Archivo por meses: julio 2011

CONTINUIDAD Y RUPTURA

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Sinesio López Jiménez
La nación, decía Renán, es un plebiscito de todos los días. Es una comunidad de sentimientos basada en ciertos elementos objetivos compartidos: lengua, cultura, historia, territorio. Ella articula el pasado, el presente y el futuro dentro de una tensión permanente entre la continuidad y la ruptura. Ollanta abrió su discurso de toma de mando colocándose en ese horizonte. Planteó una continuidad en la reivindicación nacional (¡Queremos patria!) de los intelectuales más destacados que ha tenido el país (Victor Andrés Belaúnde, Victor Raúl Haya de la Torre, José Carlos Mariátegui, Jorge Basadre) y trazó una ruptura con el pasado de exclusión, de discriminación y de falta de reconocimiento de nuestras diferencias como país multicultural que no deben impedirnos, sin embargo, constituir una comunidad política unitaria. En ese horizonte es posible un futuro mejor para todos.
No hay, pues, un espíritu fundacional en su discurso sino más bien la voluntad de continuidad acompañada de las rupturas necesarias para hacer del Perú una patria de todos. El mismo espíritu está presente en el campo económico: continuidad del crecimiento económico, pero ruptura con la injusticia, la pobreza y la desigualdad que lo acompañaron en el pasado para reemplazarlas por una política de inclusión social. Como parte de ella formuló un conjunto de medidas (salario mínimo, ampliación del programa Juntos, pensión 65, CUNAMAS, un hospital para cada provincia) y planteó el despliegue de una política de igualdad de oportunidades (revolución educativa, salud de calidad, justicia y seguridad para todos) que, juntamente con el impulso al crecimiento sostenido, constituyen la agenda de los 5 años de gobierno.
A este programa se añade la reivindicación del lote 88 del gas predominantemente para el consumo interno, la masificación del consumo del gas líquido para llegar a 400 mil familias en Lima en el lapso de cuatro años bajando sustantivamente su precio. El balón del GNP puede bajar el precio, pero en menor medida. Es una lástima que la lucha contra la corrupción no haya sido agresiva y coherentemente planteada. Sólo se propone que los delitos de corrupción no prescriban, que los corruptos no gocen de beneficios penitenciarios y que ellos sean inhabilitados para el desempeño de las funciones públicas. Faltó proponer un plan coordinado de las instituciones de control horizontal, social y vertical y sugerir que el Contralor debiera ser nombrado y controlado por el Congreso.
Una característica del programa formulado es la gradualidad de su aplicación, teniendo en cuenta la inmensidad de las demandas y la no abundante disponibilidad de los recursos para atenderlas al comienzo del gobierno. Eso explica probablemente que Ollanta no se haya impuesto el pie forzado de los tradicionales cien primeros días de medidas espectaculares para luego desplegar las medidas ordinarias y de menor incidencia política. En realidad, todas las políticas de inclusión social tienen un fuerte impacto social y político y marcarán la agenda de todo el período de gobierno. La gradualidad de los programas sociales supone una cierta capacidad de espera. La pregunta que hay que formularse es si las masas movilizadas tienen capacidad de espera, especialmente las del sur andino. Mi impresión es que el hambre de pan y de justicia ya ha esperado demasiado y que va a ser necesario apretar el acelerador para aquietar la turbulencia social.
La reivindicación de la Constitución del 79 tiene el sentido simbólico de condena al golpe y a la corrupción del fujimorismo. El crecimiento con inclusión social sólo puede ser desarrollado mediante una política de concertación que se expresa claramente en la composición del gabinete, aunque en este se puede encontrar algunas concesiones innecesarias e inexplicables, dejando de lado a algunos cuadros tecnopolíticos de Gana-Perú que bien podrían contrarrestar a la derecha que pesa allí más de lo necesario. Espero que las angurrias de la derecha y las trampas de la política no destruyan a Ollanta, un hombre de buena fe, honesto y justo.
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EL ARBOL DE LA VIDA ES VERDE

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Sinesio López Jiménez
Sorpresas te da la vida. Siempre se aprende algo nuevo cuando se tiene la mente abierta a las experiencias de la vida. Soy un entusiasta profesor de teoría en el campo de la política. Los cursos que dicto en la PUCP (y también en San Marcos) tienen que ver con la teoría (política moderna, democracia, Estado, ciudadanía), pero ésta, como decía el Fausto de Goethe, es gris mientras el árbol de la vida es verde. Por eso hay que estar atentos a lo que nos enseña la vida.
En una democracia el que gana las elecciones (competitivas e institucionalizadas) recibe la autorización de los ciudadanos para gobernar. En eso consiste la legitimidad de origen de las autoridades democráticas. Eso dice la teoría, pero en la práctica no siempre es así. En ciertas circunstancias participan en el gobierno algunos representantes de los sectores sociales que no ganaron las elecciones pero que son legítimamente escogidos por el Presidente de acuerdo a sus atribuciones constitucionales. Este hecho se presta con frecuencia a múltiples lecturas (concesión a la presión, traición, juego estratégico, realismo político, etc.).
Más allá de las diversas lecturas de este hecho, hay un dato macizo de la realidad: Los resultados electorales no expresan siempre las relaciones económicas, sociológicas, políticas y culturales de las fuerzas que existen efectivamente en un país capitalista como el Perú. Si se quiere pasar de la democracia electoral a la democracia de ciudadanos, por ejemplo, es necesario tener en cuenta también esas otras relaciones de fuerza. Lo mismo sucede cuando se pone en marcha el gobierno democrático efectivo. Este requiere tener en cuenta las relaciones de poder en otros campos (la política, la militar, la social y la económica), establecer un equilibrio complejo entre ellas y proponer políticas públicas en las que todos ganen. En eso consiste la concertación.
Ante la ausencia de partidos, la política ha sido copada por los medios, los poderes fácticos y los políticos sin partido. Si Gana-Perú fuera un partido bien organizado y con mucha influencia social, podría contrarrestar esos poderes y sería un sustento sólido del nuevo gobierno. Si tuviéramos un sistema de partidos, la política sería más estable y la gobernabilidad estaría relativamente garantizada. La correlación militar de fuerzas es un campo minado al que me niego a entrar. Lo único que puedo decir es que el jefe de Estado es el comandante supremo de las FF.AA. Y con he eso he dicho mucho.
Las correlaciones sociales constituyen un terreno movedizo y conflictivo. No hay organizaciones populares sólidas (sindicatos, asociaciones, sociedad civil), pero existen muchos conflictos de diverso tipo y un movimientismo desbordante. Si este se organizara e institucionalizara podría ser más efectivo en sus demandas, ayudaría a la gobernabilidad y podría constituir un vigoroso apoyo del nuevo gobierno. La correlación económica de fuerzas está controlada hegemónicamente por el mundo empresarial, especialmente por los grandes grupos económicos (48) nacionales y extranjeros. Su hegemonía se ha visto fortalecida y legitimada con el crecimiento de los últimos diez años gracias a la demanda de los mercados internacionales. Lamentablemente no existen sindicatos ni centrales sindicales que contrapesen el poder de la CONFIEP.
El crecimiento con inclusión es la propuesta de política en la que todos ganan. Ello requiere establecer equilibrios complejos entre los diversos campos de las relaciones de poder. En eso consiste el arte de gobernar democráticamente un país pobre, pero con grandes potencialidades. Esos equilibrios se mueven entre los dos límites programáticos y estratégicos extremos que hay que evitar: la máxima ganancia y la máxima distribución, la amenaza de desinversión y la presión social y política extrema. El éxito se logra si todos aprendemos a conceder y a concertar y a ser responsables y honestos en el manejo de la cosa pública.
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CARNE PARA LOS BUITRES

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Sinesio López Jiménez
En cualquier país del mundo, los errores políticos son sólo eso: errores que se cometen en el ejercicio legítimo del poder y que reciben las respectivas críticas también legítimas de los opositores. En el Perú actual, sin embargo, ellos constituyen carne para los buitres. ¿Por qué?. La derecha, especialmente la cavernaria e intolerante, tiene sangre en el ojo por partida doble. El triunfo de Susana en Lima y el de Ollanta en el Perú le han dolido profundamente en el alma y en el bolsillo y está dispuesta a cobrar la doble humillación apenas pueda. Su objetivo es desgastarlos, deslegitimarlos y empujarlos al abismo y al fracaso para que los electores escarmienten y no vuelvan a elegir a políticos diferentes a los que siempre ejercieron el poder en provecho propio, salvo en tres ocasiones: 1945-1948, 1968-1975 y 2011-2016.
Los medios que la derecha maneja –que son casi todos- están al acecho y observan con lupa los errores de Susana y de Ollanta y los de sus colaboradores para transformarlos en un Waterloo político. La cuestión de la revocatoria de Susana sería un chiste si no fuera indignante. La derecha ha invertido y pervertido la política. ¿Con qué derecho y con qué moral los corruptos y sus voceros piden la revocatoria de una autoridad honesta que cumple el deber de fiscalizarlos?. La ultraderecha apela al supuesto pobre desempeño de la alcaldesa limeña en el lapso de ¡seis meses!. ¿Desde cuándo el mal desempeño –que no es tal- justifica una destitución?. La desaprobación de Susana puede llegar a cero (por exagerar) y ella no justifica su revocatoria.
Harían bien los voceros de la ultraderecha en leer al que debiera ser su ideólogo, Edmund Burke, el brillante pensador conservador que, en debate con el Dr Price a propósito de la revolución sensata (inglesa) de 1688 y de la revolución francesa, demostró que la pérdida de legitimidad por desempeño no fundamenta la pérdida de legitimidad de origen de una autoridad. Lo que se quiere hacer con Susana es un globo de ensayo que apunta a hacer lo mismo con Ollanta en el futuro. Y la cosa ya comenzó con la torpeza del viaje a Rusia de Alexis Humala, los desmentidos del partido nacionalista, las precisiones de la embajada rusa sobre la invitación y el silencio de Ollanta. El presidente electo ha dicho a la prensa que él desconocía el viaje de su hermano. A mí me ha dicho lo mismo y yo le creo. Pero su silencio es un error que alimenta la voracidad carroñera de la derecha.
Me parece que Ollanta tiene que salir en todos medios diciendo lo que ya ha dicho en otras ocasiones refiriéndose a su padre: El presidente elegido soy yo y el que gobernará a partir del 28 de Julio es Ollanta Humala y no mi familia. Alexis Humala ha cometido un error y ya no está en el partido porque ha renunciado a él. Y punto. Mi hipótesis es que el mal manejo del affaire Alexis Humala por parte de Gana Perú y el acoso de los medios de la derecha van a costar entre 15 y 20 puntos en el ranking de aprobación del presidente electo. Lo peor del asunto es que ese error– que la derecha quiere convertir en acto de corrupción- mancha y borra la brillante performance de Ollanta en su viaje a USA y en su entrevista con Obama.
La derecha económica será pragmática y su conducta dependerá de la política económica del nuevo gobierno. La derecha política y sus medios, en cambio, se mantendrán a la ofensiva aprovechando el más pequeño error del presidente electo y sus colaboradores. Ollanta ha manejado y maneja su relación con los medios con guante de seda y con una tolerancia envidiable. Como analista no dejó de sorprenderme su respuesta serena frente a la guerra sucia de la segunda vuelta electoral. Ellos –decía- tienen derecho a expresar su opinión y -¡claro!- ahora se han puesto el polo naranja. Impecable. Pero la derecha provoca y no cesa de provocar. ¿Qué quiere?. ¿Una profecía autocumplida?. No creo que Ollanta les brinde ese placer suicida.
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EL DESEO DE HISTORIA

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Sinesio López Jiménez
Cuando era director de la BNP me visitó Sofocleto, uno de los más grandes humoristas que ha tenido el Perú, para preguntarme las razones por la cuales él no estaba en la galería de los intelectuales que tiene la institución. He visto a muchos idiotas colgados allí –me dijo- y quiero saber por qué yo no estoy entre ellos. Le ofrecí organizar una sala del humor que llevara su nombre. De acuerdo –asintió- pero yo no hago reír, yo hago sonreír. Sospecho que García, como Sofocleto, también tiene deseos de historia. Seguramente ama muchas cosas (entre ellas “la plata que llega sola”) y personas (especialmente a las que prohíbe el sexto y el noveno mandamiento), pero sobre todo le apasiona la historia en la que quiere morar.
García no es un político ocasional, sino un político de raza que, por serlo, quiere pasar a la historia. Mi hipótesis es que una de las motivaciones que lo impulsaron a volver el 2001 y el 2006 era borrar los malos recuerdos que suscita su primer gobierno y que la tentación de retornar el 2016 obedece a que, más allá de la propaganda, no se va satisfecho con la segunda oportunidad que tuvo. Es probable que quiera ser recordado como el único político peruano que fue presidente tres veces. ¿Ha logrado su segundo gobierno disipar los horrores del primero?. Me parece que sí. No era difícil. El problema es que, por temor a fracasar otra vez y por los resultados de la segunda vuelta, apoyó y se apoyó en las grandes corporaciones y en los medios de la derecha y la ultraderecha, castrando la posibilidad del cambio responsable que prometió. Ha sido muy cauto y conservador: la excesiva prudencia nada grande ha producido en la historia.
El segundo mandato de García es el gobierno de las oportunidades perdidas. La primera es el cambio del capitalismo salvaje por el capitalismo democrático. En lugar de eso, prefirió profundizarlo con la “teoría” antidemocrática del perro del hortelano. La segunda es el desaprovechamiento de la bonanza exportadora para impulsar un desarrollo sustentable (a lo Porter) creando eslabonamientos con otros sectores de la economía. En lugar de eso, optó por el piloto automático de la demanda internacional. La tercera es la conquista de la autonomía del Estado acabando con la captura de sus aparatos económicos por parte de los operadores de los organismos financieros internacionales y de los bancos.
La cuarta es la elevación de la presión tributaria para atender las políticas sociales. En lugar de eso, cultivó el engaño según el cual el problema de las políticas sociales no era la falta de recursos sino la falta de capacidad del Estado para gastarlos. Lo del óbolo y las concesiones mineras constituyen un escándalo que tendrá que investigar el próximo Congreso. La quinta es el despliegue agresivo de las políticas sociales de calidad (educación, salud, justicia y seguridad). En vez de eso, prefirió el estilo de Odría, el cemento a la gente, la obra pública gigante en la que se encarna el viejo dicho latinoamericano de la cultura permisiva de la corrupción: si el gobierno hace obra, no importa que robe. La sexta es la decisión eficaz, democrática, transparente y legitima de las políticas públicas. García mantuvo, por el contrario, las decisiones en la cúpula presidencial y burocrática y abusó de los decretos de urgencia para evitar la presión social, el escrutinio público y la accountability.
Finalmente, el establecimiento de la consulta y la predisposición al diálogo con las clases populares que reclamaban reconocimiento y atención a sus necesidades más sentidas. García optó, en cambio, por la amenaza y la criminalización de la protesta social para mantener el orden, proteger los privilegios y cuidar la siesta de los ricos. Ahora que es un pato rengo y que ya se va, es normal que los de abajo lo despidan con movilizaciones y protestas que no puede atender ni contener. García asiste al desembalse de sus propias represas.
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