La Biblioteca de la Municipalidad de Lima

20130116-bm.jpg
(fuente: panoramio.com)

Fue inaugurada el 29 de junio de 1945 y cuenta con más de 30 mil volúmenes de diversos temas: publicaciones antiguas (impresos e incunables) de la historia de Lima y de temas municipales, así como periódicos, revistas, fotografías y planos antiguos y la Colección de Normas Legales desde el siglo XIX.

Sin embargo, no es solo su colección bibliográfica y documental lo que asombra sino su arquitectura y decoración, sin duda una de las más bellas de nuestra ciudad en cuestión de diseño. Ingresando hacia el ambiente principal, puede apreciarse la ensamblada talla en cedro de Nicaragua que cubre íntegramente el recinto. Los trabajos fueron dirigidos por el maestro ebanista José Caycho, cuya firma “Caycho tallador” figura en la parte inferior del eje o alma de la estupenda escalera de caracol que conduce al entrepiso. Existen 150 figurillas decorativas, todas distintas entre sí, a lo largo del eje de la escalera, coronada por un fruto de piña. Los motivos en relieve del techo y las balaustradas del entrepiso tienen acentuadas reminiscencias rococó.

Entre su mobiliario, cuenta con cuatro mesas de lectura grandes “fraileras” talladas con sus respectivas lámparas de bronce y sillones de estilo Luis XIII. Al fondo destaca un armario labrado en caoba rosada venezolana, obsequio de Caracas a Lima en 1935, con ocasión del IV Centenario de su fundación; los escudos de ambas ciudades adornan sus portezuelas.

Entre sus documentos y objetos de alto valor históricos, la Biblioteca Municipal guarda el Acta de Declaración de la Independencia del 15 de julio de 1821, redactada por el prócer Manuel Pérez de Tudela y firmada por los vecinos notables de la Lima de entonces. La última vez que fue restaurada fue en 1979, en Roma. Otras curiosidades son la “Llave de la Ciudad” y una talla en madera del Escudo de la Ciudad del siglo XVIII. Muestra las alteraciones que sufrió este emblema a partir de aquel siglo: la adición del fruto de la lima, extraño a la etimología original del nombre de la ciudad, así como el águila bicéfala imperial, en lugar de las dos águilas originales, y la columnas de Hércules.
Sigue leyendo

La Biblioteca del convento de San Francisco de Lima

Desde los tiempos virreinales, los padres franciscano iniciaron su rica colección bibliográfica, que hoy bordea los 25 mil volúmenes. No por casualidad, los frailes destinaban, desde el siglo XVI, el 5% de las limosnas para adquirir libros en Lima o traerlos de España (hay documentos de los cajones de libros encargados en la Península). La colección también se nutrió de los volúmenes que regalaban o dejaban en herencia los propios frailes y de donaciones de terceros.

Según la información brindada por la propia Orden, entre su colección existen raras ediciones Aldinas, Elzevirianas y Plantinianas; figuran “incunables” y crónicas franciscanas de los siglos XV al XVIII. Asimismo, un Atlas o Teatro de todo el mundo de mediado del siglo XVII; algunos tomos del primer Diccionario editado por la Real Academia de la Lengua Española, la conocida Biblia Regia editada en Amberes entre 1571–1572; más de 6 mil pergaminos; y numerosas obras de jesuitas, agustinos, benedictinos y carmelitas. Ya en tiempos republicanos, la lista se incrementó con obras en distintos idiomas y diversas disciplinas como: Teología, Literatura, Historia, Filosofía, Música, Geografía, Derecho Canónico, Derecho Eclesiástico, Obras Predicables, biblias, etc. Hay obras escritas en latín, español, francés, portugués e italiano.

Lamentablemente, no todos los libros están catalogados por la falta de recursos en contratar un equipo de bibliotecólogos, lo cual es un peligro. Asimismo el estado de conservación de muchos volúmenes es muy precario, pues han sido atacados por la humedad o las polillas; no se sabe qué porcentaje de la colección está afectada por ese problema. Cabe resaltar, además, que los franciscanos no solo cuentan con esta valiosa biblioteca; habría que agregar la del Convento de los Descalzos (Rímac), el Convento de Ocopa (Junín) y las de sus conventos en Cuzco y Arequipa. Por último el recinto de la biblioteca es muy bello. Data del siglo XVIII, predomina la madera y su disposición y mobiliario corresponden a los cánones de la Ilustración, como un buen sistema de iluminación “natural” y ventilación. Recordemos que, por seguridad, se evitaba usar velas en estas bibliotecas conventuales. El acceso a los libros está restringido; solo tienen acceso a ellos los mismos frailes o los investigadores acreditados.
Sigue leyendo

El Archivo General de la Nación

20130116-agn.jpg
Logo del AGN del siglo XIX

El Archivo General de la Nación (AGN, antigua Sede del Correo, Jirón Camaná 125).- Creado por Ramón Castilla el 15 de mayo de 1861, con el nombre de Archivo Nacional (AN), es una de las instituciones tutelares del Patrimonio Cultural de la Nación. Al momento de su fundación, acopió y custodió los documentos históricos pertenecientes a las antiguas instituciones gubernamentales de la época colonial, así como de documentos y crónicas pertenecientes a las diversas órdenes religiosas y establecimientos públicos que, por entonces, se conservaban en el Convento de San Agustín. Su creación marcó un hito importante en la preservación de la memoria colectiva de la Nación y su local funcionó en la casa de los agustinos.

Su primer director, ad honorem, fue Santiago Távara y Andrade, médico y héroe de la Independencia, quien, con un archivero y cuatro amanuenses, inicio la historia del primer repositorio documental del país. Luego de sus primeros años, el AN fue devastado y saqueado durante la invasión chilena. Así, sin personal ni presupuesto, se instaló precariamente en las instalaciones de la antigua Biblioteca Nacional, dirigida por Ricardo Palma, quien consultó sus valiosos manuscritos para su investigación sobre las tradiciones peruanas. Alberto Ulloa informó que “los papeles del archivo se encontraban hacinados en una sala de la biblioteca, la clasificación había desaparecido, los censos fueron robados, los paquetes de legajos estaban deshechos, mezclados y mutilados” (1897).

En la década de 1940, el AGN se trasladó al sótano del edificio del Palacio de Justicia, donde se conservaron cerca de 28 mil metros lineales de documentos no sólo de la Colonia sino también de la República. Allí se organizan el protocolo ambulante de los conquistadores o “libro becerro”, los expedientes de la Real Audiencia de Lima, los archivos del ex Ministerio de Hacienda y Comercio, las escrituras públicas, las partidas de registro de nacimiento, de matrimonio y de defunción, los registro de inmigrantes, los archivos de la ex haciendas expropiadas por la Reforma Agraria, entre otros fondos documentales de las instituciones públicas que son únicos e irremplazables.

Cuando cerró el Ministerio de Justicia, durante el gobierno militar de Velasco, el AN pasó a depender del Instituto Nacional de Cultura y fue en 1972 cuando cambió su cambió de denominación por AGN. Sin embargo, el acto más trascendente en su historia cuando, ese mismo año, se declaró de utilidad pública la defensa, conservación e incremento del Patrimonio Documental y que el AGN está obligado a proteger.
Desde entonces, el AGN ha calificado como Patrimonio Documental de la Nación a toda la documentación existente en los archivos de todas las reparticiones y organismos del Sector Público Nacional; en los archivos históricos, notariales, eclesiásticos, parroquiales y de conventos, en los archivos particulares y en general a todo el material documental, aun de origen privado, que sirva de fuente de información para estudios históricos y de desarrollo cultural, social, económico, jurídico o religioso de la Nación.

Uno de sus más notables directores fue Guillermo Durand Flórez quien logró, en 1981, que el AGN se reintegrase al Ministerio de Justicia y convirtiese en Organismo Público Descentralizado. Así se inició su gran transformación: se establecieron las bases del Sistema Nacional de Archivos con la creación de las Direcciones Generales de Archivo Histórico y Archivo Intermedio (dedicado éste último a la custodia de los archivos de la Administración Pública) y los Archivos Departamentales; para formar al personal se creó el Centro de Capacitación transformado luego en Escuela Nacional de Archiveros donde egresaron cuadros de profesionales y técnicos que se desempeñan hasta hoy en el sector público y privado. Muchos de sus funcionarios fueron becados para especializarse en Madrid, Sevilla, Alcalá de Henares y Córdoba (Argentina), gracias a la cooperación del Ministerio de Cultura de España y la OEA. Continuaron la obra iniciada por Durand Flórez destacados intelectuales como Luis Enrique Tord, Guillermo Lohmann Villena y Jorge Puccinelli; y el archivero César Gutiérrez Muñóz.

El AGN no fue ajeno a la crisis de fines de la década de 1980 e inicios del 90. Los principales funcionarios y empleados renunciaron acogiéndose a los incentivos aprobados por el gobierno de Fujimori y algunos ex dirigentes sindicales asumieron los cargos directivos. Las reorganizaciones internas del personal se hicieron frecuentes, se fue reduciendo el presupuesto y con ello el desarrollo de nuevas actividades y, lentamente el primer repositorio documental del país ingreso a la sobrevivencia gris de la rutina y la burocratización.
Hubo intentos de algunos directivos por cambiar esta situación crítica. Durante el gobierno de Toledo se logró que el local del antiguo Correo Central sea remodelado y asignado al AGN, donde funciona parte del Archivo Histórico, perteneciente a la época colonial; la otra parte de los archivos está aún en Palacio de Justicia. Por su lado, la Escuela Nacional de Archiveros obtuvo un local en Pueblo Libre. En marzo de 2011, el AGN, se vio obligado a cerrar por denuncias sistemáticas de pérdidas y mutilación de material patrimonial, ocurridas entre 2005 y 2009, y por hallazgos de manuscritos del siglo XVII al XIX. Hubo una intensa labor de inventario.

Respecto al mundo virreinal, el AGN conserva todo documento de instituciones públicas. Contiene tesoros desde 1533 hasta 1821. El documento más antiguo es el Protocolo Ambulante o “Libro Becerro”, crónica de los conquistadores y, a la vez, libro de cuentas entre 1533 y 1538, en los que vemos que Francisco Pizarro sabía por lo menos hacer una rúbrica, al igual que Diego de Almagro. Hay documentos de todas las instituciones coloniales, como la Santa Inquisición, o referidos a la extirpación de idolatrías. Son interesantes los documentos de la Real Audiencia, el Poder Judicial de entonces, que registran todo tipo de casos delictivos. También son claves las “Temporalidades”, que registran los terrenos expropiados a la Compañía de Jesús durante su expulsión del virreinato. O los protocolos notariales, donde vemos registro de deudas y mercancías impagas (en uno de ellos aparecen las deudas que dejaron Túpac Amaru II y Micaela Bastidas luego de ser ejecutados). Figuran, asimismo, árboles genealógicos e, incluso, algunos libros como manuales de esgrima.

En relación al Perú independiente, el “Archivo Republicano” se fundó en 1943 y alberga valores desde 1821 hasta alrededor de 1950. Los documentos más consultados son los libros de inmigrantes, que marcan el ingreso de extranjeros y los lugares en donde se asentaron. Otros textos importantes son los presupuestos nacionales de cada año, que permiten ver nuestra evolución económica. También los registros civiles, pues hay que recordar que, hasta 1875, solo la Iglesia inscribía a los recién nacidos; el primer peruano inscrito en un registro civil fue Juan Igreda, hijo de un panadero.
Sigue leyendo

La Biblioteca Nacional del Perú

20130116-bn.jpg
Local de la Biblioteca Nacional antes del saqueo durante la ocupación chilena

Nuestra Biblioteca Nacional (BN) fue creada por decreto del 28 de agosto de 1821, expedido por el libertador José de San Martín. Sin embargo, su historia se remonta a 1568, cuando los jesuitas fundaron el Colegio Máximo de San Pablo en el terreno donde hoy está su local de la avenida Abancay. Fue allí también donde los padres de la Compañía dieron asilo al italiano Antonio Ricardo, quien introdujo la imprenta en Lima. Aquí también funcionaría el local del Colegio de Caciques. Cuando los jesuitas fueron expulsados (1767), su biblioteca pasó a formar parte de la Universidad de San Marcos, concretamente al Convictorio de San Carlos.

San Martín la definió como «una de las obras emprendidas que prometen más ventajas a la causa americana» porque se le destinaba “a la ilustración universal, más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia”. Recién el 17 de setiembre de 1822 se inauguró y su colección contaba con 11, 256 volúmenes que procedían de la antigua biblioteca de los jesuitas y de donaciones particulares, entre ellos 600 volúmenes de propiedad del General San Martín. Su Primer Bibliotecario (“director”) fue el clérigo arequipeño Mariano José de Arce, miembro del Primer Congreso Peruano. Pero la historia de la BN siempre tuvo momentos de tragedia. Su primer “saqueo” lo sufrió cuando en los tiempos turbulentos de la guerra de la Independencia fue violentada por las tropas de Canterac cuando invadieron Lima.

A lo largo del siglo XIX, la BN siguió funcionando en su viejo local de lo que es hoy la avenida Abancay y llegó a acumular una colección de 50 mil volúmenes y 800 manuscritos, según Manuel Odriozola, su bibliotecario cuando ocurrió el saqueo chileno ¿Cómo fue esta historia? Hacia 1840 la BN se enriqueció con el legado de los libros de Miguel Fuente Pacheco que le donó 7,777 volúmenes, que fueron colocados, según Ricardo Palma, en una sala llamada de “los cuatro sietes”. En 1852 la colección llegaba a los 29 mil volúmenes, de los cuales 463 eran manuscritos. Manuel A. Fuentes anotaba, en 1857, entre los 30 mil volúmenes de entonces, la Biblia Complutense del Cardenal Cisneros, la Políglota de Amberes, una edición de Platón de 1491, los Comentarios de Persio en edición de 1492, el mismo año del descubrimiento del Nuevo Mundo, el Misal Muzárabe de Toledo de 1500 y otros incunables. Entre los manuscritos, las “memorias” de varios Virreyes, el registro autógrafo de las órdenes del Ejército Libertador de marzo de 1823 a setiembre de 1824, “vocabularios” de Conivos y Panos y otros documentos.

Sin embargo, toda esa riqueza bibliográfica se perdió, como sabemos, en el contexto de la ocupación chilena durante la Guerra del Pacífico. El tradicionalista Ricardo Palma inició la reconstrucción de la Biblioteca Nacional luego del saqueo. Esta fue sede de la caballería invasora, usándose sus estantes como improvisados comederos, y parte de su cuantiosa colección fue embarcada a Chile y repartida entre diversas instituciones, como la Biblioteca Nacional de Santiago. Por ello, Palma inició la penosa y lenta tarea de reabrir nuestra principal biblioteca. Pidió donaciones de libros y revistas del exterior así como aportes valiosos de coleccionistas particulares.

Pero todo el esfuerzo de Palma (y de su sucesor, Manuel González Prada) quedó convertido en cenizas y lodo luego del terrible incendio del 11 de mayo de 1943. De esta forma, la mayor colección bibliográfica y documental, reunida y protegida con tanto sacrificio, que sumaba unos 200 mil volúmenes, se había perdido. El reto de la reconstrucción fue asumido por el historiador Jorge Basadre. No faltaron los escépticos. Fueron muchos los intelectuales que dijeron y repitieron que el patrimonio cultural del país había quedado hecho cenizas para siempre.

En un famoso artículo, Pasión y muerte de la Biblioteca Nacional de Lima, el maestro Raúl Porras Barrenechea, escribió lo siguiente: “No es un episodio corriente en la historia de los pueblos civilizados la destrucción absurda y total de una Biblioteca. Los casos son raros y distanciados en siglos por excepcionales circunstancias de violencia y de lucha. Se recuerda generalmente la destrucción de la biblioteca de Alejandría por Omar en 640 y el incendio de la Universidad de Lovaina cuando la invasión de Bélgica en 1914. Cuando la guerra civil española reñía la batalla por la procesión de Madrid, todos los espíritus cultos de Europa tenían suspenso el ánimo por la posible destrucción de los tesoros artísticos y bibliográficos de la capital de España. Raymond Recouly, es un bello artículo periodístico publicado en París reclamaba piedad para los Grecos y los Tizianos, para los Goyas y Velásquez y una bandera blanca sobre los muros gloriosos del Museo del Prado. Justo es decir, en homenaje a la cultura de España, de ambos bandos, que ni un solo libro de las bibliotecas madrileñas, se perdió en el formidable trastorno de la guerra civil. Sin guerra y sin bombardeos, en la ridícula emergencia de un domingo criollo y la complicidad penosa de un portero senil y de una deplorable organización burocrática, el Perú acaba de perder el más espléndido patrimonio cultural de la América del Sur. Todo el pasado histórico avaramente depositado por varias generaciones desde San Martín a Vigil y de Palma a González Prada, ha sido reducido a cenizas en unas cuantas horas funestas. No ha habido piedad, ni precaución alguna para resguardar las viejas gramáticas y vocabularios quechuas de Holguines y de Torres Rubios, lujo de los catálogos europeos más preciados, los cronicones de Calancha y de Córdova y Salinas, los Garcilasos y los Herreras, los poemas de Ojeda y de Peralta y ni siquiera los partes y proclamas de nuestra independencia y los manifiestos y periódicos de nuestros caudillos republicanos!”

Pero Basadre, luego de cuatro años de titánica labor, demostró que ese tesoro era en buena parte recuperable a través de búsquedas en Lima, en provincias y en el extranjero. Así se formó la nueva colección en base a compras, canjes y donativos y, en un lapso de relativamente corto, se llegó a tener la base de una aceptable documentación peruana antigua y moderna. Para complementar esta labor y preparar rápidamente al personal técnico se creó la Escuela de Bibliotecarios, verdadera base de la nueva estructura de la Biblioteca Nacional, cuyo flamante local, inaugurado en 1947, fue declarado Monumento Histórico.
Durante la gestión del recordado librero Juan Mejía Baca, en 1986, se consiguió un terreno en San Borja para que la BN tuviera un nuevo local que albergue los tesoros bibliográficos de la institución, pues el local de la avenida Abancay resultaba insuficiente para atender a una población que crecía cada vez más. Los fondos para su construcción debían obtenerse de un tercio de la del impuesto de salida al exterior, según lo estableció un decreto de 1989, que quedó sin efecto en 1992.

Con la participación del Colegio de Arquitectos, en 1994, se convocó al Concurso Público de proyectos para el nuevo local. El ganador fue la propuesta de los arquitectos Guillermo Claux Alfaro, Francisco Vella Zardín, Walter Morales Llanos y Augusta Estremadoyro de Vella; ese año también se otorga la licencia municipal de construcción, que se llevó a cabo en dos etapas. La primera se inició en enero de 1996 y se paralizó en marzo de 1997 por falta de financiamiento. La segunda se inició siete años después, en marzo de 2004, durante la gestión del doctor Sinesio López, quien inició la campaña nacional “Un nuevo sol para la Biblioteca Nacional del Perú” con el fin de sensibilizar a la población en favor del proyecto. Luego se superar una serie de contratiempos, el nuevo local de la BN, uno de los más modernos de América Latina, fue inaugurado el 27 de marzo de 2006.

Tiene 20 mil metros cuadrados, Sus depósitos, con capacidad para albergar poco más de 5 millones de volúmenes, están climatizados para la conservación de las obras. Tiene, además, 12 salas de lectura con capacidad para 554 usuarios, un auditorio para 533 espectadores, sala de exposiciones, cafetería, un anfiteatro al aire libre para 700 personas, mobiliario especial, casilleros personales y computadoras con conexión a Internet para el uso del público. El local de la avenida Abancay quedó como Biblioteca Publica de Lima, y toda la colección de libros antiguos, documentos históricos, periódicos, revistas académicas, fotografías antiguas se trasladaron al local de San Borja.

La última remesa importante que recibió la BN ocurrió en 2007. Después de una serie de gestiones de la Cancillería y la propia BN, el gobierno chileno decidió devolver 3 mil 788 libros que salieron del país durante la Guerra del Pacífico. Los libros fueron identificados claramente por la existencia en ellos del sello de la antigua Biblioteca de Lima, que consistía en un Timbre con el Escudo del Perú y la leyenda “Biblioteca de Lima”. Se encontraban en la Biblioteca Nacional de Chile y en la Biblioteca Santiago Severín de Valparaíso, y vinieron en 238 cajas. En febrero de 2011, lamentablemente, la BN tuvo que suspender la atención al público para realizar un inventario, debido a la escandalosa pérdida de algunas de sus joyas bibliográficas.
Sigue leyendo

Notas sobre Lima, los automóviles y el automovilismo

20130116-carros.jpg
Automóviles en el Parque Universitario en los años 20 (Fuente: Lima la Única)

El primer automóvil que circuló en el Perú no vino a Lima sino llegó a Huaráz en 1901, y lo trajo desde Europa, en cajas para ser armado, el minero Adolfo Wertheman. Era un Gardner Serpollet a vapor, de cinco caballos de fuerza, que tuvo un notable desempeño al circular a más de 4 mil metros de altitud, sin duda un récord mundial.

En 1903 paseó por Lima el primer automóvil. Fue un Locomobile a vapor, de cuatro cilindros, importado por Ricardo L. Florez. El primer auto a gasolina llegó en 1904; fue un Richard Brassier de 2 cilindros, sin bujías, tipo “toneau”, también de Florez, dueño también de un auto Edison, eléctrico con baterías. Ese mismo año se importaron carros de las marcas Dion Bouton, Fiat y Serpollet, casi todos de origen europeo, para distintos dueños en Lima. En 1905, llegó el primer auto norteamericano marca Reo, traído por los hermanos Abraham y Miguel Elguera, quienes se convirtieron en los primeros comerciantes de venta de autos en Lima. Gracias a la iniciativa de ambos se organizó la primera exhibición automovilística en Lima: consistió en un desfile por el Paseo Colón de los 8 ó 10 autos que había en aquel año.

Un hecho sin precedentes ocurrió en 1907 cuando 25 autos y una moto, casi todos los que existían en Lima por esos años, realizaron un “rally” desde el Paseo Colón hasta el balneario de La Punta. Así informó el diario El Comercio: “Entre los propietarios de automóviles y aficionados a ese sport, existe gran entusiasmo por concurrir a la reunión del próximo domingo 5 de mayo, en el Paseo Colón. Prepárense, para ese día, casi todos los equipos existentes en la capital. Entre los aficionados, concurrirán los siguientes: señora de Larré; señores doctores Ricardo L. Flores, Enrique León García; Magella, Alberto Grieve, Abraham Elguera, Maize, Emilio Godoy, César Bentín, Francisco Graña, Eduardo Ortiz de Villate, Pehovaz, Ernesto Zapata, Ernesto Devéscovi, Ciurlizza; Julio Castillo, Octavio Espinoza y G; Mac Limon, Schilmer (automóvil de vapor), Gerbollini, Tomás Miro Quesada, etc. Los equipos de estos caballeros registran estas marcas Richard Brassier, Mitchell, Winton y Ford (4 cilindros); Reo, Pepe (2 cilindros horizontales, los correspondientes a la primera firma y verticales los de la segunda); Oldsmobile, Reo Peagot (monocilíndricos). Casi todos estos autos son del tipo touring car, para cinco personas, pero no escasean los runabout, modelo que se ha de generalizar mucho en Lima, por su elegancia, comodidad y ligereza. Terminado el paseo al Callao, los devotos del carburador se dirigirán nuevamente al paseo Colón, improvisándose, así, corso digno de verse. Hoy o mañana circularán entre los automovilistas, las esquelas referentes a la ya definitiva organización del “Automobile Club” (1 de mayo de 1907). Con este rally quedó organizado el Automobile Club, cuya junta directiva se eligió, según El Comercio, a mediados de la siguiente semana. El segundo gran rally, cubrió la ruta de Lima a Ancón.

Un auto fabricado en Lima.- El primer ingeniero peruano que se especializó en el ramo del automovilismo fue Juan Alberto Grieve Becerra (Lima, 1878-1950), quien instaló un taller de mecánica y, en un hecho histórico, en diciembre de 1908, diseñó, construyó y patentó el primer auto en el Perú; el modelo llevó su nombre y se hizo famoso por sus buenos resultados.

El ingeniero Grieve culminó sus estudios escolares en el colegio Guadalupe y luego pasó a la Escuela Nacional de Ingenieros donde obtuvo el título de Ingeniero Civil y de Minas (1898). Fabricó fonógrafos eléctricos de tipo Edison, dínamos de 5 kilovatios y los primeros motores de explosión (monocilíndricos) para uso industrial. Su mayor proeza, sin embargo, fue fabricar el primer automóvil peruano y quizá sudamericano. También fabricó motores de 1 y 4 cilindros, semejantes a los que usaba en automóvil de su invención, para la propulsión de bombas centrífugas y lanchas; motores de 4 cilindros de mayor potencia para rehabilitar camiones Daimler (1916) y el primer motor Diesel construido y diseñado en Sudamérica (1928), usado durante más de 20 años y hoy conservado en el Laboratorio de Máquinas de la UNI.

La ley.- Un dato importante, fue que en 1903 se exoneró de derechos de aduana a los automóviles (junto a las máquinas de escribir). La iniciativa de declara libres de derechos de importación a los autos fue presentada por los diputados Antonio Miro Quesada y Carlos Porras el 3 de septiembre de aquel año; tras un intenso debate (algunos congresistas insistieron que no favorecía los “intereses generales”), la ley fue aprobada el 11 de octubre.

La llegada de los primeros automóviles a Lima coincidió con una serie de progresos que tuvo la ciudad por aquellos años. Para empezar, un censo levantado en 1908 arrojó una población de 140 mil habitantes. De otro lado, una novedad fue la inauguración del transporte eléctrico (tranvía) entre Lima-Callao y Lima-Chorrillos. Una serie de nuevas residencias, con estilo europeo o afrancesado se imponía en la ciudad, como en el trayecto del Paseo Colón hasta la recién inaugurada Plaza Bolognesi. Otro hecho facilitó la circulación de automóviles: la pavimentación de calles con asfalto comprimido en forma de adoquines (antes había tucos de madera de poca duración) y los tradicionales de piedra. También se abrían (o se ampliaban) nuevas avenidas como Grau, la Magdalena (hoy Brasil) y la futura Alfonso Ugarte. Todo esto sin contar la difusión del cinematógrafo y los primeros vuelos de aeroplano. Los limeños debían adaptarse a este “progreso”: la vida se tornó más “rápida”, cambia la noción del espacio y hasta la ropa (especialmente la de las mujeres) tuvo que ir simplificándose para, por ejemplo, subir al tranvía o al automóvil.

La importación cada vez mayor de automóviles permitió la realización de algunas “proezas”:

1. En julio de 1914 Carlos Olavegoya Kruger batió el récord automovilístico de altura, alcanzando el punto más alto de la línea del Ferrocarril Central; usó el terraplén de la línea férrea. Esto fue la prueba de que el automóvil era un medio eficaz en los complicados caminos del país. Los diarios informaron sobre la “hazaña” de Olavegoya.
2. En abril de 1917 Octavio Espinoza ascendió la cumbre del cerro San Cristóbal en un Sperber, estableciendo un récord de 7 minutos; antes de este viaje, Carlos Olavegoya había ascendisdo al Morro Solar.
3. En junio 1918, a bordo de un camión-ómnibus marca Reo de 6 cilindros y 45 caballos de fuerza, Lawrence H. Garner emprendió el camino Lima-Chosica. El objetivo de Garner era evitar tocar el terraplén de la línea férrea, camino acostumbrado para llegar en auto a la sierra. El viaje duró 10 horas y fue la hazaña automovilística más notable de ese año.

Alejándonos un poco de los autos, como parte de las medidas de salubridad que se adoptaron en Lima antes de 1920, en 1917 la Municipalidad de Lima compró en Estados Unidos el primer camión para la baja policía o recojo de basura. Fue un Moreland de 2 toneladas y media de capacidad, que recogía la basura del Mercado Central.

Los años 20 y el triunfo del automóvil.- Ya sabemos que el régimen de Leguía introdujo, al menos en Lima, el estilo de vida norteamericano, tanto en la concepción urbanística de la ciudad como en el uso del automóvil. El escenario era propicio. Como sabemos, el Oncenio abrió nuevas avenidas (Leguía, Progreso, La Unión; hoy Arequipa, Venezuela y Argentina, respectivamente), amplió y remodeló otras (Wilson, Brasil, Alfonso Ugarte, Costanera) e inicia el masivo asfaltado de pistas y veredas. Además, empujó a las clases medias y altas a mudarse a los nuevos suburbios y balnearios del sur (Santa Beatriz, San Isidro, Miraflores, Barranco y Chorrillos) y convertir, poco a poco, al Centro de Lima como lugar de trabajo y estudio. Para esto no solo era indispensable el tranvía sino el uso del automóvil para realizar viajes o traslados. Las nuevas residencias mesocráticas, tipo chalet norteamericano, debían tener el clásico garage para guardar el auto.

En los años 20 se impusieron los modelos cerrados en vez de los abiertos que hasta entonces habían predominado. Mejoraron en presentación y los colores fueron más variados y atractivos. También aumentaron los accidentes de tránsito. En realidad, desde la llegada de los primeros automóviles ocurrieron los percances. Además, los llamados a la seguridad y las quejas por los ruidos ensordecedores de las máquinas y el olor que los motores desprendían no se hicieron esperar. Los limeños pedían, antes de que el número de automóviles aumentara, que se reglamentara la circulación y la seguridad de los peatones. En realidad, poco es lo que se pudo hacer, solo establecer la policía de tránsito en el centro de la ciudad y una ingeniosa iniciativa del Club Rotario que erigió, en 1927, en la avenida Progreso (Venezuela), casi en el límite con el Callao, un automóvil destrozado con la inscripción “Despacio se va lejos”. Finalmente, también empezó el auto para ser usado en trayectos fuera de la capital y aparecieron las primeras empresas de transporte terrestre.

Según Jorge Basadre, “En 1930 se viajaba en automóvil desde Lima a Pisco e Ica en un día, a Chincha en la mitad de ese tiempo, a Cañete en pocas horas, a Huacho en cinco horas y a Canta en tres. La mayoría de las carreteras, sin embargo, aunque permitía el tráfico que por ella se realizaba, dejaba mucho que desear. Con todo, las compañías de vapores perdieron importancia con relación a los viajes cortos en la zona aledaña a la capital. Surgieron algunas agencias para el transporte terrestre entre Lima y pisco por el sur y Trujillo por el norte. Entre ellas estuvieron: la Agencia Ñopo, la primera que organizó el servicio a Trujillo en junio de 1929, con no pocas dificultades; la Estación El Sol de Rafael E. Salardi; la Empresa Bernales; la empresa América de Augusto Balbi de Amézaga que abrió la ruta hasta Huaraz e intermedios por la costa hasta Casma; la Empresa Mendoza notable por su servicio diario entre Lima e Ica e intermedios”.

De otro lado, durante el Oncenio se realizaron algunas competencias o aventuras automovilísticas, todas organizadas por el Touring y Automóvil Club del Perú, fundado en 1924 con el propósito de fomentar la práctica automovilística y promocionar las rutas del país:

a. Raid automovilístico Lomas-Lima (octubre de 1924).- “En la mañana de ayer partieron los automovilistas que deben realizar el raid Lomas-Lima organizado por el Touring Club Peruano para el 12 de octubre. A las 12 m. se dieron cita en la Plaza de Armas los carros que deben tomar parte en dicha carrera… Antes de la partida, el doctor Edmundo Marino Tabusso dio la despedida a los corredores en elocuentes palabras; y luego de ser revisados los carros por el presidente de la comisión de automóviles, señor Andrés F. Dasso, se inició el desfile entre los aplausos de numeroso público que atraído por el interés que ha despertado este raid, se había congregado en la plaza principal y en el Jirón de la Unión” (El Comercio, 6 de octubre de 1924). La carrera duró 14 horas y media de Lomas a Lima y fue ganado por la pareja de pilotos Augusto Dasso y Roberto Boza en un carro Studebaker (por si acaso, Lomas es Chorrillos; los autos partieron desde la explanada de la Escuela Militar de Chorrillos).
b. Raid automovilístico Lima-Barranca-Lima (febrero de 1925).- Fue organizado por el “Touring Club Peruano” y siguió la ruta del tren a Huacho, tanto de ida como de regreso. Pasaron por Ancón, la casa-hacienda Pasamayo, las Lomas de Lachay, Huacho hasta Barranca. No fue precisamente una carrera. Los pilotos José Bolívar, Absalón Foy, Carlos Martínez y Víctor Arrunátegui se subieron a un Hudson para “verificar” el recorrido entre Lima-Barranca-Lima.
c. Raid automovilístico entre Lima y Piura (febrero de 1925).- También fue un viaje de “reconocimiento” de la ruta, es decir, para demostrar que era posible viajar en auto hasta el norte del país. Salieron de Lima José Bolívar, que piloteaba un Hudson de 5 asientos modelo “Speedstar”, el mecánico A. Vega y los excursionistas Absalón Foy y Rafael Cambana. En todo momento, el personal del Touring se comunicó con los pilotos vía telegráfica: “El señor Dibós ha estado comunicándose telegráficamente con los automovilistas, quienes informan haber tenido que luchar mucho para poder atravesar los ríos que han encontrado a su paso, los que presentan mayor dificultad por encontrarse actualmente muy cargados con las lluvias de la sierra” (El Comercio, 6 de febrero de 1925). El viaje duró casi 19 días.
d. Raid automovilístico Lima-Arequipa (febrero de 1925).- También fue un viaje de “reconocimiento”, esta vez realizado por Carlos Sutter y Luis Fernández al volante de un Dodge: “El viaje ha sido largo, lleno de contratiempos y bastante penoso, pero todo se ha hecho soportable, todo lo han dominado los esforzados pilotos del Dodge que guiados de un entusiasmo encomiástico y patriótico han dado cumplido éxito al raid que nos ocupa. Los señores Sutter y Fernández han demostrado indiscutiblemente que todos los pueblos que se encuentran al sur de la capital hasta la ciudad del Misti pueden ser viables en automóvil” (El Comercio, 11 de febrero de 1925).
e. Gran Premio Automovilístico 1925.- Organizado por el Touring premiando al piloto que con su carro haga, en el menor tiempo posible, el recorrido Lima-Lomas-Ica-Lima en dos etapas para el sábado 24 y domingo 25 de octubre de 1925. Participaron 13 autos y el ganador fue un Hudson piloteado por el conocido aviador Elmer Faucett.
f. Gran Premio Automovilístico de 1926.- Se realizó en el “Circuito de Pachacamac” el domingo 14 de noviembre de 1926 y fue ganado nuevamente por el aviador Elmer Faucett quien, junto con Armando Fabri, piloteó esta vez un Chrysler. En realidad, fue una carrera Lima-Pachacamac-Lima, participaron 5 autos y el presidente Leguía estuvo en la línea de partida: A las 2 horas 54 minutos y 45 segundos de iniciada la competencia, Faucett cruzaba la meta victoriosamente, provocando una ruidosa manifestación de júbilo entre los espectadores. Los aplausos atronaron el aire y los claxons de los automóviles saludaron el triunfo de Elmer Faucett. Pretendió el público invadir la pista para rodear a los vencedores Faucett y Fabri, pero la policía que estaba bien colocada se interpuso y contuvo el intento de las gentes” (El Comercio, 15 de noviembre de 1926).
g. Raid de Huancayo a Lima (noviembre de 1927).- Fue realizado por los señores Enrique Martínez, Alejandro Chávez, José Basurto y Pedro Ugarte a bordo de un Dodge, acompañados por un ayudante, dos lampas, dos picos, un tecle, un poco de soga y una buena cantidad de “provisiones” para el carro y sus pasajeros.

LA AFICIÓN POR LAS CARRERAS DE AUTOS.- El culto al automovilismo deportivo apareció casi con la llegada de los primeros coches a motor, como aquel rally entre Lima y La Punta en 1907. Sin embargo, entre las dos grandes vertientes, la de ruta y la de circuito, debemos citar tres por su importancia a lo largo de la historia del automovilismo peruano. Entre las primeras tenemos el “Premio Presidente de la República”, que se corrió desde 1939 (todos los 1 de mayo) y el “Gran Premio Nacional de Carretera Caminos del Inca”, que se corre desde 1966; entre las segundas, sin duda la más emblemática fue “Las Seis Horas Peruanas”, que se realizó desde 1964 en el circuito callejero del Campo de Marte, ante la ausencia de un autódromo capitalino.

El “Premio Presidente de la República”.- Su primera versión data del 1 de mayo de 1939, y la organizó el Touring Club Peruano a petición del entonces presidente, el general Óscar R. Benavides. Cuentan que el propósito de Benavides era “tranquilizar” a las clases trabajadoras, obreras y campesinas, como en Estados Unidos y frenar la protesta social. Por lo tanto, había que “distraerlos”, que no se amotinen y hagan públicos sus reclamos. Se buscó un piloto “cholo”, para que se identifique con el pueblo y se llamó a Julio Huasasquiche quien, demostrando su calidad al volante, se convirtió en uno de los más destacados pilotos peruanos de su época.

Cuando en 1948 se funda el “Automóvil Club Peruano”, esta carrera se convierte en la más destacada de su género. Sin embargo, ese año no se organizó la carrera del 1de mayo porque la fundación del Club fue en octubre. En 1950 el ACP lo preside Pedro de las Casas y el encargado de la Comisión de Carreras era Alfonso Bryce. Ese año se organizó el “Premio Presidente de la República Gral. Manuel A. Odria”, que se corrió en dos etapas: Lima-Chiclayo idea y vuelta; el mismo recorrido se hizo al año siguiente. Por esos años, los pilotos más destacados eran Luis Seminario, Carlos Ginocchio, Otto Soegger, Luis Jochamowitz, Luis y Juno Manarelli, Armando Montes, Kurt Machicao, Lorgio Caceda, José Palacios Pedro, Lizardo de las Casas, Alberto Alvarado, David Olano, Alberto Cilloniz, Guillermo Piccone, Roman Balta, Arnaldo Alvarado, Godofredo Manrique y Luis Salvi. Algunos de estos pilotos, siguiendo la tradición del automovilismo, hicieron participar a sus hijos o familiares.

Cabe destacar que el “Premio Presidente de la República” tuvo varias rutas. En algunas temporadas más al norte y terminaba en Piura; en otras versiones llegó hasta Trujillo, siempre ida y vuelta, por la Carretera Panamericana inaugurada, precisamente, por el gobierno de Benavides en 1937. El trayecto por “Pasamayo” se convirtió en uno de los más arriesgados y en el que se notaba la pericia de los pilotos.

Los Caminos del Inca.- El premio “Caminos del Inca” es la competencia de automovilismo más importante dentro de nuestro país y se disputa, durante una semana, desde 1966. Técnicamente, no es un rally sino una carrera de ciudad en ciudad sin detenerse. Está dividida en varias etapas de distinto recorrido y duración, y es organizada por el Automóvil Club Peruano (ACP). Cuando se fundó el ACP, en 1942, sus miembros intentaron crear una competencia que recorriera diversas ciudades de la sierra y costa del Perú, además de satisfacer las expectativas de los pilotos y de los aficionados al automovilismo.

Hubo que esperar hasta 1965 cuando Román “Nicky” Alzamora, director del ACP, diseñó una ruta que unía las ciudades de Lima, Huancayo, Ayacucho, Cusco, Juliaca, Puno, Tacna y Arequipa. El proyecto fue presentado al presidente del ACP, el ingeniero Eduardo “Chachi” Dibós Chappuis, quien inicialmente descartó la propuesta, pues en esos años se realizaba con éxito en el Circuito de Atocongo el “Gran Premio Republica del Perú”, al que asistían muchos pilotos extranjeros . Cuando al fin se aceptó la idea, se formó una comisión integrada por Román Alzamora, Emilio Bellido y Pedro Roca, quienes trazaron una ruta que seguía los viejos caminos incaicos, recorridos por los míticos chasquis del Tawantinsuyo. En julio de 1966 se hizo el “reconocimiento” del trayecto y se preparó la primera “hoja de ruta”, preparada por Emilio Bellido, quien descartó el tramo Puno-Tacna, pues no existían las condiciones adecuadas para una carrera de este tipo. Bellido presentó su informe final, que fue aprobado por la Junta Directiva del ACP y que acordó la realización del Gran Premio en 1966 por la ruta definitiva: Lima-Huancayo-Ayacucho-Cuzco-Arequipa-Lima: 2.695 kilómetros de recorrido.

Desde sus inicios, el premio “Caminos del Inca” demostró ser una competencia capaz de satisfacer al más exigente piloto por lo que, en 1971, fue incluido en el calendario internacional de la Federación Internacional del Automóvil (FIA). Lamentablemente, en los años 1974 y 1975, el gobierno militar de entonces prohibió las carreras por ahorro de combustible. Luego, los años 1982, 1983 y 1984 con motivo de la guerra subversiva de Sendero Luminoso, las autoridades recomendaron no ir por la zona de Ayacucho y se tuvo que variar la ruta o recorrido original. Los años que no se corrió la ruta original, se hizo una carrera a la Selva, otra a Bolivia y una Lima- Cuzco por la vía Nazca–Abancay, siguiendo por Cuzco-Arequipa y Arequipa-Lima.

El premio “Las Seis Horas Peruanas”.- El 24 de mayo de 1964 en el circuito del Campo de Marte (Jesús María) se realizó por primera vez esta clásica prueba, con el triunfo de la pareja integrada por Kike Pérez y Percy Fox, a bordo de un Volvo 1800; (modelo popularizado por la serie de televisión “El Santo”). Al año siguiente, Eduardo “Chachi” Dibós y Emilio Fort, en un Ferrari 3000, ganaron la segunda versión del premio capitalino. El “circuito” tenía 3 kilómetros de recorrido: la Avenida de la Peruanidad, la angosta calle Nazca, la Avenida Salaverry (frente a la Nunciatura) hasta el monumento a Jorge Chávez; en los años siguientes, se prolongó, pero siempre fue su recta principal la Avenida de la Peruanidad.

La partida de la prueba se hacía tipo “Le Mans”: los pilotos, situados en una línea frente a sus autos, debían correr para abordarlos, encenderlos y lanzarse hacia la victoria. La primera carrera se inició a las 10:20 de la mañana en el marco de un día nublado, con una fina garúa, congregando, según los recortes periodísticos, a unos veinte mil aficionados. Las vestimentas de los pilotos eran el otro atractivo: camisas, camisetas sin manga, guantes, gafas sujetas con elásticos, cascos tipo “bacines” con orejeras para el ruido y cualquier pantalón. No había trajes antiflama ni nada parecido. Los mecánicos y auxiliares en los “boxes” vestían sus clásicos trajes de trabajo, los “overoles”.

La mayoría de autos eran de la marca Volvo (los modelos “Amazon” 121 y 122, y PV 444 y 544, además del P1800 de los ganadores); también hubo otros coches europeos, entre los que destacaba un Jaguar E Type Coupé de Pitty Block, que no terminó por fallas mecánicas. En la prueba también corrió Eduardo “Chachi” Dibós a bordo de un diminuto Austin Cooper. La presencia de dos volantes extranjeros realzaron la competencia: el ecuatoriano Luis Larrea y el veterano as chileno Bartolomé Ortíz (ambos en Volvos Amazons).

En esta primera versión del premio un serio percance aconteció en una de las vueltas al circuito cuando el volante limeño José Mazzini (quien compartía la conducción de un MG A con Manuel Yzaga) perdió su mano izquierda al estrellar su coche deportivo contra un poste de alumbrado. El desgraciado suceso sumió al piloto en una terrible depresión, que terminó con su vida, por propia decisión, 3 años más tarde. El coche forma actualmente parte de la colección de autos de Jorge Nicolini en La Molina. De otro lado, otro lamentable hecho hizo que la cobertura periodística de esta primera carrera fuera mínima: coincidió con la tragedia del Estadio Nacional.

Un dato anecdótico es que, al poco tiempo de correrse la prueba, apareció en Lima un juego de mesa con dados y ruleta, tablero y carritos llamado “Las Seis Horas Peruanas, Circuito Campo de Marte”, en el que los competidores eran Miguel Navarro, Chachi Dibós, Eduardo Rodrigo, Pitty Block, Guillermo Arteaga y Pepo Manucci.

En estos años surgen dos pilotos, uno ya fallecido y añorado, que fuera alcalde de Lima, Eduardo “Chachi” Dibós Chappuis, y el popular Kike Pérez, conductor del programa más antiguo de la televisión peruana, justamente dedicado al automovilismo, que ya lleva más de 30 años en el aire.

“Chachi” Dibós manejó un Ferrari de 1961 a 1965; con este coche participó en varias competencias, como un “Daytona” en 1964 y en las “Seis Horas Peruanas” al año siguiente, en la que fue ganador haciendo pareja con Emilio Fort. También alternó en varias oportunidades con “Pitty” Block en un Porsche, con el que compitieron en Ecuador, Costa Rica y Panamá. Como impulsor del automovilismo, invitó, en 1958, al piloto norteamericano Jim Ratman a competir en el circuito de Atocongo. Como Alcalde de Lima (1970-1973), tuvo el objetivo de modernizar la ciudad para celebrar el Sesquicentenario de la Independencia: se propuso hacer un circuito de amplias avenidas en el centro histórico de Lima, como la avenida de la Emancipación (ampliando la estrecha calle Arequipa y tumbando la casa Beltrán), y los jirones Lampa y Camaná. También inauguró la “Portada China” donada por la colonia china, el 12 de noviembre de 1971, en la calle Capón. Finalmente, dio impulso a la construcción del circuito de playas de la Costa Verde (cuyo “ideólogo” fue al arquitecto y alcalde de Miraflores Ernesto Aramburú Menchaca). Falleció de un ataque cardiaco el 15 de octubre de 1973

Kike Pérez, por su lado, fue el ganador de la primera versión del premio “las Seis Horas Peruanas” junto a Percy Fox. En realidad, su participación en competencias automovilísticas comenzó en 1962, en un circuito de Piura, al volante de un MGA. Como corredor de autos, participó varias veces en “Caminos del Inca” y viajaba constantemente a ver las fechas del campeonato mundial de Fórmula 1 cuando se realizaba en Brasil o Argentina; allí se hizo amigo de Emerson Fitipaldi, Nelson Piquet y Mario Andretti. En 1980 América TV compró los derechos de la Fórmula 1 y le ofrecieron narrar las carreras y viajar a los mismos circuitos. Así nació AUTO 80, que ahora se transmite por CMD canal 3. En 1986 corrió el París-Dakar con Nicanor González (uno de los dueños de América TV), año en que el peruano Coco Corbetto llegó segundo en la general. Como productor, en 1990 organizó el Miraflores Grand Prix con la Fórmula 3 Peruana y en 2001 hizo el campeonato Súper Prime de La Herradura (no mencionamos su afición al boxeo ni su programa El rincón del box).

Sigue leyendo

Nuevo libro: ‘De la Patria a la Nación: historiografía peruana desde Garcilaso hasta la era del guano’

20121205-portada_quiroz.jpg

AUTOR: Francisco Quiróz Chueca
TÍTULO: De la Patria a la Nación: historiografía peruana desde Garcilaso hasta la era del guano
Lima: Fondo Editorial de la Asamblea Nacional de Rectores, 2012

CONTENIDO

Introducción
1. Patria, nación y modernidad
2. Historiografía, intereses y legitimación
3. Los paradigmas historiográficos

Capítulo I. Garcilaso y Peralta: dos visiones históricas de una misma patria
1. Antecedentes
2. Gacilaso y la historia indígena y española del Perú
3. El patriotismo criollo del s. XVII
4. Peralta y la historia criollo-hispanista del Perú

Capítulo II. De Garcilaso y Peralta a la independencia
1. Tras las huellas de Garcilaso y Peralta
2. La historia criolla en conflicto
3. El fin de una historia
4. Una historia en apoyo de la independencia

Capítulo III. La historiografía nacionalista criolla republicana
1. Primeras historias republicanas
2. Entre godos y criollos
3. Criollismo republcano
4. Sebastián Lorente y la historia integradora
5. La historia criolla de Mariano Felipe Paz Soldán
6. La Revista peruana

Recapitulación
Sigue leyendo

Nuevo libro: ‘La economía pública en el Perú después del guano y el salitre’

20121121-carlos2.jpg
20121121-carlos.jpg

¿De qué debe vivir el gobierno de una república? ¿De las materias primas de su territorio? ¿De una parte de las ganancias que el sector privado explota y traspasa al gobierno? Estas son algunas de las preguntas que los peruanos debieron confrontar luego de la Independencia, e incluso, desde el inicio de la guerra con Chile, en 1879, cuando súbitamente perdieron el guano del que habían vivido por treinta años, y el salitre, del que esperaban vivir otros tantos.

El libro “La economía pública en el Perú después del guano y del salitre. Crisis fiscal y élites económicas durante su primer siglo independiente”, del historiador Carlos Contreras, presenta los conflictos que se desataron en el país a raíz del reparto del costo de la derrota de la guerra del salitre, así como del nuevo arreglo fiscal que hizo posible la “reconstrucción nacional” y el éxito económico de la “república aristocrática”.

La publicación se presenta este jueves 22 de noviembre, a las 7:00 p.m., en nuestra sede principal, ubicada en Horacio Urteaga 694, Jesús María. Los comentarios estarán a cargo de Catalina Vizcarra, economista de la Universidad de Vermont (EE.UU); Fernando Armas Asín, historiador y docente de la Universidad de Lima y Luis Ponce, profesor principal de la Universidad Nacional Federico Villarreal. El ingreso es libre.

Sobre el autor

Carlos Contreras Carranza es historiador. Nació en Lima, donde trabaja como profesor en el Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es doctorado de El Colegio de México y realizó estudios en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y en la PUCP. Otro de sus lugares de formación fue el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), donde trabajó como investigador durante los años ochenta y noventa, y del que sigue siendo miembro e investigador principal. Es autor de varios trabajos sobre la historia del Perú entre los siglos XVIII y XX, entre los que resaltan Historia del Perú contemporáneo (en coautoría con Marcos Cueto), El aprendizaje del capitalismo y Compendio de Historia Económica del Perú (Fuente: IEP).
Sigue leyendo

Nuevo libro ‘Miradas al Perú histórico: notas sobre el pasado peruano’

20121120-conchja.jpg

Autor: Rafel Sánchez-Concha Barrios
Título: Miradas al Perú Histórico: Notas sobre el pasado peruano
Lima: Editorial San Marcos, 2012, 350 p.
ISBN: 978-612-302-884-8

CONTENIDO
Prólogo
A guisa de presentación

I. ELMUNDO PREHISPÁNICO
-La Organización Inca
-Pachacútec: el fundador del Imperio Incaico

II. LA ÉPOCA DEL DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA DEL PERÚ
-Sobre América y su nombre
-La Conquista, la Espada y la Cruz
-Los conquistadores: caballeros del Nuevo Mundo
-Las entradas en el proceso de la Conquista del Perú
-Los conquistadores montañeses en el reino del Perú
-El conquistador Jerónimo de Aliaga y su casa: un solar del Virreinato a la República

III. EL MUNDO VIRREINAL
-Los letrados en el temprano Virreinato del Perú
-Cristóbal Vaca de Castro: un letrado de dos mundos
-Hernando de Santillán y su Relación
-La devoción a la Cruz en el Perú de la Conquista y el Virreinato
-Más de cuatro siglos de Historia: la Archicofradía de la Vera Cruz
-Dos jesuitas criollos y un sermón
-La devoción a la Eucaristía en el Virreinato del Perú
-Acerca de las monjas en el Virreinato
-La celebración navideña en el Virreinato peruano
-Athanasuis Kircher: los caminos del saber erudito
-El doctor José Fausto Gallegos, canónigo de la Catedral limense y custodio de las capuchinas de Jesús, María y José
-Un grupo migratorio singular en el Perú dieciochesco
-El Virrey italiano del Perú: Carmine Nicolás Caracciolo, Príncipe de Santo Buono
-Los trajines del virrey Antonio José de Mendoza Caamaño y Sotomayor
-El itinerario de un Virrey irlandés: Ambrosio O’Higgins

IV. EL PERÜ INDEPENDENTISTA Y REPUBLICANO
-La Universidad de San Marcos y la Independencia
-La Independencia, la Monarquía y la República
-Ideologías del Perú republicano del siglo XIX
-El infatigable empresario Manuel de Argumaniz (1808-1878)
-Mariano Felipe Paz Soldán y el sistema carcelario del siglo XIX
-El coronel Bolognesi en su contexto ideológico
-Veinte cartas en torno a la Campaña de la Breña
-Ernesto de La Combe y la educación geográfica del Perú
-Samanez Ocampo: el caudillo del sur
-Ricardo Pérez Palma: el precursor de la historiografía antropológica en el Perú
-Vargas Ugarte en la Pontificia Universidad Católica del Perú
-La transición española y el Perú
-La historia del Derecho en el Perú: perspectivas de medio siglo (1950-1993)

“Además de eruditas calas en la historia institucional del XVI al XIX, estos ensayos, que Rafael Sánchez-Concha modestamente llama notas, son amenas aproximaciones a la vida diaria de las comunidades de un Perú en constante formación. El autor tiene un ojo entrenado para acopiar lo que es, a un mismo tiempo, relevante e interesante. La prosa es ágil. De allí que, a pesar de tratarse de trabajos de historia ‘pura y dura’, los textos dan la impresión de transitar por varios géneros y, por momentos, incluso de frisar la tradición palmista. Le interesan, en particular, los personajes de la religión y de la ciencia, a los cuales presenta conviviendo sin desarmonía a lo largo de los siglos peruanos. Su concentración en la persona evoca, por momentos, la historia de las mentalidades que preconizó Georges Duby. Aunque lo de Sánchez-Concha no es, realmente, la exploración de la subjetividad sino el hallazgo del dato objetivo revelador de la persona en la historia” (Mirko Lauer). Sigue leyendo

IV COLOQUIO ‘HACIA EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ’

20121106-bro.jpg

DOSCIENTOS AÑOS DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ
7 y 8 de Noviembre 2012

PROGRAMA

MIÉRCOLES 7 DE NOVIEMBRE
4:30 – 5:40
MESA 1 – PANORAMA POLÍTICO Y ECONÓMICO
Moderador: Carlos Ramos
Juan Ortiz, De los gobierno militares a los gaditanos en México, 1810-1824.
Miriam Salas, La economía colonial bajo el influjo de las Reformas Borbónicas, la Ilustración y las Cortes de Cádiz.
Eduardo Torres, Cultura política y economía moral en la rebelión de Huánuco de 1812.

5:40 – 6:00 BREAK
6:00 – 7:10
MESA 2 – REFORMAS DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ
Moderador: José de la Puente Brunke
Juan María Bilbao, Los derechos y libertades en la Constitución de Cádiz.
Eduardo Cavieres, Ilustración y liberalismo en la periferia: La Constitución de Cádiz y los inicios del proceso de Independencia en Chile
Ana María Stuven, El problema de la igualdad entre los reinos: la Constitución de Cádiz en Chile.
Carlos Ramos, Modelos penales en la Constitución de Cádiz.

7:15 – 8:00
INAUGURACIÓN
8:30
BRINDIS

JUEVES 8 DE NOVIEMBRE
4:30 – 6:00
MESA 3 – MANIFESTACIONES LIBERALES EN CÁDIZ
Moderadora: Margarita Guerra
Pedro Guibovich, Regalismo y reforma: la abolición de la Inquisición en el Perú en 1813.
Armando Martínez, El ideario liberal de los diputados del Virreinato de Santa Fé.
Ruth Rosas, Influencia de las Cortes gaditanas en la religiosidad popular.
Juan San Martin, El discurso de los diputados suplentes del Perú en las Cortes de Cádiz.

6:00 – 6:15
BREAK
6:15 – 7:30
MESA 4 – LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y SU INFLUENCIA EN EL CONSTITUCIONALISMO PERUANO
Moderador: Juan Luis Orrego
Angel Delgado, Impacto del liberalismo gaditano en la formación del constitucionalismo en el Perú.
Carlos Garriga, Constitución histórica – constitución escrita: el espíritu de la Constitución de Cádiz.
Daniel Soria, La instrucción pública en la Constitución de Cádiz y el constitucionalismo peruano inicial.

7:30 – 8:00
CLAUSURA
Sigue leyendo