Archivo por meses: marzo 2015

DIFICIL, PERO NO IMPOSIBLE

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Sinesio López Jiménez

 

Hasta ahora las izquierdas vienen comportándose como quieren las derechas: vetos mutuos y fragmentación con probables candidatos irrelevantes. Algunos analistas piensan que la fragmentación de las izquierdas es un dato casi definitivo e inevitable. A mí me parece que no todo está dicho y que la situación podría cambiar para bien de las izquierdas. ¿ Qué factores podrían cambiar esta situación poco auspiciosa para ellas?. Sugiero los más relevantes y probables. Primero, la posibilidad de que las corrientes más unitarias de las izquierdas cuenten también con una franquicia electoral que, en este caso, es un mal necesario en la medida que sin ella no se puede participar en el proceso electoral. Ellas pueden de ese modo anular la capacidad de chantaje de las izquierdas (radicales y moderadas) que tienen la franquicia y favorecer la unidad.

 

Segundo, el probable crecimiento masivo de los movimientos contestatarios que, para tener una mayor incidencia en el campo de la política y del gobierno, necesita una sola representación política y puede presionar (en forma directa o indirecta) a las izquierdas divididas sobre la necesidad de la unidad. Ni la derecha ni el centro pueden ni les interesa representar a los movimientos contestatarios. Este es un papel reservado para las izquierdas. Si la izquierda democrática no es capaz de representar políticamente a las fuerzas sociales movilizadas, lo hará el MOVADEF con otras fuerzas afines.

 

Tercero, si las izquierdas, superando pequeñas ambiciones y sectarismos de capilla, logran redescubrir los enemigos a los que tiene que combatir y derrotar pueden recuperar su identidad política y organizarse como un solo actor decisivo en la lucha política y en la competencia electoral. No sólo es lamentable sino también indecente la fragmentación de la izquierda en pequeños grupos políticamente irrelevantes. El pueblo que no sabe definir con claridad quien es su enemigo es un pueblo sin destino. El establecimiento claro de la enemistad política ayuda a definir, además, las cuestiones programáticas, las coaliciones y las estrategias.

 

Cuarto, si los fragmentados y pequeños grupos de izquierda logran percibir y entender la enorme fuerza de los enemigos a los que tiene que combatir es probable que busquen superar la fragmentación y logren conformar un solo actor político. Se trata de enfrentar a la CONFIEP, al modelo neoliberal extremo, a la ultraderecha política y sus candidatos favoritos (García, Keiko, PPK) y al partido de los medios concentrados (PMC). No es poca cosa. La única posibilidad de enfrentar con cierto éxito a estos enemigos muy poderosos es que las izquierdas no solo se unifiquen sino que sean capaces de organizar un gran frente de centro-izquierda.

 

Quinto, la comprensión de la enorme fuerza de la derecha ayuda a entender también la abismal debilidad de las izquierdas fragmentadas y puede impulsarlas a la necesidad de la unidad. Esta, si se concreta, es ya un gran logro que, sin embargo, es insuficiente para pasar a la segunda vuelta. Esta hazaña requiere la organización de un frente de centro- izquierda.

 

Finalmente, si se avanzara en el recorrido de los pasos anteriores, las izquierdas podrían estar en mejores condiciones para escoger el candidato viable de la izquierda o, mejor aún, de la centro-izquierda. Este podría ser un independiente de izquierda o un independiente de centro que obtenga el respaldo de todas las izquierdas. ¿Es eso posible?. Difícil, pero no imposible.

 

 

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LA FRANQUICIA ELECTORAL

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Sinesio López Jiménez

No son un partido. No tienen un proyecto claro, ni una organización activa (con estado mayor, cuadros intermedios, bases militantes) ni relaciones más o menos permanentes con la periferie social que les dé vida, pero tienen una franquicia electoral (inscripción en el JNE) y eso  los convierte, como por arte de magia, en un partido nacional. Este no es otra cosa que un político con una franquicia electoral. Gracias a esa franquicia, los políticos que la poseen pueden competir en las elecciones generales, formar “coaliciones”, dividir a las que se podrían formar, alquilarla (vientres de alquiler) y chantajear a los que no la tienen pero anidan sus pequeñas ambiciones. Todo esto hace de los llamados partidos nacionales una excrecencia morbosa de la colectividad nacional.

¿Y como se obtienen las franquicias electorales? Cuando había partidos, los militantes reclutaban las firmas; cuando ellos se debilitaron, los planillones se llenaban con firmas falsas; y ahora se compran en el mercado. Las firmas ya no expresan la adhesión voluntaria de los ciudadanos a los partidos sino que se han convertido en mercancías. Se calcula que cada firma cuesta más o menos un dólar y que, para alcanzar las cuatrocientos mil y más que exige el JNE con depuraciones de la RENIEC incluidas, es necesario presentar más de  un millón de firmas. La política se ha mercantilizado: se ha introducido el criterio de mercado en la política.

Los bienes y servicios se compran en el mercado con dinero. El ingreso a las universidades se obtiene gracias al mérito. La inscripción de los partidos en el JNE se basa en la adhesión libre y voluntaria de los ciudadanos. Cada esfera de actividad tiene su propio criterio de justicia. El ingreso a la universidad y la inscripción en el JNE no se deben comprar con dinero. Cuando se hace eso, se produce lo que Michael Walzer ha llamado el intercambio bloqueado, esto es, la injusticia. La mercantilización de la inscripción electoral hace que sólo los que tienen dinero, bien o mal habido (habría que investigarlo), puedan inscribirse y competir en los procesos electorales.

La posesión de la franquicia tiene, además, otros efectos sobre el sistema electoral y el sistema de partidos. Sus efectos devastadores sobre los partidos son peores que los del voto preferencial. La franquicia es el peor enemigo de la existencia y fortaleza de los partidos. Para competir en las elecciones ya no se necesita un partido. La exigencia formal de los comités de partido no tiene el nivel de exigencia de la verificación de las firmas y su inexistencia no puede ser sancionada ni afecta en nada a la franquicia. Esta es más que autosuficiente. La transformación de la franquicia en vientre de alquilar también impide la formación de partidos.

La franquicia distorsiona la formación de las coaliciones. Estas ya no se forman por enemistades compartidas o por coincidencias programáticas sino para poder pasar la valla electoral (5%) o, lo que es peor, para impedir la formación de coaliciones de organizaciones cercanas. Esto último es lo que está pasando con la izquierda que ha perdido la brújula en la definición de los enemigos, criterio central para definir las coaliciones y los programas.

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VENEZUELA: ¿DE DONDE VIENE EL GOLPE?

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                                               Sinesio López Jiménez

Sospecho que la si la oposición golpista venezolana triunfara con el apoyo de las derechas latinoamericanas no sobrevendría una democracia ni una transición conservadora como postulan sus protagonistas sino una dictadura pura y dura. ¿De qué otro modo el golpismo triunfante podría someter a las masas chavistas permanentemente movilizadas en defensa de un gobierno que consideran suyo?. Desde la elección cuestionada de Maduro para suceder a Chávez, un sector de la derecha venezolana (con el apoyo abierto de la derecha latinoamericana) surgió como una oposición desleal que buscaba un golpe de estado como lo hizo con Chávez en el 2002.

La peculiaridad del 2014 es que esta vez intentaba, no un golpe militar, sino un golpe ciudadano que fracasó porque encontró al frente al chavismo movilizado que abarcaba casi a la mitad de los venezolanos y porque otro sector importante de la oposición se atenía a las reglas de juego democrático para suceder a Maduro. La oposición venezolana sigue dividida. Al lado de la oposición golpista, la oposición constitucionalista se muestra dispuesta a respetar los tiempos, plazos y formas que señala la Constitución. Hirschman define la democracia como capacidad de espera de los ciudadanos para respetar las reglas de juego y los tiempos que ella establece.

El debate político y politológico era (el año pasado) si el régimen venezolano era una democracia o un régimen autoritario, si las elecciones de las que había surgido eran legítimas o ilegítimas. Las elecciones no fueron fraudulentas, pero el proceso electoral fue injusto como sucede en la mayoría de los países de AL. El debate se reduce entonces al grado de injusticia (que es difícil precisar) de los procesos electorales que convierten a las elecciones en legítimas o ilegítimas. Los que sostenían que era una democracia defectuosa (me incluyo) condenaban el golpismo de un sector de la oposición y los que lo veían como un régimen autoritario respaldaron a la movilización ciudadana contra el régimen de Maduro.

Si es una democracia, por la más defectuosa que sea, está obligada a respetar las libertades, las movilizaciones y la vida de todos los venezolanos, pero tiene también el derecho a defenderse si las movilizaciones tienen un sentido golpista. ¿ Puede una democracia transformarse en un régimen autoritario e incluso en una dictadura?. Puede, sobre todo si es una democracia defectuosa que se enfrenta a sectores golpistas que buscan echársela abajo acusándola de dictadura. Se genera entonces una profecía autocumplida. Si el gobierno de Maduro es hoy un régimen autoritario lo es tanto porque Maduro lo quiere como porque la derecha golpista lo ha empujado a esa situación.

¿Qué sentido tiene en este contexto la declaración de Obama de que Venezuela “constituye una infrecuente y extraordinaria amenaza a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”?. ¿Significa que USA prepara una agresión militar como sostiene Atilio Borón (PHD de Harvard) o que sólo respalda a la oposición golpista para forzar la salida de Maduro?. Más allá de las intenciones, el endurecimiento de Washington podría debilitar el apoyo mayoritario de los países latinoamericanos al gobierno de Maduro.

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RAZONES, PASIONES E INTERESES

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Sinesio López Jiménez

Es difícil pero no imposible un candidato único de la izquierda. Si las pequeñas organizaciones y corrientes que se proclaman de izquierda actuaran con un mínimo de racionalidad política (haciendo que sus decisiones políticas coincidan con los intereses de los clases y grupos sociales que dicen representar) podrían encontrar o construir un candidato único de la izquierda. Ayuda a esta racionalidad la existencia objetiva de un espacio sociopolítico de izquierda que, para mantenerse como tal, necesita una representación única.

Para que esta opción se concrete es necesario que las izquierdas desplieguen una serie de movidas que la hagan viable. Primero, volver al diálogo como el que se tuvo desde fines del 2011 hasta antes de las últimas elecciones regionales y locales. Segundo, recuperar la confianza (relativamente deteriorada) entre los líderes y los militantes de las diversas corrientes de izquierda. Tercero, llegar a la convicción racional de la incapacidad de sus actuales liderazgos para representar por separado al amplio espacio sociopolítico de izquierda y apostar, por eso mismo, a una candidatura única que los represente a todos. Debe acompañar a esta convicción la conciencia de que la fragmentación de la izquierda conduce a una derrota segura. La izquierda fragmentada es la izquierda que la derecha necesita.

Cuarto, buscar a un candidato o a una candidata independiente de izquierda o cercana a ella, confiable, creíble y viable en quien todas las izquierdas se sientan representadas. Con una candidatura única y consensuada nadie pierde. Todos ganan. Quinto, la fórmula presidencial tiene que ser decidida por consenso de los diversos agrupamientos de izquierda, pero los representantes al congreso tienen que competir en elecciones democráticas internas bajo supervisión de la ONPE. Sexto, dejar de lado las ambiciones y el espíritu de capilla para apostar a un gran actor colectivo, capaz de enfrentar con éxito al modelo neoliberal en crisis y a  los candidatos de la derecha.

La política, por desgracia, no se guía sólo por la racionalidad individual o colectiva. La política es también el campo de las pasiones, de las ambiciones y de otros elementos de irracionalidad. Con mucha frecuencia todos ellos interfieren entre las decisiones políticas de los dirigentes y los intereses de las clases y los grupos sociales que buscan representar afectando la racionalidad de la acción política. No se le puede pedir a un político que deje de ser un hombre apasionado, pero sí le puede pedir que controle sus pasiones y sus ambiciones para ensanchar el campo de la racionalidad política.

Si se llegara a encontrar un candidato único de la izquierda ya sería un logro en relación a la actual fragmentación política que conduce a una derrota segura y deshonrosa. Mi hipótesis es que un solo candidato o candidata viable de izquierda no gana las elecciones del 2016, pero puede alcanzar resultados auspiciosos. Pero si quiere conquistar el poder tiene que ganar al centro para organizar una coalición de centro-izquierda que esté en condiciones de derrotar a los candidatos de la derecha (García, Keiko, PPK). Eso requiere la máxima racionalidad política y habilidades especiales que ni siquiera estoy en condiciones de imaginar en los actuales dirigentes de la izquierda. Esto es lo más deseable, pero no es, por desgracia, lo más viable.

 

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