El Country Club y sus alrededores en 1949 (Servicio Aerofotográfico Nacional)
Este distrito, para algunos el más elegante de Lima, donde apreciamos el histórico hotel Country Club, el enorme Club de Golf, el entrañable parque de El Olivar, algunos de los colegios más tradicionales de Lima (como el Belén o el Santa Úrsula), fastuosas residencias, modernos edificios residenciales, agitados centros empresariales y exclusivas tiendas tiene su germen en la antigua hacienda San Isidro, cuya casa, hoy restaurada y convertida en concurrido restaurante aún podemos admirar.
Los tiempos prehispánicos.- La historia del distrito de San Isidro se remonta a los tiempos prehispánicos y la muestra son las huacas de Huallamarca y Santa Cruz. En efecto, en el cruce de las avenidas El Rosario y Nicolás de Rivera el Viejo (altura de la cuadra 9 de la avenida Javier Prado Oeste), en el corazón de la zona residencial, contemplamos un imponente centro ceremonial de forma piramidal, la Huaca Huallamarca o “Pan de Azúcar” (nombre de una antigua hacienda del lugar). Se trata de un templo con entierros de una prolongada ocupación, desde el siglo III de nuestra era hasta la invasión de los incas en el siglo XV. “Marca” significa pueblo, lugar o comarca en quechua; “huallamarca” sería “el lugar o el pueblo de los huallas”. Cuando los incas llegaron al valle del Rímac, encontraron varios grupos étnicos provenientes de la sierra; los huallas vendrían a ser uno de ellos.
Como mencionábamos, se trata de un edificio piramidal formado por hasta cinco fases constructivas que se suceden una sobre la otra; la pirámide tiene unos 20 metros de alto. Fue construido en base al alineamiento y sucesión de pequeños adobes en forma de “granos de maíz”. Sus orígenes se relacionan con la cultura Lima y los pobladores de su entorno estaban asociados al cultivo de tierras regadas por el desaparecido río Huatita (afluente del Rímac). Los entierros y objetos encontrados en este sitio arqueológico son de enorme valor documental. Desde momias (la más representativa es la de una mujer con los cabellos más largos del Perú prehispánico) hasta tejidos, juguetes y ceramios asociados a la cultura Lima y a las influencias de Wari. Cabe destacar que en 1958 se rescataron 48 fardos en la cúspide de la pirámide y con este hallazgo se empezó a montar el actual museo de sitio.
En la segunda mitad del siglo XX, la Municipalidad del distrito, con el asesoramiento del arqueólogo Arturo Jiménez Borja, quiso salvar Huallamarca de la destrucción debido al crecimiento inmobiliario de la zona. De esta manera, se conservó el yacimiento y se “reconstruyó” para que el visitante pudiera observar cómo pudo haber sido su aspecto original. Este método, influenciado por las corrientes de “puesta en valor” de México o Europa de aquellos años y muy opinable para los “puristas” nos permite ver la impresionante rampa y perfectas plataformas que luce hoy Huallamarca y que, en realidad, no representan al aspecto que tuvo en su tiempo. Hoy en día, las convenciones de la UNESCO y las tendencias de la nueva arqueología están reñidas con este tipo de reconstrucciones “idealizadas” (caso semejante vemos en Puruchuco, con la mano también de Jiménez Borja).
La Huaca Santa Cruz también está ubicada en lo que era el valle del Huatica, en la tercera cuadra de la actual avenida Belén. Pertenece a la época del señorío Ichma, que data de los años 1.000 al 1.500 d.C. Se trata de una pequeña plataforma construida por muros de tapia; en su cima se pueden apreciar recintos cuadrangulares y algunos patios. Según los trabajos arqueológicos, fue un centro administrativo, de rasgos palaciegos, y contiene un pequeño cementerio de la época inca con más de 100 tumbas. Se conectaba con la huaca Pucllana mediante un camino y un sistema de canales. Un gran estanque existía al Este de la huaca; se llama también “Huaca Santa María de Santa Cruz”.
En los últimos años, arqueólogos iniciaron el proceso de limpieza en esta huaca para ponerla en valor. Concretamente, se ha retirado el material que colapsó con la destrucción del sitio arqueológico a partir de la década de 1940. Lamentablemente, en Santa Cruz, sólo se dejaron las estructuras más “relevantes” y hoy el sitio parece arrinconado junto a la Residencial Santa Cruz. Sin embargo, un par de hechos recientes colocaron a esta huaca en el centro de la noticia: El primero ocurrió hace tres años, cuando se encontró en fardo funerario de 400 años de historia. La momia, de unos 60 centímetros, presenta un cuerpo en forma de galleta, atado de pies y manos, tendido en forma vertical y sobre una plataforma rocosa; seguramente, se le rindió culto el día de su muerte en ese lugar. Una sonrisa maquiavélica asoma mostrando enormes dientes. La directora del Museo de Huallamarca, Lydia Casas, dijo: Esta momia sería la primera de una serie de fardos que se podrían encontrar en esta huaca. Este hallazgo no fue casual, ya que en la zona antes se enterraban muertos. No descartamos que se descubran más restos.
El segundo hecho tiene que ver con el hallazgo de momias republicanas. Arqueólogos hallaron en esta huaca una momia que corresponde a un culí del siglo XIX. El cuerpo, envuelto en tela, fue encontrado a 20 centímetros de profundidad; todavía se desconoce la edad de este trabajador chino. ¿Por qué un chino sería enterrado en una huaca? En la época republicana, muchas personas de origen extranjero eran enterradas en las huacas prehispánicas al escasear cementerios para no católicos. Por ejemplo, los culíes chinos, cuando morían en las haciendas, eran enterrados en estos lugares considerados “sagrados” y no en las iglesias o cementerios cercanos. Es el caso, por ejemplo, de la Huaca Panteón Chino, entre las calles Río Moche y Río Huaura, en Pueblo Libre, y hoy rodeada de viviendas. Respecto al hallazgo de la momia del culí, la arqueóloga Lyda Casas comentó: Es probable que el entierro en estas condiciones haya sido por una necesidad. Las poblaciones que trabajaban en un sitio desconocido y fallecen antes de insertarse en la sociedad, son enterradas en los sitios disponibles que consideran sagrado, o en los que por lo menos no serían vulnerados.
Los tiempos virreinales.- Luego de la conquista española y de la fundación de Lima, las autoridades le otorgaron la tierra de los huallas a Antonio de Rivera, vecino de la ciudad, quien trajera de España, en 1560, semillas de aceituna desde Sevilla. Luego, toda el área fue tomada por los padres dominicos, quienes formaron una próspera hacienda en estas tierras y siguieron con las plantaciones de olivos (se cuenta que San Martín de Porres plantó en la zona un olivo).
La hacienda luego pasaría por varias manos hasta que, en 1777, fue adquirida por Isidoro Cortázar de Abarca, nombrado Conde de San Isidro. Desde entonces, la hacienda se conoció como Hacienda San Isidro, bajo la advocación de San Isidro Labrador. Había, dicen, 2 mil olivos en El Olivar. La III Condesa de San Isidro y su primer esposo don Jerónimo de Angulo, tuvieron una sola hija, llamada doña María del Carmen de Angulo y Gutiérrez de Cossío. Al enviudar la madre y casar por segunda vez con su referido primo don Isidro de Abarca, al mismo tiempo casó a su hija adolescente con el hermano de aquel, llamado don Joaquín de Abarca y Gutiérrez de Cossío. Al morir doña Rosa María, la heredó como IV condesa de San Isidro -y propietaria de la hacienda- su mencionada hija María del Carmen de Angulo, quien al enviudar de su primer esposo (y tío) casó a comienzos del siglo XIX con don Luis Manuel de Albo y Cavada. No tuvo hijos con ninguno de sus dos esposos. Don Luis Manuel de Albo heredó la hacienda de San Isidro de su mujer y falleció antes de la Independencia, dejando la propiedad a su hermano don José Antonio de Albo y Cavada. La propiedad era un bien libre no atado al título condal de San Isidro, pero el mayorazgo de dichos condes tenía impuesto sobre ella un capital de 20,000 pesos colocados a censo (una especie de hipoteca).
Don Isidoro de Cortázar y Abarca, fue alcalde de Lima en 1821 y firmó el Acta de la Independencia del Perú. Cabe anotar que, durante las guerras de Independencia, los olivares sufrieron mucho, ya que se dio un edicto para cortar los árboles hasta la altura de un hombre, a fin de facilitar el retiro de las tropas realistas. Sin embargo, el edito no fue cumplido por el Conde, quien apoyaba a los patriotas. Aun así, El Olivar fue parcialmente abandonado y quedó reducido a la mitad.
El Conde de San Isidro falleció en 1832 y los derechos a la referida los heredó su viuda, pues para entonces (en 1829) ya se había dado la “ley de desvinculación” que liberaba los bienes de la atadura legal de los mayorazgos, y podían ser heredados como bienes libres. La viuda era doña Micaela de la Puente y Querejazu, para entonces ex condesa de San Isidro (pues los títulos también habían sido abolidos) e hija de los V marqueses de Villafuerte. Doña Micaela no vivió nunca en la casa hacienda de San Isidro, y murió loca en su casa limeña en la calle de San Pedro, en 1834. El albacea (y al parecer en partes heredero) de dicha condesa fue su abogado, el doctor don Francisco Moreyra y Matute, casado con doña Mariana de Abellafuertes y Querejazu (prima hermana de la referida última condesa consorte de San Isidro). Moreyra hizo valer el importe del antiguo censo de los condes de San Isidro en un concurso de acreedores a los bienes de José Antonio de Albo y Cavada (hermano del segundo consorte de la IV condesa de San Isidro, doña María del Carmen de Angulo y Gutiérrez de Cossío) y de tal forma obtuvo la propiedad de la hacienda.
Más adelante, por diversas dificultades, Francisco Moreyra perdió la propiedad, que, en 1853, fue comprada por José Gregorio Paz-Soldán. Destacado político e intelectual de su época, Ministro de Relaciones Exteriores de Ramón Castilla, Paz Soldán se casó tres veces. Una de sus hijas del tercer matrimonio, Luisa Paz Soldán, se casó con un Moreyra, a fines del siglo XIX, por lo que la hacienda volvió esta última familia. Sería lotizada a partir de los años de 1920, cuando la apertura de la avenida Augusto B. Leguía (hoy Arequipa), se convirtió, con el tiempo, en uno de los mejores suburbios residenciales de la creciente Lima.
La Casa Hacienda Moreyra o San Isidro.- Es una residencia campestre de estilo colonial morisco; tiene una capilla, un sótano y catacumbas. En 1746, el terremoto destruyó la casa, pero se salvó la capilla. Según Héctor Velarde, la casa fue construida sobre una colina, probablemente una huaca. El altar de la capilla es barroco y fue cubierto con pan de oro; tiene capacidad para 40 personas. Existe la versión de que, en tiempos de la Independencia, doña Rosa Gutierrez de Cossío, Condesa de San Isidro, entroncada en la más alta aristocracia de Lima virreinal, ofreció en esta casa una recepción al Libertador, general don José de San Martín. Actualmente, esta residencia es utilizada, con gran parte de su mobiliario original, como restaurante y tiene gran atractivo turístico.
Los orígenes del distrito.- Por insistencia del presidente Leguía, en 1920, la última propietaria de la Hacienda San Isidro, Luisa Paz Soldán Roaud de Moreyra, formó la “Compañía Urbanizadora San Isidro”; su gerente general fue el doctor José Ortiz de Zevallos. La pavimentación de las calles en El Olivar la hizo la empresa norteamericana Foundation Company; el costo se cubrió con la venta de varios lotes dentro de El Olivar. Desde el principio, se quiso que 300 mil metros cuadrados se conviertan en una zona residencial distinta a Santa Beatriz o Miraflores. Para su planificación, se buscó un modelo diferente de urbanización, más pintoresco y abierto, a cargo de Manuel Piqueras Cotolí, y que se nota en el diseño de la zona de El Olivar, ubicada en el antiguo bosque del mismo nombre. Como anota Elio Martuccelli: “En la zona de El Olivar de San Isidro se ensayó un urbanismo de trazo libre, con lotes dispersos en medio de áreas verdes: una manera novedosa de plantear una urbanización, llena de luz, aire y distinción”. Por ello, san isidro se llenó de calles curvas y de lotes irregulares, donde se construyeron casas de tipo chalet, en medio de jardines y con estilos diversos (tudor, vasco, neocolonial, etc.). La primera etapa fue el área que rodea El Olivar, a lo largo de Conquistadores, y lo que hoy es la cuadra 28 de la avenida Arequipa.
Sin embargo, esta disposición urbana no se extendió por todo el distrito. La zona que atravesó la avenida Leguía, por ejemplo, sí respetó la trama cuadriculada. De esta manera, San Isidro se convirtió en residencia de la clase media alta, que “escapó” del centro antiguo de Lima. Luego, en 1924, se construyó una pista que es ahora la avenida Miro Quesada (ex avenida El Golf) que unía la hacienda San Isidro con la Hacienda Orrantia, que pertenecía a la familia Prado. Así se autorizó la urbanización Orrantia, que constituyó un barrio de importancia con una avenida de primera categoría, como Javier Prado. Al año siguiente, se creó la urbanización Country Club, con el edificio y el campo de Polo respectivamente, que formaron otro centro de desarrollo (donde hoy está el Parque Acosta). La Foundation Company planeaba urbanizar 1.300.000 metros cuadrados no solo de las haciendas San isidro y Orrantia sino también Lobatón y Matalechuzas, por ello la importancia de la avenida Javier prado, que debía unir esta nueva área desde la avenida Leguía (hoy Arequipa) hasta la avenida Brasil. Finalmente, en 1930 se construyó el aeropuerto Faucett.
La creación del distrito.- Las urbanizaciones de San Isidro, Orrantia y Country Club se separan de Miraflores y pasan a formar el nuevo distrito creado por Decreto Legislativo 7113 del 24 de Abril de 1931. Su primer concejo se instaló el 2 de mayo del mismo año y su primer Alcalde fue el doctor Alfredo Parodi. El nuevo distrito también incluía las áreas rurales de Limatambo, Santa Cruz y Chacarilla. Durante la gestión de Parodi se construyó el hipódromo de San Felipe y, en 1932, la iglesia de la Virgen del Pilar, que quedó muy dañada por el terremoto de 1940. Por ello, el templo actual se levantó en 1948 bajo la guía del padre Mariano Arrien. Por aquellos años, poco más de 2 mil personas vivían en San Isidro.
El aeródromo de Santa Cruz o aeropuerto Faucett.- Fue el primer aeropuerto que tuvo nuestra ciudad. La estación de pasajeros se ubicaba donde actualmente está el Colegio Belén, junto al Golf de San Isidro; la pista de despegue era lo que hoy son las avenidas Belén y Pezet. Fue el centro de operaciones de la compañía “Faucett”, donde incluso se fabricaron los aviones de la misma empresa. En los años 30, con el aumento del tamaño de los aviones, poco a poco el movimiento de pasajeros se fue trasladando al nuevo aeropuerto de Limatambo, también en San Isidro, cuya pista de aterrizaje fue inaugurada en 1935 por el presidente Benavides. En 1948, los talleres son llevados para Limatambo y el terreno donde funcionó el ya mítico aeródromo de Santa Cruz fue desactivado, lotizado y vendido a principios de los años 50.
El Golf de San Isidro.- Hasta 1915, había un club de golf en Chucuito, Callao. Ese año, se mudó a Santa Beatriz, cerca del actual Campo de Marte. Luego, en 1923, un grupo de golfistas, formado entre otros por los señores F.F.Hixson, Alex Mc Donald y R.G. Brown, empezaron a buscar de una extensión de terreno idóneo para construir un campo de golf. La tarea concluyó felizmente cuando Arturo Porras convenció a la familia Moreyra Paz Soldán para que vendiera parte de su hacienda a la colonia británica y hacer una cancha de golf. Eran 15 fanegadas, aproximadamente 45 hectáreas. De esta manera, ese mismo año, se constituyó jurídicamente la compañía “Sociedad Anónima Lima Golf Club”, con un capital social de 10 mil libras peruanas, representado por 400 acciones de 25 libras cada una y se instaló el primer Directorio presidido por A.S.Cooper. El 7 de abril de 1924, las obras estaban prácticamente concluidas; solo habilitar el campo costó 15 mil libras peruanas de la época. El miércoles 28 de Mayo de 1924, en horas de la tarde, el presidente Augusto B. Leguía, inauguró oficialmente el local del Club y su campo de golf. El “Lima Golf Club” eligió una nueva junta presidida por el F.F.Hixson. El señor Hixson desempeñó durante muchos años el cargo. Como el club no tenía ninguna construcción (un club house), los golfistas se reunían en el Hotel Country Club y caminaban hasta el primer hoyo. Luego del juego, regresaban al Country a ducharse y descansar. Con el crecimiento del club, algunas familias de la colonia británica se mudaron a San Isidro y construyeron sus casas alrededor del campo de golf. Así creció la urbanización y, nuevamente, la Comunidad Británica, le compró un terreno que pertenecía al Hipódromo de Santa Beatriz para construir el Lima Cricket & Football Club.
Cuentan que cada mes de mayo, el presidente Leguía venía a ver a sus hijos participar en las carreras que se celebraban el Día del Imperio Británico en el local del Cricket. Hoy el Cricket Club se encuentra donde hubo un campo de aterrizaje y el antiguo Club de Polo es el Parque Acosta; el Hipódromo terminó siendo aparte del proyecto San Felipe en la avenida Salaverry. |
Regresando al golf, el acuerdo entre los golfistas y el Hotel duró hasta 1943, cuando se construyó el local en Camino Real y el señor Porras fue nombrado Capitán del Golf. En 1948, Miguel Grau fue el primer peruano presidente del Club de Golf.
Los olivos y el Parque “El Olivar”.- Este es uno de los parques más emblemáticos de nuestra ciudad que, con sus 23 hectáreas, alberga diversas zonas para dar un paseo, hacer ejercicios o, simplemente, descansar. Durante los tiempos virreinales, El Olivar fue un fundo de 27 hectáreas. Según los documentos coloniales, los primeros árboles de olivo llegaron desde Sevilla (España) en 1560, traídos por Antonio de Rivera, alférez y maestre de campo de Gonzalo Pizarro. Se cuenta que muchos de estos ejemplares no resistieron el largo viaje hasta el Perú, pero algunos, felizmente, sobrevivieron y se adaptaron a las tierras del valle del Rímac (en este caso, del Huatica) y dieron, con el tiempo, jugosas aceitunas. Fue así que el actual San Isidro tuvo olivos desde los años iniciales del Virreinato. Las aceitunas negras fueron cosechadas y el aceite, una vez extraído, era conservado en botijas de barro cocido. El aceite se usó, especialmente, como bálsamo para los santos óleos de la época y, con los años, se hizo tan popular que se vendió mejor que el aceite andaluz proveniente de la Península. Un inventario realizado en 1730 da cuenta de que en El Olivar había 1,500 árboles de olivo; un siglo más tarde, en 1828, dichos ejemplares sumaban 2,338. Hay una tradición que dice que los españoles, en venganza por las guerras de independencia, talaron numerosos árboles de El Olivar antes de abandonar Lima. Otra leyenda, esta más antigua, cuenta que San Martín de Porres, en su peregrinación por Limatambo, plantó un árbol de olivo, conocido como el “Olivo de la Felicidad” y que aún podemos apreciar. En la década de 1840, llegó a nuestra ciudad el viajero suizo-alemán, Jacobo von Tschudi y nos dejó el siguiente testimonio sobre cómo los limeños consumían sus frutos: “El olivo crece fundamentalmente en las provincias sureñas de la costa, sus frutos son muy inferiores a los de España. El aceite tampoco alcanza la misma calidad, lo que podría deberse al malo y burdo proceso de exprimir los frutos. Las aceitunas se preparan de un modo muy curioso. Maduran en el árbol, luego se les exprime levemente, se les seca y se les guarda en olla de barro. Este procedimiento les da un aspecto arrugado y un color negro. En esta forma llega a al mesa, donde se les sirve con trozos de tomate y de ají. Este último es un excelente suplemento a este fruto aceitoso. Otra manera de preparación es la conservación en agua salada, así mantienen su color verde y su forma llena”.
Cuando en la década de 1850 compró la hacienda San Isidro José Gregorio Paz Soldán, cuidó los árboles con horticultores chinos. A partir de 1920, cuando algunas familias “emigraron” a esta zona, revistas de arquitectura de la época, como Town & City, llevaron a cabo una campaña para detener el corte indiscriminado de los árboles de olivo y detener en pavimentado de El Olivar. Hasta 1931, El Olivar fue un huerto cerrado, con muros altos. Pero ese año, fue destinado al uso público. Siempre fue un área encantadora, con parques y un estanque rodeado por casas de estilo europeo, algunas como cabañas de estilo tudor. Las casas no abrían sus puertas directamente a la calle sino que estaban rodeadas por jardines, lo que les daba un aire atractivo y misterioso. La revista Town & City describe así el lugar: “atractivo vecindario formado por los límites internos y externos de los bosques en san isidro, donde se pueden encontrar hermosas mansiones de diversos estilos diseminados entre los troncos de árboles venerables y el concreto de las calles. Quienes viven allí disfrutan de las comodidades de la ciudad y la tónica del paisaje del bosque… disfrutando un estilo de vida de la raza sajona, que durante años ha encontrado gran aceptación entre nosotros”.
Actualmente alberga unos 300 rugosos árboles, entre jóvenes y vetustos, que brindan verdor, salud y sombra a los sanisidrinos y a cualquier limeño que decide visitar el parque. Cabe mencionar que en 1959 fue declarado Monumento Nacional por Resolución Suprema n° 5773. También hay una prensa de aceitunas de más de 200 años de antigüedad, donada por la señora Luzmila Justo de Ocho, traída desde una hacienda del valle de Camaná en 1960 por los empleados del alcalde de esa época, Felipe Tudela y Varela.
El Country Club.- En 1925 se formó la empresa “Sociedad Anónima Propietaria del Country Club”, con un capital de 150,000 libras peruanas. La idea era construir el Country Club y urbanizar el área contigua de 1´300,000 metros cuadrados adquiridos a las haciendas Conde de San Isidro, Lobatón, Matalechuzas y Orrantia. Se calculó vender los terrenos de esta urbanización a 15 soles por metro cuadrado urbanizado para reinvertir parte de las ganancias en la construcción del nuevo edificio. En 1926 se funda el “Lima Country Club”, empresa independiente de la anterior, que contrató la elaboración del proyecto arquitectónico del local del club. La tarea de terminar los planos fue encargada al arquitecto norteamericano T.J. O´Brien, quien culminó el proyecto e inspeccionó la construcción. Gran parte de los materiales de construcción fueron importados de Estados Unidos y Gran Bretaña. El local fue inaugurado el domingo 8 de febrero de 1927 por el Presidente Augusto B. Leguía. Hubo un almuerzo al Presidente, a su Gabinete de Ministros y una serie de personalidades políticas, intelectuales y artísticas de la ciudad. El personal del Country Club vino desde Suiza, con excepción del portero y el botones. Su panadería fue un éxito, pues la manejaba un joven suizo, Alfredo Bachmann, quien luego abrió “La Tiendecita Blanca” en Miraflores. Cabe destacar que el Country Club se unió con el Club Nacional, el Club de la Unión, el Phoenix Club, el Jockey Club (en santa Beatriz), el Lawn Tennis Club, el polo & Hunt Club y el Lima Golf Club formando un “holding” de instituciones sociales.
Desde aquella lejana fecha, hasta mediados de los años setenta, el Country Club fue el local predilecto de la elite limeña para sus actividades sociales. En sus primeros 70 años de existencia, el Hotel Country Club recibió a innumerables personalidades de la política y el espectáculo, contando entre sus huéspedes a mandatarios, príncipes y diplomáticos. Las actividades más importantes eran los matrimonios, agasajos a personalidades, bailes de carnaval y año nuevo, almuerzos de camaradería y grandes banquetes. Entre las personalidades que se alojaron en el Hotel estuvieron el Duque de Windsor con su esposa (quien había renunciado al trono de Inglaterra), el presidente de Francia Charles de Gaulle, la actriz Ava Gardner y muchos otros representantes de la política, el arte, las letras y el espectáculo.
Luego de una ligera “decadencia” en los años 80 y principios de los 90, el Consorcio Inmobiliario Los Portales tomó la concesión del Country Club (1996), en sociedad con ICA, de México, para devolverle su tradicional belleza y esplendor. Con una millonaria inversión el hotel fue remodelado guardando su estructura original y abrió sus puertas el 21 de Julio de 1998. Hoy, el Hotel es Patrimonio Cultural declarado por Resolución del Ministerio de Educación y del Instituto Nacional de Cultura.
Tiendas emblemáticas y centros comerciales.- A inicios de la década de los cincuenta, la familia Brescia le vendió una manzana de los terrenos que tenía en San Isidro a la firma norteamericana Sears Roebuck, que ya operaba en Lima a través de una oficina de venta por catálogos. El local del nuevo gran almacén de Sears, proyecto del arquitecto Linder, se abrió en 1953, en lo que era una chacra, frente al tranvía Lima-Chorrillos, en la actual Vía Expresa, cuadra 32 del Paseo de la República. Era una tienda de venta de artículos para el hogar y de ropa; asimismo, tenía su cafetería o snack bar. En sus primeros años, el éxito de Sears consistió en que la mayor parte de su mercadería era importada y que su sistema de crédito era más flexible que las otras tiendas de Lima. Cabe destacar que su frase, “Entera satisfacción o la devolución de su dinero”, se convirtió en el lema primordial de la empresa. Con los años, Sears abrió cuatro locales más en Lima. Sears se transformó, en 1984, en SAGA (siglas de la empresa colombiana “Sociedad Andina de Grandes Almacenes”); en 1996, la compró la chilena Falabella.
En los años sesenta, hizo su aparición el Centro Comercial San Isidro, también conocido como Centro Comercial “Todos”. Estaba casi al costado Sears de la Vía Expresa y albergaba tres grandes almacenes: Monterrey, Todos y Oechsle; también aquí operaban tiendas como la “Casa Crevani”, “Óptica Olivos”, “Squire” (peluquería para caballeros), “Pepe Grillo” (ropa de niños), “Muebles 501” y “Librerías ABC” (hoy tiene un supermercado Metro y negocios menores como All4woman, Alda y una sucursal de Interbank). Luego, llegamos a la década de los ochenta cuando, sin duda alguna, el centro comercial emblemático fue Camino Real, en San Isidro, que inició sus operaciones en diciembre de 1980. Se construyó sobre un terreno que perteneció a la familia Ayulo Pardo. El proyecto inicial contemplaba dos torres de oficinas, luego se construyó la tercera. En sus inicios, su éxito se basó en la novedad: decenas de tiendas, restaurantes, supermercados (Galax y Scala), tiendas por departamentos (Hogar), pista de patinaje, estacionamientos y dos cines (Real 1 y Real 2). En fin, tenía mucho más que sus competidores Plaza San Miguel, Higuereta y Arenales. Sin embargo, el no contar con un modelo centralizado de administración provocó su debacle. Esto le impedía reaccionar y adaptarse a las nuevas tendencias que modificaron el concepto del negocio en la década de los 90. En efecto, Camino Real se fue a la quiebra porque cada uno era dueño de su local (eran más de 200). Además, a diferencia de los malls de ahora, no había “tiendas ancla”, es decir, establecimientos que atraigan una gran cantidad de clientes; asimismo, había pocos estacionamientos y la tarifa por hora era muy elevada. Es más, en 1992, Camino Real fue víctima de un atentado terrorista, en el que murió una persona y hubo pérdidas materiales por 14 millones de dólares; el miedo ahuyentó a mucha gente. A pesar de estar ubicado en un lugar estratégico, para los nostálgicos de los 80, ir ahora a este inmenso local es casi como estar en un pueblo fantasma.
La Parroquia Nuestra Señora del Pilar o “Virgen del Pilar”.- Cuenta la historia que una tarde de junio de 1926, el padre Lucas Zarandona ve una capilla y, junto a ella, una gran casa. Cuando descendió del autobús, a la altura de la cuadra 25 de la avenida Leguía, y se internó paseando entre los algodonales, pastos y chacras de la hacienda San Isidro, le gustó tanto el lugar que regresó al día siguiente a exponer a la familia Moreyra su propósito de establecer en Lima un convento como casa auxiliar de los Misioneros Pasionistas de la Selva. Su idea fue acogida con mucho interés y ofrecieron la casa para alojamiento provisional a los sacerdotes que llegaban de Valparaíso. Así, el 29 de junio de 1926, la casa cobija a la Primera Comunidad. La familia Moreyra Paz Soldan donó el terreno que ocupa la Parroquia en los siguientes términos: “El terreno donado a los RR.PP. Pasionistas se destinará para edificar la residencia para la Comunidad y un templo para que haya siempre el culto publico en dicho lugar” (el señor Francisco Moreyra, en su calidad de Ministro de Justicia y Culto, firmó, en 1913, el decreto que permitía la entrada a los misioneros al Perú). En 1935, San Isidro es declarada Vice-Parroquia, quedando el padre Mariano Arrién encargado de la Virgen del Pilar. El 20 de abril de 1937, sucede en el cargo al padre Arrién el padre Constancio Bollar, quien organiza la fundación de la parroquia. Así, el 27 de setiembre de 1943, la curia Arzobispal eleva la iglesia de San Isidro a la categoría de Parroquia Autónoma bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar. En 1948, previa consulta técnica y financiera, el padre Bollar pone en marcha el plan de la ampliación del templo parroquial y su fachada. El Altar Mayor es de estilo barroco, tallado en madera y recubierto en pan de oro; mide 15 metros de altura por 9.50 metros de ancho. Su construcción data de 1740 y fue donado por la familia De la Borda, propietaria de la hacienda San Javier de la Nazca; el altar estuvo en la capilla de la casa hacienda que, hasta el siglo XVIII, fue propiedad de los jesuitas.
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