Poemas de Alessandro Caviglia

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Fragmentos de Extinción iluminada del cuerpo

A Luis Hernández

La orilla de tu voz
lamiendo la arena ausente de mi alma;
el mar que ruge descuelga peces atormentados
mientras en otra orilla espero
distante
esa, tu voz,
tu luz apagada.

* * *

No estrechéis esa mano
(Cernuda).

Per tutti la morte ha uno sguardo
(Pavese)

Entre las sombras, los dedos,
la cerilla encendida,
entre el paso nocturno
se encuentra mi hálito, mi memoria,
andando parejos
sobre la sabbia en una noche de Agosto
cuando el aire lleva del arrabal a la encina
el beso helado, infinito.

No beses esos labios que se abren
para pronunciar tu nombre
que son como la muerte que llama
somnolienta
esperando por ti, por mí.

* * *
La vida es miserable, especialmente si se la pasa en los campos de Saint Louis y se es negro. Agotador resulta trabajar todo el día el tabaco o la caña, bajo él sol, yendo de lugar en lugar para ver si hay faena y dinero. La esclavitud terminó, pero la pobreza puede resultar un amo ineludible, si vives en el Memphis y eres negro. Gracias a Dios, después de la faena, caída la noche, existe el aguardiente y la guitarra, los amigos, y lamento

s que cantar. Pero en el cruce de caminos del Memphis, ya de vuelta a casa, uno puede encontrarse con el mismo demonio y su séquito, especialmente durante las noches de luna llena. En aquellos parajes cuentan atemorizados haberlo visto.

Dicen además que Robert Johnson, guitarrista, cantante y compositor de Blues, tuvo la compañía del Señor de los cruces nocturnos. Aquél encuentro fue tal que el demonio nunca lo abandonó. Con él derribó a varios reyes del Blues. Desde entonces se oyó, y aún hoy se puede oír, a ambos tocando al mismo tiempo la guitarra, que parece haber dos guitarras allí donde sólo se toca una y dos artistas donde, en apariencia, está sólo él.

* * *

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