Sinesio López Jiménez
Si nunca segundas partes fueron buenas, según Cervantes, ¿qué diría de las terceras?.. He dudado mucho en escribir una crítica al último artículo de García publicado en El Comercio. No he encontrado una idea seria que valga la pena discutir. Creo que este artículo es un material, no para analistas políticos o sociales, sino para sicoanalistas. Resulta que, según García, la pobreza no es producto de la explotación, ni de la dominación, ni de los capitalistas voraces, ni la desigualdad social creciente, ni de la incapacidad del Estado para combatirla con adecuadas políticas sociales y con los recursos necesarios, sino… de la pobreza intelectual del perro del hortelano. Por eso quizás el caricaturista de El Comercio ha resumido simplistamente el peculiar argumento de García con la figura de un perro rojo que se muerde la cola. El sicoanalista tendría que analizar tanto al perro del hortelano que se muerde la cola como al poderoso guardián (García) de los hortelanos. Me parece que el perro del hortelano, con perdón de mis amigos sicoanalistas por meterme en su campo, ha sufrido una metamorfosis y se ha convertido en el chivo expiatorio del fracaso de García y de su desaprobación mayoritaria por la ciudadanía. ¿ Y en qué consiste la pobreza intelectual del perro del hortelano?. García la resume en cuatro puntos: la lucha irracional e irrealista contra el exitoso capitalismo (neoliberal), la acusación al gobierno de no hacer nada para reducir la pobreza, el señalamiento de la desarticulación de los programas sociales y la repetición de la letanía que sostiene “que todo capital es un robo del trabajo ajeno y que la inversión siempre es explotación y dominación”, además de ser un perro provinciano y acomplejado. La primera parte es, en realidad, una pequeña biografía política de García: Su tránsito de desaforado populista y estatista (durante su primer gobierno) a fervoroso neoliberal (en lo que va de su segundo gobierno). Hay allí también la confesión sincera de su defección: “la realidad ha derrotado al perro del hortelano”. Lo que no me parece cierto ni justo es que confunda su biografía personal con la de todos los perros del hortelano del Perú y de América Latina que, en forma creciente y sostenida, siguen ladrando contra el neoliberalismo por excluyente e injusto.
La segunda parte es una crítica severa al perro del hortelano que se niega a ver el éxito de los programas y políticas sociales y el alto monto de recursos que se les asigna. García silencia la crítica de fondo: la separación perversa entre políticas económicas (para los ricos) y políticas sociales (para los pobres), olvidando que la mejor política social es una buena política económica. Uno de los caminos más seguros para salir de la pobreza es el que conduce a la generación de empleos de calidad y de salarios dignos. Eso obliga a repensar, cuestionar y reajustar el modelo neoliberal exclusivamente rentista que García celebra e impulsa. El asistencialismo de más de la mitad de los programas sociales puede mitigar la situación miserable de los pobres, pero no resolverla. El eje de las políticas sociales debiera ser el desarrollo de capacidades. Ese el papel de los programas de salud y de una reforma de la educación seria, integral y viable. Todo eso requiere invertir, no S/. 0.70 al día por cada pobre (Pedro Francke dixit), sino una ingente cantidad de recursos que se obtienen, no por óbolos que propician la corrupción, sino aplicando (a las ganancias extraordinarias, por ejemplo) la capacidad impositiva (extracción de impuestos) que tiene todo Estado soberano.
La tercera parte critica la objeción del perro hortelano a la forma de gestión de los programas sociales “con prioridades organizadas científicamente”, aprendida, no en las mejores maestrías de gerencia, gestión y políticas públicas, sino “en el modelo propuesto por Sembrando”, institución privada dirigida por la esposa de García. Lo que se cuestiona, sin embargo, no es sólo las deficiencias en la gerencia, gestión y administración de los programas sociales, sino la cosificación de los pobres que dichos programas implican. A los pobres se les trata, no como personas, sino como cosas. La pobreza es, sin duda, una situación destructora de los seres humanos, de su autoestima, de sus capacidades y potencialidades, pero, en medio de los despojos humanos que ella genera, encontramos una base mínima de reconstitución: la dignidad humana. Esta es la plataforma básica de igualdad de los seres humanos que los mismos pobres reivindican cuando se les pregunta por sus derechos: Ellos exigen ser tratados con dignidad. Esta constituye un valor inmaterialista primario que permite al pobre mismo, a través de su acción, recomponer los valores humanos materiales, corporales e inmateriales. En la cuarta parte, García censura al perro del hortelano que critica al capitalismo neoliberal victorioso y que promueve la protesta social. Lo que García defiende en esta parte es, como todo converso, el pensamiento único del credo neoliberal y la alta dosis de autoritarismo que eso implica, aunque ello signifique la negación arrogante de todo lo que las ciencias sociales han escrito sobre el capitalismo y su historia poco edificante.