Este es un fragmento de un artículo publicado en la revista Letras Vivas. Es un poco largo, pero claro y directo (creo) uds. dirán.
Carlos Arturo Caballero
II
Al neoliberalismo le disgustan las humanidades
El neoliberalismo educativo provocó la desaparición progresiva de las humanidades en los planes curriculares de los niveles secundario y superior por razones estratégicas. Analicemos esto. Las humanidades socializan al individuo y permiten que establezca lazos solidarios con sus semejantes a través de la transmisión de vivencias interpersonales que —aunque no siempre es así— no poseen los llamados cursos de “ciencias”. A este respecto, tengo la convicción de que no hay curso aburrido sino profesores desmotivados; sin embargo, la transmisión e identificación de valores y vivencias indispensables para la socialización del individuo son constitutivos de los cursos de humanidades y, por ello, estos ofrecen una ventaja cualitativa frente a los de ciencias formales. A ello se añade que la relación maestro-alumno en los cursos de letras es más estrecha que en los de ciencias (no obstante, la habilidad del maestro en la transmisión de conocimientos es una variable fundamental muy aparte del curso en sí mismo) ya que ofrece una gama de contenidos que forman parte de la vida cotidiana de los seres humanos. Literatura, Arte, Música, Filosofía, Historia, Psicología entre otras disciplinas, en manos de un maestro plenamente identificado con su labor, —y reconocido con una remuneración decorosa— pueden desencadenar en el aula una serie de experiencias muy satisfactorias.
Más allá de la simple adquisición de datos y de la evaluación periódica, los maestros deberían preocuparse, parafraseando a Jorge Luis Borges, de que sus alumnos se “enamoren” de su curso. Un poema, una novela o un cuento pueden sensibilizar a una persona al grado de abstraerla de una realidad adversa o inmunizarla contra la indiferencia y el conformismo (Demian, Bajo la rueda y Sidarta, de Hermann Hesse, despertarán en un adolescente la inquietud por reconocer el derecho a pensar por ellos mismos; por supuesto que esto no ocurrirá si el curso de Literatura se convierte en una insípida acumulación de biografías). La revisión crítica de nuestra historia contribuirá a disipar los malentendidos que tras generaciones se han ido retransmitiendo: un pasado glorioso, pero un presente vergonzante; o el bálsamo consolador del “mendigo sentado en una banca de oro”. La Psicología y la Filosofía no son conocimientos exclusivos de iniciados en la materia, sino pretextos para llevar al alumno hacia la reflexión sobre su mundo interior y exterior; ambos están presentes en su diario vivir y, por ello, el maestro que sabe aprovecharlo, no requiere de un discurso complejo para motivar a sus alumnos en estas disciplinas: el autoconocimiento y la reflexión son demandas de una vida plena.
Pero volviendo a lo que nos congrega ¿Qué actitud asume el neoliberalismo en este panorama? Alienta el individualismo extremo que prescinde del otro, puesto que en la medida que exalta la libertad negativa (la no interferencia del otro en mi autonomía) anula la participación ciudadana, subestima la importancia de los movimientos sociales y la deliberación de la sociedad civil en la política nacional, y, en consecuencia, dificulta la solidaridad. El neoliberalismo considera al individuo-propietario como el motor exclusivo del desarrollo social. Restringe la definición de ciudadanía al rechazar las demandas organizadas de la población y el reclamo colectivo de derechos ciudadanos por considerarlos una amenaza a los ciudadanos individuales, en particular si son propietarios (Lynch 2005:88). (No es un azar que en las universidades empresa no exista representación estudiantil ante la asamblea universitaria ni tercio estudiantil ni centros federados). Por esto, no basta solo con una concepción “negativa” de la libertad “sino también ‘positiva’ (como posibilidad para el desarrollo personal, el ejercicio de deberes con la comunidad y el logro de condiciones para que la libertad sea factible)”. La libertad negativa al ser complementada en un sentido positivo “lleva al conjunto a preocuparse por la libertad de cada individuo y viceversa” (98). El neoliberalismo tiende a confundir individualismo y autonomía: ser autónomo significa tener la capacidad de actuar sin ninguna coacción exterior, pero no implica desentendimiento del otro; en cambio, el individualismo neoliberal aparta al sujeto y lo induce a la satisfacción egoísta al sumergirlo bajo el imperativo del consumo y del mercado. Por otro lado, si bien la individualidad tiene un valor inherente al de la dignidad humana, aquella es inseparable tanto del individuo como de la comunidad.
¿Qué otro motivo tiene el neoliberalismo —además de atomizar la sociedad y así impedir la participación colectiva— para desaparecer a las humanidades? ¿Por qué le son tan írritas? Por una simple razón: las humanidades son un campo fértil para el cuestionamiento, la crítica y la subversión de lo establecido. En contraste, el neoliberalismo privilegia lo utilitario, lo práctico y los resultados inmediatos (utilidades y productividad a corto, mediano y largo plazo; la lógica del costo-beneficio) a la vez que considera imprácticas, por no decir improductivas, a las humanidades, porque, supuestamente, no poseen una aplicación explícita. (Nociones como esta, ignoran el hecho que las civilizaciones más encumbradas de la historia universal alcanzaron un notable equilibrio en ciencias, artes y humanidades y no solo en una rama del saber). Esta forma de pragmatismo suele guiar la elección de una carrera profesional prestigiosa, en oposición a las no tan aclamadas humanidades. Estudiar una carrera que “dé buena plata” es el imperativo que guía a la gran mayoría de estudiantes en la actualidad. La estrategia ideológica consiste aquí en inhibir el espíritu crítico: un sujeto práctico no cuestiona lo establecido porque no busca explicaciones, sino que solo ejecuta instrucciones. La única cuestión que formulará, será el no encontrarle fines a los medios, lo que se evidencia en preguntas del tipo ¿para qué sirve la ética?, ¿para qué le sirve la antropología a un abogado? o ¿por qué un economista debe llevar dos años de estudios generales?
La disminución en la exigencia académica a los postulantes —de parte de las universidades empresariales— posee una finalidad práctica: aprovechar la demanda que no es absorbida por las universidades tradicionales. Progresivamente, los exámenes de admisión a las universidades nacionales y privadas más importantes de nuestro país se han flexibilizado con el objetivo de acoger a una mayor población de estudiantes que, cada vez más, las ven como una opción lejana y que demanda mucho esfuerzo en comparación a la inmediatez —en el ingreso y el egreso— que les ofrecen una amplia gama de institutos y universidades de cuestionable nivel académico: ingreso y titulación inmediatos previo pago de derechos en caja. ¿Y la investigación? ¿el trabajo intelectual? ¿la tesis? Para los mercadófilos de la educación serán meros obstáculos imprácticos que pueden superarse con la experiencia en el campo.
La consideración neoliberal acerca de la inutilidad de ciertos conocimientos que carecen de aplicación explica la nula o escasa presencia de las humanidades y de las ciencias sociales en los planes de estudios escolares y universitarios y la potenciación de las ciencias formales solo con un objetivo utilitarista. La consecuencia más inmediata y notoria de esto es la ausencia absoluta de espíritu crítico en los estudiantes frente al conocimiento recibido y la total indiferencia ante la realidad social circundante.
¿Por qué un joven —en un país donde el ingreso a la universidad es casi un ritual social a la altura de la confirmación o el matrimonio—se expondría a un exhaustivo examen de admisión en la PUCP, San Marcos o la Antonio Ruiz de Montoya corriendo el riesgo de no aprobarlo si con solo llenar un formulario y una carta de recomendación de su “miss” o “profe” del colegio bastaría para ingresar? Ubicarse dentro del tercio superior en la secundaria no representa una valla imposible de superar si tenemos en cuenta que los PRONOE y muchos colegios privados preuniversitarios tienen como consigna aprobar, a como dé lugar, a sus alumnos. Por lo tanto, debemos sospechar de la validez de sus tercios superiores.
Este tipo de filosofía educativa neoliberal evalúa el éxito en términos de resultados: más que el capital intelectual del alumno importa su eficiencia en la aplicación de los conocimientos obtenidos. El “¿para qué me sirve esto?” estará a flor de boca en los estudiantes universitarios cuya capacidad para cuestionar lo establecido se halle bloqueada por el pragmatismo. De seguro que si el secretariado trilingüe español-inglés-chino mandarín se pone de moda, implementarán la facultad “ad hoc” que transforme esa necesidad en la carrera del futuro.
Actualmente, las currículas de las facultades más solicitadas están condicionadas por las exigencias del mercado: las humanidades no son prácticas para la vida y, por ello, no se les necesita. Esta nefasta tendencia que alcanza su cúspide en la educación superior tiene sus raíces en los colegios preuniversitarios que asumen la educación primero como un negocio (o solo como eso) y luego, después o nunca como la formación integral del educando. Preparar para la vida significa para ellos transmitir información durante once años para afrontar un examen de admisión de tres horas: ¡qué objetivo tan mezquino!
La doctrina de “el fin justifica los medios” ha arraigado tanto en la educación peruana que las instituciones educativas empresariales no dudan en disminuir su nivel de exigencia (calidad de contenidos y de personal docente) con la finalidad de elevar el nivel de aprobación. El efecto de medidas como esta es inmediatamente tangible: mayor alumnado, mayores ingresos para la “empresa” y mejor infraestructura, pero no siempre más ingresos para el maestro y sí, vastas legiones de estudiantes conformistas frente al establishment.
Educación y cultura son, para el neoliberalismo, recursos útiles en tanto generen ingresos sostenibles, es decir, mercancías. De ninguna manera me opongo a que una institución educativa se fije metas económicas, ya que el mantenimiento de diversos proyectos, salarios e infraestructura requieren de un soporte económico seguro. Pero tampoco puedo avalar la idea de que los resultados estén por encima de los principios. La cantidad no siempre es un criterio confiable para tomar decisiones: los datos, cifras, y estadísticas son inútiles si es que no se las interpreta cualitativamente.
Los voceros del gobierno nos dicen hasta la saciedad que en la actualidad atravesamos un crecimiento económico inusitado; sin embargo, ello no se traduce en la vida cotidiana de los ciudadanos ni en donde se necesita una inversión agresiva, tanto o mucho más importante que ofertar tierras para la inversión privada. Me refiero a la educación. En el Perú, las universidades más prestigiosas no disponen de becas integrales de estudios de pregrado o postgrado. El préstamo ha reemplazado a la beca, lo cual motiva que el beneficiario, si bien accede a estudiar una carrera que en su momento no podría costear, simplemente postergue el compromiso de pago a futuro con los intereses de ley. Concytec financia, sobre todo, proyectos relacionados a la tecnología, pero no contempla a todas las ciencias humanas; tampoco el Estado peruano dispone de becas para la investigación en humanidades. Son las ONG’s, agencias extranjeras o los programas de estudios solventados por otros estados los que cubren ese espacio, pero no se evidencia una intención por fomentarlo desde aquí. En Ecuador —cuya economía en el panorama latinoamericano está rezagada respecto a la nuestra y cuya inestabilidad social no ha permitido aplicar una reforma económica profunda— la Universidad Andina Simón Bolívar ofrece exoneraciones, becas y una módica subvención para los estudiantes ecuatorianos y extranjeros que provengan de países del Pacto Andino. Entre las facilidades que ofrece está la residencia universitaria, alimentación y la posibilidad real de formar parte de la plana docente si se trata de estudiantes de postgrado. ¿Acaso esto es inviable en un país como el nuestro que acaba de ser catalogado como el primero en América Latina en desempeño económico , el segundo en competitividad y eficiencia de gobierno, y el más atractivo a nivel regional para la inversión privada?
Usted habla de tesis. Ha visto la cantidad de personas que realiza tesis para obtener la licenciatura en la PUCP. Se caería de espaldas. Por ejemplo en Derecho, por año se sustentan apenas 12 tesis. Por favor!!! Hay más de 600 exámenes de grado. Jajaja. Las universidades empresas estan ganando mas terreno pues tienen espiritu de competencia y no el cansino y aburrido de la progresia.
no deberian existir las becas. no hay almuerzo gratis estimado señor Caballero. todo cuesta. y mucho mas las investigaciones y los estudios. no se pide que los alumnos paguen ya ya el costo de los estudios, sino que al finalizar su carrera apenas encuentren un trabajo empiecen con el pago y asi cubrir otros prestamos y mejorar la calidad educativa.
Discurso del presidente de Costa Rica en la reunión de Trinidad y Tobago a mediados de abril.
OSCAR ARIAS 18 de abril del 2009
Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el presidente de los Estados Unidos de América, es para pedirle cosas o para reclamarle cosas. Casi siempre, es para culpar a Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros. No creo que eso sea del todo justo. No podemos olvidar que América Latina tuvo universidades antes de que Estados Unidos creara Harvard y William & Mary, que son las primeras universidades de ese país. No podemos olvidar que en este continente,
como en el mundo entero, por lo menos hasta 1750 todos los americanos eran más o menos iguales: todos eran pobres.
Cuando aparece la Revolución Industrial en Inglaterra, otros países se montan en ese vagón: Alemania, Francia, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda… y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad.
También hay una diferencia muy grande. Leyendo la historia de América Latina, comparada con la historia de Estados Unidos, uno comprende que Latinoamérica no tuvo un John Winthrop español, ni portugués, que viniera con la Biblia en su mano dispuesto a construir “una Ciudad sobre una Colina”, una ciudad que brillara, como fue la pretensión de
los peregrinos que llegaron a Estados Unidos. Hace 50 años, México era más rico que Portugal. En 1950, un país como Brasil tenía un ingreso per cápita más elevado que el de Corea del
Sur. Hace 60 años, Honduras tenía más riqueza per cápita que Singapur, y hoy Singapur –en cuestión de 35 ó 40 años– es un país con $40.000 de ingreso anual por habitante. Bueno, algo hicimos mal los latinoamericanos.
¿Qué hicimos mal? No puedo enumerar todas las cosas que hemos hecho mal.
Para comenzar, tenemos una escolaridad de 7 años. Esa es la escolaridad promedio de América Latina y no es el caso de la mayoría de los países asiáticos. Ciertamente no es el caso de países como Estados Unidos y Canadá, con la mejor educación del mundo, similar a la de los europeos. De cada 10 estudiantes que ingresan a la
secundaria en América Latina, en algunos países solo uno termina esa secundaria. Hay países que tienen una mortalidad infantil de 50 niños por cada mil, cuando el promedio en los países asiáticos más avanzados es de 8, 9 ó 10.
Nosotros tenemos países donde la carga tributaria es del 12% del producto interno bruto, y no es responsabilidad de nadie, excepto la nuestra, que no le cobremos dinero a la gente más rica de nuestros países. Nadie tiene la culpa de eso, excepto nosotros mismos.
En 1950, cada ciudadano norteamericano era cuatro veces más rico que un ciudadano latinoamericano. Hoy en día, un ciudadano norteamericano es 10, 15 ó 20 veces más rico que un latinoamericano. Eso no es culpa
de Estados Unidos, es culpa nuestra.
En mi intervención de esta mañana, me referí a un hecho que para mí es grotesco, y que lo único que demuestra es que el sistema de valores del siglo XX, que parece ser el que estamos poniendo en práctica también en el siglo XXI, es un sistema de valores equivocado. Porque no puede ser que el mundo rico dedique 100.000 millones de dólares para aliviar la pobreza del 80% de la población del mundo –en un planeta que tiene 2.500 millones de seres humanos con un ingreso de $2 por día– y que gaste 13 veces más ($1.300.000.000.000) en armas y soldados. Como lo dije esta mañana, no puede ser que América Latina se gaste $50.000 millones en armas y soldados. Yo me pregunto: ¿quién es el enemigo nuestro? El enemigo nuestro, presidente Correa, de esa desigualdad que usted apunta con mucha razón, es la falta de educación; es el analfabetismo; es que no gastamos en la salud de nuestro pueblo; que no creamos la infraestructura necesaria, los caminos, las carreteras, los puertos, los aeropuertos; que no estamos dedicando los recursos necesarios para detener la degradación del medio ambiente; es la desigualdad que tenemos, que realmente nos avergüenza; es producto, entre muchas cosas, por supuesto, de que no estamos educando a nuestros hijos y a nuestras hijas. Uno va a una universidad latinoamericana y todavía parece que estamos
en los sesenta, setenta u ochenta. Parece que se nos olvidó que el 9 de noviembre de 1989 pasó algo muy importante, al caer el Muro de Berlín, y que el mundo cambió. Tenemos que aceptar que este es un mundo distinto, y en eso francamente pienso que todos los académicos, que toda la gente de pensamiento, que todos los economistas, que todos los historiadores, casi que coinciden en que el siglo XXI es el siglo de los asiáticos, no de los latinoamericanos. Y yo, lamentablemente, coincido con ellos. Porque mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál > es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, > neoliberalismo, socialcristianismo…), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo . Para solo citar un ejemplo, recordemos que cuando Deng Xiaoping visitó Singapur y Corea del Sur, después de haberse dado cuenta de que sus propios vecinos se estaban enriqueciendo de una manera muy acelerada, regresó a Pekín y dijo a los viejos camaradas maoístas que lo habían acompañado en la Larga Marcha: “Bueno, la > verdad, queridos camaradas, es que mí no me importa si el gato es blanco o negro, lo único que me interesa es que cace ratones” . Y si hubiera estado vivo Mao, se hubiera muerto de nuevo cuando dijo que “ la verdad es que enriquecerse es glorioso ”. Y mientras los chinos hacen esto, y desde el 79 a hoy crecen a un 11%, 12% o 13%, y han
sacado a 300 millones de habitantes de la pobreza, nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías que tuvimos que haber enterrado hace mucho tiempo atrás. La buena noticia es que esto lo logró Deng Xioping cuando tenía 74 años. Viendo alrededor, queridos Presidentes, no veo a nadie que esté cerca de los 74 años. Por eso solo les pido que no esperemos a cumplirlos para hacer los cambios que tenemos que hacer.
> Muchas gracias.
ahora, oscar arias tambien es un maldito neoliberal???
Sobre Arias (1)
" y así la Revolución Industrial pasó por América Latina como un cometa, y no nos dimos cuenta. Ciertamente perdimos la oportunidad".
Uno de los motivos por el cual la R.I no caló en América Latina fue porque nuestra burguesía primitiva era liberal en la sala pero feudal en la cocina, es decir, vio con beneplácito la modernidad pero no la empujó para que acelere: primó un espíritu colonialista, rancio, conservador.En Chile fue distinto. Su burguesía asumio el liderazgo y no saqueò el fisco como ocurrió en Perù.
(2)Sobre la responsabilidad de los EEUU en el subdesarrollo de Amèrica Latina
concuerdo en que echar la culpa a EEUU de nuestras desgracias no nos va a sacar del subdesarrollo, pero tuvo y tiene una gran responsabilidad por accion u omision:
a) EEUU apoyo la reconstruccion de Europa Occidental y del Japòn para despuès obtener de ellos una adhesión incondicional para garantizar su hegemonìa mundial. No ocurrió así con América LAtina porque no estamos en su agenda y estratègicamente no somos relevantes para EEUU (salvo para perseguir comunistas)
b) Israel sin la ayuda de los EEUU hasta hoy no habrìa podido solventar toda la maquinaria bèlica que posee. ES cierto que son una nacion pujante que convirtieron el desierto en campos fèrtiles, pero no estuvieron solos. Perciben 3000 millones de dolares al año de los EEUU.
c)Solventar guerrillas contrarrevolucionarias para derrocar a gobiernos que no le eran gratos fue una actitud abiertamente intervencionista (Nicaragua, Chile) pero cuando se trata de un dictador de derecha o anticomunista lo celebraron (Stroesner, Trujillo, Pinochet, Somoza, Torrijos, etc.)
d) la burbuja financiera especulativa se infló y reventó en EEUU porque no se fiscalizó a las aseguradoras y financieras. Esas empresas privadas generaron esta crisis y el gobierno Bush fue corresponsable por no hacer nada en su momento. Ahora nos salpica directamente una crisis que no la provocamos nosotros. Encima Los EEUU quieren que Europa tb salve a las empresas quebradas a lo cual esta dijo NO.
Sì intervinieron y muchas veces en perjuicio nuestro y vulnerando nuestra voluntad.
(3)"mientras nosotros seguimos discutiendo sobre ideologías, seguimos discutiendo sobre todos los “ismos” (¿cuál > es el mejor? capitalismo, socialismo, comunismo, liberalismo, > neoliberalismo, socialcristianismo…), los asiáticos encontraron un “ismo” muy realista para el siglo XXI y el final del siglo XX, que es el pragmatismo".
El pragmatismo en dosis moderadas es muy útil: nos lleva a actuar y tomar decisiones en vez darle vueltas a algo. Pero no todos los ámbitos de la realidad pueden ser abordados desde el pragmatismo porque se corre el riesgo de evaluar cualquier actividad según los resultados y no los medios. Eso es lo que más me preocupa del neoliberalismo: pragmatizar todo lo relativo al accionar humano incluso aquello que posee un valor en sí mismo y no en los resultados. ¿Para que enseñar filosofía, literatura, historia, humanidades si no sirven???? Si seguimos esta lógica entonces qué pasaría con el arte y el entretenimiento? Les buscaremos una utilidad también?
Ejercitar la reflexión constante nunca será un error si es que después se aterriza en el acción pero Arias se equivoca en su razonamiento cuando opone reflexión teórica vs. pragmatismo.la actitud critica siempre es saludable y ha permitido que el conocimiento no se estanque.
(4) Sobre el milagro chino
La concentración de la riqueza en China no se refleja en todo el país por igual. En el interior, rural, es muy pobre. Shanghai, Xuanxou, Beijing y otras ciudades costeras parecen Nueva York, pero los migrantes campesinos que llegan a esas ciudades carecen de oportunidades. Millones de chinos han salido de la pobreza pero millones tb perviven en ella y al margen del crecimiento.
Mi conclusion es: pensamiento y acción, pero no resultadismo ni frío calculo, sino evaluación de los medios que nos conducen a los fines.
acaso el arte y el entretenimiento no son utiles??? claro, que lo son. permiten distraernos, liberarnos, sacudirnos.
que hay de los ejemplos de irlanda, finlandia que dando mas presupuesto a ciencias son en menos de 25 años paises desarrollados. lea los articulos de tratemberg
IntroducciónSe me ha pedido hacer una presentación acerca del presunto mito del “neoliberalismo”. Alberto Benegas Lynch (h) y Charles Baird han creído que tengo alguna competencia para ello. Su invitación supuso para mí una tarea enorme que he tratado de enfrentar haciendo un pequeño trabajo de investigación sobre el problema.
Ante la falta de fuentes específicas, tuve que recurrir al consejo de algunos amigos a quienes estoy especialmente agradecido. Israel Kirzner me hizo notar el lejano origen misiano del término y me alentó a profundizar en él. Kurt Leube me dio la primera noticia sobre el libro de Edgard Nawroth que, confieso, desconocía por completo. Si no hubiera sido por la persistencia de Ian Vásquez, quien logró ubicar una copia del mismo en un anticuario de Munich, no hubiera podido consultarlo. Federico Salazar me hizo notar el problema existente en la traducción inglesa de Liberalismus del que hablaremos después. Me prestó, además, de su biblioteca privada buena parte de los libros consultados. Mario Ghibellini me sugirió las lecturas de teoría literaria y retórica que son el cuerpo de la reflexión final de esta ponencia y se aventuró a explicármelas. Finalmente, un artículo de mi amiga Cecilia Valverde Barrenechea me permitió conseguir la información correspondiente al coloquio convocado por Lippman en 1938, donde se habría acuñado, al parecer, el término. Por cierto, los errores son sólo de mi responsabilidad.
El término “neoliberalismo” es confuso y de origen reciente. Prácticamente desconocido en Estados Unidos, tiene alguna utilización en Europa, especialmente en los países del este. Está ampliamente difundido en América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta difusión tiene poco que ver con su origen histórico. Forma parte del debate público que se produce en tales regiones, en el que la retórica -que es una ciencia autónoma- tiene un rol protagónico para darle o quitarle el sentido a las palabras.
Ahí donde tiene difusión el “neoliberalismo”, es utilizado para asimilar con el liberalismo, a veces despectivamente, a veces con cierta pretensión científica, políticas, ideas o gobiernos que, en realidad, no tienen nada que ver con él. Esta práctica ha llevado a muchos a considerar que se encontraban frente a un mito contemporáneo: el “neoliberalismo” sólo existía en la imaginación de quienes usaban el término.
Este rechazo se ve incrementado además porque actualmente resulta muy difícil encontrar un liberal que se reclame a sí mismo como perteneciente a aquella subespecie, calificándose como “neoliberal”. Por el contrario, quienes lo usan son generalmente sus detractores.
En base a tales consideraciones generalmente asumidas por los liberales inicié este trabajo, pero muy pronto advertí algunos problemas bastantes significativos con ellas. En primer lugar, que el “neoliberalismo” técnicamente no es un mito, sino una figura retórica por la cual se busca pervertir el sentido original del concepto y asimilar con nuestras ideas a otras ajenas con el propósito de desacreditarlas en el mercado político. En segundo, que el “neoliberalismo” podría haber sido acuñado como término en agosto de 1938 por un muy destacado grupo de intelectuales liberales en París, entre los cuales se encuentran varios de nuestros héroes.
Por ello, en esta presentación voy a explorar, primero, los posibles orígenes de la palabra, para luego abordar sus diferentes significados al interior del liberalismo y concluir después con una contribución para esclarecer los mecanismos probables por los que se ha producido la corrupción de esta palabra. Debo indicar de antemano la sorpresa con que he comprobado la facilidad con los liberales concedemos los debates terminológicos en manos de nuestros rivales, pues no sólo hemos perdido la palabra “neoliberal”, materia de la presente exposición, sino antes también la palabra social y hasta el propio liberalismo.
El TérminoRastrear los orígenes del término “neoliberalismo” no es una tarea que pueda considerarse concluida. De hecho existe bastante confusión al respecto y resulta un tema de la mayor importancia para una investigación futura de largo aliento. Por ello, lo que a continuación se presenta no es más que una breve contribución a que esta investigación se produzca.
Como suele suceder con las palabras que han hecho fortuna, es probable que “neoliberalismo” sea un término con varios orígenes distintos.
Uno primero parece encontrarse en algunos escritos de von Mises; uno segundo es el que le atribuye a la creación colectiva de un coloquio convocado por Walter Lippman la autoría del término; uno tercero es el que lo vincula a la llamada economía social de mercado; y uno cuarto, a la escuela liberal italiana de las entreguerras. Examinemos brevemente cada uno de ellos:
Von Mises
Aunque no hace uso explícito del término, von Mises sí lo evoca en distintas oportunidades pero asistemáticamente, como veremos. En efecto, von Mises habla de älteren Liberalismus y de neuenLiberalismus, no de “neoliberalismo”. Sin embargo, puede llevar a confusión si revisamos la edición inglesa de Liberalismus, pues encontraremos ahí la cita siguiente:
“Nowhere is the difference between the reasoning of the older liberalism and that of neoliberalism clearer and easier to demonstrate than in their treatment of the problems of equality” 1 .
Hasta ahí se podría llegar a la conclusión de que von Mises introdujo el término, pues Liberalismus es un libro de 1927. No obstante, si revisamos la edición alemana original veremos que el término “neoliberalismo” no aparece.
En efecto, la cita original es:
“Nirgends ist untershied,der in der argumentation zwischen dem älteren Liberalismus und dem neuen Liberalismus besteht, karer und leichter auzfzuweisen alsbeim problem der gleichheit” 2 .
Por cierto que con esto no estamos sugiriendo que haya sido el traductor del texto al inglés, nuestro querido Ralph Raico, quien haya inventado el término, pues en 1962, fecha en que la traducción se produce, ya venía siendo usado en algunos círculos académicos, al punto de que, como veremos luego, ya había sido objeto hasta de un coloquio específico para discutir su adopción.
No sólo en Liberalismus, que es de 1927, puede rastrearse el origen del término, también en otro libro anterior de von Mises existe una referencia aún más remota. En efecto, en Socialismo, que es de 1922, habla también acerca de la diferencia entre el viejo liberalismo (älteren Liberalismus) y el nuevo liberalismo (neuenLiberalismus), pero tampoco usa expresamente la palabra “neoliberalismo” para describir a este último.
Así, von Mises sostiene que “today the old liberal principles have to be submitted to a throrough reexamination. Science has been completely transformed in the last hundred years, and today the general sociological and economic foundations of the liberal doctrine have to be re-laid. On many questions liberalism did not think logically to the conclusion. There are loose threads to be gathered up. But the mode of political activity of liberalism cannot alter” 3 .
Posteriormente, en el prefacio a la Segunda Edición alemana de ese mismo libro, el autor dijo:
“The older liberalism, based on the classical political economy, maintained that the material position of the whole of the wage-earning classes could only be permanently raised by an increase of capital, and this none but capitalistic society based on private ownership of the means of production can guarantee to find. Modern subjective economics has strengthened and confirmed the basis of the view by its theory of wages. Here modern liberalism agrees entire with the older school” 4 .
Más allá de las confusiones que podrían haberse creado en las traducciones, en mi concepto está claro que, aunque Mises no utilizó explícitamente el término, sí habló con frecuencia de un liberalismo viejo y de un liberalismo nuevo. Empero, inclusive en ello fue bastante inexacto.
En la cita de Liberalismo resulta del contexto que por neuen Liberalismus se refiere a los socialistas que se hacen pasar por liberales, mientras que por älteren Liberalismus se refiere a los que llamaríamos liberales clásicos. Teniendo en cuenta que, como dijéramos, el libro es de 1927, este uso es concordante con lo que en textos posteriores von Mises llamaría pseudo liberales.
En cambio, en las citas de Socialismo, parece ser que el autor quiere distinguir entre el viejo y el nuevo liberalismo en función de la teoría subjetiva del valor. En tal sentido, el liberalismo se dividiría en viejo (älteren), antes del valor subjetivo, y nuevo (neuen) después de él. Con esto, además, diera la impresión de que von Mises quiere resaltar especialmente la contribución de Menger y Böhm-Bawerk, en lo que después vendría en llamarse escuela austríaca de economía.
Entonces, si bien es posible rastrear el término “neoliberalismo” hasta von Mises, el sentido que estas alusiones precursoras tuvieron no fue siempre el mismo. En el Liberalismo se usó para designar a los socialistas encubiertos y otros enemigos de la libertad; en el Socialismo, para designar al liberalismo después de la teoría subjetiva del valor.
El Coloquio de Walter Lippman
Cuenta Louis Baudin que en agosto de 1938 se reunieron en París un grupo de destacados pensadores liberales a iniciativa de Walter Lippman. Eran tiempos con aguas procelosas en que Europa se encontraba ad portas de la Segunda Guerra Mundial y se vivía una situación de grave amenaza y efectiva conculcación de la libertad en buena parte del viejo continente.
Era propósito del coloquio analizar el estado de la defensa de la libertad y las tácticas y estrategias que deberían llevarse a cabo en tiempos tan difíciles. Refiere el propio Baudin que la discusión fue muy amarga, habiéndose escuchado voces de rechazo al término liberalismo por un supuesto descrédito frente a la opinión pública predominante, así como la necesidad de enfatizar que los defensores de la libertad de entonces no avalaban lo que se consideraban los errores fatales del viejo orden europeo.
Afirma Baudin que en esa discusión se acuñó, primero, y se propuso utilizar a partir de entonces, después, el término “neoliberal” para significar precisamente nuestra corriente de pensamiento.5
Según el propio Baudin, el “neoliberalismo” se estableció como la palabra clisé que habría de describirnos en función a cuatro principios fundamentales. A saber, el mecanismo de precios libres, el estado de derecho como tarea principal del gobierno, el reconocimiento de que a ese objetivo el gobierno puede sumar otros y la condición de que cualquiera de estas nuevas tareas que el gobierno pueda sumar debe basarse en un proceso de decisión transparente y consentido.
Participaron en el seminario gente de la talla de Rueff, Hayek, von Mises, Rustow, Roepcke, Detauoff, Condliffe, Polanyi, Lippman y el propio Baudin, entre otros. Como no se tuvo actas ni publicaciones del coloquio, el único testimonio de primera fuente que ha quedado es el citado libro de Baudin, escrito hacia mediados de los cincuenta.
De ser exacta la versión del autor del Imperio Socialista de losIncas, pues no hay razón alguna para pensar que no lo es, ésta sería la aparición más remota acreditada del término “neoliberalismo”. Pero además, quedaría claro que no es verdad un aserto comúnmente repetido por muchos en nuestros días, acerca de que ningún liberal que se precie de tal ha reconocido como suyo el término “neoliberal”. Por la versión de Baudin, sería difícil encontrar un grupo que pueda considerarse más liberal, por lo menos en su época, que el que fue convocado por el ilustre periodista norteamericano.
El coloquio de Lippman es además una curiosa paradoja en todo este tema tan complejamente relacionado con giros de lenguaje y figuras retóricas. El que el término “neoliberal” pudiese ser una creación colectiva de un coloquio de intelectuales individualistas puede constituirse en una de las más notables curiosidades de la historia del pensamiento contemporáneo.
La Economía Social de Mercado
Edgar Narwoth publicó en 1961 un libro que en su época tuvo una gran importancia en la defensa y difusión de las ideas de la libertad. Se llamó Die Social-und Wirtschaftsphilosophie des Neoliberalismus6 .
En él presenta triunfalmente como el renacimiento del liberalismo la aparición de un conjunto de escuelas del pensamiento en Alemania. Así, considera como neoliberales a la Escuela de Friburgo (Eucken y Mueller – Armack, entre otros) y la Munich (Erhard y Kruse entre otros). Destaca también la contribución Wilhem Roepcke y Alexander Rustow, así como la influencia de la revista Ordo, que se publicaba con singular éxito por entonces.
Ello hace que Schuller y Krussemberg del Centro de Investigación para la Comparación de Sistemas de Dirección Económica de la Phillipps Universitat de Marburgo definan el término “neoliberalismo” como un concepto global bajo el que se incluyen los programas de la renovación de la mentalidad liberal clásica cuyas concepciones básicas del orden están marcadas por una inequívoca renuncia a las ideas genéricas del laissez faire y por un rechazo total por los sistemas totalitarios. Los esquemas neoliberales del orden económico y social son modelos de estructuración cuyo denominador común central es la exigencia de garantía (constitucional o legal) de la competencia frente a la prepotencia, aunque dan respuestas diferentes al problema de cómo debe resolverse la relación de tensión entre la libertad y la armonía social. Son importantes en este rubro, además de las ideas, de la Escuela de Friburgo las concepciones desarrolladas por Alfred Mueller Armack (Economía Social de Mercado) Wilheim Roepcke y Alexander Rustow. Este tipo de neoliberalismo se distancia clara y expresamente de aquel paleoliberalismo que defendía dogmáticamente la convicción de la armonía inmanente de un sistema de mercado y hacía del laissezfaire una obligación (…) Se insiste en que el marco del mercado que abarca la autentica zona de lo humano, es infinitamente más importante que el mercado mismo, de ahí la necesidad de un tercer camino entre el paleoliberalismo y el camino del “neoliberalismo”. 7
En conclusión, para Schuller y Krussemberg, y con ellos buena parte de la opinión mayoritaria del mundo académico alemán contemporáneo, la economía social de mercado era el neoliberalismo. Esta idea, sin embargo, no parece coincidir con los creadores de la escuela, pues la evidencia documental demuestra exactamente lo contrario de lo que quiere presentarse comúnmente. Como veremos, para los fundadores de la economía social de mercado, el término neoliberalismo era aplicable exactamente a quienes no compartían los puntos de vista de su escuela. No a sus seguidores.
Examinemos por ejemplo muy someramente el pensamiento de Mueller-Armack, quien tiene la mayor importancia en medio de los pensadores tan destacados que dieron origen a esta escuela. De antemano debemos señalar que de la revisión de su obra no podemos inferir que este autor haya acuñado el término “neoliberalismo”. A pesar de utilizar en varias oportunidades la palabra, no hay ningún rastro explícito referido a su creación ni a la semántica que le era atribuida por él.
Así por ejemplo, cuando define economía social de mercado, señala textualmente:
“ … El concepto de economía social de mercado se apoya en el convencimiento, ganado gracias a las investigaciones de las últimas décadas de que no puede practicarse con éxito una política económica sin haber adoptado decididamente un principio coordinador. Los resultados pocos satisfactorios obtenidos por los sistemas intervencionistas de carácter híbrido condujeron a la teoría de los sistemas económicos desarrollada por Walter Eucken, Franz Böhm, Friderich Hayek, Wilheim Roepcke y Alexander Rustow, entre otros, la conclusión de que el principio de libre concurrencia como indispensable medio organizador de colectividades sólo se mostraba eficaz cuando se desenvolvía dentro de un orden claro y preciso, garantizando la competencia. En esta idea, reforzada aún más por las experiencias de economía bélica en la segunda guerra mundial, se basa la ideología de la economía social de mercado. Los representantes de esta escuela comparten con los del neoliberalismo el convencimiento de que la antigua economía liberal había comprendido correctamente el significado temporal de la competencia, pero sin haber prestado la debida atención a los problemas sociales y sociológicos. Al contrario de lo que pretendía el antiguo liberalismo, la economía social de mercado no persigue el restablecimiento de un sistema de laissez faire; su meta es un sistema de nuevo cuño”. 8
Como puede verse del párrafo citado, aunque Mueller-Armack usa el término “neliberalismo”, no lo hace para calificar a la economía social de mercado como tal, sino por el contrario para distinguirla de otras corrientes liberales sin precisar exactamente cuáles. De ahí que sea difícil poder sostener que, al menos Mueller-Armack, padre de la economía social de mercado, hubiese considerado a ésta como una corriente “neoliberal”. Antes bien, creo que es claro que él consideraba como tales a los liberales contemporáneos a él, posteriores a la teoría subjetiva del valor.
Por cierto, no es este el lugar ni la oportunidad para abordar a cabalidad las múltiples contribuciones de estos destacados autores ni tampoco para estudiar sus errores. Para nuestro propósito es importante sí advertir que en esta escuela algunos han creído ver un segundo origen del término liberalismo. De lo que cabe duda, es que, lo hayan inventado o no, lo usaron deliberadamente para distinguir una escuela liberal de otra. Sea por auténtica convicción o por pura estrategia de mercadeo contribuyeron así decididamente a introducir el término y a impulsar su primera difusión.
Esto hace que ya en 1963 Trías Fargas, al escribir el prólogo a la edición española del citado libro de Mueller-Armack, sostenga que “La economía social de mercado quiere ser algo más amplio y práctico que la teoría neoliberal, con lo que por otra parte coincide en los puntos principales. Es más, la segunda suministra a la primera el espinazo teórico que le confiere carácter la secuencia de ideas que arrancando del paleoliberalismo ha llegado al neoliberalismo para desembocar en la economía social de mercado como programa político.”9
Podría decirse, entonces, que ya por entonces el término estaba difundido en el sentido de identificar como tales a las corrientes liberales posteriores a la llamada revolución marginalista. Adicionalmente debe decirse que la utilización del término no era peyorativa, como ha devenido en tiempos recientes, sino daba la impresión de usarse a la par que para marcar una diferencia para describir un parentesco entre familias pertenecientes finalmente a un mismo tronco común de pensamiento.
Escuela Italiana
Además de los textos precursores de Mises, de la paradójica creación colectiva de un grupo de individualistas reunidos por Lippman y de la metódica acción de la escuela de la economía social de mercado, existe un cuarto origen probable del término que Kurt Leube cree encontrar en el movimiento intelectual ocurrido en el norte de Italia durante el período comprendido en las entreguerras.
Señaladamente es el caso de Antoni y Einaudi, quienes muy al estilo de los alemanes de su época, trataban de darle a las ideas liberales un impulso decidido en medio de la trágica experiencia autoritaria que les tocó vivir.
Al parecer ellos usaron muy fluidamente el término desde finales de los años cuarenta en adelante. Lamentablemente no hay mayores pruebas de ello que el testimonio de algunos amigos que los oyeron. Sin embargo, mientras que entre los alemanes el término era utilizado un poco en el sentido de Mueller-Armack, como el liberalismo post-subjetivismo, entre los italianos el término podría haber sido utilizado para designarse a ellos mismos como los nuevos liberales.
Diera la impresión de que en este caso la necesidad de desmarcarse del tradicional anticlericalismo del liberalismo clásico en el continente europeo hubiera sido un aliciente muy importante para la adopción del término. Esto podría haber sido igualmente importante para otros grupos de liberales católicos en otros lugares del mundo. De hecho algunos españoles adoptaron el término rápidamente, como vimos en el caso de Trías Fargas.
Se hace difícil aventurarlo, pero creo que es posible sostener que la rápida difusión del término en Latinoamérica podría provenir precisamente del hecho de que en nuestra historia las relaciones del liberalismo en general con la Iglesia estuvieron marcadas siempre por el conflicto y la agresividad.
Con algunas excepciones, los liberales del siglo XIX en nuestro continente estuvieron fuertemente influenciados por el anticlericalismo continental europeo. Desde las guerras de independencia, en que la influencia de las logias masónicas fue esencial para el rompimiento de las elites con España, hasta el establecimiento de las repúblicas independientes esta relación conflictiva estuvo presente.
Los ConceptosHasta aquí el “neoliberalismo” ha evocado cinco conceptos: el liberalismo después de la teoría subjetiva del valor, el pseudo liberalismo o socialismo encubierto, una nueva escuela liberal, el liberalismo despojado de anticlericalismo y una estrategia de mercadeo político. Examinemos sucintamente cada uno de ellos.
El “Neoliberalismo” como Liberalismo Después de la Teoría del Valor
Hemos visto ya como von Mises utilizó el término en este sentido, aunque también en otro perfectamente antagónico. En este caso podría argumentarse sin mayores dificultades que el concepto así utilizado corresponde con un hecho real de la mayor importancia histórica y científica, pues el liberalismo experimenta a partir del subjetivismo una transformación bastante importante que cristaliza en la llamada revolución marginalista.
En ese sentido, el “neoliberalismo” sería una etapa en el desarrollo del liberalismo como doctrina, carente de todo sentido peyorativo y antes bien tratando de destacar alguna contribuciones importantes en el mundo de las ideas.
Aunque como todo neologismo, su uso es discrecional y hasta caprichoso al criterio de los autores, diera la impresión de que éste es el sentido en que predominantemente se entiende el término en los círculos académicos y universitarios.
El “Neoliberalismo” como Pseudo Liberalismo
El propio von Mises introduce otra acepción del término, como hemos visto en la sección precedente. En este caso ya no se trata de una etapa en el desarrollo del concepto liberalismo, sino de una perversión del mismo.
Al menos en el 22, von Mises pensaba que existía un liberalismo nuevo a partir de las contribuciones de sus maestros austríacos a la teoría económica, pero en el 27 ya parece totalmente preocupado porque el nuevo liberalismo fuese en realidad un Caballo de Troya socialista.
A partir de entonces ésa parece haber sido la acepción predominante en el pensamiento misiano, pues en Economic Freedom in the Present-Day World –un texto de 1957- dice que:
“The german ordo-liberalism is different only in details from sozialpolitik of Schmoller and Wagner school. After the episodes of Weimar radicalism and Nazisocialism, it is a return in principle to the wohlfahrtstaat of Bismarck and Posadovsky” 10 .
Luego, habida cuenta de las fechas transcurridas entre la utilización del concepto “neoliberal” para denotar una suerte de fase superior en el desarrollo del liberalismo y la utilización ulterior del mismo para denunciar a los infiltrados en el liberalismo, la literatura misiana parece haber sufrido una evolución en el tiempo significativa. No obstante ello, la no utilización explícita del término y sus referencias asistemáticas a los conceptos opuestos de viejo-nuevo no permitieron una influencia decidida en el tiempo de las ideas de Mises sobre el particular.
Resta, sin embargo, una consideración adicional. Si Mises parece haber optado finalmente por denunciar las desviaciones conceptuales de los nuevos liberales, ¿cómo así ha sido posible que el término “neoliberal” haya terminado siendo utilizado para asimilar a los que no lo son con quienes lo son y de esta forma incurrir en una desgraciada confusión?. ¿De qué forma se produjo esta perversión del lenguaje?.
Tales preguntas en realidad deberían llevarnos a una más general. Los liberales parecemos no tener suerte con nuestros términos. Con alguna frecuencia, para los tiempos históricos, nos los roban. Ya pasó inclusive con la palabra liberalismo que en muchos lugares significa exactamente lo contrario de lo que es. ¿Cómo no habría de pasarnos con el “neoliberalismo”, mediante el cual se nos quiere desacreditar atribuyéndosenos ideas que no profesamos, políticas que no recomendamos y gobiernos a los que no pertenecemos?.
El “Neoliberalismo” como una Nueva Escuela Liberal
Aunque podría asimilarse perfectamente con la acepción que define al liberalismo como aquello posterior a la teoría subjetiva del valor, y aun con la idea de un liberalismo despojado de tendencias anticlericales que veremos a continuación, ésta es mi opinión una acepción autónoma.
La encuentro más bien ligada con la llamada economía social de mercado que, como vimos habría contribuido a la formación del término y, a no dudarlo, tuvo gran responsabilidad por su amplia difusión.
Está claro que quienes se inscriben en esa tendencia quieren ser distinguidos de otras corrientes liberales. No vamos a disputar en esta oportunidad si eran o no liberales ellos mismos. Al parecer, ellos creían que lo eran. Pueden existir diferentes razones para enfatizar esa distinción. Habrá quienes piensen en la necesidad de cambiar el término como una estrategia de mercadeo político a efectos de tener una mejor inserción en una sociedad que, como la alemana de posguerra, carecía de una idea clara de lo que era el liberalismo y venía del fracaso consecutivo de Weimar y del Nazismo. Pero también habrán quienes sinceramente piensen que la economía social de mercado es una cosa completamente distinta del liberalismo clásico y que, por ende, la separación resulta imperativa.
De hecho, no sólo entre los partidarios de esta escuela cabía esta diferencia. En algún momento, el propio Mises trató también de enfatizarla, además con el particular enojo que lo caracteriza y la facilidad por el escarnio que le da brillo a su pluma.
La médula de la cuestión sin embargo está en que para quienes profesan la economía social de mercado los “neoliberales” son los otros; no ellos. Esa idea de exclusión les ha servido claramente para mantener la cohesión en torno a sus doctrinas y planes políticos. Si los “neoliberales” son los otros liberales, existe una gran comodidad semántica para organizar un discurso político porque en base a la sugerencia de exclusión, de ellos-nosotros, puede también sugerirse implícitamente que nosotros somos los correctos y ellos no o que nosotros somos los buenos y ellos no.
Entonces, mientras Mises entendió a los nuevos liberales como los posteriores al subjetivismo o como los pseudo liberales, la economía social de mercado ha definido a los “neoliberales” como aquellos que les son distintos. No es una acepción positiva, sino negativa del término.
Puede haber, pues, en esta definición negativa una fuente para la utilización contemporánea de la palabra en sentido peyorativo.
El “Neoliberalismo” como Liberalismo Despojado de Anticlericalismo
Mientras en liberalismo anglosajón no tuvo mayor rivalidad con la religión -antes bien, en algunos casos estuvo fuertemente ligado a ella- el liberalismo continental europeo fue generalmente un enemigo de ella, especialmente en el caso de la Iglesia Católica.
En España, Francia, Italia y Alemania hablar de liberalismo, durante el Siglo XIX era evocar un materialismo racionalista totalmente incompatible con el catolicismo y claramente enfrentado con el poder temporal de esa iglesia.
Mutatis mutandi, tal conflicto se traslada a América Latina, donde en el Siglo XIX tenía predominantemente ese carácter anticlerical propio del liberalismo continental y no del anglosajón.
La influencia de la Ilustración y de la Revolución Francesa hicieron que el desarrollo de las ideas liberales viera como perteneciente al viejo régimen todo vestigio de religiosidad, enfrentándose consiguientemente los liberales con los creyentes. De alguna manera esto marcó el Siglo XIX latinoamericano, pues no se exagera si se dice que esa centuria estuvo caracterizada por la guerra civil entre liberales y conservadores.
En países de tradición católica, entonces, el liberalismo ha sido frecuentemente asimilado con posiciones anticlericales. En este contexto, el renacimiento liberal en tales países, a efectos de convocar mayor atención pública y suscitar resistencias menores por parte del clero y los creyentes, habría visto con simpatía la introducción de un término que, como “neoliberalismo”, permitía a quienes lo usaban distinguirse claramente del profundo anticlericalismo de los liberales clásicos.
Así en Alemania, los católicos que se agruparon en el Zentrum durante las entreguerras y posteriormente dieron origen a los partidos cristiano-demócratas, así como sus congéneres demócrata-cristianos italianos, pudieron haber visto en algún momento con simpatía la utilización del neologismo para marcar una distancia con la rivalidad histórica del liberalismo con sus particulares creencias religiosas.
Ello le permitió a la Iglesia Católica superar conflictos que, en tiempos de Pío IX hicieron que se calificara al liberalismo como algo poco menos que diabólico.
El “Neoliberalismo” como Estrategia de Mercadeo Político del Liberalismo
La noticia acerca del coloquio Lippman nos sugiere poderosamente que el término en cuestión también podría haber sido adoptado con estrictos propósitos de estrategia y táctica políticas.
Generalmente la preocupación de los liberales ha sido por el debate puramente académico, en el que consideraciones de este tipo son francamente impertinentes. Pero cuando se ha tratado de la acción política, los liberales se han visto en la necesidad de discutir la terminología a utilizar a efectos de que resulte compatible con la consecución de determinados objetivos establecidos.
Luego, resulta perfectamente lógico que, habida cuenta de la información ofrecida por Baudin acerca de la importante reunión de liberales del 38, se considere la posibilidad de que el término hubiese sido elaborado con la idea de reemplazar al viejo término liberalismo y ofrecer así una serie de ventajas en materia de comunicación social, sin tener que asumir el activo y el pasivo de la vieja doctrina.
Salvando las distancias, recuerdo que una cosa semejante me ocurrió con Hernando de Soto hace ya más de quince años. Acabábamos de terminar El Otro Sendero, cuando me pidió que eliminara completamente del texto la palabra liberal -que por supuesto estaba por todas partes- y que la reemplazará por la palabra popular. Así, la economía liberal vino a convertirse en la economía popular; la sociedad liberal, en la sociedad popular; la filosofía liberal, en la popular. Su explicación fue la de que en esos momentos no era compatible con el buen mercadeo apelar al término, ya que podría generar innecesariamente resistencias. Aunque no estuve de acuerdo, recuerdo que de Soto, que presume de ser un gran vendedor, terminó imponiéndose.
Sea lo que de ello fuere, la evidencia documental sugiere poderosamente la posibilidad de que algunos liberales de gran importancia hubieran pensado que el “neoliberalismo” podría haber sido un término idóneo para el debate político de sus tiempos. De hecho más idóneo que los términos utilizados por entonces.
Lo curioso de esta estrategia es que terminó convirtiéndose, con el pasar de los años, en una eficaz fórmula de mercadeo contra la ideas de las libertad.
La Trampa RetóricaHemos visto los orígenes probables del término y los sentidos que se le han dado al mismo a través del tiempo dentro de lo que podríamos denominar el liberalismo contemporáneo.
Sin embargo, el uso más notable y perverso del término en nuestros tiempos no ocurre al interior del liberalismo, sino fuera de él. En los lugares donde se lo utiliza, es la prensa, los políticos y los rivales del liberalismo quienes han hecho uso de él preferentemente, pero en sentido generalmente distinto de los anteriormente mencionados.
En efecto, el “neoliberalismo” es utilizado para caracterizar cualquier propuesta, política o gobierno que, alejándose del socialismo más convencional, propenda al equilibrio presupuestal, combata la inflación, privatice empresas estatales y, en general, reduzca la intervención estatal en la economía.
Así, por ejemplo, en América Latina se presenta como “neoliberales” a gobiernos tan disímiles como los de Carlos Salinas de Gortari en México, Carlos Andrés Pérez en Venezuela, Alberto Fujimori en el Perú, Fernando Henrique Cardoso en el Brasil o Carlos Saúl Menem en la Argentina. Una cosa semejante ocurre en África, Asia y Europa del Este.
Independientemente del juicio que pueda merecernos cada política en particular y de la evaluación que merezca cada gobierno en cuestión, está muy claro que el liberalismo es algo mucho más complejo que la adopción de medidas gubernativas en particular, máxime sin son incompletas y contradictorias. Aisladamente un gobierno socialista puede tomar medidas liberales y un gobierno liberal puede tomar medidas socialistas. Ejemplos hay muchos en la historia. Desde los laboristas neozelandeses hasta los conservadores británicos. Pero no hace a los socialistas liberales; ni a éstos, aquéllos; máxime si la caracterización en el ámbito político no tiene el rigor ni la seriedad del debate intelectual.
En Latinoamérica, si bien durante los años noventa se regresó a la austeridad fiscal de los cincuenta, esto no puede considerarse inherente y exclusivo del liberalismo económico. Si bien se privatizó, se hizo con monopolios legales soslayando por completo la importancia de la competencia en el desarrollo de los mercados. Si bien se permitió la inversión extranjera, se hizo de forma igual que la China comunista a quien ningún alucinado podría tildar de liberal o neoliberal. En general aunque se daba la impresión de que se reducía la intervención estatal, en términos de gasto público como fracción del producto interno, o se mantenía igual o inclusive aumentaba. Es el caso del Perú, mi país, donde hoy el tamaño del estado es mayor que cuando empezaron las mal llamadas reformas “neoliberales”. Paradójicamente, el viejo capitalismo mercantilista fue presentado como si fuera un inexistente “neoliberalismo” por los enemigos de la libertad.11
¿Cómo se llegó a esta situación?. ¿Tuvimos los liberales alguna responsabilidad en ella?. ¿Fue producto histórico del azar o consecuencia de alguna táctica deliberada?. ¿Cómo ha sido posible que el “neoliberalismo” que fue entendido por los liberales un desarrollo de su pensamiento o como una nueva escuela del mismo haya pasado a convertirse en el habla cotidiana en un término para asimilar a las ideas de la libertad algunos de sus más impresentables enemigos?.
Es verdad que la autocrítica ha faltado entre los liberales, porque en algunos casos han sido ellos mismos los que se han involucrado innecesariamente con experiencias lamentables. Llevados tal vez por la soledad política, los liberales en algunas oportunidades han respaldado al primer gobierno que creyeron coincidía con sus puntos de vista, sin advertir que la coincidencia era aparente y que generalmente es mejor dejarse aconsejar por el paso del tiempo antes de prestar atención a la primera aventura política que nos toque la puerta.
A no dudarlo el proceso ha sido complejo y parte de una perversión del lenguaje sobre la que es necesario reflexionar. Muchas veces los liberales han despreciado los debates terminológicos para atenerse prioritariamente a los hechos. Esta actitud ciertamente les ha permitido contribuciones notables al desarrollo de la ciencia económica, pero también los ha hecho víctimas de numerosas estratagemas.
Hayek advirtió, por ello, contra la perversión del lenguaje y denunció la existencia de lo que el llamaba palabras-comadreja. Inspirado en un viejo mito nórdico que le atribuye a la comadreja la capacidad de succionar el contenido de un huevo sin quebrar su cáscara, Hayek sostuvo que existían palabras capaces de succionar a otras por completo su significado. 12
Él denunció entre otras a la palabra social. Así explicó que esta palabra agregada a otra la convertía en su contrario. Por ejemplo, la justicia social no es justicia; la democracia social, no es democracia; el constitucionalismo social, no es constitucionalismo; el estado social de derecho, no es estado de derecho, etc. En el Perú se llegó, por ejemplo, en tiempos del general Velasco Alvarado a plantear una singular innovación en la ciencias jurídicas mediante la creación de la así llamada propiedad social, que -por supuesto- no era propiedad alguna.
Mutatis Mutandi, el “neoliberalismo” parece pertenecer a ese género de las palabras-comadreja. Sólo que en una función diferente. Mientras que la palabra social le da sentido contrario a la que se le agrega, la palabra “neoliberal” identifica con esta doctrina a quienes no pertenecen a ella. Una invierte los sentidos, la otra asimila a los distintos.
En realidad la contribución de Hayek sobre este tema merece un desarrollo ulterior que, en mi concepto, no ha tenido. Cuando denunció la existencia de una perversión del lenguaje según la cual unas palabras (las comadrejas) eran capaces de alterar el significado de otras, estaba en realidad sugiriendo explorar un tema de capital importancia: la función de las palabras en el debate ideológico.
El estudio de las figuras del lenguaje o tropos ha sido generalmente dejado a la retórica. Si la filosofía se ha fijado en ellos es sólo en los fatigosos catálogos de falacias con que los lógicos ilustran su quehacer. No obstante, Hayek al proponer el concepto de palabra-comadreja en realidad lo que hizo fue explorar la función de los tropos en el debate ideológico e invitarnos a dar un paso adelante y entender que las ideas no sólo deben explicarse o refutarse a partir de su logicidad sino por también su función retórica.
Lo que sucede es que los liberales han confundido, a pesar de la sugestión de Hayek, los planos del discurso. Una cosa es el discurso científico gobernado por la lógica, por el principio de no contradicción y por sus reglas propias. Otra cosa completamente distinta es el discurso ideológico, donde las reglas son las de las retórica y donde, por ende, hay que atenerse a principios distintos. Pretender incursionar en el debate ideológico con instrumentos propios del discurso científico ha concedido ventajas incontables a nuestros enemigos, que se han servido con diligencia de los viejos principios retóricos, conocidos a la perfección en el pensamiento occidental desde los griegos, pero lamentablemente olvidados por los defensores de las ideas de la libertad.
La función retórica tiene por propósito la utilización de recursos lingüísticos dirigidos, precisamente, a alterar la comunicación de cómo simplemente hubiese ocurrido. Puede mejorar la expresión, agudizar la elocuencia, aclarar las ideas, pero puede también confundirlas, pervertir los conceptos y alterar el sentido del debate.13 No obstante, su uso es perfectamente legítimo en el debate ideológico. Diría inclusive que consustancial a él.
No podemos, pues, quejarnos porque se utilicen figuras retóricas en el debate ideológico. Lo absurdo sería que no se utilizasen. Lo que tenemos que hacer es prestarles atención. Estudiarlas y recurrir al vasto conocimiento acumulado que se tiene de esa metodología de comunicación.
Entonces, es posible pensar en el estudio de las palabras-comadreja -el “neoliberalismo” una de ellas- como una rama de la retórica en el debate ideológico y recurrir a sus métodos de estudio para tratar de esclarecer el proceso por el cual al término se le ha dado un sentido adverso al que aparentemente debería haber tenido.
El desprecio por el debate terminológico ha tenido en el pasado un alto costo, pues nuestros enemigos se dedicaron a pervertir nuestros términos sin mayor resistencia de nuestra parte. Pasó con la propia palabra liberal, que terminó teniendo en el mundo anglosajón un sentido opuesto al de su tradición histórica. Nos pasa ahora en Latinoamérica y en otros países subdesarrollados con el término “neoliberal”, por el que se busca asemejar a nuestras propuestas aventuras políticas desgraciadas, propuestas absurdas, corrupción extendida o la pura frivolidad.
La retórica puede servirnos para encontrar algunos elementos de juicio útiles para profundizar en este debate. En el caso de la palabra social lo que parece haber sucedido es que se produce una antífrasis, que es una figura del lenguaje o tropo que invierte el sentido de la palabra a la que se agrega, sólo que en este caso la sustracción del sentido está desprovista de la ironía que comúnmente los textos de lingüística le atribuyen a la figura aludida.14
La asimilación con la antífrasis, empero, podría producirse completamente si aceptáramos que finalmente no puede haber más que sentido del humor en llamarle justicia social a lo que no es justicia o democracia social a lo que no es democracia. Quienes suelen utilizar ordinariamente los términos parecen bastante solemnes cuando lo hacen y lucen desprovistos de todo sentido del humor, pero creo que sería perfectamente aceptable plantear que el uso de la palabra social puede ser, retóricamente, una tomadura de pelo a oyentes inadvertidos.
En el caso del “neoliberalismo” yo me atrevería a sostener que hay una sinécdoque. Este es un tropo consistente en extender o restringir el significado de una palabra tomando la parte por el todo, o al todo por la parte, o la materia con que está hecha la cosa con la cosa misma.15
Son ejemplos clásicos en retórica, hablar de vela en lugar de barco (parte por todo); mortales por hombres (todo por parte); o acero por espada (materia por cosa).
En el caso del “neoliberalismo”, lo que sucede es que se quiere asimilar con el liberalismo algunas políticas o ideas en particular que aisladamente podrían ser compatibles con él, pero también con cualquier otra cosa, sugiriendo una identidad inexistente. Se trataría entonces de lo que en teoría se denomina una sinécdoque particularizante: se quiere presentar partes del liberalismo como si fuera el todo.
Desde el punto de vista lógico, estas figuras retóricas son consideradas falacias. Pero sucede que el debate político la verdad no resulta de un razonamiento lógico, en el sentido de una inferencia deductiva, sino de un procedimiento dialéctico, en el sentido socrático del término. La verdad política no es, pues, deductiva ni lógica, sino expositiva y retórica. Tiene la razón quien mejor la expone. Así Lausberg considera que todo tropo “es un cambio en la significación, pero un cambio cum virtute, por tanto no es ya un vitium de impropietas”.16
Este uso sinecdóquico del término “neoliberalismo” es el que se encuentra implícito en el lenguaje corriente y que produce la perversión en el lenguaje que se me ha encargado analizar. A través de él nos han arrebatado el concepto inspirado en algún extremo por Mises, desarrollado colectivamente por un paradójico conciliábulo de individualistas, adornado por los severos creadores de la economía social de mercado y sabe Dios difundido consciente o inconscientemente por cuántos de nosotros aquí presentes.
Propongo pues, inspirado en la retórica clásica, una nueva disciplina: la comadrejología, consistente en estudiar cómo las figuras del lenguaje o tropos son utilizadas en el debate ideológico para alterar el significado de las palabras con propósitos deliberados.
ConclusiónEl sentido predominante que se le atribuye al término “neoliberalismo” es consecuencia de que los enemigos de la libertad han utilizado esa palabra como una sinécdoque, como anteriormente otros hicieron con la palabra social a la que convirtieron en una antífrasis. Y otros, antes aún, con la palabra liberal, a la que le pasó lo mismo.
De esta manera, a través de la retórica y sus mecanismos, los liberales perdemos en el debate político lo que ganamos en el campo de las contribuciones científicas. Probablemente haya muy pocas doctrinas que, como el liberalismo, hayan perdido tantos términos a manos de sus enemigos en el debate político.
Debemos por ello empezar a estudiar este campo a fin de librar también ahí una batalla más entre las muchas que la vigilancia permanente de la libertad nos exige.
En la precursora sugestión de las palabras-comadreja, Hayek estaba en realidad invitándonos a ir más allá y explorar este terreno ignorado y, tal vez, menospreciado.
Muchas veces creemos que para triunfar en la lucha por la libertad basta con la abrumadora evidencia de los hechos. No obstante, ellos son insuficientes para causar la convicción necesaria en el debate ideológico. Como decía von Mises: ”facts per se can neither prove nor refute anything. Everything is decided by the interpretation and explanation of the facts, by the ideas and theories”. 17
Despojar al liberalismo de una cierta arrogancia intelectual resulta, así imprescindible. Con ejemplos como lo sucedido con el término “neoliberalismo” debería bastarnos para entenderlo, porque aunque “words are signals for ideas, not ideas”, como quería Spencer18 . Perder nuestros términos por una mayor habilidad de nuestros oponentes se presenta como un error muy lamentable que amenaza periódicamente nuestra identidad.
Ser liberal no significa lo mismo en todos los países. Algunos de nuestros conceptos más preciados, como justicia, estado de derecho o propiedad, han sido tergiversados por adjetivos semánticamente predatorios. Y, en el colmo de la paradoja, quieren nuestra enemigos asociarnos con ideas, políticas o gobiernos que nos resultan ajenos. Todo ello es de por sí un precio muy alto a pagar por no haber advertido la importancia de este debate y el daño que pueden causar las palabras cuando son retóricamente manejadas. ”Figura est vitium cum ratione factum”.19
Aldo, terminaré de leer todo y te contesto al toque…
bueno, se alzaron los chunchos azuzados por el cobarde de Pizango. ahora lloran sus muertos cuando ellos se declararon en insurgencia, cuando ellos desafiaron el estado de derecho. ayayayay
esos chunchos, esos nativos deberian alzarse contra autoridades tan corruptas, tan ineptas como Hernan Fuentes que esta mas preocupado en hacer sus libro ideologico que evitar las muertes de tantos niños. por qué no se alzan contra ese imbecil y si contra el estado de derecho, por favor!!!
Aldo, ¿cuál Estado de Derecho?, no debería el "EStado" según las leyes que firmó, ¿consultar primero y obrar después? Estoy de acuerdo en que PIzango es un manipulador, pero ALan GArcía y toda su comparsa tiene una culpa mayor en esto, la torpeza, la soberbia , e incluso, un pésimo sistema de desalojo ¿Se puede considerar exitoso un operativo con más de veinte policías muertos?
AHora dime, el Congreso no pateó la pelota al ejecutivo y viceversa con tal de no actuar sobre el problema?
Pizango debe estar en la cárcel?, yo creo que si no hay pena de muerte, mínimo cadena perpetua, y para Alan y todo el Congreso, lo mismo. LAS esposas e hijos de los policías y los familiares de los nativos muertos, merecen justicia.
Otra cosa: El gobierno resta más echándole la culpa a otros de sus torpezas y en el colmo de la imbecilidad, pagando un spot de pésimo gusto. PArece que está pesimamente asesorado, seguro por ALdo Mariátegui.
Saludos
Henry
Aldo.Todos somos víctimas. Los nativos de la incompetencia de este gobierno en el manejo de los conflictos sociales. La policía de la improvisación de sus mandos superiores (sobre todo políticos) quienes los exponen a poner el pecho sin ningún tipo de resguardo. Un enorme sector de la sociedad que mira hacia otro lado cuando la violencia no toca a su puerta, al igual que durante el terrorismo. La indiferencia es la peor actitud ante el dolor ajeno. Así también lo es la diatriba fácil y la censura desinformada.
De quienes somo victimas?? de este gobernante intolerante que atiza el conflicto con declaraciones inoportunas. De los etnooportunistas y nacionalistas que actuaron irresponsablemente y quieren sacar provecho ahora; y de los Medios de comunicacion que fabrican realidades y maquillan el horror de esta desgracia.
Todos somos victimas.
pobre victima
es cierto que al gobierno le falto dialogo con esos chunchos, pero tampoco pueden alzarse y destruir la propiedad privada y publica.
ayer, los tontos utiles de los rojimios de la CGTP y los universitarios (PUCP; UNMSM; la CAntuta) siguen contribuyendo al clima de violencia en el país. marcha pacifica decian, bien que aprovecharon para lanzar sus frases comunes y arrasar con todo a su paso.
tipico de los comunistas.
Aldo cometes un grave error en la primera parte de tu comentario.
-Los policias estuvieron secuestrados desde el 15 de abril. No fue solo la falta de dialogo con los pobladores de la zona sino la incompetencia del Ejecutivo y la ministra de educacion que nada hicieron para negociar la liberación de los policias rehenes.
-El 31 de mayo hubo un relevo de policías. Los policias sobrevivientos testimonian que durante los primeros dìas tuvieron una relación armonica con los nativos. El problema surgió cuando el jueves en la noche se decide tomar la carretera sin tomar en cuenta lo que podría suceder con los policias secuestrados.
-En la subestacion Nº6 no tenian comunicacion con sus mandos no tenian telef. satelital. En la refriega primero murieron los 9 nativos. La intervención la hicieron a espaldas de los secuestrados que tenían un arreglo con el apu y los nativos. Al enterarse que la policia asesinó a 9 nativos es que deciden matar a los policias secuestrados de esa manera salvaje.
-La vida de los policias estuvo, en primera instancia, en manos del Ejecutivo.
Como siempre pasa todos quieren ganarse "alguito" y ello desprestigió la marcha. Pero no te confundas: tengamos las cosas en claro y exijamos que los mandos politicos asi como los que asesinaron reciban un justo castigo.
la unica realidad es que ningun nativo de porqueria leyo los decretos y se dejo disuadir por el cobarde de pizango. y que los policias iban desarmados y sin nungun plan de inteligencia para poner orden a esos chunchos salvajes. la unica culpa es de ese grupito de etnia amazonicas que deben entrar en razon por la buenas o por las malas.
ESte comentarista ALdo es tan cobarde que se oculta tras un nombre y un correo inexistente. No vale la pena leer sus embustes.
JAvier BErnal
Tal vez el mundo de hoy esté perdiendo los valores éticos y morales de respeto a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la dignidad de las personas. Claro ejemplo de ello son los recientes asesinatos de Alicia Delgado y Marco Antonio. Llevados a cabo por gente joven y de mucho futuro simplemente por conseguir dinero fácil. Sin embargo, el privarlos de la libertad tampoco es una solución en las condiciones en las que se encuentran nuestras cárceles: hacinamiento, maltratos, etc. Esos muchachos merecen rehabilitarse y resocializarse. Sería excesivo una condena de cadena perpetua. Arruinarían toda su vida. No volverían hacer útiles a la sociedad. Merecen una segunda oportunidad. Que los mantengan presos por unos cinco años, pero bajo charlas psicológicas, de orientación, en fin. Que los ayude a la reflexión.
Claramente estoy en contra de la pena de muerte y cadena perpetua. Solo la segunda debería aplicarse en caso de reincidencia para cualquier acto delictuoso. Pero es necesario que la función principal de los centros penitenciarios vuelva hacer la resocializacion y no el castigo simplemente.
Luis, lo cierto es que como dices la carcel no reinserta al reo sino que lo pervierte más. A ello se agrega la incompetencia de nuestro poder judicial y del INPE. Lo mas simple es hacer cumplir la ley y no tanto leyes mas drasticas.
Para aquellos que les interesa el futuro, les recomiendo dos libros que en Internet son gratuitos. Me refiero a:
EL SHOCK DEL SIGLO XXI
¿Por qué el mundo va hacia una crisis?
¿Como haremos para salir de ella?
LOS PRÓXIMOS 500 AÑOS
¿Cómo evolucionaran las casas, computadoras,
automóviles, industrias, y robots del futuro?
LOS CUALES PODRÁN LEER O BAJAR GRATUITAMENTE A SUS COMPUTADORAS DESDE:
http://WWW.FUTUROFUTURO.ES.TL
GRacias Laura por el dato. De hecho me interesa revisarlos. Saludos,