Archivo por meses: mayo 2020

ESTADO: ¿REFORMA O RECONSRUCCION?

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Sinesio López Jiménez

Estamos perdiendo la batalla en la lucha contra la pandemia del coronavirus. La casi-derrota no se debe sólo a las deficiencias del gobierno que las tiene y muchas. Es ya una cuestión de Estado. No basta solo tener una eficiente política sanitaria para acabar con la pandemia. Es ya también insuficiente una agresiva reforma del sistema de salud. Las reformas parciales han sido superadas por la crisis. Esta ha desbordado a las FFAA, a la policía, a la burocracia, a todos los ministerios y ha puesto en cuestión al Estado en su conjunto.

Incluso una reforma del Estado neoliberal es ya insuficiente e imposible. El Estado neoliberal ha sido hecho para servir los intereses particulares de los que tienen el sartén de la economía por el mango abandonando a la sociedad y a los ciudadanos. ¿Para qué sirve una economía boyante que solo satisface la voracidad de los ricos si la sociedad se cae a pedazos y la ciudadanía se evapora? La pandemia ha desnudado esta irracionalidad. A esta “normalidad” quiere volver la derecha. Es de locos.

La reforma del Estado implicaría dotarlo de capacidades (coercitiva, efectividad legal, eficacia burocrática en la provisión de bienes públicos [salud, educación, justicia, seguridad], penetración en la sociedad y en territorio y, sobre todo, capacidad impositiva) para que pueda desarrollar bien las funciones que tiene. ¿Se pueden desarrollar estas capacidades en el Estado neoliberal? No se puede. Lo hemos sentido en el alma y en la piel durante 30 años.

El desarrollo de capacidades estatales requiere dos cosas fundamentales: un eficiente diseño institucional y organizativo del Estado y una nueva relación democrática de este con la sociedad, la economía y los ciudadanos. Esto nos lleva a otro formato de Estado o, para decirlo con más precisión, a reconstruirlo generando otra forma de Estado y otra constitución. ¿Cuál?.

Es necesario superar las pendulaciones históricas entre populismo y neoliberalismo que están destruyendo a los países de AL. Es la hora de construir un estado social,  democrático y autónomo con fundamentos y diseños innovadores con respecto al pasado. Este el debate de fondo que debiera estar en la agenda política actual. Volvemos.

 

 

MARTILLAZOS SOBRE UNA COLADERA

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Sinesio López Jiménez

Los martillazos del gobierno para impedir las aglomeraciones y evitar el contagio del coronavirus están teniendo un éxito parcial, menor del esperado. Parece que ya se inició la meseta de la curva de contagios, que no sabemos cuanto durará para luego iniciar el descenso. Ahora el gobierno está pasando de los martillazos al baile de los tratamientos focalizados por regiones, zonas y mercados.

Pero los martillazos y la política sanitaria del gobierno no lograron impedir el alto nivel de contagio (62,000 personas) y de muertes (2050 fallecidos) que coloca al Perú en el segundo lugar los países contagiados de AL (después de Brasil), pese a que inició temprano la política de cuarentena. ¿Qué pasó?. Mi hipótesis es que el resultado no tan exitoso de la política sanitaria se debe no tanto a los errores del gobierno como a los obstáculos que provienen de las estructuras políticas, económicas y sociales en las que opera.

Es innegable que el gobierno ha tenido y tiene errores, pero estos no están tanto en el campo político como en el económico. En este campo contrasta el débil apoyo focalizado a los pobres con el millonario respaldo financiero a las grandes empresas. El apoyo a los pobres ha sido insuficiente, mal distribuido y lento y no ha contribuido mucho a la eficacia de los martillazos.

Los problemas estructurales que limitan la eficacia de la política sanitaria gubernamental son las incapacidades del Estado, la informalidad laboral y la desigual distribución del ingreso. Las élites gobernantes, especialmente las de los últimos 30 años, han construido un estado eficaz para atender los intereses particulares de los poderosos, pero incapaz para atender los intereses generales de los ciudadanos.

Lo mismo pasa con la informalidad laboral y la desigualdad económica. Estas son las puntas de un hilo que nos conducen a una estructura económico-social excluyente. El sistema económico formal es incapaz de absorber la oferta de trabajo que asciende a más de 300 mil personas cada año. Sólo 98 mil obtuvieron un trabajo formal y 239 mil se convirtieron en informales en el 2018, según el INEI.

La mayoría del 72% de la PEA que son informales tiene bajos ingresos, es pobre o muy pobre. No es el alto costo de la formalidad sino la incapacidad del sistema productivo para absorber la oferta laboral lo que produce la informalidad laboral. Esta no tiene un origen legal sino económico-social.

LOS LIMITES ESTRUCTURALES DE LOS MARTILLAZOS

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Sinesio López Jiménez

Algunos tecnócratas neoliberales critican la supuesta ineficacia de los martillazos de Viscarra comparándola con la eficacia de las políticas de Suiza, Austria, Australia y Nueva Zelanda (La República, 19/04/20). Olvidan señalar los límites estructurales de los martillazos que ellos, en su momento, ayudaron a construir. Por ahora solo me voy a referir a las incapacidades del Estado.

El gobierno aconseja lavarse las manos con jabón para prevenir el contagio, pero amplios sectores de la población carecen de agua y desagüe. Ordena quedarse en casa, pero mucha gente sigue saliendo a la calle porque la policía y los militares no tienen la fuerza suficiente para hacer cumplir la ley. Busca medir el contagio probable de la gente, pero los hospitales carecen de las pruebas indispensables para hacerlo.

Trata de atender a todos los contagiados, pero el Estado carece de número necesario de hospitales para atenderlos. Se esfuerza por salvar la vida de los contagiados más graves, pero los hospitales no tienen las camas UCI ni los necesarios respiradores artificiales para lograrlo. Tenemos médicos excelentes y un esforzado personal de salud, pero no se abastecen. Son desbordados por la masiva demanda. Ellos buscan protegerse, pero sus centros de trabajo no les ofrecen los medios necesarios para evitar el contagio. El colmo de la crítica ahora es acusar al gobierno de no saber contar los muertos por coronavirus.

Todas las incapacidades del Estado tienen, por supuesto, una explicación. Las élites gobernantes, todas de derecha (salvo Velazco) y en connivencia con las élites económicas, han construido un estado sin dientes, sin garras, sin fuerza, enclenque en los doscientos años de República. No lo diseñaron bien, no lo dotaron de una organización eficiente, no entrenaron bien a su burocracia ni le dieron recursos necesarios para que desarrolle sus capacidades y desempeñe bien las funciones que tiene.

El caso de construcción del Estado mínimo y subsidiario (neoliberal) en los tiempos del boom exportador tiene ribetes de escándalo. Los tecnócratas y sus socios empresariales construyeron un Estado en el que sus aparatos económicos (MEF,BCR, SBS, etc), al servicio del capital, recibieron todo el apoyo, mientras los aparatos sociales (educación, salud, justicia, seguridad, vivienda, transporte) al servicio de los ciudadanos, fueron abandonados a su suerte. Pero el escándalo mayor es la bajísima presión tributaria (14%), un poco más de la media de AL. Se hizo perversamente que la salud pública y educación pública fueran un desastre para convertirlas en un negocio privado. Hoy los bancos y sus aseguradoras tienen redes de clínicas privadas y el monopolio de las farmacias.

 

 

LA GRAN CRISIS: ACTORES Y ESTRUCTURAS

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Sinesio López Jiménez

Las grandes crisis tienen la virtud de mostrar las grandezas y las debilidades de los actores y de sacar a flote las fallas estructurales que permanecen ocultas en épocas normales. Todo esto permite que la gente tome consciencia de las enormes injusticias que tiene su país y que, en ciertas circunstancias, entre a la acción.

El gran actor de esta crisis es, sin duda, el gobierno del presidente Viscarra que opera en dos niveles: el control de la pandemia y la marcha de la economía. En el primer nivel ha actuado bien y hasta muy bien, pese a pequeños errores y retardos. La política pública que está llevando a cabo para enfrentar la pandemia está mostrando su eficacia y también sus límites que no vienen del comando político-técnico que la dirige, define y redefine día a día ni de los médicos y personal de salud, los policías y los militares que heroicamente la aplican, sino de las fallas estructurales. La gente valora esta política, la apoya y la premia con un alto nivel de aprobación en las encuestas.

El problema está en la acción desplegada en el campo de la economía a través de una política que es discutible y cuestionable y que puede quitar al gobierno el apoyo ganado en el control de la pandemia. En este nivel hay que distinguir dos planos: las medidas económicas de apoyo a los sectores pobres, muy pobres y de trabajadores independientes y las medidas referidas a Reactiva Perú. En el primer plano de apoyo a la población vulnerable el gobierno ha actuado con medidas (los bonos) que son regulares porque son tímidas y no llegan a toda la gente que está en esa condición y porque la forma de distribución de los bonos en los bancos genera grandes aglomeraciones que la política de control trata de evitar.

La política más discutible es la que se refiere a Reactiva Perú. El programa crediticio de 30 mil millones para las empresas está bien, pero es necesario vigilar para que llegue también a las medianas y pequeñas empresas y que los bancos que lo van a manejar a bajo costo no sean voraces cobrando altos intereses. La política laboral es repudiable. Los trabajadores están pagando sobrevivir ahora (con sus CTS y sus ahorros en AFP) para morir mañana. ¿Y las grandes empresas y los bancos?. ¿Cuál es su contribución a la solución de la crisis?. No se oye padre.

Dejo para el próximo breve artículo el análisis escueto de las fallas estructurales.

EL RETORNO DEL CICLO PUBLICO

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Sinesio López Jiménez

La pandemia del coronavirus ha puesto en la agenda de todas sociedades y los gobiernos la defensa de la vida y la salud de la gente, bienes públicos esenciales. Ha mostrado también que las únicas entidades que pueden enfrentar y resolver la pandemia son los gobiernos y los estados, organizaciones públicas por excelencia. Ha puesto en evidencia asimismo que la ciencia y la tecnología, en este caso las ciencias de la salud, son una construcción universal que puede ser el sustento de una política eficaz, eficiente y efectiva.

La lucha mundial contra el coronavirus coloca en el primer plano el interés público como eje organizador de las sociedades, los estados y las culturas, contrapuesto al interés privado que el neoliberalismo impuso como eje central de organización de la vida social desde fines del siglo pasado como respuesta al desencanto que produjeron las crisis profundas del populismo, de las socialdemocracias y de los socialismos reales.

Se inicia un nuevo ciclo público que reemplaza al ciclo privado del neoliberalismo cuyas crisis sucesivas han generado un profundo desencanto en muchas sociedades.  Estos ciclos (público y privado) expresan formas diferentes y cambiantes de comportamiento colectivo de las sociedades y se mueven en forma pendular en la historia moderna. Según Albert Hirschman estos ciclos sociales tienen “algo común con el ciclo Kondratieff”  (en la economía) por su larga duración (50-60 años).

El retorno del ciclo público trae consigo otros cambios importantes en el comportamiento colectivo de las gentes y en las organizaciones, las instituciones y las relaciones del Estado con la sociedad. En primer lugar, el desarrollo de la solidaridad que, si no reemplaza, modera al individualismo posesivo de la cultura neoliberal. En segundo lugar, la revaloración de la política y de la acción política que el neoliberalismo había devaluado en nombre de la mano invisible del mercado y de los pilotos automáticos. En tercer lugar, la apuesta por las grandes colectividades en el diseño y en la aplicación de las políticas públicas en desmedro de las élites.

En cuarto lugar, la organización de un Estado Social fuerte que reemplace al Estado mínimo (subsidiario) neoliberal. Este es quizá uno de los cambios más importantes porque supone una redefinición del Estado con el mercado. En el caso peruano implica, además, la reconstrucción de un estado débil e incapaz.

EL ESTADO EN LOS TIEMPOS DE CORONAVIRUS

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Sinesio López Jiménez

Todos los países están librando una lucha desigual contra la pandemia del coronavirus. A unos les va mejor que a otros. En el Perú el gobierno del presidente Vizcarra ha tomado decisiones audaces y radicales para ganar la batalla en la fase tres (contagio comunitario) puesto que perdió las batallas en la fase uno (control externo) y en la fase dos (control familiar) porque las medidas fueron laxas y ambiguas.

El gobierno ha decidido ahora parar y revertir en el tiempo más breve posible el contagio comunitario. Una de las formas más eficaces es obligar a que todos nos quedemos en casa. Es necesario generar el aislamiento social evitando las conglomeraciones sociales que son los espacios de contagio. Este es el sentido y el objetivo de la declaración del Estado de emergencia por quince  días.

El gobierno toma decisiones audaces pero el Estado queda rezagado. No tiene las capacidades necesarias para hacer efectivas las decisiones del gobierno. ¿En qué consiste la falta de capacidades estatales? Es la carencia de un buen diseño institucional, de organizaciones eficaces, de habilidades burocráticas, de una infraestructura adecuada, de recursos necesarios y de una suficiente capacidad impositiva para desempeñar bien las diversas funciones que tiene. Así ha sido construido el Estado por las elites civiles, militares y tecnocráticas a lo largo de nuestra historia.

El gobierno ha formado un comando visible y confiable, presidido por el presidente de la Republica, que dirige la batalla. Analiza diariamente con los mejores especialistas la situación, evalúa las diversas alternativas de solución y asume la que le parece mejor. Estamos viendo que los médicos y el personal de salud, los policías, los militares y otros grupos burocráticos (en las ciudades donde hay contagio y donde operan  las capacidades del Estado) se esfuerzan hasta el heroísmo por ganar la batalla, pero también los vemos desbordados por gente irresponsable que no quiere entender la gravedad de la pandemia. El estado no tiene la capacidad coercitiva para hacer cumplir la ley.

Si el gobierno pierde esta batalla, el Perú está perdido. Todos habremos pedido. Basta ver el mapa provincial de distribución de capacidades estatales para llegar a esta conclusión. La mayoría de las provincias del Perú tiene pocas o muy pocas capacidades estatales para poner orden, hacer cumplir la ley, garantizar la seguridad ciudadana y distribuir bienes públicos como la salud y la educación.

 

DIFICIL PERO NO IMPOSIBLE

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Sinesio López Jiménez

A las izquierdas les ha ido bien en las competencias electorales cuando se han presentado unidas y les ha ido mal cuando fueron divididas. En la década del 80 ganaron todas las batallas electorales, salvo la de 1985 en la que llegaron hasta la antesala del poder. Esa década fue muy difícil. El terrorismo, el populismo desbocado de García y su fracaso estrepitoso, la caída del muro de Berlín y la incapacidad de las izquierdas (y de todos los partidos) para superar esos problemas acabaron con su unidad e hicieron del Perú una sociedad conservadora.

Vinieron luego la fragmentación, el distanciamiento de las clases populares por parte de las izquierdas y los fracasos políticos. Sólo en el 2016 el Frente Amplio (con Verónica Mendoza y con el apoyo implícito de casi todas las izquierdas) arañó el éxito disputando su pase a la segunda vuelta. Pero al poco tiempo se volvió a fragmentar y regresaron los fracasos. Si las izquierdas se hubieran presentado unidas (en estas últimas elecciones del nuevo congreso) serían la primera fuerza. Basta sumar los resultados electorales. En el caso de las izquierdas, la unidad no es suma sino multiplicación.

¿Es posible la unidad de las izquierdas?. Es difícil, pero no imposible. Las condiciones son muy favorables. En primer lugar, amplios sectores ciudadanos demandan una  representación de izquierda. En segundo lugar, hay una demanda de alternativa política y económica debido al agotamiento del modelo neoliberal y de las instituciones políticas y estatales. El problema proviene de algunos dirigentes izquierdistas que prefieren ser cabeza de ratón que cola león.

¿Es posible superar este problema? Es posible si las izquierdas son capaces de dar los siguientes pasos: En primer lugar, desarrollar una voluntad política de construir la unidad de las izquierdas  para gobernar el país. En segundo lugar, organizar una dirección política que combine a los representes de los partidos con los elegidos por todos los militantes y simpatizantes de izquierda. En tercer lugar, elaborar un programa común que permita superar o al menos neutralizar las diferencias ideológicas. En cuarta lugar, elegir a los candidatos a los cargos políticos en elecciones abiertas a todos los ciudadanos. En quinto lugar, organizar un equipo tecnopolítico de calidad que haga viable, creíble y eficaz un gobierno de izquierda. En sexto lugar, desoír los cantos de sirena de los liberales que quieren una izquierda domesticada.

 

 

TESIS SOBRE EL 26 DE ENERO

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Sinesio López Jiménez

1.La convicción (gracias a la campaña de las redes sociales) de que los votos blancos y viciados favorecían al fuji-aprismo y a sus aliados indujo a los indecisos y contestarios a optar, en forma abrumadora, por UPP (Antauro), Frepap y PP (Urresti) y, en menor medida, por las izquierdas. Esa avalancha de votos de última hora redujo la sobre-representación fujimorista de 73 a 15 congresistas y desapareció al Apra y a sus aliados de ultraderecha.

2.El rechazo al obstruccionismo  y a la corrupción acabó con la polarización entre el Ejecutivo y el Legislativo  y generó una fragmentación política regional que  expresa las fracturas sociales del país y traduce los diversos estados de ánimo de los ciudadanos desde los más radicales de la sierra sur hasta los más conservadores de Lima y Piura (costa), pasando por los moderados  de otras regiones de la costa.

  1. Estas fracturas sociales y estados de ánimo son estructurales y proceden principalmente de dos factores: el nivel de participación de la población en el crecimiento económico en términos de empleo e ingreso y el nivel de acceso a los bienes públicos que distribuye el Estado (salud, educación, seguridad, justicia, infraestructura). En ambos factores la sierra y la selva  son las más desfavorecidas, su población es la más descontenta y vota generalmente en forma contestataria. La costa es la más beneficiada, su población está más satisfecha y vota por candidatos moderados o conservadores.
  2. Los estados de ánimo de las regiones son más o menos estables. Los volátiles son sus representantes políticos. Las iras del sur andino, por ejemplo, se expresaron en la candidatura de Toledo el 2001, en la de Humala el 2006, nuevamente en Humala el 2011, en la de Verónica Mendoza el 2016 y en la de Antauro Humala el 2020.
  3. El éxito de los “partidos” depende del nivel de asentamiento en ellas (organizaciones, redes sociales, control de poderes locales) y de los recursos que tienen. Son los casos de AP, APP, Frepap, FA. En los casos de UPP y de PP el liderazgo de Antauro y de Urresti, respectivamente, han sido las claves del éxito alcanzado.
  4. Los resultados electorales acabaron con la crisis de gobernabilidad como producto de la confrontación entre el Ejecutivo y el Legislativo, pero no han resuelto la crisis de representación. Si se consideran los votos nulos y blancos, el ausentismo electoral y los votantes que no pasaron la valla electoral, más del 60% de los ciudadanos no están representados en el Congreso.

LA LUCHA CONTINÚA

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Sinesio López Jiménez

La lucha por la reforma política no terminó con la disolución constitucional del congreso anterior. Ni culmina con la elección de uno nuevo. Ella concluye con éxito si el fuji-aprismo y sus alados son derrotados y son elegidos los representantes de las fuerzas políticas que impulsan el cambio del sistema político (el sistema electoral, el sistema de partidos y la forma de gobierno). El éxito sería rotundo si triunfaran las fuerzas políticas que quieren también el cambio del régimen político (una nueva constitución y una nueva relación entre el Estado y la sociedad) y del Estado. Esto último es difícil, pero no imposible.

Pese a que la lucha fue intensa en el congreso y en la calle y se lograron algunos avances, estos fueron debilitándose hasta quedar en nada. La reforma parece haber ido de más a menos. En un primer momento, ella se planteó como un cambio en el sistema político, dejando de lado el cambio del régimen político y el del Estado. En un segundo momento, se redujo a algunos cambios en el sistema electoral y en el sistema de partidos, excluyendo el cambio de la forma de gobierno. Luego, la mayoría fuji-aprista y sus aliados en el congreso limaron el filo más reformista de la propuesta. Finalmente, Vizcarra convocó a elecciones del nuevo congreso (luego de la disolución constitucional del anterior) sin atreverse a defender los pequeños avances que se habían logrado.

Con esa convocatoria sin reformas, volvieron el mismo JNE, las viejas reglas de juego electoral, los mismos partidos. Al no aplicar la valla electoral, el JNE mantiene la misma fragmentación partidaria para las elecciones del 2021. La primera reacción de la ciudadanía ha sido de rechazo y de protesta: Más del 50 % de los ciudadanos se negaban a votar o querían votar blanco y viciado. Este es el escenario ideal del fuji-aprismo y de sus aliados. Como los votos blancos y viciados no cuentan, obtienen una sobre-representación política en la que el 8% o el 10% de sus votos se transforman en 30 o 40 representantes.

Las últimas encuestas muestran un lento desplazamiento del voto blanco y viciado hacia una opción electoral por las fuerzas que impulsan la reforma política. Si este desplazamiento se acelera puede producir algunas sorpresas electorales. Se podrá apreciar también si la vasta gama de izquierdas es capaz de unir lo que algunos dirigentes irresponsables han dividido votando por cualquiera de sus listas.

LUCHAR PARA CAMBIAR

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                                               Sinesio López Jiménez

La política es la lucha por cambiar lo que hay en lo que debe ser, aunque muchas veces consigamos solo algo mejor. Es lo que ha pasado en el campo de la justicia. A veces la lucha política parece que avanza y, al final, termina en lo mismo. Es lo que pasado con la reforma política.

La lucha política contra la corrupción (que en el caso de los Cuellos Blancos mostró la podredumbre del Poder Judicial y del Ministerio Público) confrontó a Vizcarra, un grupo excepcional de fiscales y jueces, las izquierdas del Congreso y la calle, por un lado, con el fuji-aprismo y el aparato podrido de jueces y fiscales, por otro,  y obtuvo algunas victorias resonantes, la más importante de la cuales fue la disolución del CNM.

Vizcarra nombró entonces a una comisión de notables que, a vez, sugirió el nombramiento de otra comisión, la misma que se encargaría,  a través de un concurso público, de nombrar a la Junta Nacional por la Justicia (JNJ) que reemplazaría al CNM. La propuesta no era la mejor, pero fue la que se impuso. Luego de un primer fracaso, la comisión ha dado a luz al final a una JNJ con observaciones, particularmente a dos de los siete integrantes gracias las exigencias de transparencia por parte de los ciudadanos, la sociedad civil y los medios. La JNJ tiene el poder enorme de evaluar y nombrar jueces y fiscales y puede ser el punto de partida de un cambio real de la justicia y de la ley. O puede ser simplemente otro CNM. Tiene que escoger.

El caso de la reforma política ha sido más decepcionante. Luego del triunfo del referéndum, Vizcarra nombró una comisión de notables que propuso doce puntos de reforma. El gobierno los redujo a seis (de reforma electoral y de partidos) y pidió el voto de confianza para ellos. El Congreso le dio un voto de confianza bamba que el gobierno no utilizó para disolverlo constitucionalmente. Con la disolución constitucional del Congreso (con motivo de la forma de elección del TC) y de la convocatoria a elecciones congresales, la reforma política ha quedado en nada.

Luego de una comprensible etapa de decepción y de rechazo al viejo establishment político, los ciudadanos soberanos están llamados a revertir la situación participando masivamente en las elecciones del 26 de enero, votando contra los partidos corruptos y retrógrados y optando por cualquier otra alternativa mejor. El voto blanco y viciado favorece al fuji-aprismo y a otros partidos corruptos.