Retorno y despedida de un viejo duro del cine
“Gran Torino puede y debe verse como un film modélico, un copioso manjar para paladares selectos, una película que guarda en su sereno y adulto mensaje un bello relato de amistad, dolor, fe, redención, recuerdos y sentimientos, un alegato perspicaz contra el racismo y la difícil cohabitación entre culturas”.
Arturo Caballero Medina
Desde que Clint Eastwood se abocara de lleno a la dirección y producción de cine, nos ha sorprendido la mayoría de veces con cintas de muy buena factura. Incluso como actor, interpretó dos memorables personajes que han quedado para la posteridad: el desaforado cowboy de Lo bueno, lo malo y lo feo (1966) y el incorregible Harry El Sucio (1971). A mi parecer, un punto de quiebre en su trayectoria cinematográfica como director fue Mystic River (Río Místico, 2003). Sin embargo, Unforgiven (1992) y Los puentes de Madison (1995) son dos filmes que merecen destacarse del periodo anterior.
Las últimas cintas de Eastwood se han caracterizado por narrar historias dramáticas de personajes agobiados por la fatalidad, pero sin caer en el sentimentalismo inútil y sin regodearse en su propia angustia. Al contrario, se trata de personajes que no se rinden ante la fatalidad sino que luchan contra ella con todos los recursos que disponen, aunque esto les cueste sacrificar lo que más quieren o lo poco que tienen. Es el caso de los personajes principales de Million Dollar Baby (2005), Banderas de nuestros padres (2007), Cartas de Iwo Jima (2007), El intercambio (2008) y la reciente Gran Torino (2009).
Esta última cinta narra la historia de un viejo gruñón, Walt Kowalski, veterano de la guerra de Corea y jubilado de la fábrica de autos Ford quien, luego de enviudar, acentúa su intolerancia y mal humor frente a aquello que le desagrada como las modas estrafalarias y los malos modales de sus nietos, y los vecinos asiáticos que se mudaron junto a su casa. Sin embargo, lo reconforta ser propietario de un auto modelo Gran Torino 1972: su más preciado tesoro.
Kowalski no acepta la intervención de nadie en sus asuntos personales. Un joven sacerdote muy cercano a su fallecida esposa insiste en acercarlo a Dios, pero a Kowalski no le interesa en lo absoluto. Sus dos hijos, maduros padres de familia, están muy ocupados en sus asuntos personales como para dedicarse al viejo gruñón quien, según ellos, no les tiene ningún tipo de consideración por las atenciones que le brindan. Estar solo con su perra y beber cerveza observando la calle resulta más reconfortante para Kowalski que conversar con sus hijos quienes ya piensan en jubilarlo por completo enviándolo a un asilo de lujo para ancianos.
Kowalski es un duro, pero de buen corazón a quien la cruda experiencia de la guerra y la obligada soledad a la que lo exponen los últimos años de su vida no han eliminado su compasión por los más débiles, la cual se pone a prueba cuando una familia de asiáticos se muda a su costado. No nos hallamos ante la mejor interpretación ni ante la mejor cinta de Clint Eastwood, pero sí debemos reconocer que tratándose de su despedida como actor, es una digna puesta en escena que resalta porque no es la historia de un justiciero americano tipo Charles Bronson en El vengador anónimo que se encargará de poner en orden al barrio y eliminar a cuanto delincuente se le cruce en su camino. Tampoco es la venganza por la muerte de un ser querido lo que anima al viejo Kowalski a intervenir en un asunto ajeno a sus intereses, sino que es la sensibilidad frente a la desgracia del otro lo que lo conmueve. Un otro al que despreciaba y con quien nada tenía en común, pero del cual aprende a reconocer en sí mismo que algo de conmiseración existía aún en su alma, lo cual le permite aceptar la diferencia no como un obstáculo, sino como un desafío para comprender a los demás. “Podría beber con extraños”, responde a la invitación de la joven vietnamita: es la frase que inicia en Kowalski su proceso de reconocimiento de la diferencia como una oportunidad para aventurarse en lo desconocido y para paliar su soledad y no como una amenaza. Son esos extraños quienes están más cerca de él que sus familiares.
Por momentos, la interpretación de Eastwood resulta disforzada: las escenas en las que frunce el ceño y gruñe, cual si fuera una fiera a la que se intenta arrebatar su presa, no lucen espontáneas y su constante reiteración agota. Otra escena que no me pareció muy lograda es aquella en la que Kowalski interviene para defender a la jovencita vietnamita de un grupete de pandilleros negros. Hay en la concepción de este personaje, ciertas reminiscencias de los personajes interpretados anteriormente por Eastwood en sus mejores momentos, pero que, dadas las circunstancias que plantea el guion, como la avanzada edad, exige que la trama sea más consecuente con dichas limitaciones. Esto fue un acierto lo mismo que el desenlace de la historia. El sobredimensionamiento de las capacidades del héroe que no pide serlo hubiera convertido a esta cinta una más de la larga lista de películas en las que los buenos siempre ganan, nunca se despeinan y viven felices por siempre.
Si debemos señalar lo que Gran Torino logra de inmediato es conmover. Eastwood tiene oficio en el arte de emocionar y comprometer al espectador con historias muy humanas y emotivas en las que un futuro promisorio se ve truncado por el compromiso del protagonista con sus convicciones. Seguramente, los seguidores de Harry Callahan esperarán que Kowalski arrase con los malos y los desaparezca de un plomazo. El que no suceda esto no debe decepcionar.
Me aventuro a pensar que esta película tiene algo de testamental no tanto como un testimonio personal, sino como un homenaje de Eastwood al tipo de personaje que lo hizo famoso. Es decir, que Eastwood a través de su personaje Kowalski busca cerrar un ciclo en su doble trayectoria como cineasta y actor sin más recursos que su talento. Harry Callahan llega al ocaso de su carrera convertido en Walt Kowalski, pero conservando el estilo. Los años no perdonan, eso se ve en el final, pero qué final de película.
Por ello me pregunto ¿Por qué no fue tomada en cuenta para la última premiación del Oscar?
FICHA TÉCNICA
TITULO ORIGINAL: Gran Torino
AÑO: 2008
DURACIÓN: 116 min.
PAÍS: EEUU
DIRECTOR: Clint Eastwood
GUIÓN: Nick Schenk (Historia: Nick Schenk, Dave Johannson)
MÚSICA: Kyle Eastwood, Michael Stevens
FOTOGRAFÍA: Tom Stern
REPARTO: Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her, John Carroll Lynch, Cory Hardrict, Brian Haley, Geraldine Hughes, Dreama Walker, Brian Howe, Doua Moua, Sarah Neubauer, Chee Thao
PRODUCTORA: Warner Bros. Pictures / Malpaso Productions / Double Nickel Entertainment
WEB OFICIAL: http://www.thegrantorino.com/