Obama en Oslo: la retórica abyecta de la “guerra justa”

En memoria del sultan Saladino, con su inteligencia, sensibilidad y apertura, miró lejos en el Siglo XII.
La “guerra justa” sólo puede existir en la retórica más abyecta en la era nuclear, se supone que se trata de una guerra limpia. Todas las guerras son sucias y violadoras de los derechos humanos en el Siglo XX largo, acaban todas en genocidios, holocaustos, masacres y asesinatos, especialmente de la población civil que es el chivo expiatorio. Como señala con una lógica irrebatible, Jimmy Carter, Premio Nobel de la Paz 2002, en su discurso al recibir el premio, citando al Nobel de la Paz Ralph Bunch: “sugerir que la guerra puede prevenir la guerra es un juego de palabras abyecto. El mundo tiene pruebas de que la guerra sólo engendra más guerra”.

La violencia es nuestra epidemia más mortal, nuestro punto de visión sobre la violencia es que es una tragedia; una catástrofe mortal para las relaciones entre los seres humanos, en la intimidad y en la sociabilidad, en lo privado y en lo publico, en la sociedad y en el estado, entre las naciones y para toda la humanidad. Pero, en tanto es una relación social y personal -una ideología y una acción humanas-, puede ser prevenida.

Desde estas Páginas Libres, coincidimos con una de las reflexiones más profundas sobre toda violencia, moderna y posmoderna: “La violencia estructural es también la principal causa de la violencia conductiva, en una escala epidemiológica y socialmente significativa (desde el homicidio y el suicidio hasta la guerra y el genocidio). La pregunta sobre cuál de las dos formas de violencia -estructural o conductiva- es más importante, peligrosa o letal es debatible, porque ellas están inexorablemente relacionadas entre sí, como causa y efecto. (James Gilligan, Nueva York: 2000).”

El discurso reciente del presidente Obama en Oslo al recibir el Premio Nobel de la Paz, no convence ni teórica, ni prácticamente. En un sentido realista e historicista es una falsa conciencia de su entrampamiento en Agfanistán, donde sólo una jugada estratégica y táctica de último momento podría resultarle exitosa, pero no lo que ha llamado “guerra justa” en Oslo.

El problema de fondo -real y no discursivo-, es que la estrategia del choque de las civilizaciones de Samuel Huntington predomina sobre la estrategia de la pluralidad de los diferentes de Amartya Sen. El simplismo sobre la complejidad. El manual sobre la lucidez. Obama no está dispuesto a negociar con la pluralidad de los diferentes presentes en el pueblo afgano, todos los gatos son pardos, todos son talibanes o Al Qaeda, o socios sin legitimidad y corruptos que se prestan a colaborar por un plato de lentejas con el invasor. Pero su política militarista no habla de concertar voluntades con los que no caminan por la huella de los talibanes o de Al Qaeda, que son la mayoría del pueblo afgano.

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