EPUR SI MUOVE

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Sinesio López Jiménez

Algo está pasando en el Apra luego de la publicación de los artículos de García sobre el perro del hortelano. No conozco la profundidad ni la amplitud del descontento y de las discrepancias en el viejo partido de Alfonso Ugarte, pero algo se mueve allí. De lo contrario, García no se hubiera visto prácticamente obligado a publicar un pequeño libro que está dedicado a los militantes apristas a los que trata de explicar (y justificar) sus actuales posiciones conservadoras. El pequeño libro, casi un folleto, tiene 132 páginas y tres partes claramente definidas. La primera, la más larga de todas (p. 25- 97.), tiene como objetivo mostrar que Haya también (como él) llegó a ser un conservador a través de un largo proceso de maduración intelectual y político. Presenta tres etapas históricas [la etapa de la exportación y el feudalismo (1895-1930), la de la industrialización y la urbanización (1930-1970), y la de la recesión, el endeudamiento y la informalidad (1970-1990)] a través de las cuales las ideas de Haya tanto en la teoría como en la política se fueron afinando y cambiando. Esta parte está llena de citas, justamente las más conservadoras de los escritos de Haya, porque, como todo autor complejo, es posible señalar otras menos involutivas de sus primigenias posiciones políticas, más reformistas, pero García selecciona cuidadosamente las más conservadoras (de Haya) para legitimar las propias (de García) ante la militancia. Las abundantes citas están acompañadas de comentarios rimbombantes cuya hojarasca oculta y opaca el brillo de alguna idea por allí suelta al desgaire. La tesis central de esta parte es que la radicalidad de Haya se expresó en la primera versión de El Antiimperialismo del Apra de 1926 y que, en las versiones posteriores de 1930 y 1936, Haya de la Torre planteó posiciones más moderadas porque fue percibiendo a medida que maduraba en la edad y en el pensamiento nuevas realidades e inéditos cambios que justificaban sus “renovadas” ideas y sus planteamientos menos radicales. Sostiene asimismo que las críticas, tanto desde dentro del Partido como desde fuera, obedecen a que los críticos se han congelado en las posiciones de 1926, se han negado a percibir los grandes cambios internos y externos del capitalismo y califican como conservadoras las ideas y las posiciones políticas que no hacen sino expresar esos cambios. García acompaña esta explicación conceptual con un componente sicológico que repite como un estribillo a lo largo del libro y que se seguramente forma parte importante de su biografía política: Todo cambio de las tesis apristas primigenias “se hace sin el complejo de los débiles que no buscan su guía en el pensamiento de Haya, sino en el “qué dirán” del extremismo”. En la parte final de las aburridas e infundadas citas conservadoras de Haya y de las parrafadas oratorias de García, se pueden encontrar algunas penetrantes ideas (de García) sobre las cambiantes correlaciones materiales y políticas de fuerzas que explican tanto el diseño institucional de la Constitución de 1979 como su rápido agotamiento.

Encuentro una segunda parte en lo que García llama “Reflexión autocrítica sobre el gobierno aprista” (1985-1990). Para mí estas nueve páginas son las más interesantes del texto. La tesis central de García es que el Apra entre 1980 y 1990 no fue hayista sino velasquista, que la oposición aprista al gobierno liberal de Belaúnde (1980-1985) se hizo en defensa de las reformas de Velasco y que su primer gobierno se realizó bajo la orientación política según la cual el Apra no podía dar marcha atrás en las reformas velasquistas porque la mayoría de los militantes apristas creían que Velasco había realizado las reformas que el Apra había venido predicando desde 1931. Es la primera vez, creo, que García hace una crítica sincera de su desastroso primer gobierno y señala las razones de su fracaso. Lo que García está reconociendo es que el Apra fracasó en el primer gobierno porque no aplicó en esa etapa las ideas neoliberales que hoy aplica sin ruborizarse porque no es débil sino valiente pues no se guía por el “que dirán” de los extremistas. Estos, para un neoliberal converso como García, son todos los que no comparten sus ideas.

La tercera parte presenta, en el más puro estilo de la política china a la que admiró tanto Haya y que admira García, las siete modernizaciones que se propone realizar el Apra en este segundo gobierno. Para un partido de gobierno, estas son orientaciones de política demasiado generales y vagas. Eso explica quizás que muchas propuestas de políticas provengan de sus repentinas inspiraciones que, sin embargo, pretende convertir rápidamente en leyes.

En conclusión, el nuevo librito de García tiene la virtud de mostrar, además de viejas ideas y una sorprendente autocrítica, las aguas movidas en el viejo partido de Haya de la Torre, el mismo que, pese a su antigüedad y a su ritualismo, epur si muove.

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