El patito feo, es la obra maestra de Hans Christian Andersen, desde ese pensamiento poético se despliega su obra narrativa magistral, todos sus cuentos. El relato de El patito feo se puede revelar en esta expresión notable de su obra: “Se dirigió entonces hacia ellos, con la cabeza baja, para hacerles ver que estaba dispuesto a morir. Y entonces vio su reflejo en el agua: el patito feo se había transformado en un soberbio cisne blanco…”.
Tanto para Hans Christian Andersen, como para Boris Cyrulnik, El patito feo y Los patitos feos, respectivamente, son la memoria y el relato de historias personales singulares de sufrimiento, golpe y trauma en circunstancias culturales e históricas muy diferentes, por cierto. La clave es que ambos son capaces de transponer poéticamente la realidad del sufrimiento en la escritura, sin ese talento y trabajo la experiencia no hubiera tenido ninguna trascendencia, no podría ser leída, vista y oída.
En Los patitos feos, Boris Cyrulnik recoge el relato originario de Andersen, lo transfigura en un sueño y un proyecto: “nos ofrece en este libro una visión alternativa y optimista a las actuales teorías sobre el trauma infantil y sus efectos dañinos e irreparables. A través de ejemplos de personajes famosos y de pacientes de su propia práctica clínica, nos muestra la existencia de un mecanismo de autoprotección, la resiliencia, que se pone en marcha desde la infancia mediante el tejido de lazos afectivos y la expresión de emociones y que amortigua el choque de la experiencia traumática. Los patitos feos es un libro optimista que demuestra que ninguna herida es irreversible, que un niño herido no está condenado a convertirse en un adulto fracasado ya que no todo se juega antes de los tres años y no todo está decidido a los seis. En contra de la creencia general, un niño con una infancia infeliz no está determinado a ser un infeliz toda la vida, en contraposición, tiene un protencial de resiliencia, de metamorfosis en un niño feliz, productivo y creativo.
No es por azar que, Cyrulnik, haya sido la primera persona en Francia en interesarse por el fenómeno de la resiliencia. Con tan sólo seis años de edad consigue escapar de un campo de concentración, del que jamás regresó el resto de su familia, rusos judíos emigrantes, residentes en Francia cuando entraron las tropas de Hitler. Empieza entonces para el joven huérfano una etapa errante por centros y familias de acogida. A sus ocho años, la asistencia pública francesa lo instala en una finca agrícola donde está a punto de convertirse en un niño granjero analfabeto; se convierte, sin embargo, en un médico empeñado en entender sus propias ganas de vivir.
Neurólogo, psiquiatra y psicoanalista, Cyrulnik es uno de los fundadores de la etología humana. Trabaja como profesor de la Universidad de Var en Francia y es responsable de un grupo de investigación en etología clínica en el Hospital de Toulon.”