El año que pasó, nuestra ciudad se vio afectada por la reunión de dos “cumbres” internacionales, la de la ALC-UE y la de la APEC. Remodelación de pistas, desvío del tránsito, propaganda sistemática para comprometer a los limeños hacá el éxito de dichas reuniones y, en fin, expectativa y caos generalizados. No tenemos las cifras pero, aparentemente, fueron dos buenos negocios para el país pues no sólo dimos una “buena” imagen a nivel internacionale sino que hubo muchos compromisos de inversión para nuestra economía. Pero las “cumbres” de 2008 no han sido las únicas que se celebraron en Lima. Durante el siglo XIX y en determinados momentos del XX, la capital peruana también albergó interesantes reuniones internacionales. Veamos.
A lo largo del siglo XIX, Lima fue sede de dos reuniones internacionales de singular importancia. La primera se llevó a cabo en 1847 y fue convocada por el presidente Ramón Castilla: se trató del Primer Congreso Americano. ¿Cuál fue el motivo de la convocatoria? Desde Europa, el ex dictador del Ecuador, el general Juan José Flores, quien gobernó el vecino del norte desde 1830 a 1845, emprendió uno de los planes más audaces del caudillismo latinoamericano para recuperar el poder. En Inglaterra reclutó mercenarios, consiguió armas y adquirió naves para invadir Ecuador. Luego pasó a Francia donde trató de conseguir más apoyo para su colosal empresa. Por último, en el Reino de Nápoles, el embajador español escuchó sus planes de colocar un príncipe español frente de Ecuador. Pero su plan no quedaba allí: bajo el Protectorado de España, dicho príncipe procuraría engrandecer geográficamente su reino a costa de sus vecinos (Colombia, Perú y Bolivia). La intriga monárquica, organizada por Flores, fue conocida por todos los medios diplomáticos, y el Perú toma la iniciativa para contrarrestar las “expediciones floreanas”. Así, la Cancillería peruana decidió convocar un congreso continental para acordar medidas de defensa común en vista del proyecto de instaurar en América monarquías europeas.
De los diez países invitados solo enviaron su representación cinco. Los concurrentes designaron a los siguientes plenipotenciarios: de Bolivia, José Ballivián; de Chile, Diego José Benavente; de Ecuador, Pablo Merino; de Nueva Granada, Juan de Francisco Martín; y del Perú, Manuel Ferreyros, por su experiencia como ministro de Estado y jefe de varias misiones diplomáticas. Fueron 21 las conferencias que se celebraron, desde la sesión de instalación, el 11 de diciembre de 1847, hasta la de clausura de los trabajos el 1 de marzo de 1848. Se estableció el deseo de llegar a acuerdos internacionales para proteger la soberanía americana según la Doctrina Monroe; además, durante el Congreso se comprobó con satisfacción que la Cancillería de Londres daba las garantías de que tal expedición no se produciría. Por último, se sentaron los principios de armonía continental y la necesidad de encontrar canales para mantener la paz en el continente. En este sentido se suscribió un tratado de confederación, otro de comercio y navegación, una convención de correos y otra consular. Como dato anecdótico, todas las sesiones del Congreso Americano de Lima, a diferencia de todo el despliegue logístico que hoy demanda este tipo de eventos, se desarrollaron en la casa de Manuel Ferreyros, elegido por los concurrentes Presidente de esta primera cita continental.
La segunda reunión internacional que se llevó a acabo en Lima fue convocada por nuestra Cancillería, a través de una circular el 11 de enero de 1864, y respondió a una coyuntura muy singular: la flota española, al mando de Luis Hernández Pinzón, amenazaba las costas del Perú y se precipitaba un conflicto con España. Esta aventura neocolonial ponía en peligro la independencia no solo de nuestro país sino la del continente americano. Se invitaba a las repúblicas americanas del Pacífico a un Congreso para discutir diferentes temas como declarar a América una sola familia dispuesta a defender su independencia; establecer los castigos morales contra los perturbadores y traidores de la causa americana; abolir la guerra continental y sustituirla por el arbitraje; tomar las medidas necesarias para resolver los temas limítrofes pendientes; firmar una convención postal; y obtener facilidades recíprocas entre los países de la región. Casi todos los invitados aceptaron concurrir a la cita. De esta manera, el Segundo Congreso Americano se instaló el 15 de octubre de 1864 y sesionó hasta el 13 de marzo de 1865 en el Palacio Torre Tagle. Los delegados fueron Juan de la Cruz Benavente (Bolivia), Justo Arosemena (Colombia), Manuel Montt (Chile), Vicente Piedrahita (Ecuador), Pedro A. Herán (Guatemala), Antonio Leocadio Guzmán (Venezuela) y Domingo Faustino Sarmiento (Argentina). Nuestro país estuvo representado por José Gregorio Paz Soldán, a quien sus colegas lo designaron presidente del Congreso.
Como es lógico, los temas del debate pasaron aun segundo plano pues el Congreso Americano invirtió buen aparte de su tiempo en resolver el conflicto entre el Perú y España. Como anota Jorge Basadre, al final llegó a acordar un tratado de unión, otro de alianza defensiva entre los estados partícipes, otro de correos y, finalmente, uno de comercio y navegación. El contenido de los textos fue muy lírico por lo que no fue ratificado por los congresos de los países que participaron en la cita de Lima.
Durante el siglo XX, al margen de las invitaciones que cursó el gobierno de Leguía para las celebraciones del Centenario de la Independencia en 1921 y 1924, a las que asistieron diversas personalidades de América Latina y España, quizá la más importante fue la que ocurrió en 1975. Primero revisemos el contexto. Aquel año, el régimen dictatorial del general Juan Velasco Alvarado estaba cercado por la crisis económica y por un cúmulo de huelgas y movilizaciones. Recordemos que la asonada más violenta, con saqueos y medio centenar de muertos, fue la que vivió Lima el 5 de febrero, aprovechando una huelga policial: el famoso “Limazo”.
En esta difícil coyuntura, se reunió en nuestra ciudad, del 25 al 30 de agosto, la V Conferencia Cumbre de Ministros de Relaciones Exteriores de los Países No Alineados. Los cancilleres (en su mayoría de América Latina, África y Asia), que sesionaron en el Centro Cívico, acordaron dar apoyo al Sistema Económico Latinoamericano (SELA) y delinearon el Plan de Acción para Fortalecer la Cooperación, Solidaridad y Capacidad de Acción de los Países No Alineados y otros países en Desarrollo para el establecimiento del NOEI; para este fin, se formó el “Grupo de los 77”, por el número de delegaciones que asistió a la reunión de Lima. Otra decisión importante fue obtener una declaración condenatoria a la situación de las Islas Malvinas: los Países No Alineados, sin perjuicio de ratificar la vigencia del principio de autodeterminación como principio general para otros territorios, en el caso especial y particular de las Islas Malvinas apoyan firmemente el justo reclamo de la República Argentina e instan al Reino Unido a proseguir activamente las negociaciones encomendadas por las Naciones Unidas con el fin de devolver dicho territorio a la soberanía Argentina, y de ese modo, terminar con esa situación ilegal que aún persiste en la parte sur del continente Americano. Lo lamentable para la imagen del Perú fue que, durante la Conferencia, se dio el caso insólito de que un golpe de estado, al interior de las Fuerzas Armadas, puso fin al gobierno del general Velasco e inauguró el régimen del general Francisco Morales Bermúdez. Nadie entendía nada. Las sesiones fueron inauguradas por Velasco y clausuradas por el nuevo dictador, quien expresó: la misma Revolución que los recibió hace ochos días es la misma revolución que les da la despedida.
Sigue leyendo