de rugby al que se conoce como los Springboks. Pese a que ocupa un lugar expectante en la trama, la actuación de Damon carece de intensidad. Su participación fue muy discreta; se lo notó distante del personaje, contrariamente a lo expresado por Freeman. No transmitió la vibración y el arrojo propios de un líder o de un caudillo; más bien, se le vio muy sereno y reflexivo. Considero que no es válida la crítica que lo descarta por no poseer el biotipo del verdadero Francois Pienaar (Damon es más bajo de estatura que el capitán de los Springboks). De acuerdo con este argumento, también descalificaríamos la interpretación de Morgan Freeman quien es notablemente más alto que Mandela. Una actuación sobresaliente puede compensar con creces una caracterización que tal vez no haya sido muy exacta con el personaje real.

Invictus es un ejemplo de cómo lo político influye de manera determinante sobre lo sociocultural. Un Estado que no es capaz de reconocer las libertades políticas de sus ciudadanos y que además se encuentre dividido por las diferencias culturales es un Estado inviable y condenado a la fragmentación o a la tensa convivencia. Casi siempre, deriva en un Estado represor en el que las desigualdades sociales se acrecientan dentro de una espiral de violencia en la que las partes enfrentadas obstaculizan la solución del problema. La virtud de Mandela estuvo en su capacidad para moderar las comprensibles demandas de la población negra frente al poder fáctico que, en algunos sectores, todavía era controlado por la minoría blanca. Mandela era conciente de que necesitaba de ellos para iniciar la transición hacia la consecución de las libertades políticas y entre ellas la progresiva reducción del racismo en Sudáfrica.

Para lograr ello es indispensable que los ciudadanos se organicen espontáneamente en torno a instituciones para mediar entre el individuo y el Estado. El acierto de Mandela fue no ceder a la tentación de disolver a los Springboks, a pesar de que el rugby y este equipo eran considerados por la población negra como emblemas del apartheid. Por ello, es que colocó todo su esfuerzo en potenciar el equipo nacional de rugby, pues se trataba de una institución social de amplia base y con una capacidad de convocatoria tan horizontal que atravesaba todos los estratos de la sociedad. Es decir, se dio cuenta de que mientras más amplias e incluyentes sean las instituciones de la sociedad civil, las diferencias particulares se irán diluyendo a favor de un interés grupal mayor. No subestimó las cualidades del deporte como institución social, sobre todo la libre asociación basada en lazos emotivos y en el sentimiento de pertenecer a una nación.

Desde la antropología y el psicoanálisis, se ha explicado el fútbol y otros deportes similares como una sublimación de las luchas tribales. Los individuos dejan de lado sus particularidades y se integran al equipo-tribu para enfrentarse a otro grupo rival. El capitán-caudillo es quien arenga a sus combatientes y quien debe estar al frente y sacrificar su bienestar. Este es el vínculo que permite establecer alianzas entre individuos y grupos adversarios: la comprensión de que existe un rival más poderoso que los amenaza y la existencia de un líder que encausa sus inquietudes.

La impresión más importante que me deja este filme está en la actitud ejemplar de los líderes que cargan con la responsabilidad de conducir cambios sociales impostergables, pero que sopesan la presión social con razón y no con pasión. A esta la dejan para que libremente anime a la población y sirva como instrumento para diluir las diferencias y, por consiguiente, entregarse a un sentimiento universal presente en todos los seres humanos: el compartir la alegría por la victoria

FICHA TÉCNICA

Título: Invictus
Nacionalidad: EE.UU.
Año: 2009
Duración: 134 min
Género: Biográfica, De autor, Drama
Color: Color
Fecha de estreno: 29/01/2010
Director: Clint Eastwood

Guión: Anthony Peckham, basado en el libro “El factor humano” de John Carlin
Intérpretes: Morgan Freeman, Matt Damon, Patrick Mofokeng, Tony Kgoroge, Julian Lewis Jones
Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens
Fotografía: Tom Stern
Montaje: Joel Cox y Gary Roach
Distribuidora: Warner Bros.
Web: http://invictusmovie.warnerbros.com

ENLACES DE INTERÉS

Invictus – Ricardo Bedoya

Invictus (2009) – Blanca Vásquez – Cinencuentro

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La teta asustada entre las nominadas al Óscar

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Es la noticia más gratificante de la semana. Si bien el Perú no estará presente en la Copa Mundial de Sudáfrica 2010, nos sobran motivos de orgullo para creer que el cine nacional puede llegar muy lejos. Cuando Claudia Llosa recibió el Oso de Oro en la Berlinale, los elogios no se hicieron esperar (así como tampoco las críticas mezquinas, tan comunes en nuestro país, y las sobreinterpretaciones políticas y conspirativas). Sin embargo, aquel premio no sería más que el inicio de una serie de nominaciones y triunfos que constantemente reavivarían el interés de una nación sedienta de triunfos por conocer a los artífices de esta existosa cinta: Claudia Llosa y Magaly Solier.

El Perú no es un mercado que se caracterice por una masiva asistencia a los cines ni por una cultura cinéfila de alta sensibilidad en los espectadores (como sucede en Francia, por ejemplo). Al contrario, nuestra industria cinematográfica se basa en un 90% en la importación de estrenos taquilleros y, recientemente, en la proyección de cintas nacionales, algunas más logradas que otras, pero que, en resumidas cuentas, apuesta por la difusión del cine nacional.

No obstante, los galardones obtenidos por La teta asustada (The milk of sorrow dentro de la nominación al Oscar) podría iniciar un cambio en la sensibilidad de los espectadores promedio en el Perú, cuya gran mayoría consume piratería en la comodidad de su hogar. No se entienda por esto una transformación radical que conduzca al espectador a manifestarse como entendido en la materia, sino por sentirse atraído por ver filmes en su entorno más apropiado: el cine.

Ello también debe llamar a la reflexión a las cadenas de distribución de cintas en las salas peruanas (¿o sobre todo limeñas deberíamos decir?). Es inconcebible que en el Cusco no existan salas de cine que exhiban los estrenos del momento. Argumentar que no es plaza rentable me parecería descabellado. La teta asustada recaudó 720.000 dólares durante todo el tiempo que estuvo en cartelera (la inversión fue de 1.2 millones de dólares). Estoy más que seguro de que, si existieran más salas en las principales ciudades del interior, se hubiera superado.

Respecto a la nominación, me llama la atención que La teta asustada compita bajo el nombre de The milk of sorrow (La leche de la tristeza). ¿Por qué? Cuando Anne Hathaway anunció a la película de Claudia Llosa como una de las nominadas en la categoría de mejor película extranjera, las otras cintas fueron mencionadas según el idioma de procedencia. Cuestiones menores.

El panorama no es muy sencillo para La teta asustada. The white ribbon (Alemania) (Das weisse band), Un prophéte (Francia) y El secreto de sus ojos (Argentina) vienen con muy buenas referencias y premiaciones. No obstante, para la Academia de Hollywood, resulta importante otorgar el premio a una cinta cuya trama y realización diste mucho de lo que caracteriza a la Meca del cine contemporáneo.

De todas formas, la manera en que el Perú observará la premiación del Óscar en este año no será la misma de siempre.
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‘Érase una vez que se era’ de Silvio Rodríguez

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Después de seis años, me animé a comprar un CD original. La última vez había comprado una compilación de canciones de Luis Eduardo Aute, Paseo por el amor y el deseo, y un par de años atrás, en unas galerías de la calle Capón, unas cintas originales de Jean Michel Jarre. A diferencia de unos diez años atrás, hoy es muy fácil bajar una canción o un álbum completo de Ares y armar luego una propia antología al gusto. Sin embargo, a pesar que comprar un disco original requiere una inversión que no todos los seguidores de alguna banda o solista están dispuestos a hacer, el Cd original es más que solo un producto que contiene aquello que nos fascina -una canción o una película-; se trata del concepto que los creadores del producto concibieron para que acompañe al disco que llega a nuestras manos. Como bien me dijo una vez un gran amigo hasta ahora fanático de los discos originales, el arte, el concepto del arte que envuelve al CD original es tan importante como el contenido.

Totalmente de acuerdo porque ello le imprime un sello especial a cada álbum, una personalidad distinta en cada etapa de la evolución del grupo o del solista, algo que nuevo que nos quiere transmitir. Por estas razones, es que me decidí comprar esta última producción de Silvio Rodríguez de quien conservo gran parte de su discografía en cassettes de la disquera EGREM y Ojalá, producidos en la década de los ochenta.

Érase una vez que se era (2006) es un álbum doble que contiene temas que Silvio había compuesto durante diez años antes de grabar su primer disco Días y Flores (1975). Se trata de una deuda pendiente del cantautor cubano consigo mismo, ya que estas canciones eran conocidas por sus seguidores más fieles quienes las conocieron y difundieron mediante grabaciones no oficiales en conciertos realizados en distintos países.

Cuando Silvio graba un disco no solo se limita a lo estrictamente musical, sino que también interviene de manera decisiva en la concepción del diseño y en la edición del material. De hecho en las producciones más recientes él figura como productor general. Erase una vez que se era no es la excepción. Silvio dispuso que el diseño del disco transmitiera la sensación de un salto al pasado, de una evocación de la etapa previa a su profesionalización como artista. Algo así como el descubrimiento de su protohistoria, de los primeros episodios y experiencias vitales que rodearon sus primeras composiciones y que sirvieron de base para sus posteriores producciones. Por ello es que la cubierta del disco tiene un aire rústico de tonos café oscuros y matices en gris. Asimismo, al interior, contiene fotografía sus amigos entrañables, de aquellos que muy pocos de nosotros tal vez conocemos que fueron importantes para su formación musical entre los que destacan el trovero Noel Nicola y Aída Santamaría, quien lo animó a continuar de muy joven su carrera musical.

Respecto a las canciones, no se vaya pensar que son grabaciones originales de aquellos años en que fueron compuestas (seguramente para algunos esto pueden significar una pequeña decepción). Las canciones han sido grabadas nuevamente con arreglos que permiten reconocerlas, sobre todo a aquellas que se hicieron más conocidas, tales como “Fusil contra fusil”, “El papalote” y un poco menos, “Nunca he creído que nadie me odia”. El tema que más me agradó y al que sugiero que pongan atención es “Epistolario del subdesarrollo” del CD2. Sobre la génesis de esta canción, Silvio dice

Por aquellos años un viaje fuera de Cuba era tan inimaginable como remontarse al cosmos. A través del cine la juventud veía el mítico mundo exterior y sus modas, y algunos trataban de imitarlo desde sus escasos recursos. Esta canción habla de jóvenes que no suelen ser vistos como vanguardias de la sociedad; de muchachos para quienes el bienestar no parece proceder de vivir a la altura de su tiempo, sino del hedonismo (…) entre otras cosas, pretende darle voz a seres humanos quizá no tan ejemplares, pero ante quienes toda sociedad deberá rendir cuentas

Esta canción me parece muy importante porque aclara lo que para muchos, críticos y simpatizantes de Silvio, parecía incuestionable: su total adhesión a la Revolución Cubana y a Fidel Castro sin medias tintas. En este tema, se critica el porqué la juventud cubana no puede disfrutar de los privilegios que los jóvenes de Europa tiene a su alcance y de cómo se las ingenian para recrearse, de manera imperfecta, ese mundo que contemplan desde lejos. Se trata de una autocrítica al régimen y a los sacrificios que la Revolución había previsto para sus generaciones presentes y futuras. El CD2 también contiene un videoclip de esta canción con imágenes de la Cuba actual, lo que nos confirma que aquellas objeciones que Silvio discretamente lanzaba en sus primeras composiciones siguen perdurando en el presente.

“La canción de la trova” es acompañada por Adriano Rodríguez en la segunda voz. En una primera impresión, me había parecido que era Compay Segundo, con quien también grabó alguna canción, porque las voces de ambos son muy parecidas. La participación de Adriano Rodríguez es muy especial porque esta canción surgió a partir de escuchar un disco que reunía las voces de este viejo troveros y de otros más, disco que regaló a su madre y que solía escuchar a menudo hace más de 40 años.

“Judith”, “Una mujer” y “El día en que voy a partir” son canciones de inspiración amorosa. “Judith” tiene unos arreglos y una melodía nostálgica que armonizan muy bien con la letra que suena a advertencia, a presagio, a invocación. El coro es lo mejor de esta canción:

Cuida bien tus estrellas mujer, mujer,
cuida bien tus estrelas
y que nunca las pierdas

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La UNSA con el santo de espaldas

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La huelga de los docentes de la Universidad Nacional de San Agustín

En 1996 ingresé a Literatura en la UNSA. Recuerdo que en la cola para la inscripción al examen de admisión decidí entre entre Periodismo, Psicología, Derecho y Literatura. Finalmente, elegí Literatura porque por aquellos días venía leyendo y releyendo La casa de cartón de Martín Adán y me prometí escribir una obra similar -hasta parafraseaba fragmentos que hacía pasar por propios para impresionar a una novia de esos años- y a mitad de carrera pensé seriamente en hacer mi tesis sobre esta magnífica novelilla. Tengo muy presente aquella época de los claustros agustinos, tanto por los amigos, profesores y demás experiencias que enriquecen los años dorados de cualquier estudiante universitario.

De los maestros quien a primera vista me sorprendió por esa cultura oceánica y por su capacidad para evocar personajes, argumentos, obras, citas y demás fue el doctor Tito Cáceres. Nos enseñó en primer año el curso de Metodología de la Investigación Literaria donde nos introdujo al conocimiento de los diversos métodos de investigación no solo de manera teórica, sino aplicándolo a alguna novela ad hoc para el caso. En segundo año, Willard Díaz se encargaba de “filtrar y reclutar” a los alumnos que, según su criterio, se tomaban los estudios literarios en serio: controles de lectura semanales, clases a pesar de la toma de locales por los estudiantes, exámenes orales constantes, lectura directa de las fuentes… todo ello apuntaba a reducir al máximo la cantidad de alumnos que pudiera escoger como especialidad Literatura. De hecho, la gran mayoría escogía Lingüística muy convencidos por un sector de los profesores de dicha especialidad, de que en Literatura “la chamba era escasa” y que después de terminar Literatura y Lingüística -la UNSA es la única universidad en el Perú hasta donde yo sé que otorga un título con esta doble mención- podrían seguir la complementación pedagógica durante dos años y obtener el ansiado título de educador en Lengua y Literatura. ¿Y por qué no postularon directamente a educación en lugar de desperdiciar 5 años en una carrera espúrea que los obligaría a seguir dos años más para finalmente lograr el objetivo final que era convertirse en pedagogo? Los compañeros de Lingüística que se animaban a contestarme decían que el ingreso a Literatura es mucho más fácil, mientras que a Educación, la probabilidad de ingresar era menor.

Es decir, buena parte de los egresados de mi escuela no tenían la convicción de ejercer la investigación lingüística, ya que solo querían convertirse en maestros de colegio y uno que otro, engancharse en la docencia universitaria si la oportunidad se presentaba y si merecían el favor de algún catedrático que a la sazón ocupara un cargo importante mediante el cual decidiera su contratación en medio de oscuras componendas. Del lado de los literatos el panorama era menos tenebroso, pero al menos, teníamos el consuelo de que los mejores profesores, al menos la minoría mayoritaria o la mayoría moral, estaban en nuestra especialidad. Goyo Torres acababa de regresar a la escuela luego de cursar la maestría de Literatura Latinoamericana en la UNSA y se notaba, aunque no me llegó a enseñar, que venía con un aire renovador; igualmente satisfactorio fue contar con José Gabriel Valdivia, nuestro amigo poeta, en cursos como el Taller de Poesía, y luego para los más jóvenes en Literatura Regional e Introducción a la teoría literaria. Como no recordar a la exigente y puntillosa Nardy Rosado en Lecturas Literarias, quien planteaba inteligentes preguntas de deducción en sus controles de lectura.

Posteriormente, Rosa Núñez se sumó a este equipo de profesores de Literatura en la Escuela de Literatura de la UNSA en Arequipa y conformaron, a trancas y barrancas, un grupo interesante que publicó sus investigaciones en la revista Apóstrofe dirigida por Willard Díaz. Aquel proyecto también contó con la participación de otros investigadores en Humanidades y Ciencias Sociales parte de ellos egresados de la primera y última maestría en Análisis del Discurso dictada en mi Escuela en 1999 y 2000, si la memoria no me falla, por profesores de la Escuela de Literatura de San Marcos.

Este recuento de mi paso por la UNSA no es simple evocación nostálgica, sino una manera de comparar lo que experimenté cuando fui estudiante y lo que vienen experimentando todos los estudiantes de la UNSA en estos precisos momentos. Cerca de tres meses de huelga indefinida de docentes pone en riesgo el año académico en la primera casa de estudios de Arequipa que, año tras año, se ve sumergida y devorada por la incapacidad de sus autoridades desde la cabeza hasta las instancias menores. Ver que en TV UNSA se promociona al Centro Preuniversitario de la Universidad que se prepara para el próximo proceso de admisión, o ver que la universidad anuncia las inscripciones para otro proceso, provoca hilaridad porque simple y llanamente, se trata de una vil estafa: ¿qué le ofrece realmente la UNSA a un joven postulante hoy en día? Huelgas, paros, tomas de locales, pérdida de tiempo, avance sobre la marcha en vacaciones mientras todos los demás están disfrutando de un merecido descanso. Por eso, no llama la atención que las filiales de universidades privadas como la Néstor Cáceres Velásquez de Juliaca, Alas Peruanas o la UTP por mencionar algunas, vean incrementada su población estudiantil, puesto que para algunos los padres de familia resulta cada vez más práctico pagar un poco más, pero ver que sus hijos avanzan.

¿Y qué del prestigio de la San Agustín? ¿la infraestructura? ¿la variedad de carreras que ofrece y la trayectoria de los docentes que la componen? El prestigio se diluye a través del tiempo si es que no hay con qué demostrar que aún está vigente. Ahora no es más que un espejismo en la memoria de nuestros padres y abuelos o sin ir tan lejos, en aquellos que fuimos estudiantes en los años 90. En los 80, la UNSA como todas las universidades públicas del país, atravesaba una crisis política que la arrastraba a la ingobernabilidad y el desorden. Las huelgas impedían que el año académico se desarrollara con normalidad y era frecuente que este se perdiera o retrasara más de la cuenta. Sin embargo, la ciudadanía seguía viendo con ojos de admiración y orgullo a los estudiantes agustinos, símbolo de protesta, inconformidad y rebeldía. Hoy ya no es más así. La ciudadanía quiere ver a sus hijos progresar en un ambiente en el que la discusión y el intercambio de ideas no obstaculice el aprendizaje y en el que la transparencia sea una práctica cotidiana y no una suerte de oasis en medio del desierto. La infraestructura de la UNSA es enorme en edificios, luce muy a la distancia, engorda la vista desde afuera: parques, jardines, un estadio imponente, amplios corredores (la Facultad de Filosofía y Humanidades es una casona antigua que contrasta muy bien con el espíritu que se vive fuera de las aulas, y, personalmente, me gusta más que el de San Marcos que luce como los pasillos del hospital Santa Rosa y que Letras y Humanidades de la PUCP que de tan pulcro que es no da ganas de estropear nada). Todo eso es la UNSA, pero nada de ello es suficiente si es que el recurso humano no está a la altura de las expectativas y ese es el verdaderon problema: docentes, administrativos y alumnos todos son cómplices en esta debacle.

Los catedráticos de la UNSA, salvo honradas excepciones, sienten que ya saldaron cuentas con los estudios y se conforman con lo que vienen repitiendo hace 20 o 30 años. La bibliografía de sus cursos sigue siendo la misma a excepción de algunas enmiendas que cada cierto tiempo hacen a su sílabo, pero más por una cuestión decorativa que por espíritu de renovación. Comenzando desde los concursos, tenemos que muchas veces se sabe quién va a ser nombrado o contratado con mucha antelación al veredicto final. Se sabe de las componendas que existen al interior de algunas facultades para favorecer a ciertos postulantes a la docencia a cambio de su adhesión política cuando ingresen a la universidad. De hecho que esta situación no ocurre en toda la universidad con la misma intensidad, pero ocurre y eso es ya un escándalo. Me preocupa por la gente honesta y preparada que se ve envuelta injustamente en esta situación y doy fe de que sí existen docentes empeñados en que esta huelga cese, que se mantienen en contacto con sus alumnos vía correo electrónico y que ven la manera de asignar tareas, lecturas o encuentros en la casa de algún profesor cuando la situación lo permite. Pero son lo menos, son héroes morales que solo pueden apelar a sus acciones para dejar constancia de que no comparten el sentir de los mediocres que consideran que solo por una cuestión monetaria pueden relegar las expectativas de varias generaciones de estudiantes que sí creen en la UNSA y en lo que representó para sus padres y abuelos. Esta no es la UNSA que hubieran querido ver Antonio Cornejo Polar, Francisco Mostajo, Víctor Andrés Belaúnde, Jose Luis Bustamante y Rivero u otros tantos intelectuales que egresaron de esta casa de estudios. Sin embargo, la gran mayoría de docentes se empecina en no levantar la huelga y seguir postergando a los estudiantes a unas vacaciones forzadas, situación que se ha venido repitiendo durante los últimos 4 años en la misma época: de setiembre a noviembre no trabajaban y entre enero y marzo “recuperaban” en tiempo récord lo anterior e igual percibían su sueldo. No tienen mucho que perder, el futuro para ellos es más reducido a medida que pasan los años, pero no es así para los estudiantes.

Al momento en que estoy terminando de actualizar este post, me he enterado de que desde este lunes la UNSA reinicia labores. Pero ello no nos debería complacer por completo, ya que seguramente, los profesores terminarán a trompicones el ciclo anterior durante el verano, mientras el resto de estudiantes de universidades particulares disfrute de las vacaciones como debería ser (Literatura en San Marcos no ha acatado la huelga y tampoco no todas las escuelas de la Federico Villarreal). Antes, Medicina de la UNSA solía ser la última facultad en plegarse a los paros y me consta que hacían todo lo posible para no detener su avance académico, lo cual le ganaba el respeto del resto de la comunidad agustina de la ciudadanía que le tiene especial afecto a los estudiantes de Medicina de la UNSA. Pero hoy ya no es así y todos los estudiantes, sin excepción, se han visto obligados a perder clases durante casi tres meses.

Los docentes de la UNSA se ganarían la adhesión de la ciudadanía y de los estudiantes respecto al justo pliego de reclamos que vienen elevando ante el Ejecutivo si existiera de su parte un compromiso con su labor como maestros. Pero ¿por qué tendríamos que apoyar a quienes abandonan a su suerte a los alumnos y contribuyen a la debacle progresiva de la universidad? Pensar que el problema de la UNSA es netamente económico, salarial, es equivocarse, porque si mañana mismo les homologaran el sueldo a los docentes de la UNSA estoy seguro que nada cambiaría porque se trata de un problema de actitud, de hábito, de formación. Un giro radical en el corto plazo lo veo complicado porque el cambio generacional es muy lento producto de las redes de poder constituidas por quienes se enquistan en cargos y deciden quién ingresa o no a la docencia universitaria con total prescindencia de méritos académicos. Pedirles a los docentes mediocres, que no son todos, que reformulen su postura es mucho pedir, pero invocar a los estudiantes a no ser cómplices de dicha mediocridad exigiendo y demandando una enseñanza de calidad, asistiendo a clases y fiscalizando a las autoridades es más viable.

Los estudiantes tienen la palabra.

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El cáncer de la universidad – Nicolás Lynch
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Incursión culinaria #1

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Este fin de semana salí a comer y ya que nuestra comida peruana es cada vez más reconocida por propios y extraños, pensé en fotografiar los platos que me han dejado satisfecho al punto de que vuelvo constantemente, tal como tal vez a Uds. les sucede cuando hallan algún “huequito”. Alguna vez Carlos Cacho dijo algo inteligente: “en el Perú, con 5 lucas se come bien en cualquier huarique”. Por ello, recomiendo ir a estos restaurantes. En adelante, comprometo a publicar más fotos tanto de los sitios recomendables como de los que sugeriría no ir nunca (los cuales son muchos). Estas fotos son muy artesanales, nada artísticas, solo pretenden retratar la inmediatez del momento.

Parrillada Presidente: chuleta de cerdo, filete de res y pechuga de pollo a la parrilla. Viene acompañada de una porción abundante de papas fritas y otro plato igualmente abundante en de ensalada. Esquina de la cuadra 14 de la Av. Arenales – Lince. (Grato descubrimiento de salida dominguera)

Combinado de cebiche y arroz con mariscos. Deliciosa combinación que puede ser bien acompañada por una Inka Kola helada. Restaurant “A lo macho”, esquina de Av. La Mar con Universitaria – San Miguel. (todos los domingos me apunto con el mismo plato con la Inca Kola de rigor)

Jugo de fresa con leche.Restaurant “Benny´s”. Frente al Hospital Rebagliatti. (No tiene nada que envidiarle a Frutix).


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Piratas sin remordimiento

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De no haber sido por las fotocopias, difícilmente hubiera sobrevivido al gasto que me representaba comprar libros originales para estudiarlos previo a un examen o simplemente por el placer de leerlos. De igual manera, no hubiera escuchado a mis bandas preferidas ni visto las películas que marcaron mis años de estudiante en una universidad pública. Si no fuera por la piratería musical, editorial o cinematográfica, mi experiencia cultural hubiera sido muy pobre. Si bien actualmente puedo darme el gusto de comprar un libro original y muy rara vez un disco o película originales, cuando la ocasión lo amerita, no tengo reparos en comprar un libro pirata. Solamente cuando se trata de un autor o libro que me interesa conservar y al cual le tengo una merecida consideración, espero y busco el original. Por ello, estoy en la capacidad de afirmar que mis gustos por la piratería son, la mayoría de las veces, directamente proporcionales con mi valoración del contenido sobre todo cuando la oferta de originales, al menos en películas es tan pobre y desfasada que basta con revisar unos cuantos escaparates en Crisol para salir corriendo al frente en la calle y comprar una película al gusto.

No obstante, no procedo igual cuando se trata de música o películas. Acabo de ver en un reportaje de Utero TV que varios de los visitantes al Festival de Cine de Lima 2009 aprovecharon la oportunidad para ir a Polvos Azules y revisar las películas que tal vez en sus países de origen son escasas o muy caras. Varias amistades me cuentan que en un stand de Polvos Azules, muy conocido entre los cinéfilos limeños por ofrecer películas selectas, ha sido visto Francisco Lombardi y otros cineastas nacionales, lo cual no me escandaliza. ¿Sería justo, entonces, llamarlos delincuentes como pretende convencernos la absurda campaña antipiratería previa a la proyección de una película?

Sobre este y otros asunto discute el cineasta peruano Alberto Durant en su reciente libro ¿Dónde está el pirata? Este libro constituye una crítica frontal contra la política antipiratería que se viene aplicando en nuestro país, la cual no es más que un reflejo de lo que sucede en EEUU y Europa, salvo que con resultados totalmente adversos. Durant sostiene que la piratería en realidad no lesiona los ingresos ni la propiedad intelectual del artista, escritor, o director, sino que atenta directamente contra los intereses económicos de las megacorporaciones de la industrial musical, editorial y cinematográfica quienes son los que realmente se benefician por los derechos adquiridos sobre la propiedad intelectual de los creadores.

Durant analiza los cambios que se suscitaron en el consumo de películas desde la aparición del Betamax de Sony hasta los recientes DVD, Blue Ray, Youtube y las descargas vía Internet, sobre todo enfocándolo en la realidad social peruana. El autor menciona el juicio que los principales estudios de Hollywood iniciaron contra Sony para impedir la comercialización del Betamax, luego de ocho años, en 1984 el tribunal supremo de los EEUU falla a favor de Sony (ya se lo venía comercializando desde antes) y a Hollywood no le quedó otra que adaptarse al nuevo escenario, lo que dio lugar a la renta de videos. Durant precisa que desde mediados de los ochenta cuando el Betamax se hizo masivo, era común encontrar copias piratas en establecimientos formales como Wong, Monterrey u otros, sin que nadie se escandalizara. Y es que el concepto de video original, a decir del autor, no existía. El VHS desplazó al Betamax y potenció aún más la cultura del consumo de home video con mayores ventajas para los consumidores: mayor cantidad de horas de grabación y notables mejoras en las reproductoras. Sin embargo, las casas de alquiler de video que habían proliferado como “la tienda de la esquina” gozaban de buena salud, pero tenían las horas contadas.

A mediados de los 90, poco a poco se instaló un nuevo concepto que justificaría el combate contra la piratería institucionalizada, consumida y preferida por los consumidores de películas que durante casi dos décadas disfrutaron sin reparos de sus películas preferidas: ahora tendrían que acostumbrarse a que se los llame delincuentes porque no consumían un producto original. Durant resalta el papel que desempeñaron las instituciones estatales y la presión ejercida desde la Embajada de los EEUU para fortalecer la lucha antipiratería, no tanto por un espíritu principista, sino para allanar el camino a Blockbuster. Y así fue; las casas de alquiler desaparecieron como los dinosaurios, los supermercados retiraron las copias de video, a la vez que los cines emblemáticos en Lima y provincias empezarían a agonizara ante la llegada de los multicines. Blockbuster en Lima consolidaba su monopolio.

A medida que pasaban los años, la tecnología jugaba en contra de los intereses económicos de las corporaciones cinematográficas. Ya bien entrados los 90 y próximo al segundo milenio, el DVD llegó para quedarse y de un zarpazo desplazó a la cinta VHS y de paso a las casas de alquiler de videos y a los cines tradicionales. Pero esta vez la furiosa revancha del consumidor fue letal porque tuvo como aliado a la tecnología que le facilitaba la copia casera de videos original y la descarga gratuita desde Internet de música y películas. El resultado fue que Blockbuster cerró sus tiendas en Perú e hizo maletas para nunca más volver. Es así que hoy tenemos El Hueco, Polvos Azules, Polvos Rosados y una variopinta oferta de películas piratas por doquier, muchas de ellas con una calidad de imagen tan nítida como el original, puesto que la tecnología digital del DVD lo permite. Salvo aquellas copias que se obtienen directamente capturando la imagen en el cine que son muy frecuentes, es posible hallar buenos videos.

El libro de Durant continúa luego desarrollando el tema de Internet y la piratería, y las componendas entre los productores de contenidos y los creadores de tecnología para no perjudicarse mutuamente. El escenario actual ha cambiado notablemente y obliga a unos y a otros a reajustar sus paradigmas para sobrevivir. El hecho de que actualmente estemos experimentando un “boom” de conciertos no es casual. En Europa algunas bandas regalan sus discos o autorizan la descarga gratuita como medio de publicidad, porque ello asegura una masiva asistencia al concierto donde realmente la disquera, producción y demás involucrados obtendrán jugosas ganancias.

Me agradó mucho de este libro el registro del lenguaje utilizado que, aunque se deja leer con mucha facilidad, no pierde en profundidad y claridad cuando desarrolla los temas propuestos. Durant no se queda en el mero diagnóstico de la realidad o en el balance y el dato estadístico, sino que asume una postura clara frente a la interrogante planteada como título: ¿quién es realmente el pirata? ¿quién nos ha conminado por décadas a consumir lo que no queremos? ¿quién se opone a que el consumidor ejecute plenamente su libertad de elección? ¿quién se beneficia o perjudica verdaderamente con la piratería? El autor las desarrolla con propiedad. Personalmente, considero que la respuesta a estas preguntas nos conducen a un solo lugar: el libre mercado lo es solo en la medida que los que controlan los medios y los modos de producción, incluida la industria cultural, aseguren sus ganacias. Su libertad de mercado consiste en condicionar lo que se compra y lo que se vende.

Sin embargo, la lección que nos dejan los consumidores, y que es recogida por Durant, es que tarde o temprano el consumidor puede sorprender al sistema desestabilizándolo desde adentro con los recursos que este ofrece. La tecnología brinda la facilidad de disponer de variedad información en tiempo real. ¿Vamos limitar tales ventajas?Está implícita entre las conclusiones de su investigación que solo la participación organizada de los consumidores podrá generar cambios que impidan la limitación de su esfera de decisión. Y es una idea con la que estoy plenamente de acuerdo porque la participación ciudadana es un aspecto fundamental de la democracia, tan venido a menos y tan malinterpretado como un acto de desobediencia, subversión o retorno al colectivismo.

Este es, a mi opinión, el aporte más importante del libro de Alberto Durant: el verdadero libre mercado es aquel en donde el consumidor tiene pleno derecho a elegir dónde, cómo y qué producto comprar. Asimismo, celebro su espíritu consecuente con el discurso que predica: este libro está colgado para que cualquier persona lo baje de Internet. Ahora solo falta que los inquisidores antipiratas censuren este libro como apología a la piratería. Gran favor que le harían a Durant. Al respecto, ¿habrán pensado los editores del libro de Abimael Guzmán aprovechar de Internet para llegar donde no podrán Aurelio Pastor ni los sabuesos aprofujiderechistas? Quién sabe; todo es posible en la dimensión desconocida.

A visitar el pasaje 18 de Polvos Azules!!!

ENTREVISTA A ALBERTO DURANT

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Máncora (2009), de Ricardo de Montreuil

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Ricardo de Montreuil dirigió La mujer de mi hermano, adaptación de la novela de Jaime Bayly, según lo declaró, con pocas expectativas como director. Sin embargo, fue una cinta que le dio gran notoriedad, puesto que fue un relativo éxito comercial (la presencia de Bárbara Mori y Christian Meier colaboraron con ello). La primera película de un director no debería convertirse necesariamente en un referente para valorar su producción posterior, pero algunas veces brinda luces acerca de sus propuestas estéticas o temáticas.

Máncora sugería ser un thriller sobre la vida desenfrenada en este balneario del norte del Perú que convive entre lo folklórico y el cosmopolitismo de sus visitantes. Este es el marco para la historia que protagoniza Santiago (Jason Day) cuyo padre se ha suicidado hecho que lo obliga a tomarse un tiempo para reflexionar acerca de su vida. Sin embargo, según va desarrollándose la trama, los conflictos de Santiago terminan opacados por cuestiones anecdóticas como las fiestas, las riñas y la ayahuasca.

Montreuil hubiera explotado mejor el triángulo para sacar a flote los conflictos de Santiago que era lo que más prometía la cinta: concentrarse en su drama. Por ello, considero que lo más decepcionante de la película es el final. Este tipo de happy-end la convierte en una historia más dentro de todas aquellas que ya trataron este tema: el jovencito que en un momento de su vida decide interiorizarse y no encuentra mejor solución que ir a un lugar donde el sexo, la juerga y las drogas son pan de cada día.

En referencia a Máncora (2009), debo manifestar que mis expectativas en el mencionado director siguen en pie, ya que esta película seguramente tendrá un notable éxito comercial, gracias a la participación de Elsa Pataky, pero de ninguna manera le auguro que alcance ni remotamente el reconocimiento (que no siempre es sinónimo de éxito) de La teta asustada. Mientras las producciones nacionales o coproducciones que se realicen en nuestro país no tomen en cuenta a otros actores para papeles que puedan desempeñar a la altura de las circunstancias, primero, y no apuesten por proyectos originales o planteamientos novedosos acerca de temas ya tratados, seguiremos viendo a los mismos actores de Dioses, Mañana te cuento, Un día sin sexo, Ciudad de M o No se lo digas a nadie dando vueltas en torno a los mismos papeles. No quiero decir que Jason Day, Anahí de Cárdenas o Andrea Cano dejen la actuación, sino que exista de parte de los directores la intención de colocarlos en papeles que los desafíen como actores y que no los encasille en un estereotipo.

Mientras más versátil sea un actor, mayor será su crecimiento como tal. Mientras más diferenciado esté el actor del personaje y esté clara la diferencia para el espectador, mayor mérito encontraremos en las interpretaciones, porque, de lo contrario, bastaría siempre con recurrir a debutantes que, a pesar de lo reveladoras que podrían resultar sus actuaciones, no garantizan la transmisión de su espontaneidad a la pantalla (hay, por supuesto, notables excepciones).

Me parece que esta era la oportunidad para que Jason Day se desmarque del prototipo de personaje en el cual se viene encasillando últimamente desde sus primeras actuaciones. Le viene ocurriendo lo que antes le sucedió a Santiago Maguill: la repetición del mismo papel, pero en otras cintas. A pesar de ello, este papel ha sido algo más exigente que todos lo que ha interpretado antes. Por su parte, Elsa Pataky (Ximena) le imprime frescura, ingenuidad e inocente seducción a su personaje. Su actuación estuvo a la altura de lo esperado, aunque me hubiera gustado que se definiera más complejidad a su personaje. La que me pareció en gran medida deficiente fue la de Enrique Murciano (Íñigo) porque carecía de toda espontaneidad. Sus parlamentos eran por momentos ininteligibles, sus apariciones disforzadas. Murciano parecía estar en otro lugar excepto en la filmación de una película. Su personaje no cuajó, salvo podrían decir algunos, porque terminó siendo el más odiado, pero eso no es suficiente. ¿A quién interpretaba? ¿A un argentino, español, mexicano o norteamericano?

A mi modo de ver, a la cinta le faltó dramatismo y contundencia. Daba apariencia de ser oscura, reflexiva, vertiginosa y de alguna manera prometía más, pero terminó apelando al final feliz, a la filosofía de mochilero y al facilismo de no arriesgar por nuevos actores o, en su defecto, de desafiar a los ya conocidos con roles más exigentes. Respecto a los recursos técnicos lo mejor fue la escena del suicidio del padre de Santiago. Excelente toma, muy verosímil.

Esperemos que Montreuil nos sorprenda en sus próximos proyectos y que los medios también le brinden la misma cobertura a otras producciones que comercialmente no atraen por sus actores ni por sus temas, pero que resultan más satisfactorias por sus innovaciones y desafíos.

TRAILER MÁNCORA

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Babel

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Alejandro González Inárritu (México, 1963) dirigió su primera película Por detrás del dinero (1991) bajo la producción de Televisa. Pero no sería hasta Amores perros (1999) que obtendría súbitamente el reconocimiento internacional nada menos que con el premio a la mejor película de en el Festival de Cannes. Luego del éxito de esta cinta, dirigió en 21 gramos en los EEUU, la cual contó con la participación de Benicio del Toro y Sean Penn. Guillermo Arriaga, quien escribiera el guión de sus dos primeras cintas, también escribió el de Babel (2006), hasta ahora su cinta más laureada, filme que confirmó la calidad y la proyección del director mexicano. Fue estrenada en el Festival de Cannes 2006 donde se hizo del premio al mejor director. Al año siguiente, obtuvo el Globo de Oro a la mejor película y la nominación al Oscar a la mejor película extranjera. Al parecer, la fórmula ganadora de González Inárritu consiste en trabajar con Arriaga como guionista y Gustavo Santaolalla en la banda sonora. Su próxima película a estrenarse a fines de este año titula Biutiful la cual es dirigida, escrita y coproducida con Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro.

Lo atractivo de Babel radica en el entrelazamiento de las historias que involucran a personajes de distintas lenguas y culturas quienes, a pesar de dicha vinculacion, no llegan a tener contacto alguno a lo largo de la trama. La superposición de historias en Babel permite que el espectador arme el rompecabezas progresivamente. Sin embargo, no llega a convertirse en un obstáculo para la comprensión de la trama generalAdemás, la película trata el tema de las diferencias culturales y la incomunicación intra e intercultural, y el efecto de los medios de comunicación en la amplificación de los conflictos culturales.

Una pareja de esposos estadounidenses se encuentran de vacaciones en Marruecos cuando repentinamente, la mujer es herida de bala en el bus que viajaban. El disparo provino del rifle de unos niños pastores, cuyo padre se los entregó para que protegieran al rebaño de los chacales. Dicha arma fue adquirida de otro pastor quien la recibió de regalo de un turista japonés aficionado a la caza, el cual es viudo y tiene una hija sordomuda que busca ser aceptada en una sociedad que le brinda poco espacio de relaciones sociales debido a su deficiencia. En EEUU, la niñera de los hijos de la pareja de esposos, lleva a los niños al matrimonio de su hijo al otro lado de la frontera en México. Al regresar, tiene que enfrentar un serio problema porque no puede acreditarse como apoderada de los niños y además trabaja varios años como ilegal.

La película pone en discusión el problema de las diferencias culturales. El choque cultural algunas veces conduce hacia la intolerancia y el miedo a lo diferente, lo que obstaculiza su aceptación. En consecuencia, aparece la incomunicación como barrera para el entendimiento intercultural e incluso intracultural. A Chieko, la jovencita japonesa sordomuda, solo le queda aceptar los códigos culturales imperantes -alcohol, drogas, sexo y diversión desenfrenada- para integrarse con sus semejantes, pero difícilmente puede hacerlo en sus propios términos. Incluso sus amigas sordomudas logran compenetrarse más eficazmente que ella con otros jóvenes; los pastores marroquíes nada pueden hacer frente a los abusos de la autoridad policial quienes buscan a los que dispararon contra los ciudadanos norteamericanos.

Asimismo, los personajes enfrentan situaciones dramáticas porque se encuentran fuera de los ámbitos de sus culturas de origen. Allí es donde han perdido la seguridad, el control y el trato preferencial que podían recibir por su condición de ciudadanos de primera clase. En medios del desierto, la pareja de estadounidenses debe conformarse con esperar que la ayuda llegue a tiempo y con ser atendidos con lo que tienen a la mano; sus hijos, llevados por la nana al otro lado de la frontera, ven con pavor cómo se divierten otros niños persiguiendo a una gallina degollada. Al respecto, vemos también que, a pesar que todos los personajes atraviesan situaciones límites, siempre son los desposeídos los que llevan la peor parte. Si comparamos los dramas individuales de cada protagonista, veremos que mientras más marginales sean, mayor es la dificultad de superar los obstáculos.

De otra parte, los medios de comunicación también tienen un rol importante en la cultura. La película pone de manifiesto la manera como los medios distorsionan la información y convierten un accidente en un problema político de ribetes terroristas. De esta manera, acentúan las diferencias y la comprensión intercultural y contribuyen a etiquetar al otro diferente como amenaza.

Respecto a las actuaciones, Gael García Bernal se las arregla muy bien para destacar a pesar de que no desempeñó un rol protagónico. Vi un Brad Pitt más en lo suyo últimamente: hacer bien la tarea y con suficiencia, o sea lo necesario. Muy distante de lo que ofreció en Seven. Cate Blanchett más bien discreta. Notable la interpretación de los menos conocidos sobre todo la de Rinko Kikuchi (Chieko) cuyo drama es el más abstracto y complejo de todos; y la de los niños pastores marroquíes. Boubker Ait El Caid y Said Tarchini poseen una expresión que transmite lo que se necesitaba para su papel: nostalgia y resentimiento. Adriana Barraza muy bien; la desolación del final, la sensación de impotencia ante la pérdida de lo que parecía seguro son algunas virtudes de su interpretación. En este sentido, la conformación del reparto es un aspecto a resaltar en la cinta: González Inárritu apostó tanto por actores consagrados profesionales como por los menos conocidos y otros no profesionales y, a mi parecer, fueron estos últimos quienes tuvieron una participación destacada.

Babel es al final una muestra de las situaciones límite a las que puedar estar expuesto un individuo cuando el cobijo que le brinda su propia cultura es “amenazada” por la otredad. El mérito del director, a mi modo de ver, estuvo tanto en la concepción de la trama como en la conformación de un reparto multicultural y en la agudeza para darle brillo a los actores no consagrados. Un peldaño más arriba en la filmografía de este cineasta mexicano.

TRAILER DE BABEL

FICHA TÉCNICA

Título: Babel
Título original: Babel
Dirección: Alejandro González Iñarritu
País: Francia, Estados Unidos, México
Año: 2006
Fecha de estreno: 29/12/2006
Duración: 143 min.
Género: Drama
Reparto: Brad Pitt, Cate Blanchett, Mohamed Akhzam, Peter Wight, Harriet Walter, Trevor Martin, Matyelok Gibbs, Georges Bousquet, Claudine Acs, André Oumansky
Productora: Paramount Pictures, Zeta Film, Anonymous Content, Paramount Vantage, Central Films, Media Rights Capital
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Reconstruction (Reconstrucción de un amor)

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Arturo Caballero Medina

La primera cinta del danés Christoffe Boe (1974), Reconstruction (2003) destaca sobre todo por el despliegue de la fotografía, acompañada de un buen manejo del lenguaje de las imágenes y por la propuesta estética del director. Muchos filmes europeos apuestan por producciones selectivas respecto al auditorio, sobre intelectualizadas, demasiado conceptuales o experimentales tanto que la película termina ahogándose en sus propias pretensiones de alcanzar un lugar distinguido dentro de una época en la que Hollywood marca la pauta mundial del entretenimiento y la taquilla.

Ello ocurre en parte con Reconstruction (Reconstrucción de un amor) cuando se abusa en demasía de las posibilidades que ofrece la narración fragmentada y las anticipaciones, retrospecciones o los planos múltiples que podrían desorientar al espectador poco avisado en este tipo de películas. Y es que, definitivamente, esta cinta no sería del agrado del gran público porque la experimentación narrativa interpone una barrera que difícilmente podría ser superada por un espectador común y corriente. En lo que la mayoría podría coincidir, es que se trata de una historia de amor e infidelidad de gran intensidad que por momentos es confusa, pero que nos deja una sensación de fugacidad luego de la experimentación del deseo.

En Reconstruction se cuenta la fugaz historia de amor de Alex (Nikolaj Lie Kass) y Aimee (Maria Bonnevie), quienes luego de un brevísimo encuentro en un céntrico café de Copenhague, se involucran sentimentalmente hasta el punto de querer abandonarlo todo por su amor. De esta manera, Alex se sumerge en una profunda obsesión que lo lleva a desconectarse de todos quienes lo rodean, o mejor dicho, todo su entorno lo desconoce y es él quien no se da cuenta que ha cambiado: sus mejores amigos no lo recuerdan y su novia Simone (también interpretada por Maria Bonnevie) lo desconoce. Esto puede ser interpretado como una metáfora de los estragos que produce la obsesión amorosa en los amantes, pero en diferente grado. Aimee es mucho más racional que Alex y si bien desea huir con él, siente lástima por su esposo quien le ha dedicado su última novela como estrategia para retenerla; en cambio, Alex no tiene reparos en abandonar a su novia a quien realmente no ama y dejarlo todo por Aimee; es mucho más pasional, pero a la vez desconciertan su facilidad para perder la oportunidad de terminar una relación insatisfactoria y para iniciar una en la que verdaderamente se siente involucrado.

Las imágenes desarrollan un lenguaje que seduce por la delicadeza y la atmósfera que construyen. La escena de Alex y Aimee en el cuarto de hotel destaca por la iluminación y los tonos cálidos que contribuyen a la sensación de un ambiente íntimo. Al similar sucede con las escenas nocturnas en el café que siempre frecuentan. Fondos oscuros y prendas de vestir oscuras que llevan al espectador a concentrarse necesariamente en la luminosidad de los rostros de los personajes. Por ello, se nota que a Boe le preocupó mucho la cuota estética en la fotografía y las imágenes.

La película también reflexiona sobre las trascendencia de las oportunidades perdidas, la indecisión y lo gravitante que puede resultar un encuentro casual en la vida de una persona que cree tener una certeza absoluta sobre sus sentimientos. Alex rara vez dice que ama a su novia Simone, pero cuando ve que la puede perder no duda en decírselo. Igualmente, el esposo de Aimee busca todos los recursos posibles para reternerla y acepta que el trabajo ha menguado el amor entre ellos.

De otra parte, las tomas sobre el plano de la ciudad con la ubicación de los personajes y los lugares que frecuentan como referencia le dan un toque especial a la relación entre el observador y la historia narrada. Todo ocurre dentro de un espacio limitado, el centro de Copenhague, y desde una posición privilegiada al espectador le es posible conocer simultáneamente donde se encuentran los personajes y sus desplazamientos. Estos mapeos aéreos a manera de tomas satelitales en las que todo en la ciudad se ve en orden y encuadrado contrastan con las caóticas emociones de las protagonistas, pequeña muestra de los que ocurre con las demás personas en la ciudad.

El concepto de la reconstrucción va por el lado del análisis de las oportunidades perdidas, de los errores cometidos. Un análisis retrospectivo de un fragmento de nuestras vidas podría arrojar el resultado de lo que se vendrá en el futuro, pero ello solo será posible una vez conocido el desenlace, fatal o promisorio, porque la retrospección que busca reconstruir la historia, solo es posible al final y no antes. Es decir, mirar atrás solo por un instante para adquirir conciencia del futuro. Esta propuesta es lo que conceptualmente me agrada más en esta película.

Interesante debut de Boe, un director al que debemos seguir en sus siguientes trabajos.

TRAILER RECONSTRUCTION (2003)

FICHA TÉCNICA

País: Dinamarca
Año: 2003
Título internacional: Reconstruction
Guión : Christoffer Boe, Mogens Rukov
Director: Christoffer Boe
Actores: Nikolaj Lie Kaas, Maria Bonnevie, Krister Henriksson, Nicolas Bro, Helle Fagralid, Peter Steen, Malene Schwartz, Ida Dwinger, Jens Blegaa, David Dencik, Isabella Miehe-Renard, Klaus Mulbjerg, Katrin Muth, Mercedes Claro Schelin.
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