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Cuando la ciencia puede salvar de la pena de muerte a inocentes
Conoce la organización estadounidense que ha demostrado la inocencia de 297 presos mediante estudios científicos. Por desgracia, algunos ya habían sido ejecutados
Dennis Maher pasó 19 años en prisión acusado de una violación sexual que no cometió. La ciencia le devolvió la libertad. (Foto: Innocence Justice)
Agencia Materia
El 23 de diciembre de 1991, un fuego arrasó la casa que los Willingham tenían en Corsicana (Texas, Estados Unidos). Las tres hijas del matrimonio murieron en el incendio. El padre, Cameron Todd Willingham, que dormía cuando se iniciaron las llamas, se salvó milagrosamente. La madre estaba fuera, había ido a comprar los regalos de Navidad. El caso estremeció a los Estados Unidos. La policía enseguida sospechó del padre de las niñas. Aunque él siempre mantuvo su inocencia, un informe forense estableció que el fuego había sido provocado. La declaración de un preso que compartía celda con él incriminándole terminó por sentenciarle. Willingham fue condenado a la pena de muerte. Pero la ciencia acabó revelando que era inocente.
“Casi todo se hizo mal. Los investigadores de la oficina del Jefe de Bomberos y el Departamento de Bomberos, Vásquez y Fogg, no sabían nada de dinámica del fuego y creían que era posible concluir que las llamas que quemaron el piso tuvieron que ser causadas por un líquido inflamable. En Estados Unidos, especialmente hace 20 años, los investigadores de incendios no estaban obligados a tener conocimientos sobre dinámica del fuego”, cuenta John Lentini, de Scientific Fire Analysis. Lentini, experto en ciencia forense y química de restos del fuego y explosivos creó un comité de expertos a petición de Innocence Project. Desde esta organización estadounidense estaban convencidos de la inocencia de Willingham. El comité estableció en 2006 que el incendio fue fortuito. Por desgracia, Cameron Todd Willingham había sido ejecutado en la cárcel de Huntsville mediante inyección letal dos años antes. El caso tuvo que esperar a 2011 para que una comisión oficial reconociera que habían matado a un inocente.
Lentini ha presentado esta mañana el caso Willingham en la reunión anual que celebra en Filadelfia (Estados Unidos) la Asociación Americana de la Química. Junto a él han participado otros expertos en un simposio sobre Innocence Project, una organización que se apoya en la moderna ciencia forense para demostrar la inocencia de centenares de condenados. Creada en 1992 por Peter Neufeld y Barry Scheck, conocido por haber participado en la defensa del jugador de fútbol americano O. J. Simpson por el supuesto asesinato de su mujer, Innocence Project ha sacado de las cárceles estadounidenses a 297 personas desde entonces. 17 de ellas esperaban en el corredor de la muerte su final.
3.944 AÑOS DE CÁRCEL INJUSTA
“En conjunto, han pasado 3.944 años en la cárcel”, calculan desde Innocence Project. “49 estados cuentan con alguna norma que permite a los reclusos acceder a una prueba de ADN, pero en la mayoría de nuestros casos, el ADN no se usó cuando fueron condenados”, añaden. Sobre los test genéticos, esta organización ha ido creando una red de expertos con la que los condenados injustamente tienen una segunda oportunidad para que se revise su caso. Pero ellos no se dedican a buscar resquicios en el sistema legal para una nueva apelación, Innocence Project se apoya sólo en la ciencia.
Uno de esos expertos es Frederic Whitehurst, un agente especial del laboratorio del FBI, 100 veces llevado al cine y a las series de televisión. Sus denuncias sobre su forma de actuar obligaron a la agencia estadounidense a hacer hasta 40 reformas y cambios en la forma de trabajar del laboratorio pero a Whitehurst le costaron el puesto. Ha participado en la conferencia sobre Innocence Project ya como ex agente.
“Los principales problemas en el laboratorio del FBI que yo denuncié eran que personal sin credenciales científicas estaba alterando los informes de los científicos sin su conocimiento o autorización para reforzar el caso de los investigadores policiales”, recuerda Whitehurst. Otras de sus denuncias se referían a la ruptura de la cadena de la prueba, que algunos testificaban en juicios como expertos en un área que no era la suya o, incluso, que el laboratorio no contaba con protocolos científicos validados, “en algunos casos ni siquiera los tenían por escrito”, añade.
Pero hay otro problema de fondo, no relacionado con la ciencia. “Las agencias de seguridad deberían emplear a científicos, no a individuos que se limitan a realizar informes al gusto de los jefes. Si nuestros laboratorios de criminalística fueran animados a buscar la verdad por encima de otros intereses veríamos grandes avances en nuestra guerra contra el crimen”, declara el ex agente especial Whitehurst.
En ese camino está Innocence Project. Su trabajo independiente muestra que la justicia dista de ser justa. Por ejemplo, el 75% de los excarcelados gracias a sus pruebas de ADN habían sido reconocidos por testigos en ruedas de reconocimiento. Además, otro 25% de los exonerados por el trabajo de esta organización se habían inculpado en los interrogatorios. A diferencia del recuerdo subjetivo, cuando no influenciado, de los testigos o las oscuras prácticas interrogatorias, el ADN y otras pruebas científicas no mienten. Como dicen en Innocence Project, la ciencia es el mejor medio “para cambiar el actual sistema de justicia y evitar nuevas injusticias en el futuro”.
EN LIBERTAD GRACIAS AL ADN
En la reunión de la Asociación Americana de la Química también se han mostrado tres casos en primera persona. Tres personas que la policía detuvo y la Justicia condenó. Tres personas que pasaron varios años de su vida en la cárcel, uno de ellos esperando la pena de muerte, por unos delitos que no cometieron.
Ray Krone fue acusado de asesinato y pasó 10 años en la cárcel, dos de ellos en el corredor de la muerte esperando su ejecución. La sangre en la escena del crimen coincidía con el tipo de la suya. Pero lo que condenó a Krone fueron unas marcas en el pecho de la mujer asesinada. La policía tomó una impresión de sus dientes y un experto dictaminó que eran coincidentes. El juez acabó condenándole en 1992. 10 años después, una prueba de ADN le sacó de la cárcel.
El caso de Raymond Santana llegó a ser recreado en una película. Fue uno de los cinco chavales condenados en Nueva York por asaltar y violar a una chica mientras hacía jogging en Central Park en 1989. Tras 12 años en prisión, Santana y los demás fueron exonerados cuando apareció otro hombre asegurando que él era el responsable. Una prueba de ADN reveló que era cierto.
El último en contar su caso esta mañana ha sido Steven Barnes, condenado a 25 años, de los que llegó a cumplir casi 20, por un crimen que no cometió. Varias pruebas y testmimonios de supuestos expertos le condenaron. Innocence Project consiguió sacarle tras mostrar la invalidez de las pruebas.
FUENTE: EL COMERCIO PERU
MARTES 21 DE AGOSTO DEL 201209:49
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