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Vendo mi cuerpo

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Elena De Yta
Editorial Marcapasos
Arequipa, 2009

En los últimos años, la producción editorial independiente en Arequipa ha venido experimentando un notable desarrollo. Algunas editoriales como Cascahuesos y Dragostea han ido más allá del espontáneo deseo de un grupo de amigos que comparten la pasión por la literatura y que se aventuran a publicar sus creaciones, a pesar de las dificultades que ello implica. Dentro de este panorama, continúan apareciendo nuevas editoriales independientes que buscan concretar el anhelo de muchos jóvenes escritores por ver publicados sus escritos. Recientemente, la editorial Marcapasos acaba de publicar Vendo mi cuerpo, primer poemario de Elena De Yta, el cual fue presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro de Arequipa. Elena De Yta (Arequipa, 1985) había publicado anteriormente sus poemas en diarios y publicaciones diversas. También, obtuvo premios en narrativa y poesía, en los concursos organizados por la Alianza Francesa y los Juegos Florales Universitarios de la UNSA respectivamente, los que poco a poco fueron confirmando su talento en las letras.

La propuesta de este poemario destaca por el rol que asume el yo poético: la voz de una prostituta que expone con crudeza, amargura, serena resignación e ironía las vicisitudes de una mujer que encuentra en la palabra una forma de manifestar sus sentimientos encontrados. Esto hace de Vendo mi cuerpo un poemario integralmente diseñado bajo un concepto unificado: la exposición del un deseo que no es placentero, sino lacerante. Sin embargo, habría que matizar esta afirmación porque, por momentos, pareciera que el yo poético encontrara satisfacción en lo sórdido o inevitable resignación ante el dolor. Además, mantiene un diálogo en el que sugiere que su propia desgracia se originó en el amor que la unió con un imaginario destinatario. Por ello, es frecuente hallar marcas textuales que aluden a un “tú” inexistente, pero simultáneamente presente en gran parte de los poemas.

A partir del análisis del título, tenemos que el cuerpo femenino es simbolizado como una mercancía que se ofrece al mejor postor. La entrega del cuerpo no es expuesta necesariamente como una tragedia, sino como un castigo que se sobrelleva con mucha ironía, estrategia que atenúa el impacto de lo sórdido que resulta ser testigo de la invasión del cuerpo por amantes no deseados. Al respecto, el amante, interlocutor ausente para el yo poético, encuentra su presencia solo a través de diálogos indirectos que lo aluden: “Cuando tus carnes / Aderezan las mías” [Angustia]; “Alrededor tuyo / Circundándote / Fingir / Sentir / Un orgasmo / Pleno” [Existencia ideal].

Los méritos que hallo en Vendo mi cuerpo están en el desarrollo de un concepto orgánico que articula los poemas, en la cadencia rítmica de sus versos y en la atmósfera que sugieren algunos pasajes que, sin recurrir a un lenguaje complejo, se las arregla para plantear al lector escenas, cuadros, fotografías de momentos que el yo poético evoca para convertir al lector en un cómplice de su drama. Otro punto para destacar es el registro del lenguaje utilizado. No encontraremos en Vendo mi cuerpo un vocabulario impostado o ad hoc a la posible expresión de un personaje que, de primera intención, para muchos lectores está vinculado a una prostituta. Mi hipótesis partiría por asumir que no solo no se trata de un disfraz, sino que ni siquiera pretende la voz del poema disfrazarse de prostituta, sino que, en el juego metafórico, ese rol es susceptible de ser interpretado por cualquier individuo que experimente emociones tales, es decir, el “sentirse como” se convierte en “actuar como” dentro de la ficción. En este sentido, Vendo mi cuerpo no es el diario íntimo de una prostituta, sino la exposición abierta y sincera de un yo poético que construye un personaje para apropiarse de la proyección de su imagen y transmitir sentimientos, emociones y acciones, pero, insisto, no mediante la estrategia confesional del diario en prosa poética que presenta un recuento detallado de la intimidad: por ello, tales acciones son, en realidad, fotografías o estampas de un momento. Tampoco hallaremos una recatafila de palabras de grueso calibre que quieran reforzar la idea de lo grotesco, lo sórdido o visceral y ese es, conciente o inconcientemente, un mérito que vale la pena resaltar. El tono del lenguaje reserva su agresividad para momentos oportunos, pero cuando amerita rendirse, aunque fuera solo por unos instantes, al sentimentalismo lo hace de manera que no luce sentimental (en el peor sentido), sino melancólico.

Al respecto, el poema más logrado desde mi punto de vista, acorde con la poética del texto, es el que cierra el poemario: “Oración a Sarita Colonia para antes de salir”. En este —uno de los pocos o tal vez el único poema en el que los amantes y el amante ausente no son aludidos— se presenta una breve escena en la que el personaje implora protección ante la santa del pueblo.

El tiraje de la publicación fue reducido y el diseño de portada es sugestivo. Sin embargo, urge una segunda edición que corrija algunas erratas que no afectan en mayor grado el contenido, pero que, en un contexto en el que nuevos lectores se interesan en autores emergentes, vale la pena cuidar esos detalles para mantenerse competitivo en el mercado editorial. Posiblemente, Elena De Yta nos sorprenda en adelante con una nueva reimpresión o reedición de Vendo mi cuerpo, o porque no, de un nuevo libro.

Oración a Sarita Colonia, para antes de salir

Sálvanos dulce niña, santa, virgen milagrosa
Tú que sufriste en carne propia
La experiencia desgarradora
Líbranos del abuso de los hombres
Protégenos en esta triste oscuridad
En la que entregamos nuestros cuerpos por pan
Exponiéndonos al robo y odio de la gente.

Guarda nuestros corazones del falso amor
De los cuervos uniformados también
Sálvanos, Sarita, y si nos atrapan, proporciónanos
El abrigo suficiente para sobrevivir la fría celda
Logra el perdón de nuestras madres
y transfigura nuestros rostros para que ellas
Queden lejos de la humillación y la vergüenza.

A ti rogamos Sarita, que también fuiste mujer
Acompáñanos siempre para que de tu mano podamos
Al fin encontrar la luz y valentía necesaria para poder
Enmendar nuestras vidas.
Amén.

Mutatis mutandis

He pecado cuantas veces he podido
Y la absolución
Nunca la he buscado
No puedo estar en comunión
No sé donde diablos
Está Dios

Y sin pedir perdón
A nadie
He vivido
Con mucho gozo porque he amado
Después sufrido
Y también llorado

Como un menesteroso
He fingido
Como puta
He traicionado
Y casi siempre
He perdido
Pero en oportunas
Veces ganado

Aunque
Al final
No sepa a cuantos
He jodido
Seguramente
A los que
Me han amado

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