Archivo por meses: abril 2012

LA BRECHA TERRITORIAL Y EL ESTADO MOVIL

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Sinesio López Jiménez
En los países andinos, a diferencia de los países homogéneos (Uruguay, Chile y Costa Rica), el Estado no llega a todo el territorio ni a toda la población, ni como estructura ni como gestor de políticas públicas. Ni por lo que es ni por lo que hace el Estado llega cubrir a todos los ciudadanos. En un tercio del territorio peruano hay una especie de vacío estatal, lo que abre la posibilidad de emergencia de otras formas de dominación (patriarcal, patrimonial, de bandas armadas, de grupos subversivos, etc) ajenas a la dominación moderna, racional, legal y burocrática.
La ausencia del Estado se siente en una gran parte del territorio de la sierra y de la selva. En varias centenas de distritos no hay comisarias, las escuelas son unidocentes, no existe personal médico ni centros de salud, no tienen agua potable ni desagüe, no hay luz eléctrica, no existen caminos rurales, la ley y la justicia no llegan a todos por igual. La ausencia del Estado arrastra otras ausencias: no hay mercado ni desarrollo. Existe una relación directa entre ausencia de Estado y falta de desarrollo. A más ausencia del Estado, menos desarrollo y a menos ausencia estatal, más desarrollo. Los pobres demandan la presencia del Estado como una forma de inclusión.
A otras centenas de distritos el Estado llega mal. Cada ministerio despliega sus políticas sin saber lo que hacen otros ministerios. Educación no sabe lo que hace Salud; ni Justicia, lo que hace Interior; ni Vivienda, lo que hace Transportes. Como no conocen las actividades mutuas, tampoco coordinan, no generan sinergias, ni abaratan costos ni potencian capacidades. Tampoco existe una integración vertical de sus actividades entre los distintos niveles de gobierno (central, regional y local). Todo eso genera una dilapidación de recursos y una política irracional del gasto público. La inversión pública per cápita es mayor en las regiones donde hay menos distritos pobres y es menor donde hay más pobreza. En este caso, como en otros, la inversión estatal es un monumento a la irracionalidad.
En las zonas en donde no está presente el Estado tampoco existe la ciudadanía. Existen electores, pero no ciudadanos. La ciudadanía civil (que tiene que ver con la libertad individual) es muy frágil y la ciudadanía social (que tiene que ver con el acceso al bienestar que produce el país) brilla por su ausencia. La mayoría de ellos demandan más Estado y más comunidad (son comunitaristas-estatistas) como formas de integración. En esas zonas no hay democracia o su calidad es muy baja. La mayoría de la población de las zonas en donde el Estado está ausente no apoya la democracia ni está satisfecha con ella.
¿Qué hacer?. Uno de los horizontes de cambio, propuestos el gabinete Lerner, era acercar el Estado al mundo rural para cerrar la brecha territorial. Con esta finalidad se diseñó el Estado Móvil como una estructura ágil que se proponía articular las políticas sectoriales de salud, educación, seguridad, justicia, saneamiento, electricidad, caminos rurales, agricultura; que se organizaba en redes y que se desplazaba permanentemente en las zonas rurales en donde no hay Estado o éste llega mal.
La articulación del Estado Móvil no era sólo sectorial sino también vertical por niveles de gobierno (central, regional y local). Se propuso un plan piloto en ocho regiones para que el Estado Móvil despegue y verlo en operación, evaluarlo, hacer los ajustes necesarios y extenderlo luego a todo el país. La propuesta quedó en el congelador del despacho presidencial. En su lugar, Humala ha sugerido la organización de los tambos rurales para atender algunas emergencias (friaje, sequías, etc), propuesta que, a todas luces, no tiene el punche necesario para cerrar la brecha territorial del Estado.
El Estado Móvil hacía parte de la propuesta de una Reforma del Estado en serio que buscaba desprivatizar el Estado para convertirlo en el espacio del bien común y del interés general, defender la soberanía y el Estado-nación como el lugar en donde se desarrolla la democracia y se ejerce la ciudadanía, modernizar todos sus aparatos para hacerlos eficientes y creíbles, democratizarlo para que todas las políticas públicas sean de calidad y lleguen a todos, convertirlo en un efectivo Estado de Derecho, hacer del Estado un promotor del desarrollo y de la competitividad, descentralizarlo, reconocer la situación multicultural del Perú dentro de la república unitaria, garantizar la seguridad externa e interna. Como se ve, una profunda reforma del Estado va más allá de una mera reforma burocrática y supone cambios drásticos en las relaciones de poder dentro de los aparatos del Estado y entre ellos, los poderes fácticos y los ciudadanos.
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EL GOBIERNO PARALIZADO Y EL ESTADO AUSENTE

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Sinesio López Jiménez
VRAE, Conga y Doe Run son puntas de un iceberg que han producido una parálisis decisoria en el gobierno que, al parecer, no sabe qué hacer. El “gabinete de la cohesión” hace rato que ha desaparecido, desconcertado por una activa y persistente oposición social a sus políticas neoliberales, aguijoneado por la presencia de grupos terroristas en las zonas en donde el Estado no existe y devorado por las ambiciones y tensiones de sus circuitos de poder y por la ausencia de un director de orquesta.
Los ministros que representan directamente al capital en el gobierno no saben qué hacer con Doe Run y Conga cuando tienen un pueblo movilizado que pone límites a las arbitrariedades y a las voracidades de los mineros. En el caso de Conga los cajamarquinos no quieren a la mina porque daña su hábitat, su agricultura, su medio ambiente y los beneficios que genera no compensan los daños que ella produce en la región. En el caso de Doe Run, por el contrario, la gente pide que la fundición funcione porque en la Oroya ella vive de su trabajo en las minas. Los ministros del capital quieren lo que la población rechaza. Quieren imponer la mina en Cajamarca y cerrar la de la Oroya. ¿Para quien gobiernan?.
Ante esta situación de parálisis, la derecha busca desplegar la política de siempre: disparar y matar a quien se opone e imponer el orden a como dé lugar. Esa política tiene, sin embargo, un límite político claro cuando la oposición es masiva. El arma es la violencia, pero el poder es el número. Claro que no faltan locos y energúmenos que quisieran disparar sobre la multitud para acabar con los cholos y los caviares, pero creo que ellos todavía no están el gobierno o, en todo caso, no constituyen aún una mayoría en él. La salida autoritaria que se impuso el 4 de Diciembre con la declaración del Estado de emergencia, primero, y con el gabinete Valdés, después, ha desembocado en un callejón sin salida. Eso explica que ahora algunos ministros quieran volver al diálogo con Santos, el presidente de la región al que buscaron destruir. Bienvenido el uso público de la razón.
Lo que sucede en el VRAE es una vergüenza. Un pequeño grupo terrorista secuestra a 36 trabajadores de una empresa, los libera luego de haber negociado con ella o con su aseguradora el pago de un monto de dinero y la presencia de la prensa para divulgar sus hazañas, ataca y asesina a los efectivos de la policía y del Ejército, los humilla, huye y el gobierno no ha detenido a ningún terrorista hasta ahora. El problema tiene una historia de más de 20 años, pero los diversos gobiernos y las FF.AA. no han podido resolverlo. Los actuales ministros de Defensa e Interior están más perdidos que los anteriores y no tienen una idea de lo que hay que hacer en su sector porque el gobierno no tiene una política definida y está jugando a la gallinita ciega. ¿De dónde han sacado ese Ministro del Interior?.
El problema parece pequeño pero esconde un problemón: la ausencia del Estado en más de un tercio del territorio y la debilidad del mismo en donde existe. Este un viejo drama que viene desde el nacimiento mismo de la república. El Perú nació a la vida independiente con tres brechas, dos de las cuales hasta ahora no puede superar: la brecha étnica y racial, la socio-política y la territorial. Nacimos como un Estado de criollos divorciado de la población andina, como una república en una sociedad de esclavos y de siervos campesinos y sin un cuerpo estatal que ocupe y atienda a todo el territorio geográficamente difícil y socialmente fragmentado. Hay muchos procesos económicos y sociopolíticos en la base, pero si hubiera que personificar la liberación de los esclavos y de los siervos del mundo rural no hay que olvidar dos nombres: Castilla y Velasco. Sí, el mismo que odia tanto la derecha
Las otras brechas (la étnico-racial y la territorial) se mantienen en pie, pero es posible superarlas. La solución es política. Cuando el Estado se identifique con la población mayoritaria del país y las élites gobiernen para ella se habrá comenzado a superar esas brechas. Decirlo es fácil, pero hacerlo es difícil. Yo esperaba que Ollanta Humana lo intentara desde su gobierno impulsando una reforma radical del Estado (acabando con su captura por parte del capital, extendiendo la modernidad a todos sus aparatos, democratizándolo y haciendo que todas las políticas públicas [las políticas sociales y la ley] de calidad lleguen a todo el territorio y a toda la población, descentralizándolo, reconociendo la multiculturalidad compleja del país, haciéndolo eficiente y creíble y acabando con la corrupción), pero me equivoqué. La propuesta del Estado móvil mantiene, sin embargo, su vigencia.
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LA BATALLA ANUNCIADA DE CAJAMARCA

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Sinesio López Jiménez
Todas las movidas de estos días en el gobierno y en la región de Cajamarca constituyen los preparativos finales de una batalla anunciada. El gobierno desplaza a Cajamarca tropas del Ejército y policías y la región (gobierno y movimientos regionales) se moviliza y realiza un paro de protesta contra la imposición inminente del proyecto minero de Conga. Sólo falta conocer el día (o la semana) en el que se producirá el choque frontal. Este es el escenario deseado, impulsado y construido por la derecha (de dentro y de fuera del gobierno) al que Ollanta se ha dejado llevar de la nariz en forma irresponsable. Lo que la derecha quiere es que Ollanta ordene disparar, se produzcan algunos muertos y heridos y rompa en forma definitiva con el pueblo que lo eligió y con la izquierda que le brinda aún su apoyo crítico.
La derecha no tiene aún una plena confianza en Ollanta y su gobierno. Teme que en los meses venideros realice un indeseado viraje hacia sus orígenes nacionalistas y de izquierda. Para que eso no se produzca, la derecha necesita producir un punto de no retorno de Ollanta a sus fuentes. Lo buscó con la última ofensiva mediática para expulsar a todos los ministros y altos funcionarios de la izquierda, del nacionalismo y del progresismo que aún quedan en el gobierno y para copar totalmente a Ollanta, pero fracasó. Ahora quiere aprovechar la ocasión de la confrontación entre el gobierno central y la región de Cajamarca para que se produzca el acto definitivo de ruptura con las fuerzas que lo llevaron al gobierno. Este es el pacto de sangre que necesita la derecha para considerar a Ollanta un hombre suyo. No le basta su captura, lo quiere converso y totalmente integrado a sus filas y a su política. Lo quiere como un García más.
Esta batalla anunciada tiene una historia que se remonta al 4 de diciembre del 2011, el día en el que Salomón Lerner Ghitis trató de resolver el conflicto socio-ambiental de Cajamarca a través del diálogo y estuvo a punto de lograrlo de no ser por la presiones irresponsables de Ollanta y de Valdés (entonces ministro del Interior), por un lado, y de algunos líderes regionales, por otro. En ese diálogo se llegó a un buen acuerdo entre las partes sobre el proyecto minero Conga y sobre el desarrollo regional de Cajamarca. El punto que impidió la culminación del acuerdo fue la suspensión del paro regional. Los líderes locales pedían el plazo de un día para consultar a sus bases esa suspensión, pero Ollanta y Valdés se negaron a otorgarlo para declarar el Estado de emergencia. Ellos pretendían, de ese modo, satisfacer a la derecha, desprenderse del gabinete Lerner y despedir a la izquierda del gobierno.
Más allá de las anécdotas y tensiones de la negociación, lo que estaba en juego el 4 de noviembre era la forma de solución de los conflictos socio-ambientales. Se asumía el diálogo o se imponía la confrontación, se buscaba que imperen las armas de la razón o que mande la razón de las armas. Ollanta y Valdés hicieron fracasar el diálogo para imponer el choque y la represión. Lo que ha venido luego (el monólogo de Valdés, el peritaje por encargo, la intervención del gobierno en las cuentas del gobierno regional, la usurpación de funciones del gobierno regional por parte de un ministro privatizador (incluidas las cárceles) hace parte de la estrategia de confrontación. No se sabe aún el contenido preciso del peritaje por encargo del gobierno, pero se puede pensar fundadamente que él recomienda pequeños ajustes para que Conga vaya y que el gran ajustón represivo estará a cargo del gobierno. Como dijo el ex-ministro Ricardo Giesecke, se trata de que la tropa enseñe a balazos a la población de Cajamarca que la técnica es buena.
Sospecho que para Valdés y para los servicios de inteligencia que influyen mucho en las decisiones del gobierno, el diálogo es un síntoma de debilidad política y no el producto del ejercicio público de la razón. Espero que Ollanta tenga la suficiente perspicacia política para no caer en la celada tendida por la derecha que cree que el orden y la gobernabilidad se imponen a palos y a balazos y que sueñan que, con un baño de sangre, Ollanta ya sería uno de los suyos sin dudas ni murmuraciones. Confío que entienda que quien administra el monopolio de la fuerza no puede disparar irresponsablemente sobre un pueblo desarmado, como le exigen algunos energúmenos de la derecha. Si Ollanta llega a este convencimiento espero que el diálogo sea retomado y que el conflicto socio-ambiental se resuelva pacíficamente para el bien de todos.

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EL FUJIMORISMO EN SU LUGAR

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Sinesio López Jiménez
Fujimori no es un genio ni un tonto. Tampoco es el gran pacificador y el gran reformador del capitalismo como piensan sus admiradores ni es solo el monstruo asesino y corrupto como piensan sus detractores. A 20 años del golpe fujimorista es necesario poner las cosas en su lugar. Fujimori ha sido un modesto profesor universitario de matemáticas que tenía grandes ambiciones y muy pocos escrúpulos para entrar al campo pantanoso de la política. Tampoco fue un protagonista de gestas históricas ni un pelele de fuerzas oscuras. Fue un político mediano y mediocre que logró catalizar conflictos socio-políticos, miedos, esperanzas, situaciones, intereses, ambiciones políticas, voracidades económicas, y los expresó en su persona (y en la de su congénere Montesinos) y en las políticas que desplegó. Fue un presidente que gobernó para los ricos con el apoyo de los pobres pues logró ensamblar más o menos bien el neoliberalismo con el neopopulismo.
El fujimorismo ha dejado de ser un referente puramente peruano para tener un alcance relativamente universal. En su momento se llegó a decir que Yeltsin era una especie de Fujimori ruso o que el candidato norteamericano Perot era el Fujimori norteamericano. El mismo calificativo ha sido usado para referirse a otros candidatos o presidentes latinoamericanos que han llegado al gobierno sin contar con un partido que los respalde. El fujimorismo alude, pues, a un fenómeno político que es producto de la crisis de representación (de las diversas clases en el campo de la política) que desguarnece a la sociedad, la desprotege y la pone en disponibilidad política para que cualquier individuo audaz y muchas veces mediocre termine apoderándose de ella.
En este sentido, el fujimorismo no es obra de un hombre o de un genio político sino que es el resultado de una situación. Fujimori no era un político cuajado ni tenía un proyecto de gran aliento histórico sino que era un profesor universitario con ciertas ambiciones políticas y con un proyecto rudimentario de país. Si tuvo éxito, este no se debió a sus cualidades y sus méritos (que eran escasos) sino a las peculiaridades de la situación de crisis y colapso del sistema de partidos. Fujimori no era un hombre orgánico a una clase o una coalición de clases sociales sino el resultado de una situación crítica de la representación política. Todos los partidos habían fracasado en la tarea de acabar con el caos económico (la hiperinflación, la crisis de la deuda, el agotamiento de la sustitución de importaciones como modelo de desarrollo) y de derrotar al terrorismo.
Cada fracaso del gobierno y de sus respectivas oposiciones traía consigo la desautorización y el alejamiento de las clases sociales de sus partidos hasta llegar al rechazo anti-partido. Todo ello produjo la ruptura de las lealtades partidarias, la personalización de la política y caudillismo, la fragmentación y la volatilidad electoral y partidaria, la falta de predictibilidad de la política, la preeminencia de los medios y de los poderes fácticos. Asociado al fujimorismo aparece un conjunto de fenómenos políticos que no forma parte sustantiva de él, pero que lo acompaña y lo tiñe: el golpismo, el tipo coaliciones sociales y políticas que lo sostuvieron, la pacificación, la reforma neoliberal, la perpetuación en el poder, la corrupción desbordada e impune, las características del régimen político fujimorista, la anti-política.
En muchos de ellos, Fujimori no ha sido el héroe ni el villano sino sólo un participante secundario. En el golpe, el protagonismo central reposa en Montesinos y en la cúpula de las FF.AA. de entonces. En la conformación de las coaliciones él es un protagonista juntamente con los poderes fácticos. Fujimori cogobierna con ellos. La reforma neoliberal extrema fue concebida e impulsada por los organismos financieros internacionales, por los inversiones extranjeros y por la burguesía local. En la pacificación, además de las FF.AA., han jugado un papel central los servicios de inteligencia de la policía y las rondas campesinas. En la corrupción toda la cúpula fue protagonista.
Fujimori está preso, el fujimorismo sobrevive, pero la situación política que le dio origen sigue en pie. La crisis representativa y el colapso posterior del sistema de partidos constituyen un semillero de fenómenos como el fujimorismo. Sólo la configuración de un nuevo y vigoroso sistema de partidos puede acabar con él. Sospecho que los ciudadanos y los políticos que quieran superar esa situación van a recibir fuego graneado de los poderes fácticos, especialmente de los medios de derecha. Esa es la verdadera disputa por el poder. Lo otro (el gobierno) viene por añadidura.
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