Archivo por meses: junio 2010

EL ESTADO COERCITIVO

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Sinesio López Jiménez

Sintomática la reacción de García ante la marcha senderista en el campus universitario de San Marcos: Intervenir, militarizar, controlar policialmente. ¿De qué cosa es síntoma la reacción de García?. De varias cosas, pero destaco solo dos. Primero, ella reproduce la conducta de la derecha cuando Sendero Luminoso se alzó en armas: encargar a las FF.AA. la solución del problema del terror. Como entonces, García renuncia ahora a la respuesta política y apuesta a una salida militar. Ya hizo lo mismo en su primer gobierno. La historia es de sobra conocida. Esa apuesta produjo miles de muertos y desaparecidos, llevó al Perú al borde mismo del abismo y generó la dictadura fujimorista. Segundo, ella revela la forma como las élites, los militares y los caudillos han construido el Estado y mantienen el orden político en el Perú: la coerción pura y simple.

¿Quiénes han construido el Estado en el Perú?. ¿Cómo lo han construido?¿Qué estructuras y relaciones sociales estatales han forjado esos constructores a lo largo de la historia?. ¿Cuáles son las características de esas estructuras y relaciones sociales estatales? ¿Cómo se ha relacionado el Estado con la sociedad y con la economía en las diversas etapas históricas?. ¿Existe la nación peruana con la que el Estado tiene alguna relación?. ¿Qué tipo de relación ha establecido y establece el Estado con la multiculturalidad del país?. ¿Qué papel han jugado las clases medias y las clases subalternas en el proceso de construcción estatal?. ¿Qué actores y factores externos han contribuido a la formación y al mantenimiento del Estado peruano?. ¿Qué continuidades y rupturas se han producido en ese proceso de construcción?. ¿Existe hoy un Estado de Derecho?. Es imposible responder estas preguntas inmensas en un artículo pequeño. Hago, por eso, trazos gruesos y generales para responder algunas de esas preguntas.

Entre 1821 y 1826 no hubo Estado ni gobierno. Reinaba el caos. Este se mantuvo durante la primera mitad del siglo XIX en medio de guerras civiles y guerras exteriores. En ese contexto el ejército fue la organización que logró mal que bien mantener la unidad del territorio en un país desconectado del exterior e interiormente fragmentado, balcanizado y refeudalizado. Los actores políticos centrales fueron los caudillos criollos y mestizos que ascendían al poder a través de golpes sucesivos, apoyándose en los militares, buscando alianzas inestables con la aristocracia criolla y rodeándose de intelectuales con orientaciones diversas (republicanos, liberales y conservadores). En la era del guano, el Perú se reconectó con el exterior y emergió una élite comercial exportadora que buscó cambiar el epicentro de la política de los cuarteles a la sociedad civil. Ella organizó las finanzas públicas y diseñó un sistema legal, pero el orden político siguió reposando en la coerción (ejército) y los actores principales siguieron siendo los caudillos. La guerra con Chile interrumpió este proceso de modernización.

En la primera mitad el siglo XX la política fue recuperada por la oligarquía que gobernó el país en alianza con el gamonalismo, apoyándose en el capital extranjero y en las FF.AA institucionalizadas. Ella no tuvo interés en reconocer e integrar al mundo andino. Se preocupó más bien en negarlo homogeneizándolo a través de la educación en español. La defensa de sus intereses agrario-minero exportadores la llevó a organizar un estado principalmente coercitivo y a crear los aparatos burocráticos y el sistema legal necesarios que ayudaran a manejar mejor sus negocios y su dominio señorial. Nunca le interesó construir un bloque social con las clases populares ni construir un estado hegemónico.
El papel de las FF.AA. como institución a fines de los 60 y el de los poderes fácticos en los 90 en la construcción del Estado populista y del Estado neoliberal respectivamente será analizado en el próximo artículo.
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EL SENDERISMO Y EL FUJIMORISMO

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Sinesio López Jiménez
Se aman y se odian. Son dos hermanos enemigos. Uno llama al otro. Estamos viendo estas escenas de amor y odio en las reacciones del fujimorismo ante una provocadora marcha senderista en la ciudad universitaria de San Marcos. Las vimos en la década del 90 del siglo pasado. La dinámica política es más o menos la siguiente: Se desata la violencia terrorista, ella pone en cuestión el monopolio de la violencia del Estado, el orden jurídico colapsa, aparecen varios centros de decisión política y de órdenes legales, el orden político se esfuma y se configura entonces lo que Carl Schmitt ha llamado una típica situación de excepción. En ese contexto de excepcionalidad, Fujimori y las FF.AA. toman la decisión de acabar con el caos mediante el golpe del 5 de abril de 1992 y establecen una dictadura. Schmitt resume esta peculiar dinámica política de la siguiente manera: “La forma política que contiene en sí misma toda la materia pura de la excepcionalidad y asume la forma pura de la decisión es la dictadura”. Los senderistas produjeron la excepcionalidad y Fujimori y las FF.AA. respondieron con la dictadura.

¿Se podía eludir esta dinámica política perversa o era inevitable?. ¿La historia pudo ser distinta?. Mi hipótesis es que pudo evitarse entonces y que puede evitarse ahora. No me proclamo profeta del pasado. Lo escribí entre 1982 y 1984 en columnas diarias que publicaba El Diario de Marka, editadas en el libro Los tiempos de la Política (2007). En la década del 80 y del 90 los gobiernos y los partidos de derecha renunciaron a la política y encargaron a las FF.AA resolver el problema del terror. La IU y el Apra (cuando era oposición) apostaron, en cambio, por una salida política. Los partidos en general no desplegaron, sin embargo, una ofensiva política e ideológica contra Sendero y el MRTA en los diversos escenarios en donde ellos operaban: en las universidades, en algunos sindicatos, en las organizaciones campesinas. Los dejaron actuar y esperaron que los militares y la policía hicieran su tarea. Algunos sectores de la izquierda cultivaron una imperdonable ambigüedad. Creían ingenuamente que eran compañeros de ruta. Cuando se percataron de su error y se enfrentaron con SL, ya era tarde: imperaba férreamente la lógica de guerra. En los inicios de su primer gobierno, García mismo hizo elogios desconcertantes de la heroicidad y de la entrega de los cuadros senderistas. Apología del terrorismo como se llamó después.

La responsabilidad mayor reposa, sin embargo, en los gobiernos de esas dos décadas violentas. En lugar de desplegar políticas hegemónicas en todos los campos (económico, social, cultural) que permitieran organizar un bloque social sólido con las clases populares, que atendieran sus necesidades y demandas, que las reconocieran como una parte fundamental de la nación y que quitaran el agua a la piscina en la que nadaba el senderismo, ensayaron tempranas y frustradas políticas neoliberales (Belaúnde), desplegaron un populismo irresponsable (García) e instalaron el capitalismo salvaje (Fujimori) y entregaron irresponsablemente la solución del problema a las FF.AA. Se renunció a la dirección política sobre la lucha antiterrorista. En todo caso, fue el despliegue de la política en medio de la guerra (DINCOTE, GEIN, rondas campesinas) lo que tuvo éxito en la lucha contra el terrorismo. El despliegue militar fue necesario cuando la situación se tornó grave, pero bajo el comando de la política.

El senderismo emergente hoy en las universidades públicas tiene que ser combatido políticamente. Los estudiantes y los profesores tienen que organizarse para mejorar la calidad de sus universidades y para acabar con la mediocridad, la corrupción y la ingobernabilidad universitaria que constituyen el ambiente propicio para el desarrollo del senderismo. El apoyo de todos los medios y de la sociedad civil en esta batalla será decisivo. Hay que evitar la tentación de la intervención militar. La ley, el apoyo económico y la policía deben ser los aportes del Estado.
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SALVAR A SAN MARCOS

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Sinesio López Jiménez

La larga crisis que ha vivido la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) desde los años 70 del siglo pasado está a punto de acabar con ella. La década del 60 fue de transición de la universidad de élite y mesocrática a la universidad popular y de masas. En esa década se produjo un encuentro social en la UNMSM entre los hijos de las élites que aún se educaban allí, los estudiantes de clase media y los primeros contingentes estudiantiles de extracción popular que llegaban a la universidad. Alfredo Bryce ha dicho, sin ninguna mala leche, que lo que más le llamó a atención cuando estudiaba en San Marcos es que sus compañeros se parecían mucho a sus mayordomos.
Con la masificación y la proliferación universitaria por doquier comenzó el abandono de la universidad pública por parte del Estado, se inició la mediocrización de la enseñanza y la pérdida de gobernabilidad de la universidad. Las élites abandonaron San Marcos y pasaron a formarse en algunas universidades privadas. Los viejos profesores de prestigio se jubilaron o se fueron a otras universidades, algunos jóvenes partieron a enseñar en universidades extranjeras y pocos muy valiosos resistieron heroicamente hasta que se cansaron. Con la masificación de la educación pública (en todos sus niveles), esta dejó de ser un espacio de igualdad de oportunidades y se transformó en una estructura de discriminación. La vieja política discriminatoria de siempre negó la posibilidad de que las élites formaran con los abajo de la escala social una comunidad política nacional. En los 70 la radicalización, la irracionalidad y el sectarismo político se adueñaron de San Marcos. Todo eso desembocó en el senderismo y en el terror en San Marcos y en el país en los 80.
El movimiento estudiantil desapareció. San Marcos quedó en manos de una minoría intensa (el senderismo) que hacía lo que le daba la gana bajo el temor o la indiferencia de la mayoría. A eso se añadieron la mediocridad y la pusilanimidad crecientes de las autoridades universitarias. Con excepciones, desde luego. San Marcos dejó de ser un centro serio de enseñanza universitaria y de investigación. Recuerdo que mis clases entonces eran un permanente campo de batalla verbal con el senderismo. Supongo que otros profesores hicieron lo mismo, pero sospecho que hubo también complicidad y cobardía para enfrentar al terrorismo. Los apagones y las amenazas del senderismo obligaron a muchos profesores a dictar clases fuera del claustro universitario. A todos estos males se añadió la ocupación militar en los 90. San Marcos dejó de ser una universidad propiamente dicha para convertirse en un campo de batalla del terror.
Las cosas comenzaron a cambiar en San Marcos y en el país cuando Abimael Guzmán fue apresado en Lima por la policía mientras Fujimori pescaba en el Amazonas y Montesinos diseñaba meticulosos planes para asaltar el fisco. Pero el abandono de la universidad pública por parte del Estado continuó. San Marcos siguió languideciendo en medio de la mediocridad generalizada. En ese contexto reaparecen nuevos brotes del senderismo, se instalan pequeñas mafias por doquier, surgen grupos estudiantiles dirigidos por operadores corruptos que ofrecen su respaldo al mejor postor. Autoridades pusilánimes y corruptas viven de ese clima irrespirable y se quieren perpetuar en el poder por todos los medios, incluidos la violencia y el fraude.
Ha llegado la hora de rescatar a San Marcos de las fuerzas oscuras que la han llevado hasta el borde de la extinción como universidad. Es necesario desplegar una movilización general de los estudiantes, de los profesores de buena voluntad, de los medios de comunicación, de la sociedad civil y, desde luego, de las autoridades gubernamentales para construir una universidad nacional de todos que recupere el prestigio y la calidad que tuvo en sus mejores épocas.
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EL MINISTERIO DE CULTURA

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Sinesio López Jiménez
Admirar a Machu Picchu, pero despreciar al indio. Esa es una vieja historia que todos conocemos y que el futuro Ministerio de Cultura puede repetir si considera que su centro de interés es sólo el patrimonio cultural y no sus productores ni sus herederos. Si eso fuera así, el gobierno y el Estado peruanos cometerían (una vez más) un asalto a mano armada para apropiarse del rico patrimonio cultural andino. Para evitar la repetición de esa injusticia histórica es necesario que, con la creación de dicho ministerio, se resuelvan dos viejos problemas que las élites criollas nunca han querido encarar con seriedad: el reconocimiento de la pluriculturalidad del Perú y el otorgamiento de una representación política propia a los grupos culturales indígenas que la reclaman. El primero es un problema político y el segundo es una cuestión estatal.
Perú es un país multicultural complejo. Es principalmente multiétnico y a la vez multinacional. A diferencia de Bolivia y Ecuador, los quechuas y los aymaras del Perú no demandan un Estado multinacional sino una mejor forma de integración al país. Las etnias de la Amazonía, en cambio, formulan demandas propias de un estado multinacional: reconocimiento de una identidad cultural, autonomía del territorio que ocupan y formas de representación propia. En ambos casos se trata de un legítimo reconocimiento del otro que las élites criollas nunca estuvieron dispuestas a aceptar. La aristocracia criolla del siglo XIX desconoció simplemente la existencia del indio y la del siglo XX no lo reconoció como tal sino que buscó su transformación por medio de la homogeneización cultural a través de la educación. Educar para los civilistas de comienzos del siglo XX era castellanizar. La solución del viejo problema político de la multiculturalidad pasa por la capacidad de las élites criollas de articular sus intereses y sus sentimientos con los intereses y los sentimientos de las etnias andinas y amazónicas para formar una comunidad política plural.
El reconocimiento político de la multiculturalidad del país permite resolver ese mismo problema en el nivel del Estado mediante el otorgamiento de derechos específicos (uso del quechua y del aymara en los centros de salud, de educación, en las comisarías, financiamiento estatal de las actividades culturales andinas, respeto a sus tradiciones, etc) en el caso de la multietnicidad y mediante el reconocimiento de los derechos colectivos en el caso de las etnias de la Amazonía, además, por cierto, de los derechos universales de la ciudadanía. La solución estatal sería incompleta si no se otorgara al mismo tiempo una cuota de representación a las etnias amazónicas en las instancias legislativas del gobierno central y de algunos gobiernos regionales. Como sucede en Colombia, por ejemplo. Una vez resuelto el problema político y estatal de la multiculturalidad, la creación del Ministerio de la Cultura puede ser el punto de partida y el anuncio de la reestructuración del Estado sobre la base del consenso ciudadano. El Estado dejaría de ser, de ese modo, un aparato meramente coercitivo para comenzar a ser también un aparato hegemónico movido por la cultura y el consenso de todos los peruanos.
¿Por qué la propuesta del nuevo Ministerio de Cultura no involucra a la ciencia y a la tecnología en su estructura? La única respuesta posible es que los gobernantes de turno no han logrado entender la importancia que ellas tienen no sólo para el desarrollo económico sino también para la nueva configuración política de un Estado hegemónico. Ellas son las cenicientas en el despliegue actual de las políticas públicas del Estado, no ocupan un lugar importante en su estructura ni reciben el apoyo presupuestal necesario para su desarrollo. Los científicos, los técnicos y los intelectuales en general constituyen, sin embargo, el cemento que puede soldar la unidad de una comunidad política plural como la peruana.

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