El papa Francisco, nos convoca a ir a lo esencial del mensaje de Jesús de Nazaret: “Yo te bendigo padre, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes, y se las has revelado a pequeños” Mateo: 11: 25. La justicia y la paz, así como todas las inversiones mesiánicas del mensaje de Jesucristo, giran en torno al pequeño, portador de la compasión y la solidaridad.
“Las gentiles estocadas de Papa Francisco
En una entrevista con “Civiltà Cattolica” Bergoglio pide apostar «por lo esencial, que es también lo que más apasiona y atrae, lo que hace que ardan los corazones». Explicó, además, que no quiere una Curia de censores
Andrea Tornielli, Ciudad del Vaticano, 19/09/2013
Es un fresco extraordinario que a lo largo de 29 páginas describe la mirada de fe y la mirada sobre la vida de la Iglesia de Papa Francisco. Las que llamarán mucho la atención serán, comprensiblemente, las frases sobre las personas homosexuales o las frases con las que dijo que la Iglesia no puede «insistir» solamente en las cuestiones relacionadas con el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo o el uso de los métodos anticonceptivos. Seguramente también llamará la atención la afirmación de que los dicasterios curiales «corren el riesgo de convertirse en organismos de censura». Sin embargo, el punto central del mensaje que contiene la entrevista del Papa Bergoglio radica en la imagen de la Iglesia como «hospital de campo» después de una batalla. Un hospital en el que se curan las heridas. Y sería absurdo preguntarles a los los heridos graves (muchos hombres y mujeres de hoy que han perdido el sentido de la vida o que viven en situaciones «irregulares») si tienen el colesterol alto. Hay que curar las heridas para que no se mueran, y luego llegará el momento para todo lo demás.
Entonces, la Iglesia que quiere Papa Francisco no es una Iglesia que cambie su naturaleza o que esconda en el sótano sus dogmas. Es una Iglesia capaz de mostrar el rostro de la misericordia y se concentra en su anuncio «sobre lo esencial, lo necesario, que es también lo que más apasiona y atrae, lo que hace que ardan los corazones, como a los discípulos de Emaús…». Ya Beneditco XVI, en el memorable –y desgraciadamente archivado– discurso pronunciado durante el vuelo a Portugal en mayo de 2010, decía que hoy en día los llamados a la moral, a los valores, los discursos ya no llegan a los corazones de las personas. Por ello, su sucesor respondió, en la entrevista con el director de “Civiltà Cattolica”, a las críticas de los que le achacan el silencio ante los «valores no negociables», como si la misión de la Iglesia se debilitara si falta esa repetición semanal de la condena del aborto o del matrimonio homosexual.
«No podemos insistir solo sobre las cuestiones relacionadas con el aborto,el matrimonio entre personas del mismo sexo o el uso de los métodos anticonceptivos. Esto no es posible», dijo el Papa. «Yo no he hablado mucho sobre estas cosas, y me lo han reprochado. Pero cuando se habla de ello hay que habalar en un contexto. El parecer de la Iglesia, por lo demás, es bien conocido, y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario hablar al respecto constantemente». La Iglesia, que «a veces ha dejado encerrar en pequeñas cosas, en pequeños preceptos», debe volver a anunciar, sobre todo, que «¡Jesucristo te ha salvado!». Y los ministros de la Iglesia deben, por encima de cualquier otra cosa, «ser ministros de misericordia», porque «el anuncio del amor de salvación de Dios es previo a la obligación moral y religiosa. Hoy, a veces, parece prevalecer el orden al revés».
Son palabras que desmontan el enfoque de los que consideran que la principal tarea de los cristianos no es el anuncio de un mensaje de salvación, de cercanía, de misericordia; el enfoque de los que creen que es más importante la ráfaga repetitiva de preceptos y condenas. Los preceptos y las prohibiciones tienen un sentido en el contexto de la experiecnia de fe, pero, cuando se convierten en el principal contenido de la predicación y de la pastoral, acaban alejando a las personas en lugar de llegar hasta ellas con el mensaje evangélico. Las palabras del Papa y su mirada sobre la fe exigen, pues, una «conversión pastoral» por parte de toda la Iglesia.
Acompañar con misericordia, explicó Francisco, no significa ser ni rigurosos ni laxos. El confesionario no es una sala de tortura, pero tampoco una tintorería para quitarle las manchas a un traje, como si no pasara nada. El mal nunca podrá llamarse bien. Es el enfoque, la mirada, la prioridad lo que cambia. «Yo tengo una certeza dogmática: Dios está en la vida de cada persona, Dios está en la vida de cada uno. Auqnue la vida de una persona haya sido un desastre –dijo Bergoglio–, aunque esté deshecha por los vicios, por la droga o cualquier otra cosa, Dios está en su vida. Lo podemos y lo debemos buscar en cada vida humana».
En la entrevista, Francisco también respondió a los que esperaban que tomara decisiones rápidas, que hiciera reformas inmediatas, que cambiara a sus colaboradores al llegar al trono de Pedro. Una de estas críticas la había hecho el cardenal estadounidense Timothy Dolan. «Yo creo –explicó el Papa– que siempre se necesita tiempo para sentar las bases de un cambio verdadero, eficaz. Y este es el tiempo del discernimiento». Pero ese mismo discernimiento puede exigir decisiones urgentes e intervenciones que habríamos querido dejar para un segundo momento, como sucedió con el IOR, el “banco vaticano”, y sus escándalos que explotaron con las averiguaciones de la magistratura italiana.”.
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