La cinta dirigida por Danny Boyle fue la gran ganadora en la última edición de los premios Oscar. Y de hecho posee los méritos para haber obtenido las 8 estatuillas que le concedió la academia cinematográfica estadounidense. A continuación, revisaré algunos aspectos de la película que me parece muy importante analizar, los cuales tienen que ver con cuestiones más socioculturales que cinematográficas: ¿cuándo el saber no es poder?
Respecto al guión, intuyo que lo que animó a Danny Boyle a llevar adelante este proyecto fue la posibilidad de transmitir una historia dramática al estilo de Transpoitting o 24 hours later. A Boyle le preocupa crear una atmósfera de tensión que gradualmente invada al espectador hasta llevarlo a un punto en el que, difícilmente, es posible ignorar la trama. Se trata de un dramatismo que sobrecoge al espectador mediante una atmósfera tensa que lo sujeta desde el inicio: vértigo, ritmo, velocidad en las imágenes apoyadas por una notable dirección de fotografía, cuyos encuadres facilitan la percepción de escenas muy breves. Debemos reconocer que la mano del director supo dosificar la cuota de dramatismo y melodrama característicos del cine hindú, ya que la cinta no llega a saturar al grado de Madre India o Joker. Esto no significa que ambos elementos estén ausentes, al contrario, animan los momentos claves de la película aumentando el suspenso.
Jamal Malik es un muchacho pobre de Mumbai (Bombay) quien arrastra la marca de la exclusión social y la humillación desde que tiene uso de razón. Es un desposeído en el sentido total de la palabra, tanto material como emocionalmente. Su participación en el concurso “¿Quién quiere ser millonario?” está a punto de cambiarle la vida. Ha llegado a la etapa final del concurso y se halla a una sola pregunta de llevarse 20 millones de rupias. Sin embargo, lo más importante no es tanto su participación en el concurso, sino la dramática situación a la que es expuesto. Las autoridades policiales no creen que un “slumdog” (chico de barriada) sepa las respuestas. Su pobreza lo convierte en sospechoso de fraude en vez de motivar compasión. De este modo, el concurso resulta meramente anecdótico.
Las peripecias por las que tuvo que atravesar Jamal demuestran que, para ciertos individuos, no se cumple aquello de saber es poder El saber y su pobreza lo condenan porque, lejos de ser una vía para progresar en la sociedad, se constituyó en un obstáculo en la medida que nadie podía creer que un iletrado respondiera acertadamente todas las preguntas. Tales vicisitudes son una metáfora de lo que la sociedad de consumo no está dispuesta a conceder a todos los individuos por igual: la democratización del éxito. (A propósito, desarrollé una explicación más detallada en El goce del consumo ¿o el consumo del goce?). Constantemente, el conductor del programa lo induce al error. Sin embargo, la ventaja de Jamal radica en que su saber proviene del sufrimiento y aflora con la mayor naturalidad cuando es preguntado. En consecuencia, no la he visto como una historia de amor dramática —o no solo como eso—, porque, a diferencia de Titanic en donde la historia de amor opaca por completo la tragedia del hundimiento, en Slumdog millionaire esta forma parte de una estructura mayor: el drama por superar un determinismo fatal.
La estructura fragmentada de la trama permite al espectador conocer el presente y el pasado de Jamal de manera paralela. Conocemos tanto su historia de pobreza así como su proceso de adquisición de los conocimientos que, posteriormente, lo llevarán a responder las preguntas del concurso. Fue un proceso espontáneo determinado por el día a día, algo que me atrevo a calificar como la erudición de la pobreza. Es decir que no se trató de un aprendizaje placentero, sino dolorosamente cotidiano y vivencial ;al margen de la cultura oficial como no podía ser de otra manera. No en vano, se menciona como argumento en su contra que las personalidades más renombradas del mundo académico no superaron las 60 000 rupias (hecho paradójico y, a la vez, sarcástico porque las preguntas formuladas a Jamil eran más bien, triviales y recogidas de la cultura popular; tal vez esto explica que las mentes ilustradas, y demasiado alejadas de la cultura de masas, no llegaran a instancias mayores) mientras que el joven de Juhu está a poco de ganar 20 millones.
La estructura espacio-temporal de la película la podemos dividir en tres segmentos: la niñez, el concurso y el interrogatorio que se tratan en paralelo. A propósito, el entrecruzamiento de los planos temporales es acertado y contribuye a construir una mirada integral de la historia, cuya tensión disminuye a medida que se va develando la verdad acerca de sus conocimientos.
Mención aparte merece la transformación de la sociedad hindú. El despegue económico no es el asunto principal de la historia, pero está presente en todo momento: 90 millones de televidentes están pendientes de la participación de Jamal. Es el programa más visto en el país. El nombre del concurso es bastante simbólico: todos quieren ser millonarios, pero no todos van a serlo. “India está en el centro del mundo y yo estoy en el centro del centro”, dice Salim, hermano de Jamal, mientras observan desde lo alto de un edificio en construcción la metrópoli que ha crecido sobre los villorrios pobres donde ellos vivían.
En suma, Slumdog millionaire explora el lado oscuro de la sociedad de consumo que alienta la ficción de que todos los individuos por igual podrían lograr el éxito y lo hace resignificando el sentido del poder del saber: el saber es una amenaza con la cual los desposeídos pueden desestabilizar un sistema que los excluye. También, nos demostrado que la producción artística de una sociedad puede inspirarse en su cultura sin caer en el folklorismo y lograr el reconocimiento. Siguiendo esta línea ¿llegará a premiar el Oscar a una cinta peruana que apueste por un proyecto similar basado en aquella realidad cotidiana que parte de la sociedad no quiere ver? No me hago ilusiones, pero, al menos, en Europa, tienen un ojo más agudo al respecto.
TRAILER DE SLUMDOG MILLIONAIRE