Martín Zúñiga (Cusco, 1983) ha combinado la gestión de actividades artísticas vinculadas a la poesía y la creación literaria cuya dedicación devino una secuela continua de premios nacionales e internacionales otorgados durante su breve pero constante producción poética. Ha publicado Relatos/5 (Arequipa, 1983), Una pradera llamada noche (Loja, 2008), Gavia (Lodosa, 2010), Premio del XXVI Certamen poético «Ángel Martínez Baigorri», de 2009; Pequeño estudio sobre la muerte (Lima, 2011), Premio Copé de Plata 2010; y Cover (Lima, Estruendomudo, 2013), Premio del X Certamen Internacional de Poesía Joven «Martín García Ramos», 2011. Asimismo, integró el Círculo Poético Enroque, con quienes editó la revista de creación literaria Enroque y más versos a fines de los noventa.
En Gavia, el yo poético expone la placentera sordidez de la soledad cotidiana, paisajes domésticos, frías habitaciones vacías y el peso de los días discurriendo sobre una existencia aciaga que, paradójicamente, no se queja ni se muestra sufriente, sino que la contempla con cierta perplejidad y aprecio. Predomina la descripción íntima de las variadas formas de habitar la cotidianeidad, como se aprecia en el poema «Los techos de calamina vibran al compás de la lluvia»: «Lo mejor que puede suceder es el agua / corriendo en la cañerías / pero pocas veces suceden cosas buenas / en mi casa». En este sentido, los espacios habitados por la subjetividad son objeto de contemplación y reflexión para el yo poético. El título del poemario (Gavia es el nombre del género asignado a un grupo de aves acuáticas migratorias) connota sentidos que refuerzan los motivos del viaje, la partida, el abandono, el cambio, lo cual convierte al poema inicial, «Gavia», en uno bastante insular respecto a los demás, pues en el resto la trashumancia es reemplazada por la contemplación de lo inmediatamente circundante: «Esa es la realidad, las cosas que en este lugar / carecen de luz; están antes o después / de la luz, nunca en el punto cierto». Pese a ello, el motivo de la partida y el cambio son los más recurrentes.
La subjetividad como condición que otorga sentido a la realidad destaca en «Tema del egoísta»: no hay mayor realidad que aquella que se experimenta vivencialmente a través de la falta, en otras palabras, la falta, la carencia, la necesidad configuran la realidad subjetiva del yo poético. Pese a que los espacios cotidianos —la habitación es uno de los más frecuentes— se muestran vetustos, opacos y deprimentes, no ésta la sensación que la voz poética transmite como definitiva, pues a menudo contrasta ese escenario con alguna observación que matiza lo decadente de su entorno: «Lo que sucede es la ropa sucia amontonada, / el cepillo de dientes calvo, la ducha fría. /Y las ruedas del tren arrollaban mis ojos partiéndolos /en pequeños hemisferios de cristal».
Si entendemos el anglicismo «cover» como suplantación de una identidad, o falsa identidad, este podría ser el sentido que articula parte de los poemas que contiene este libro, en tanto hay una particular atención por lo superficial, lo aparente, lo falso que al naturalizarse luce como verdadero pero que en realidad es una cobertura de algo que subyace al interior: «¿qué se oculta? / […] ¿Qué hay detrás del telón? […] / Es lo aparente que se asemeja tanto a la realidad, hasta reemplazarla». En «Una res fuera del escenario», precisamente la piel es metáfora de una cubierta oculta tras otra cubierta.
Cover supone un giro en la poética de Martín Zúñiga. En comparación con los poemarios precedentes, contiene poemas más extensos y agudamente más reflexivos e incorpora metáforas mucho más sugerentes por las disímiles asociaciones que condensan sus versos en imágenes más dislocadas —«Una vaca respira ansiosa, queriendo destilar el aire. / Todo cuerpo oscuro tiene esta forma simple de las preguntas […] Mi piel, mi piel de res colgando como una cuerda desde un puente […] Un feto ultravioleta que ve gusanos transparentes / entrar y salir del cuerpo de su madre»— anticipadas en Pequeño estudio sobre la muerte, una interesante propuesta en la cual la muerte se concibe como transgresión de barreras.
En algunos poemas se advierte la intención de narrativizar los versos tanto en fondo como en forma, pues la estructura parrafal tiende a reemplazar a la versificada, facilitando la incorporación de un registro oral más acentuado y de estilos narrativos como soliloquios y diálogos en «Diálogo sobre la doble función en el teatro y las sombras chinas», y estilo epistolar en «No se trata de ti, es otra cosa», inclusive combinando el registro poético con el ensayístico. Por ello no resulta casual un epígrafe del ensayista francés Michel de Montaigne precediendo la sección donde se hallan «Las herramientas de la ficción y otras iluminaciones», «Las vocales como remaches del misterio» y «Nos vestimos para visitar a nuestros muertos» que admiten ser leídos como poemas-ensayo.
Las referencias a tópicos y personajes del clasicismo grecolatino y de la cultura medieval revelan más del presente que de lo que significan dentro de la cultura universal, ya que son empleadas para dar cuenta de situaciones actuales menos solemnes y más cotidianas, y no para reiterar el sentido que tradicionalmente poseen en su contexto original: «Tu príncipe adorado, el padre de la fruta emergida de tu vientre transparente / cual el cuerpo de un gusano de seda / era el piojoso. / Los andrajos resbalaban por su cuerpo / porque Odiseo se detuvo más tiempo del necesario para hacer feliz a Calipso».
Gavia y Cover confirman el buen momento que atraviesa el trabajo creativo de su autor, pues se percibe un trabajo conceptual que organiza cada uno de los poemarios de Martín Zúñiga, quien se mantiene distante de tópicos muy manidos en jóvenes poetas y narradores locales, como la construcción de un malditismo literario a través de lo escriben o lo que es más empobrecedor, suplantar la falta de trabajo con una performance social contestataria, pero vacía de contenido.