Plaza e iglesia de San José (www.geschichteinchronologie.ch)
El distrito de Jesús María, tal como lo conocemos actualmente, es la reunión de lo que fueron los fundos de “Matalechuzas” y “Matalechucitas”, con las suertes de tierra llamadas Jesús María (en total, unas 240 hectáreas). ¿Cómo empieza esta historia? Durante los tiempos virreinales, esta parte del valle del Rímac (Huatica) se conocía con el nombre de “matalechuzas”, probablemente porque hubo aquí, desde el siglo XVI, una eliminación paulatina de lechuzas, y que, según las crónicas de lo españoles, era un ave muy reputada como oráculo o agente augural (agorera). Lo cierto es que había numerosas huacas dedicadas al culto de la mágica ave. Con el tiempo, “eliminadas” las lechuzas y gran parte de sus huacas, se implementaron tierras para el cultivo de frutales y caña. La plantación más importante fue el fundo o hacienda “Matalechuzas”, propiedad, hacia el siglo XVII, de Martín de Iturain. Con el advenimiento de la República, en el siglo XIX, el fundo “Matalechuzas” tuvo como dueño a un personaje singular: el caudillo revolucionario, nacido en Arequipa, Manuel Ignacio de Vivanco, Director Supremo de la República (1843) y eterno enemigo de Ramón Castilla; el fundo sería heredado por su hijo, Reynaldo de Vivanco, muerto en la guerra con Chile cuando defendía el Morro Solar. Luego de la guerra del Pacífico, “Matalechuzas” sería adquirida por la familia Olavegoya, quienes iniciarían, a principios del siglo XX, la transformación del antiguo fundo a zona de expansión urbana.
“Matalechucitas” sería una huerta, una chacra menor, conocida desde el siglo XVII, que pasó por varios dueños hasta que también llegó a ser propiedad de Vivanco, cuyo hijo, Reynaldo, vendería poco después. Por su lado, las “tierras de Jesús María” eran una pequeña chacra, vecina de Santa Beatriz, que según Fernando Flores-Zúñiga: si ha de atenderse al análisis onomástico de este predio, es necesario remitirse a la recolección monacal de Jesús María y José, integrada por capuchinas que, procedentes de Madrid, tomaron clausura a partir de 1718 en lo que llegó a ser su sede, misma que daría nombre a una calle limeña que aún pasa por su lado norte: Jesús María –Moquegua, primera,. En algún momento no determinado del siglo XVIII, las capuchinas de Jesús, María y José tomaron para sí las suertes que, con la costumbre, acabarían asumiendo esa advocación –aunque prescindiendo de la del humilde carpintero nazareno- por siempre jamás. Es de presumirse asimismo que las monjitas de dicho convento situaron gravámenes en los frutos de dicho predio para su manutención y otros fines.
Según los estudios de Flores-Zúñiga, parece que la casa-hacienda o ranchería principal de “Matalechucitas” y “Jesús María” se encontraba donde está hoy la cuadra 14 de la avenida Arnaldo Márquez (números 1427 y 1433) donde hay trazos de una casa campestre. Al lado se encuentra la iglesia-parroquia “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”, quizá reemplazo del antiguo oratorio de la vieja casa. En esta zona del actual distrito de Jesús María las acequias “hijas” del Huatica recorrían lo que es hoy la avenida Garzón y tramos de Arnaldo Márquez.
Hasta la década de 1920, Jesús María tenía un perfil agrícola y su territorio pertenecía indistintamente a los distritos de Magdalena del Mar, Pueblo Libre y Cercado de Lima. En 1927, en pleno Oncenio de Leguía, la Escuela de Agricultura diseñó un proyecto de urbanización para esta zona de Lima. Se trataba de unas 32 islas o manzanas proyectadas entre lo que serían las avenidas Francisco Javier Mariátegui y Arenales. Pero la historia directa del distrito se remonta a 1930, cuando sus pobladores decidieron agruparse y formar la agrupación de vivienda “Jesús María”. Es así que, al año siguiente, se forma la “Comisión cívica pro-distrito de Jesús María”, presidida por Enrique Majuelos, considerado vecino notable del lugar. Luego, hacia la década de 1940, con la apertura de la avenida Salaverry, se dio el verdadero impulsó a Jesús María (lo que la avenida Leguía fue para Santa Beatriz). De otro lado, el flamante Campo de Marte (que reemplazó al Hipódromo de Santa Beatriz) se perfiló como el verdadero pulmón y paisaje estético de una nueva zona residencial, independiente del Cercado de Lima, aunque su creación como distrito fue durante la década de 1960.
Como decíamos, la avenida Salaverry sirvió como eje de expansión y le dio un perfil al nuevo barrio, bien diferenciado respecto a San Isidro y Lince. Su aspecto era el de una zona residencial que oscilaba entre la ciudad y el campo, dada la proximidad al bosque de sauces de Matamula. Entre los años 40 y 50, empresarios, reputados profesionales liberales, miembros de las colonias extranjeras y políticos, entre otros, ocuparon la zona. Las nuevas mansiones, a nivel arquitectónico, mostraban a la gran burguesía limeña que supo preservar los aires señoriales de antaño con los nuevos estilos (neocolonial, morisco y chalet norteamericano); casonas rodeadas de jardines y pradillos o con balcones y ventanales amplios muy republicanos. Cabe destacar que, en lsoa ños cincuenta, la avenida Salaverry tomó un perfil particular al construirse algunos edificios públicos emblemáticos del odriísmo, como los ministerios de Salud y Trabajo, y, luego, los trabajos iniciales del que sería el hospital del Seguro Social del Empleado (hoy Rebagliati). Asimismo, en los años 50, la apertura de la avenida San Felipe, completó este bello paisaje urbanístico (ver también las casas de las calles Inca Ripac, Sánchez Cerro y Estados Unidos).
En 1956 se expide la primera ley que disponía de la creación del distrito, pero no llega a promulgarse. Fue recién el 13 de diciembre de 1963 que se promulga la Ley de Creación Política del distrito Nº 14763; sin embargo, el nuevo distrito no pudo tener administración propia hasta las elecciones municipales de noviembre de 1966. Su primer alcalde fue el ingeniero José Benavides Muñoz, quien inició su gestión el 1 de enero de 1967. Con la creación del distrito, también surgirían zonas más “populares” o de pequeña clase media (años 60 y 70) que le dieron a Jesús María un perfil más heterogéneo, entre lo moderno popular y lo decadente señorial.
PARQUES Y PLAZAS.- En este rubro, el punto de inicio obligado es el Campo de Marte, verdadero pulmón del distrito, construido sobre el terreno de lo que había sido el Hipódromo de Santa Beatriz y el primer “aeropuerto” que tuvo nuestra ciudad; actualmente tiene una extensión de casi 70 mil metros cuadrados, es decir, cerca de 7 hectáreas. En él se encuentra el “Monumento A Los Caídos” del 41, construido en homenaje a los héroes de la Campaña de 1941, en el conflicto bélico con Ecuador. Está compuesto por tres figuras de mujeres que simbolizan las provincias de Tumbes, Jaén y Maynas, provincias que habían sido pretendidas por Ecuador. En la parte alta hay dos estatuas de bronce: la de la derecha representa “El Derecho” y la de la izquierda “La Justicia”. Al frente, delante del arco, hay otra estatua colocada en un pedestal. El parque también alberga otros monumentos significativos, como el que evoca la “Inmigración Japonesa al Perú” y el polémico “Ojo que llora”, de la escultora Lika Mutal y que busca ser un homenaje a las víctimas de la guerra terrorista en nuestro país. También está el “Parque de Mascotas”, en un área de más de 10 mil metros cuadrados. Este espacio cuenta con zonas especiales para juegos, agility y hasta servicios higiénicos para las mascotas, a las que también se les ofrece servicios médicos y seguridad a cargo de la Brigada Canina Municipal.
Luego, por la misma avenida Salaverry, llegamos al Parque de los Próceres (o antiguo “Bosque Matamula”), inaugurado en 1971 durante las celebraciones del Sesquicentenario de la Independencia. Su principal característica es el monumento que allí se ubica, el que muestra las esculturas de los principales precursosres y próceres de nuestra Independencia. Lo que intenta destacar el monumento es el “aporte peruano” a la independencia; es decir, una posición nacionalista que deje un tanto de lado los aportes foráneos (resaltar personajes como Túpac Amaru y Juan Pablo Viscardo y Guzmán, y no a San Martín y Bolívar) a la independencia nacional. Este parque, que cuenta con un área de 4,776 metros cuadrados, hoy también alberga al Minimundo, un nuevo parque de exhibición que nos muestra los más importantes atractivos de nuestra ciudad, pero en miniatura
El distrito también alberga al Parque Habich (jirón Pablo Bermúdez, cuadra 3), que muestra un monumento levantado en 1911, en honor al ingeniero polaco Eduardo J. de Habich (Varsovia 1835-Lima, 1909), maestro de la ingeniería en nuestro país y fundador de la Escuela de Ingenieros (1876); también estuvo entre los fundadores de la Sociedad Geográfica de Lima (1888). Otro punto obligado es la Plaza Mariscal Cáceres (avenida Cuba, cuadras 7 y 8), donde observamos una buena escultura, levantada 1951, en homenaje a Andrés Avelino Cáceres, el “Héroe de la Breña”; hace poco fue remodelada, cuenta con una cámara de video vigilancia y una zona para el servicio de Internet inalámbrico gratuito. Finalmente, en el corazón del distrito, tenemos la Plaza San José (avenida República Dominicana, cuadra 8), ubicada al frente de la tradicional Iglesia de San José y del Mercado del mismo nombre. Cuenta con casi 600 metros cuadrados y, en su parte central, exhibe un peculiar monumento levantado en honor a la familia; también se ha instalado en esta plaza una zona para el servicio de Internet inalámbrico gratuito.
LAS IGLESIAS.- Empecemos por la principal, la Iglesia San José (República Dominicana 480). Su construcción formó parte de la expansión de Lima hacia el fundo “Jesús Maria”, propiedad de Carlo Orézzolí. La parroquia y la iglesia fueron construidas por los Padres Carmelitas. Desde 1920, los carmelitas tenían a su cargo la parroquia de Santiago del cercado en Barrios Altos pero tenían la necesidad de contar con una fundación propia desde donde la orden pudiera ejercer con mayor libertad sus labores. Así fue que el Padre Hermenegildo de la Virgen del Carmen, provincial de la Orden, se lanzó a la búsqueda del terreno apropiado para la obra. Luego de mucho buscar el sacerdote, se decidió a comprar un terreno en un parque en el corazón de la nueva urbanización.
¿Y el nombre de la iglesia? Cuentan que cuando el padre Hermenegildo le comentó al Arzobispo de Lima sus planes para construir una parroquia en el antiguo fundo de Jesús María, éste le preguntó a quién pensaba dedicar el templo. Hermenegildo le respondió que, siendo carmelitas, era evidente que le dedicarían el templo a Nuestra Señora del Carmen, a lo que el Arzobispo replicó: La Virgen del Carmen posee ya su templo en Lima, en cambio San José, siendo Patrón del Perú, no tiene aún ninguna iglesia en la Capital. Hermenegildo le contestó: Excelencia, una insinuación suya es una orden para nosotros; Pero además, qué diría Santa Teresa si un hijo suyo se negara a dar nombre de San José a una fundación de su Orden. Excelencia. San José será el titular de nuestra iglesia (basado en la página web de los carmelitas).
Así, en septiembre de 1945 se iniciaron las obras de la iglesia bajo la dirección del padre Manuel Vidaurre Arrarás, experto arquitecto y constructor de varias iglesias en América Latina y España. Cuatro años después, la iglesia fue inaugurada en medio de gran algarabía. Los vecinos de Jesús Maria quedaron admirados por las torres neogóticas de 50 metros de altura que hasta hace muy poco podían verse más allá del Campo de Marte. Su peculiar estilo “neogótico” le otorga un perfil particular no solo en Jesús María sino en toda Lima. Se distingue, además, por la altura de sus paredes, la forma de sus bóvedas, y la presencia de pilares y arcos, que soportan toda la estructura. Su fachada está flanqueada por dos torres, muy altas, 57 metros de largo, 23 de ancho y alto, 33 metros en la cúpula y 52 metros en las torres, en las cuales se distinguen 5 divisiones, y van reduciéndose desde la base hasta terminar en puntas. La parte central, con techo en forma de caída de agua, termina coronada por una cruz.
Por su parte, la iglesia de San Antonio de Padua (avenida San Felipe 569), inaugurada el 30 de noviembre de 1967, está ligada a la historia del arte vitral en las iglesias de Lima, impulsada por el famoso artista austriaco Adolfo Winternitz (Viena 1906-Lima 1993), fundador de la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica (1953). La historia de esta iglesia se remonta al 2 de mayo de 1952, cunado se crea la parroquia “San Antonio de Padua”, siendo su primer párroco el padre Urbano Cloutier; en los años sucesivos se construyó el Colegio Parroquial “San Antonio de Padua”. La Iglesia se inauguró con motivo de la consagración episcopal de su párroco, en ese entonces el monseñor Lorenzo Guibord OFM. Diseñada por el arquitecto peruano Roberto Wakeham (quien diseñó también el auditorio del colegio Santa Úrsula), tiene capacidad para 1,000 personas y dos entradas, principal y secundaria, permitiendo un mayor y más rápido acceso a quienes la visitan. Como sabemos, cuenta en su interior con la valiosa obra de Winternitz: el vitral de ocho cuerpos del “Magnificat” y “Cristo con Él y en Él”. Por último, la iglesia también cuenta con obras de la conocida escultora italiana Anna Maccagno: la Estatua de san Francisco, el Vía Crucis en aluminio fundido y el Sagrario en planchas de fierro. Finalmente, tenemos a la pequeña y austera iglesia Nuestra Señora del Sagrado Corazón, a la que ya nos referimos en la introducción.
EL MERCADO DE “SAN JOSÉ”.- Este tradicional mercado (ubicado entre las avenidas Horacio Arteaga, Arnaldo Márquez, República Dominicana y el pasaje Punta Pacocha) se construyó sobre un terreno que pertenecía a un ciudadano italiano, pero tuvo que entregarlo al Estado como parte de una deuda por impuestos. Así, el Estado se lo entrega a la Municipalidad de Jesús María para la construcción de un mercado. Desde el 2000 es propiedad de los comerciantes (“Asociación de mercaderes del mercado San José de Jesús María”) quienes lo administran a través de una Junta Directiva. El mercado tiene forma rectangular y alberga casi 300 puestos con mercadería tan variada como hierbas y flores, pasando por bateas y ollas hasta juguetes y DVDs. Sin embargo, el mayor porcentaje de puestos de venta es de carnes, luego de menús y desayunos y, finalmente, de abarrotes y verduras y frutas. Es importante señalar que existe una división entre los puestos que se encuentran dentro del mercado y los que se encuentran fuera; estos últimos son más grandes y, aparentemente, no forman parte del mercado, pues dan la impresión de ser negocios independientes: funcionan como heladerías, fuentes de soda, zapaterías, tiendas de abarrotes, bazares, farmacias e, incluso, bancos. Todos los puestos del mercado están ocupados; la gran mayoría por sus propietarios y un porcentaje están alquilados (el alquiler, en promedio, es de 200 dólares).
JESÚS MARÍA Y LA INMIGRACIÓN JAPONESA.- El distrito guarda una estrecha relación con la colonia japonesa no solo porque en su jurisdicción viven muchos descendientes de los inmigrantes nipones sino porque la Asociación Peruano Japonesa (fundada en 1917) recibió del Estado peruano un terreno de 10 mil metros cuadrados aquí en compensación por los sucesos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial. En este terreno la Asociación ha construido sus principales instituciones. Está, en primer lugar, el Centro Cultural Peruano Japonés, inaugurado el 12 de mayo de 1967 como un espacio de encuentro y difusión de las distintas manifestaciones del arte, tradiciones y cultura peruana y japonesa. A la inauguración asistieron, en representación del Emperador del Japón, el Príncipe Heredero Akihito y la Princesa Michiko, así como el Presidente del Perú en es entonces, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry y el Arzobispo de Lima, Juan Landázuri Ricketts. En la ceremonia, los entonces príncipes Akihito y Michiko, siguiendo una milenaria costumbre, sembraron dos pinos que hoy se alzan robustos en el jardín japonés del CCPJ como símbolo de amistad entre los pueblos del Perú y el Japón.
Una buena demostración de los propósitos del CCPJ es el moderno Teatro Japonés (con capacidad para 1025 personas) y el Museo de la Inmigración Japonesa (avenida Gregorio Escobedo 803, Jesús María. Teléfono 463-1245, anexo 6). En este museo hay exhibición de documentos, fotografías y diversos testimonios relacionados con la llegada de los primeros inmigrantes japoneses al Perú a fines del siglo XIX. Este museo fue inaugurado en 1981 como parte de las conmemoraciones del 80 aniversario de la inmigración japonesa al Perú, ocurrida en 1979. Los primeros objetos que se exhibieron fueron elaborados por la empresa Tanseisha, traídos desde el Japón e instalados en Lima bajo la supervisión del conocido peruanista Shozo Masuda. Luego, se añadieron en Lima otros objetos museográficos relacionados a los siguientes temas: el cambio de actitud del inmigrante japonés hacia el Perú, la integración, las relaciones peruano-japonesas después de la II Guerra Mundial, la cronología de los principales acontecimientos ocurridos en el Mundo y en paralelo en la colectividad peruano japonesa, las celebraciones por el 80, 90 y 100 aniversarios de la inmigración japonesa al Perú, el fenómeno dekasegi, etc. El museo ocupa un área de 273 m2 y comprende, según el tema y naturaleza de las exhibiciones, la Sala de Exposición Permanente y la Sala de Exposiciones Temporales. La primera muestra la historia de la inmigración japonesa y de la colectividad nikkei, así como algunos aspectos de las relaciones entre Perú y Japón, y de manera esquemática, la geografía y las culturas peruanas; la segunda renueva su exhibición en forma periódica con contenidos relacionados a la temática del Museo. Asimismo, hay un área para el archivo de documentos, fotografías históricas y de un importante conjunto de libros acerca del tema de la inmigración en idioma español, japonés e inglés; esta sección puede ser usada también como sala de estudios y de reuniones. Por último, desde 2003, el museo lleva el nombre de “Carlos Chiyoteru Hiraoka”, en reconocimiento a la labor del destacado empresario y dirigente de la Asociación Peruano Japonesa y de otras instituciones de la colectividad peruana y japonesa.
Asimismo, la Asociación Peruano Japonesa ha construido el Policlínico Peruano Japonés (Gregorio Escobedo 783), en los alrededores del Centro Cultural, proyectado en 1977 e inaugurado, en su primera etapa, el 21 de marzo de 1981 gracias a la donación de dinero y equipos médicos del gobierno japonés, a la ayuda económica de la colonia nipona peruana y al trabajo gratuito de muchos médicos. Finalmente, no podemos omitir al Puente de la Amistad Peruano Japonesa, inaugurado el 29 de mayo de 1999 en el Campo de Marte. Se trata de un monumento que conmemora el Centenario de la Inmigración Japonesa a nuestro país y consiste en un puente que simboliza el lazo de amistad entre los dos países. Tiene como característica el grabado de los nombres de los 790 ciudadanos japoneses que iniciaron la inmigración al Perú.
EL CONJUNTO RESIDENCIAL SAN FELIPE.- Construido en los años sesenta, durante el primer gobierno de Belaunde, es ya sabido que, según el consenso de los especialistas, Residencial San Felipe es casi una joya arquitectónica y urbanística. Representa un período de la clase media limeña y un estilo de vida (unidades vecinales de estrato B hacia arriba), en el que los espacios verdes conjugan de manera casi perfecta. Espacios verdes además que son espacios públicos en todo el sentido de la palabra: lugares de socialización y aprendizaje práctico de ciudadanía, espacios simbólicos y físicos. Incluso existe la idea de convertir a San Felipe en patrimonio arquitectónico de Lima, pues no hay otro caso así en la ciudad. Gente como Rafo León hablan de este conjunto como un micro Central Park de Lima, en el que viven 1.200 familias (casi 10 mil habitantes) y abarca 259,011.32 m2. Su construcción se inició en 1963 y obedeció al diseño del arquitecto peruano Enrique Ciriani. Su concepción apuntó en su momento a definir el estilo de vida del “hombre del futuro”, mediante viviendas organizadas alrededor de un espacio común llamado ágora, con anillos en el segundo nivel para uso comercial e introduciendo una novedosa idea para la época: el dúplex. En este sentido, para muchos, San Felipe representa quizás el intento más relevante de una ciudad que, a mitad del siglo XX, buscaba dar el salto a lo moderno. No cabe duda, entonces, que San Felipe puede dar lugar a una serie de reflexiones acerca de su importancia, si el proyecto que lo representa tuvo éxito o no, si el uso de sus espacios corresponde a las aspiraciones de sus creadores, a analizar sus fallas, sus éxitos y su uso actual.
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